Ya definido el próximo presidente de Chile, que será Gabriel Boric, del pacto Apruebo Dignidad, se comienzan a conocer señales y estrategias políticas, de los diferentes sectores, que pueden dar una idea de cómo se vendrá la mano de aquí en adelante.
Lo primero que llama la atención es que el conglomerado ganador ha decidido ampliarse —“para gobernar”— hacia los partidos de la ex Concertación en vez de hacerlo hacia los movimientos sociales. Dado eso, seguramente muchos cargos en ministerios, gabinetes, etcétera, serán ocupados por miembros del PS, PPD, PR y quizás hasta de la DC. Habrá que esperar, pero no es aventurado suponerlo tras las conversaciones existentes con aquellos partidos. Ante esto, surgen muchas preguntas, entre ellas ¿Por qué no ampliarse, por ejemplo, hacia el movimiento NO + AFP? ¿Por qué no ampliarse hacia el movimiento de los sin casa, de los pescadores, de los movimientos sociales que luchan por recuperar nuestros recursos naturales? ¿Hacia las agrupaciones de DDHH? No hacerlo, demuestra que se está siguiendo el mismo camino que eligió la Concertación en 1990, camino donde el pueblo terminó siendo solo un elemento electoral y decorativo en los discursos de los parlamentarios, y el pinochetismo (léase derecha) consiguió lo que quiso en lo relacionado con beneficios económicos, privatizándose incluso lo que no privatizó la dictadura. ¿Por qué un dirigente social no puede ser ministro y si puede serlo el militante de un partido político? ¿Acaso en Chile todo cambiará, pero será igual? Esto último lo digo pensando en una sorprendente declaración de Daniel Jadue, y que no la realizó el 28 de diciembre que es el día de los inocentes: “Estamos disponibles para conversar, incluso, con personas de la derecha que creo están más cerca de nuestro programa que con el de Kast. Nosotros no somos un partido que vete a otros, estamos disponibles para avanzar y conversar con todos”.
Por su parte, el empresariado y los partidos de Pinochet no cesan en su afán de patrón de fundo y continúan (lo han hecho desde la instalación de la Convención Constitucional) tratando de dictar la agenda política y económica a través de El Mercurio-Emol y la TV, hablando, sobre todo, de la importancia de los consensos, que “son” la base de nuestra tradición republicana, para redactar la nueva Constitución y gobernar el país los próximos años. De hecho, desde Piñera, pasando por Juan Sutil, analistas políticos derrotados y personajes de la derecha encubierta como Jaime Ravinet, Andrés Zaldívar, Felipe Harboe o Francisco Vidal, se sienten con el derecho de intentar pautear al presidente electo a través de la prensa. Si todo esto surge efecto solo se sabrá más adelante, pero hay algunas señales en ciertos discursos de parlamentarios y convencionales ligados a Apruebo Dignidad que indican que no todo lo que entra por un oído sale por el otro. Y en cierto modo se entiende, porque eso es Chile, y tiene que ver con un asunto político y además cultural, originado, en mi opinión, en el desconocimiento de nuestra historia en su realidad más profunda, en haberse tragarse durante años el discurso histórico de la oligarquía del “Chile republicano”. Incluso enseñándolo en los colegios y universidades, siendo, por ejemplo, que los problemas sociales del 1900, en su raíz, no se han solucionado, repitiéndose una y otra vez las promesas de los políticos a lo largo de más de un siglo. En 1910, el Dr. Valdés Cange (Alejandro Venegas) escribió una carta al presidente Ramón Barros Luco, miembro del partido liberal, expresando lo siguiente: “Comencé, señor, por deciros que talvez en ningún país de la Tierra hay tanta diferencia entre la clase alta i la de los proletarios como en Chile, ni en ninguna parte el despotismo de los magnates i el despojo de los débiles reviste caracteres que aquí. Estas afirmaciones deben ser para vos i para todos aquellos que han nacido en la opulencia un poco difíciles de aceptar, porque vivís en un mundo en que nada de esto se ve…”.
¿No les parece conocido ese mundo descrito en 1910? ¿No les parece parecido, por lo menos, a lo que hemos vivido —nosotros contemporáneos— desde la dictadura hasta hoy?
Las opiniones en los matinales de TV, tras el 18 de octubre de 2019, corroboran al Dr. Valdés Cange. Ahora, en la actualidad y futuro, se podría acabar con todo ese abuso atávico, sin duda, cuando se redacte la nueva Constitución, pues la mayoría (en la Convención) para hacerlo existe. No hay excusas para no cumplir con el mandato popular, salvo que los convencionales —que se declaran adherentes a las manifestaciones del pueblo— se mantengan atrapados en el “republicanismo portaliano” y terminen redactando una Constitución concertacionista, que es lo que posiblemente suceda. Y lo digo porque no se ve que la Convención tenga claridad en cuanto a lo esencial que debe contener la nueva Carta Magna, como es el caso, verbigracia, de definir nuestra democracia modificando totalmente la redacción del actual Artículo 1°, y sobre todo el 4°; así como cambiar radicalmente (y sin leyes anexas tramposas) el “Capítulo III Derechos y Deberes Constitucionales”, haciéndolo más claro y otorgando el derecho inalienable a cada ciudadano de exigir el cumplimiento a cabalidad, por parte del Estado, de estos derechos ante cualquier institución, sea pública o privada, etcétera.
Si los convencionales no ven esto como esencial ni tienen la disposición para acabar con el senado e imponer un nuevo régimen político no vale la pena una nueva Constitución, pues los privados seguirán lucrando con nuestros recursos naturales, con la salud, con la vivienda, con la educación, con el agua, con la electricidad, con la destrucción del medio ambiente. Lo que es de todos seguirá en manos de unos pocos. Y no sería raro que suceda, ya que parte de la Convención, hace tiempo que viene actuando con la lógica de los partidos políticos y las transacas que nos tiene acostumbrado el Parlamento. Por lo tanto, corremos el peligro de que la carta del Dr. Valdés Cange al presidente Barros Luco continúe vigente por los siglos de los siglos.
alejandrolavquen.cl
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