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Abatir el poder desorbitado de los más ricos

Fuentes: Rebelión

La humanidad en su conjunto se halla en una encrucijada histórica. La situación de emergencia social y ecológica que vivimos es el fruto del éxito del proyecto neoliberal que desde los años ochenta del siglo XX hasta nuestros días se ha impuesto al mundo. El neoliberalismo ha resultado ser el mejor acelerador de la máquina […]

La humanidad en su conjunto se halla en una encrucijada histórica. La situación de emergencia social y ecológica que vivimos es el fruto del éxito del proyecto neoliberal que desde los años ochenta del siglo XX hasta nuestros días se ha impuesto al mundo. El neoliberalismo ha resultado ser el mejor acelerador de la máquina de desigualdades sociales e internacionales que de por sí fue siempre el sistema capitalista. Hoy la polarización social en el mundo y prácticamente en la mayoría de los Estados es más aguda que nunca. Una minoría, una élite de súper ricos  ( 0,5 % ) y ricos ( 7,6% ), inferior al 10% de la población, detenta, según el caso, la mitad, las dos terceras partes  y hasta más de las tres cuartas partes de la riqueza global y nacional, en tanto que el 90%  de la población alcanza porcentajes que van desde menos de la mitad, menos de la tercera parte e, incluso, menos de la cuarta parte de la riqueza total. Las 300 personas más ricas del planeta tienen acumulada tanta riqueza ( dinero, bienes, propiedades, grandes empresas ) como los 3.000 millones de personas más pobres. Este estado de cosas es insostenible. Se impone un cambio de época.
 
A lo largo de su existencia las crisis han sido inherentes al sistema capitalista y siempre han llevado a la misma consecuencia : reducir el número de los ganadores que se enriquecen aún más y ampliar el de los perdedores que se empobrecen sin remedio. La crisis actual, 2008-2013, no es ninguna excepción. Los ricos se están haciendo más ricos y los pobres aún más pobres. No hay, pues, más alternativa que la de poner fin al poder desorbitado de los más ricos, suprimiendo la injusticia financiera y fiscal sobre la que descansa su inmensa influencia en los organismos internacionales y en casi todos los gobiernos del mundo.
 
Es la hora de instaurar un Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional (NOFFI) que revierta la situación de enriquecimiento de la élite y de empobrecimiento de la inmensa mayoría de la ciudadanía. Ese Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional pasaría por la puesta en práctica de dos medidas contundentes: la nacionalización de toda la banca privada con ánimo de lucro, salvo la llamada banca ética, lo que automáticamente conllevaría la desaparición de los paraísos fiscales, y la aplicación de severas reformas fiscales que gravarían los ingresos desmesurados de la élite inferior al 10% de la población que verdaderamente gobierna el mundo.
 
Desde luego no me cabe la menor duda de que estas medidas serán tildadas, como mínimo, de radicales y rechazadas con indignación en los numerosos medios de comunicación que controla en todo el mundo la exigua minoría de súper ricos que lo dirige, pero si verdaderamente se quiere acabar con eso que eufemísticamente se llama la dictadura de los mercados y que no es otra cosa que la dictadura de las élites capitalistas mundiales, no hay otra solución.
 
La crisis financiera de 2007-2008, origen de todos los males que nos aquejan, fue provocada por la banca privada especulativa y exigió en EE UU y en Europa un rescate cifrado en billones de dólares, euros, libras, etcétera, de dinero público. Una buena parte de esa banca privada especulativa quebrada fue nacionalizada pero con la expectativa, típica del neoliberalismo, de ser desnacionalizada y privatizada de nuevo tras su saneamiento financiero con el dinero de todos. En fin, la banca privada especulativa, prácticamente casi toda, no solo tiene el escandaloso privilegio de crear el dinero de la nada (multiplicador monetario o bancario), competencia que debería corresponder exclusivamente a los bancos centrales de los Estados, sino que después de la crisis sigue actuando, en muchos casos, con los mismos criterios especulativos, y si antes de 2007-2008 lo hizo fundamentalmente jugando con la necesidad de tener una vivienda de millones de ciudadanos, ahora lo hace provocando irresponsablemente el encarecimiento de los alimentos y de las materias primas en el mercado internacional. En cuanto a gravar severamente los ingresos de la élite inferior al 10% de la población mundial que acapara más del 80% de la riqueza global, hasta un magnate como el estadounidense Warren Buffett, el cuarto hombre más rico del mundo, el mismo que en su día proclamó que la guerra de clases la estaban ganando los ricos, reconoció, tras la crisis de 2007-2008, que proporcionalmente las grandes fortunas, como la suya, tributaban a la hacienda pública mucho menos dinero que sus propios empleados.
 
Concluyendo, para que otro mundo mejor social y ecológicamente sea posible el primer e inevitable paso a dar consiste en abatir el poder de la élite de súper ricos y ricos  cuya riqueza les permite el control de los medios de comunicación de masas, partidos políticos, gobiernos y Estados desde los que dirigen el  mundo. Ellos son los enemigos de la democracia, el verdadero obstáculo para que la gran mayoría de la humanidad pueda construir un mundo socialmente más justo y ecológicamente sostenible.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.