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Acerca del libro «La Violencia en Colombia»

Fuentes: Rebelión

Una de las pinturas de F. Botero, inspirada en el libro la Violencia en Colombia He vuelto a leer los dos tomos del libro «La Violencia en Colombia» (1) «Aquel libro tormentoso y atormentado, según su prologuista O. Fals Borda, que llega a sus manos luego de 40 años de su primera aparición y recoge […]


Una de las pinturas de F. Botero, inspirada en el libro la Violencia en Colombia

He vuelto a leer los dos tomos del libro «La Violencia en Colombia» (1) «Aquel libro tormentoso y atormentado, según su prologuista O. Fals Borda, que llega a sus manos luego de 40 años de su primera aparición y recoge la tragedia del pueblo colombiano desgarrado por una política nociva de carácter nacional y regional y diseñado por una oligarquía que se ha perpetuado en el poder a toda costa, desatando el terror y la violencia. Esta guerra insensata que ha sido prolífica al destruir lo mejor que tenemos: al pueblo humilde» (Prólogo edición 2005)

Lo leí con avidez juvenil una vez salió en 1962, tratando de entender lo que veía con repeluco y horror a mí alrededor en los pueblitos viejos de mi provincia natal de Vélez, y que marcaron para siempre mi vida posterior. Pronto descubriría que, no eran solamente los sonoros nombres de las veredas donde habían sucedido masacres políticas de campesinos, que el cura Rangel, (mi tío materno) sacerdote de Puente Nacional leía en la misa los domingos en una larga monserga melancólica y pausada: El fenómeno era nacional y, en la edición que tengo a mano, la sola mención de las masacres entre los años 1958 y 1963, abarca 32 páginas (págs. 329 a 361). Realismo mágico colombiano dirán con cinismo los ruiseñores del régimen

En los años 70 volvía leerlo en la universidad Nacional de Bogotá cuando cursaba estudios de Antropología, y a mi curiosidad inicial se sumó ahora el frio cientifismo de las ciencias sociales que soplaba arrasador desde las facultades de ciencias sociales de los EEUU y Europa, tratando de desarrollar con premura una teoría social que permitiera frenar el comunismo, imparable ya en Bahía cochinos y en los Andes americanos: Mucha paja y poco grano estructuro-funcionalista, que nunca explicó adecuadamente aquel cataclismo social sucedido en Colombia y tuvimos que leer por aquel entonces, cuando los violentólogos colombianos tenían nombres anglosajones o franceses y eran «visitors» o cuerpos de paz en los recién creados departamentos de ciencias sociales de las universidades colombianas.

Sin embargo, primero mimeografiados y luego en libro nos llegaron los conceptos del historiador marxista Eric Hobsbawm, emitidos en su conocida «Anatomía de la violencia en Colombia, capítulo 10 de su libro «Rebeldes Primitivos.1959» (2), que desbrozaron y abrieron otros caminos de pensamiento y de interpretación de la realidad social colombiana. Y que en el último párrafo, casi a forma de conclusión, Hobsbawm describe en la página 240 de la siguiente manera:

..» Nos llevaría muy lejos analizar ahora la peculiar naturaleza del sistema colombiano de dos partidos, la crisis de la economía desde alrededor de 1930, la creciente conversión del partido liberal en un partido de masas del pobre, bajo el impulso de políticos al estilo del New Deal y del carismático líder de masas Jorge Eliecer Gaitán quien se hizo dueño de ellas; su asesinato en 1948 y la espontánea insurrección de masas de 1948 en la Capital que la siguió e inició la era de la guerra civil y las matanzas. Será suficiente concluir con el profesor Orlando Fals Borda que la Violencia procede de una revolución social frustrada. Esto es lo que puede suceder cuando las tensiones revolucionarias sociales no son disipadas por el pacífico desarrollo económico, ni atajadas para crear estructuras sociales nuevas y revolucionarias. Los ejércitos de la muerte, los desarraigados, los mutilados físicos y mentales son el precio que paga Colombia por este fracaso».

En junio de 1984, a raíz del 1º simposio Internacional sobre la Violencia en Colombia realizado en la Universidad Nacional de Bogotá; Hobsbawm, con más información, amplía su tesis de la revolución frustrada y dice:..»Las clases dirigentes tuvieron dificultades para integrar las nuevas fuerzas sociales que irrumpen en el escenario político del país en los años 30 y 40. Esta situación ligada a los desequilibrios entre cambios socioeconómicos y un Estado nacional atrasado y en formación, sentaron las condiciones para el desarrollo de la Violencia en Colombia. Esto hay que verlo en el parto de un nuevo mundo pronto a surgir, pero que no logró por el momento hallar una forma de estabilidad burguesa»…

El camino trazado por Hobsbawm se amplió con nuevos y abundantes estudios que mostraron una realidad compleja donde se conjugó la ofensiva violenta y militar o «revancha» de capitalistas y terratenientes contra los dominados, en un marco contradictorio y dicotómico de desarrollo del capitalismo-revolución, tradición-modernidad, movilidad social-anomia, en donde jugaron un papel fundamental las capas medias de la población especialmente la pequeña burguesía pueblerina y regional de políticos, funcionarios, mayordomos, administradores de fincas, ect y posteriormente a partir de 1970, la lumpen burguesía creada por el narcotráfico.

En este sentido el libro La Violencia en Colombia fue pionero y es una referencia casi que obligada. Sin embargo mientras más lo leo a la luz de la actualidad, más me hieren como algo pendiente, las palabras de Tulio Bayer, el médico farmacólogo de Harvard, profesor manizalita y guerrillero por ocasión en 1961 el Vichada, cuando dice:…»La Violencia en Colombia es un libro en el que el autor de la Violencia no está (subrayado mío) Estamos en cambio todos nosotros; mientras Jehová permanece puro, limpio, ajeno a todo derramamiento de sangre. Jehová y la tribu de Jehová incluyendo al cardenal Concha Córdova y al obispo Builes de Santa Rosa. Los militares que hacen negocios en las Zonas de Violencia, los intelectuales cobardes y criminales que azuzan para beneficiarse de ella, los guerrilleros de café, los guerrilleros de verdad, todos estamos en el libro del Padre, todos un poco de culpables de la Violencia. ¡Menos el señor Obispo¡»… (3)

El libro la Violencia en Colombia de Monseñor Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna, trabajado con las uñas y en medio de grandes trabas gubernamentales, dificultades y represiones, hoy no cabe duda que para poder salir a imprenta debió obviar algunas cosas sobre la responsabilidades oficiales directas. Al fin de cuentas sus autores no eran ninguna Comisión de la Verdad, ni tuvieron tal pretensión. Talvez, creo yo, consideraron que con los horrores documentados se sobreentendía hacia donde apuntaba la responsabilidad directa del genocidio; la que ha tenido que salir a la luz posteriormente y en medio de grandes cesuras, persecuciones y muertes, enriquecida con nuevas masacres.

Este vacío que aún no está del todo lleno en la memoria colectiva de los colombianos es el que se debe llenar sin más dilación, si de verdad se desea finalizar el conflicto colombiano y construir una Nueva Colombia.

Notas:

(1) La Violencia en Colombia II Tomos. Editorial Punto de lectura. 2010. Colombia.

(2) Hobsbawm. E. Rebeldes Primitivos. Editorial Crítica 2010. Barcelona.

(3) Bayer. Tulio. Carta a un analfabeto político. Editorial Nueva Era. 1979. Barcelona.

 

(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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