El historiador Sergio Grez Toso, académico de la Universidad de Chile, es ferviente partidario de una Asamblea Constituyente para generar una nueva Constitución que impulse transformaciones democráticas para sacudirnos del modelo neoliberal. Grez participa en el colectivo Foro por la Asamblea Constituyente, que produce «insumos teóricos y políticos para dar contenido concreto a la Asamblea […]
El historiador Sergio Grez Toso, académico de la Universidad de Chile, es ferviente partidario de una Asamblea Constituyente para generar una nueva Constitución que impulse transformaciones democráticas para sacudirnos del modelo neoliberal. Grez participa en el colectivo Foro por la Asamblea Constituyente, que produce «insumos teóricos y políticos para dar contenido concreto a la Asamblea Constituyente y superar las formulaciones generales». Es autor de Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de «la Idea» en Chile (1893-1915), Historia del comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924) y otros libros sobre el movimiento social en nuestro país.
¿Cuál es el estado de la movilización por la Asamblea Constituyente?
«La demanda por una Asamblea Constituyente ha experimentado un progreso importante. Especialmente a partir de 2011, cuando fue difundida por el movimiento estudiantil. A partir de entonces, son banderas de lucha una nueva Constitución y una Asamblea Constituyente. En las encuestas aparecen con un respaldo superior al 60%. El gran problema es que todavía no existe un movimiento social ni político a la altura de esa potencialidad.
Una reforma constitucional, o incluso una nueva Constitución, pueden realizarse sin una Asamblea Constituyente, pero este punto no nos es indiferente. En la historia de nuestro país no ha habido nunca una Asamblea Constituyente. La tradición ha sido el nombramiento ‘a dedo’ de una comisión encargada de preparar un anteproyecto que finalmente es refrendado por las cúpulas políticas en el Congreso o mediante plebiscito convocado entre gallos y medianoche, sin posibilidad de una discusión real, sin libertades públicas, sin ejercicio del poder constituyente por el pueblo. Fue el caso de la Constitución de 1925, con la imposición del inspector general del Ejército que apoyó el proyecto de Alessandri Palma y de la Constitución de 1980, impuesta por Pinochet a un pueblo prisionero.
La Asamblea Constituyente es el instrumento adecuado para lograr la plena expresión de la soberanía popular mediante la participación de todos los sectores de la ciudadanía. Su actuación es por un periodo que permita un estudio minucioso de las distintas propuestas de representantes del pueblo elegidos por sufragio universal en base a un sistema proporcional integral. La nueva Constitución producida por estos representantes deberá ser plebiscitada.
El Foro por la Asamblea Constituyente al que pertenezco es un pequeño grupo dedicado a formular proposiciones concretas y argumentadas para la convocatoria y funcionamiento de la Asamblea Constituyente. Como colectivo no pretendemos crecer más allá de una docena de personas, ni aspiramos tampoco hegemonizar a nadie. Nos proponemos contribuir para llegar a una Asamblea Constituyente democrática, plenamente participativa que garantice el ejercicio de la soberanía popular.
Pensamos que no basta con elegir democráticamente a los delegados o diputados constituyentes: se debe cuidar su representatividad. Proponemos votación universal, incluyendo a los chilenos que viven en el extranjero, que se elijan representantes en circunscripciones coincidentes con las actuales comunas y conforme a un sistema efectivamente proporcional, con posibles fusiones de manera de balancear el peso de las comunas más pobladas. Proponemos también un mecanismo que asegure que la soberanía popular no será burlada ni siquiera por los propios diputados constituyentes. Planteamos el uso de quórums supramayoritarios para garantizar la democracia. Dichos quórums supramayoritarios fueron un invento de Jaime Guzmán y sus acólitos para blindar el actual modelo.
Proponemos que la futura Asamblea Constituyente funcione con quórums supramayoritarios de dos tercios o más para aprobar sus disposiciones, y evitar así el funcionamiento de máquinas políticas en su interior, sometiendo a referéndum aquello en que no haya acuerdo supramayoritario. Así se reduciría la posibilidad de ‘arreglines’. Porque si bien la Constituyente no es la panacea universal ni estará compuesta por ángeles, habrá que hacer lo posible para que no replique los actuales vicios. Invirtiendo el sentido original del mecanismo de quórums supramayoritarios, los ponemos al servicio de la democracia efectiva y la soberanía popular. El proceso constituyente no lo concebimos solamente como la reunión y funcionamiento de la Asamblea Constituyente. Este debe comenzar mucho antes, en la base ciudadana y popular, del mismo modo debería continuar durante el funcionamiento de la Constituyente través de debates informados y mediante este ir y venir de asuntos que deban someterse a plebiscitos comunales, regionales o nacionales.
Por otra parte, la Asamblea Constituyente considerará la situación de los pueblos originarios. La nueva Constitución deberá declarar que el Estado republicano de Chile es plurinacional, pluriétnico y pluricultural».
CONSTITUYENTE Y CONGRESO
¿La Asamblea Constituyente funcionará en paralelo con el Congreso y la institucionalidad vigente?
«Efectivamente, funcionará en paralelo y sin interferir en esa institucionalidad, para prevenir situaciones inmanejables o caóticas. La Asamblea Constituyente debería durar a lo menos algunos meses, quizás hasta un año o poco más, dada la variedad de temas a tratar. Existe un proceso en marcha que hay que seguir alimentando hasta que entre en vigencia la nueva Constitución. Hay que estimular la discusión política en la ciudadanía. Para nosotros, esa es la tarea fundamental del proceso constituyente. Hablo del proceso constituyente popular, porque existe otro proyecto constituyente en marcha entre bambalinas que lleva adelante la casta política de manera antidemocrática, alejada del pueblo. Esa tarea de esclarecimiento debe servir para que el ciudadano común perciba la relación entre su trabajo, su educación, sus aspiraciones y problemas con la Constitución, y por consiguiente con la Asamblea Constituyente, para tener una nueva Constitución que responda a los intereses populares.
Es indispensable una gran tarea de difusión y propaganda. Nuestro colectivo, el Foro por la Asamblea Constituyente -en alianza con la Fundación Constituyente 21- asumió que es indispensable unir fuerzas para poner en funcionamiento en estos días una Escuela Nacional de Monitores y Monitoras para la Asamblea Constituyente. Su objetivo es la formación de cuadros constituyentes, personas que tengan la capacidad de explicar con sencillez la interrelación entre la problemática que afecta a los distintos sectores sociales y la Constitución que impera en el país. No somos los únicos en emprender esta tarea. En Rancagua se está realizando una experiencia semejante, como asimismo en Curicó.
No es un trabajo fácil. Mucha gente nos pregunta: ¿Cuándo van a traer la escuela a nuestra ciudad? Nuestra respuesta invariable es: ‘Creen ustedes las condiciones necesarias. Consigan un local, reúnan algo de dinero para costear el viaje a los profesores (porque nosotros no tenemos recursos de partidos, de ONGs, del Estado, ni de instituciones privadas), motiven a la gente y nosotros aportaremos con lo que podamos'».
¿Cómo se designan los monitores?
«Son, por decirlo así, ‘militantes’ de la iniciativa Asamblea Constituyente. La gran mayoría no participa en partidos políticos, los pocos que lo hacen pertenecen a colectividades fuera del duopolio hegemónico. Tratamos de atraer a aquellas personas que se han destacado no solamente por sus conocimientos, sino también por su compromiso con la tarea política de lograr una Asamblea Constituyente. Todo se hace de manera artesanal y creativa, en base a recursos propios. No es fácil, porque muchas personas están habituadas a una relación de clientela, acostumbradas a que les den. Y nosotros no queremos dar. Tampoco podríamos porque no tenemos. El local lo conseguimos gratis, la filmación se hace gratuitamente, uno mismo se paga el transporte y consagra su poco tiempo libre a la tarea. Es una iniciativa militante en el mejor sentido de la palabra. Nosotros estamos dispuestos a llevar la Escuela a distintos lugares, pero sobre todo a articularnos con sus experiencias locales o regionales».
OTRAS EXPERIENCIAS
¿Cuáles son las experiencias en otros países?
«No las conozco en materia de escuelas. Pero en cuanto a Asambleas Constituyentes, en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y hasta Colombia, funcionaron en un cuadro político muy distinto. ¿En qué sentido? En que en varios de esos países el proceso constituyente recibió gran apoyo desde el gobierno. Aquí eso no se vislumbra por el momento; todo lo contrario, la orientación del gobierno es la tradicional: un poder constituyente controlado por las elites, en el cual la ciudadanía juega un papel decorativo. Las ‘asambleas ciudadanas’ que propusieron algunos, o los ‘cabildos ciudadanos’ de Bachelet, son concebidos como instancias sin poder resolutivo, monitoreadas por operadores políticos, en ningún momento han sido definidas como asambleas soberanas con resoluciones vinculantes. Lo que se necesita es construir una gran fuerza social y política que obligue a la casta política a ceder, que la obligue a dar el toque de legalidad a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, porque a decir verdad, en el cuadro legalista actual es discutible la procedencia del plebiscito en este caso, tampoco es convincente el argumento de que facilita las cosas el hecho que el gobierno tenga mayoría en ambas Cámaras, dado que la Concertación ya la tuvo a fines del gobierno de Lagos y a comienzos del primer gobierno de Bachelet durante más de dos años y no lo hizo. Si no lo hicieron fue porque la Concertación fue ganada para el neoliberalismo. Ahora, con la Nueva Mayoría, el asunto no es sustancialmente diferente, a pesar de que esta coalición podría actuar con más holgura por el eventual apoyo de Amplitud y Evópolis. Entre otros factores, porque la presencia del PC en la alianza de gobierno tiene más fines de contención de los movimientos populares y de aporte a la gobernabilidad que de compromiso con cambios profundos. Dentro de la Nueva Mayoría, un importante sector de la DC no está dispuesto a cambios de fondo, fenómeno que no es privativo de la DC. De modo que esa supuesta mayoría en el Congreso no es tal en los momentos decisivos».
Se objeta la Constituyente por su alto número de delegados…
«Sería muy numerosa si se usara la distribución comunal. Pero se podría disminuir sustancialmente unificando en circunscripciones electorales comunes a pequeñas comunas vecinas de características parecidas. Ese es un problema meramente técnico. ¿Sería tan grave que la Asamblea tuviera entre mil o dos mil delegados o tal vez un poco más? Recuérdese que deberá dividirse en comisiones. Además, con los actuales medios de comunicación todo se vuelve más fácil. Incluso sería posible asegurar una mayor participación ciudadana a tono con los cambios de contexto».
MILITANTES E INDEPENDIENTES
En la Constituyente participarán también militantes y simpatizantes de partidos que dispondrán de más medios y recursos publicitarios. ¿Cómo afrontarán ese desafío los independientes y simpatizantes de otras posiciones?
«Hemos dicho ya que la Asamblea Constituyente no transforma a los ‘malos’ en ‘buenos’. La Asamblea Constituyente es el mejor terreno donde las fuerzas populares y la mayoría ciudadana pueden expresar peticiones y demandas, mucho mejor que un grupo de iluminados o el actual Congreso viciado por el binominal y manchado por los escándalos de corrupción. Los actuales parlamentarios no podrían participar en la Asamblea Constituyente que funcionaría en paralelo con el Congreso. Por otra parte, la campaña electoral para elegir delegados a la Constituyente debería estar marcada por la igualdad y austeridad, igualdad absoluta para todos los candidatos, sean de la orientación que sean, tanto en la radio, televisión y otros medios. La propaganda mural sería reemplazada por la exhibición de todas las listas en paneles en los municipios. De esta manera se lograría equiparar al menos en parte la desigualdad de recursos.
De todas maneras, las fuerzas políticas tradicionales van a estar presentes en la Asamblea Constituyente y es bueno que sea así, porque se trata de la Asamblea Nacional Constituyente. No es una Asamblea exclusivamente de las fuerzas de Izquierda. La Asamblea Constituyente debe tener legitimidad nacional, porque en ella estarán todos los sectores. Esto no elimina el poder del dinero, pero al menos lo reduce.
Otra cuestión importante: ya que a la Constituyente concurrirán los partidos, se debe asegurar también que estén representados los independientes, movimientos sociales y fuerzas de Izquierda extraparlamentarias, y que previamente estos sectores se organicen en una especie de ‘Constituyente chica’, popular, como la que existió en 1925, para constituir un bloque de Izquierda en torno a propuestas concretas que luego se plantearán en la Asamblea Constituyente nacional, y que se impondrán o serán derrotadas según la fuerza que logren acumular».
Publicado en «Punto Final», edición Nº 827, 1 de mayo, 2015