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La ciencia mal-tratada

Abonando viejas y necesarias alianzas, corrigiendo errores que no acaban de caducar

Fuentes: Rebelión

Este texto corresponde a la presentación de: «LA CIENCIA MAL-TRATADA. Crítica a Razón y Revolución de Alan Woods y Ted Grant. LAS MATEMÁTICAS» de MANUEL MARTÍNEZ LLANEZA [1]. Cuadernos CAUM, julio 2010.

«Con su libro Alan Woods y Ted Grant no le están haciendo un buen servicio a la Razón ni a la Revolución». Estas palabras finales de Manuel Martínez Llaneza [MMLL] cierran su documentado comentario crítico al ensayo Razón y revolución de Woods y Grant. Antes de esa conclusión, un magnifico despliegue de información, conocimiento, argumentación y refutación de inexactitudes e incorrecciones que tienen la finalidad de instruir pacientemente al lector sobre asuntos no siempre fáciles pero que están a su alcance con esfuerzo, deseo, perseverancia y estudio.

No quiero ocultar mi acuerdo con la anterior consideración del autor, formulada eso sí con la máxima cortesía, ni dejar de señalar que, en mi opinión, su trabajo está en la senda de lo mejor, de lo que debería estar más vivo de la tradición marxista revolucionaria: la renovación de la alianza del movimiento obrero, y del conjunto de los movimientos de resistencia anticapitalistas, y la tecnociencia contemporánea no servil. Sin olvidar el decisivo valor de la experiencia humana y de sus prácticas, sobre esta arista ya nos habló Manuel Sacristán en su nota editorial para el primer número de la revista mientras tanto. MMLL da calor a una llama que siempre debería estar encendida en cualquier tradición emancipatoria pero que, en ocasiones, el caso Lysenko que no es excepcional es aquí de cita obligada, no sólo ha estado algo mortecina sino que, de hecho, se ha apagado en ocasiones. Y no por voluntad propia: algunos huracanes de persecución, digamos irracionalista, poco documentada, insertos en nuestras propias filas, han dado cuenta de ella y la han aniquilado de raíz.

No hay duda, no puede haber dudas, de que en la tradición socialista se han cometido errores de calado en la forma de entender las relaciones entre ciencia y filosofía, hasta el punto de considerar a ésta una cosmovisión fija, completa, sistémica y siempre lista para embalar y cubrir cuerpos doctrinales afines, y pensar aquélla como una aventura, analizada y juzgada muy precipitadamente, que estaba obligada a cuadrar siempre con las aristas esenciales, o con una interpretación poco trabajada de estos nudos básicos, del inalterable marco filosófico. El Anti-Dühring de Engels no es eso solamente. Desde luego. Hay numerosos aciertos y conjeturas de interés que no deben olvidarse y un notable espíritu de instrucción. Pero, como nos advirtiera Sacristán en su prólogo de 1964, los errores de información, las confusiones conceptuales, las argumentaciones poco sólidas, tienen su presencia en varios capítulos de la obra. Desgraciadamente, como bien nos muestra MMLL, Razón y revolución de Woods y Grant recuerda algunos de estos desenfoques.

Los nudos de la alianza entre ciencia y socialismo, entre conocimiento científico y movimiento obrero y anticapitalista, han cambiado mucho su aspecto y su estructura. No hace falta explicar aquí la decisiva transformación de las clases trabajadoras en estas últimas décadas, el despiadado ataque a sus derechos más básicos conquistados tras décadas de lucha, la presencia de un precariado cada vez más masivo y de un proletariado excedente condenado a la marginación y a la desesperación. También el otro polo, la ciencia, la tecnociencia contemporánea, ha cambiado sus hábitos, su estructura y sus prolongaciones socio-económicas. También aquí el neoliberalismo intenta anclar sus potentes garras, la industria farmacéutica es un ejemplo conocido, pero no son inexistentes las resistencias de numerosas comunidades científicas -que no han claudicado ni están dispuestas a claudicar- a que el Capital dicte sus finalidades, sus líneas de investigación e intente incluso que las exigencias de rigor, control y búsqueda de verdad que las tradiciones científicas siempre han defendido como valores irrenunciables coticen a la baja ante las demandas y urgencias de «los mercados», el nuevo inefable Dios, tan viejo por otra parte, de la fase terminal de la civilización del Capital.

El texto de MMLL apunta además a asuntos filosóficos académicos y a otros de interés ciudadano. Brevemente.

No todo es cuestión de ciencia desde luego. Hay otras caras que tienen que ver con el ámbito poliético y con los sentimientos ante la injusticia y el servilismo. Normalmente no nos hacemos socialistas revolucionarios leyendo los Elementos de Euclides o los Principia de Newton. Pero la ciencia, el saber científico contrastado, el rigor que vertebra su construcción y su desarrollo, permiten al ciudadano, sea científico o no, agudizar su espíritu crítico, no conformarse con un error, que es un horror, aunque sea publicitado por doña Leonor. El amplio y renovado ámbito de las pseudociencias, que como señalaran en su día Etienne Balibar y muchos otros autores, suele emprender su vuelo renovado no sólo al atardecer sino en momentos de desánimo y desesperación, acecha a la ciudadanía amparándose en nudos de debilidad, de interpretación sesgada o de búsqueda no finalizada del conocimiento científico (que nadie nunca en su sano juicio ha creído perfecto, sin vacilaciones y con todo el deber cumplido), en prácticas sociales de carácter científico enmarcadas en programas de eficacia y competitividad neoliberal o en la simple desesperación. Los ejemplos se agolpan: desde la astrología, que sigue fresca como una rosa, hasta supuestas medicinas alternativas que de «alternativas» sólo tienen el nombre. El texto de MMLL también nos enseña a evitar caídas en pozos sin fondo, a alejarnos de caminos intransitables.

Además de ello, MMLL se mueve contra corriente en un punto esencial donde sigue la estela de Alan Sokal y Jean Bricmont: el combate contra el posmodernismo, sus ataques infundados y poco matizados a la ciencia y su defensa, no siempre explícita, del relativismo epistemológico (a veces prolongado en relativismos poliéticos), del todo vale, de la tesis sin pie de que no hay valor gnoseológico diferenciado entre diferentes tipos de aproximaciones o narraciones, como a veces acostumbran a decir.

Manuel Sacristán ya dijo lo esencial sobre ello: lo malo de la ciencia actual es que es demasiado buena. El horror de Hiroshima se fundamenta en una excelente física fáusticamente usada para finalidades imperiales. Si hubiera un saber superior al conocimiento científico, como muchas tendencias postmodernas parecen apuntar de forma ciertamente confusa, se enfrentaría al mismo peligro que ahora denuncia: su buen saber, un saber mejor al conocimiento positivo, podría ser usado para objetivos inhumanos, con mayor peligro que el científico, si su excelencia epistémica fuera superior. No es asunto que pueda reducirse a un nudo estrictamente gnoseológico; la política y la ética están en el puesto de mando.

Por si faltara algo, Manuel Martínez Llaneza, siguiendo a Brecht, sus compañías siempre están entre lo mejor de nuestra tradición, ha tenido no sólo el coraje poliético de decir la verdad, que siempre es revolucionaria, sino de decirla con astucia, paso a paso, sin ofensas y sin inadmisibles descalificaciones políticas. Sin espíritu de secta y para ciudadanos de causas emancipatorias.

Mejor imposible. Pasen y lean; no se arrepentirán. Puedo asegurárselo.

Nota: [1] Publicado en www.rebelion.org <7/12/2007>

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.