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Abuchean a Uribe tras encuentro con desolado padre de rehén

Fuentes: La Jornada

Gustavo Moncayo, padre de un militar secuestrado, criticó que los rehenes siguen en la selva en medio de un juego político entre el gobierno y las FARC. Bogotá. Apoyado en un bastón y llorando, Gustavo Moncayo abandonó el jueves el atrio de la plaza mayor de Bogotá mientras el presidente Álvaro Uribe convertía en monólogo […]

Gustavo Moncayo, padre de un militar secuestrado, criticó que los rehenes siguen en la selva en medio de un juego político entre el gobierno y las FARC.

Bogotá. Apoyado en un bastón y llorando, Gustavo Moncayo abandonó el jueves el atrio de la plaza mayor de Bogotá mientras el presidente Álvaro Uribe convertía en monólogo un debate público sobre la suerte de su hijo, un militar rehén de las FARC desde 1997, y la otros 44 secuestrados.

Moncayo, un profesor de 53 años, llegó el miércoles a la capital tras caminar más de 900 km durante mes y medio buscando apoyo a un canje de rehenes por guerrilleros presos, una hazaña que minó su salud, pero que le permitió hacer visible el drama de su hijo, el cabo Pablo Moncayo.

El educador consiguió que Uribe lo visitara el jueves en una carpa, en la Plaza de Bolívar, donde anunció que vivirá hasta que Pablo sea liberado junto con los demás rehenes, incluida la franco-colombiana Ingrid Betancourt y tres estadunidenses.

Ambos dialogaron durante más de dos horas sobre el canje humanitario en una tienda contigua, a donde el mandatario acudió con varios miembros del gabinete. Luego se trasladaron al pórtico de la sede del Congreso, en el ala oriental de la plaza, donde Uribe se instaló en un atril y Moncayo en una escalinata al lado de su esposa, Estela Cabrera, frente a una multitud en la que había familiares de secuestrados y desaparecidos.

El gobernante tomó el micrófono en medio de abucheos e insultos, ante lo cual Moncayo intervino para calmar los ánimos, y contó que el maestro, a quien profesó admiración, le pidió aceptar la exigencia de las FARC de retirar las tropas de dos poblados del sur durante 45 días para negociar el intercambio.

Pero Uribe reiteró su negativa advirtiendo que no le entregará «un milímetro de territorio a la delincuencia», y anunció que sólo desmilitarizará si las FARC liberan a los cautivos e inician un proceso para firmar la paz en 90 días.

El anuncio desató nuevas rechiflas e improperios de «asesino, paraco (paramilitar), demagogo y títere de los gringos», aunque algunos de los congregados respondieron con tímidos vivas al presidente. En medio de la gritería, Uribe emplazó a subir al atrio a una estudiante que criticaba su «política de guerra», dando paso a una disertación sobre los logros del gobierno.

Moncayo pidió de nuevo escuchar al mandatario, pero éste le cedió la palabra. El profesor enfiló entonces baterías denunciando que «tristemente los rehenes siguen en la selva en medio del juego politiquero del gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)».

«Somos la pelota del juego de donde ambos sacan provecho», dijo, y mostrando una gruesa cadena que lleva atada al cuello y las manos afirmó que era una protesta contra la intención de Uribe de rescatar militarmente a los secuestrados.

«El no es el dueño de sus vidas», sostuvo, y anotó que el discurso del gobierno y las FARC «es igual de intransigente». Molesto, Uribe retomó el micrófono para decirle a Moncayo que no podía «seguir igualando al gobierno con el terrorismo» y, sentándose en la palabra, se trenzó en una disputa verbal con un grupo de manifestantes.

«Espero que cuando me dicen paramilitar no sea porque quieren abrirle el camino a las FARC», descargó, mientras que el maestro y su esposa rompieron en llanto y se abrazaron.

El debate se transformó en un recuento de los éxitos del gobierno, en medio del cual los Moncayo decidieron retirarse a su carpa. «Nos sentimos en franca desventaja, impotentes, mira a todos los medios detrás del presidente», comentó la esposa a la AFP, sin ocultar su pesimismo.