La estrategia electoral de la izquierda institucional continúa su tendencia inexorable hacia el centro político. La bajada por parte del PC de su precandidato Tomas Moulian para apoyar la candidatura de Tomás Hirsh (P. Humanista), es una clara demostración de esto. ( es una típica medida electoralista que no se diferencia de la estrategia de […]
La estrategia electoral de la izquierda institucional continúa su tendencia inexorable hacia el centro político. La bajada por parte del PC de su precandidato Tomas Moulian para apoyar la candidatura de Tomás Hirsh (P. Humanista), es una clara demostración de esto. ( es una típica medida electoralista que no se diferencia de la estrategia de la derecha; buscar los votos del «centro») Como también lo ha sido el infructuoso esfuerzo por lograr la «unidad más amplia» con Fuerza Social, la Surda y el Grupo Andes (sector ligado a la Concertación) en la Mesa de Convergencia Antineoliberal y en la Asamblea Nacional por la Democracia y la Soberanía Popular. Una alianza que según Guillermo Teillier Secretario General del PC, perduraría «más allá de quién sea el presidenciable», «…se proyecta tras grandes objetivos transformadores de la sociedad chilena» (El Siglo 10-05-2005). Aunque al primer tropiezo esta «gran alianza estratégica» se haya quebrado por simples diferencias respecto a temas de candidatos, develando una vez más lo que todo el mundo sabe: PODEMOS y la Mesa de Convergencia no son más que simples pactos electorales, una unidad pegada con «engrudo» y de fugaz existencia.
Contradicciones de la Acumulación Electoral
Este proceso de acumulación electoral como lo hemos manifestado más de una vez, no busca la construcción de movimiento social en torno a las demandas populares, más bien este papel lo suplanta el referente creado, haciendo además de lo electoral el centro de gravedad de la «unidad». Con la ausencia de Movimiento Popular dichos métodos sólo configuran una relación clientelista con la población, instrumentalizando y transformando a los sectores sociales en apéndices funcionales de la estrategia electoral. Por ello, en el escenario de la izquierda institucional la «unidad por arriba» pasa de instrumento a finalidad y la «unidad por abajo» que debiera ser el eje esencial del primero, pasa de fin a instrumento.
Asimismo, al no existir una coherencia entre los métodos y los objetivos que se persiguen, es decir transformar a las masas en pueblo, la acción cúpular asume la representatividad de un movimiento social que está en los papeles y en las calculadoras de los negociantes electoralista, pero que no existe en la realidad, pues la lógica electoralista no necesita de un movimiento social que se piense a si mismo, como un sujeto histórico. Esta premisa, como lo hemos planteado reiteradamente, no es descartar lo electoral como una cuestión de principios, sino entender que los medios los valida y selecciona el movimiento popular en la medida que potencian la disposición de Sujeto de los sectores sociales. Por el contrario la acumulación electoral en el actual período se ha demostrado ineficaz para conseguir tal objetivo. Por eso la política revolucionaria debe tender en el presente momento histórico a construir dicho movimiento, cuestión que el reformismo no entiende o no le interesa a sumir.
El sistema electoral «en cuestión»
La Asamblea Nacional por la Democracia y la Soberanía Popular (léase PODEMOS) con su discurso de no a la exclusión y el termino del sistema binominal, ha llegado a un simplismo extremo. El mismo Teillier indicó que el acento de este estaba » en terminar con la exclusión; en este caso, terminar con el sistema electoral binominal. Y por eso es tan importante que se inscriban aquellos que no lo han hecho… Podría llegar a ser un acontecimiento histórico porque bastaría que se inscribieran para terminar con la exclusión. Claro, siempre que votaran por la izquierda…»; o sea, más integración al modelo para acabar con él (la mentada tesis de la destrucción del sistema por dentro en su versión electoral). Donde el hecho de estar inscrito implicaría mecánicamente el ejercicio de la soberanía, basta con inscribirse y votar por la izquierda y asunto resuelto.
Lo anterior expresa claramente una serie de contradicciones que la perspicacia electoral no logra percibir. ¿A qué se refieren cuando hablan de los excluidos? ¿A las estructuras partidarias que pretenden tener representatividad en el parlamento? ¿Al Movimiento Popular?… ¿Cómo el Movimiento Popular puede sentirse excluido si es un fenómeno aún inexistente? objetivamente bajo la lógica de construcción de la izquierda institucional en el mejor de los casos tendremos una clientela electoralista que se pronunciara cada cierto tiempo respecto a quien lo «representa».
Hoy el «binominalismo» es considerado como el gran obstáculo que pone el sistema neoliberal para la participación del pueblo (institucionalmente hablando). Aunque sea una realidad puesta en cuestión por los últimos acontecimientos de la carrera presidencial (la irrupción de Piñera). Es muy probable que en poco tiempo sean las propias fracciones de la clase dominante a quienes le incomode el sistema binominal para resolver sus problemas de hegemonía. Es más, el cambio del binominalismo seguramente provendrá desde el mismo poder, lo que seguramente no cambiara el tema de la «exclusión» del movimiento social, pero si pudiese incluir a algunos partidos que dicen representar a dicho movimiento.
Por otro lado, «PODEMOS» considera el casi 9.1% obtenido en las elecciones municipales como demostración de la justeza de su política e imaginó y fantaseó con que había instalado una «tercera fuerza» sólo con el ejercicio de las elecciones. Olvidan que una fuerza real sólo surge cuando el concepto de construcción de Fuerza contempla a los sectores sociales no sólo como receptáculo de votos, sino como real protagonista y participe de la acción política. Por eso, con la misma lógica con la cual consideraron un éxito el casi 9.1%, se espera que confiesen errada su política electoral ante la probable baja votación en el ámbito presidencial como en las parlamentarias que tendrán en diciembre del 2005. Elemento que pudo haber considerado Tomás Moulián y el PC antes de bajar su pre-candidatura para abrir paso a opciones más centristas (lo que para el PC es sinónimo de «amplitud»). Aunque ello no es lo principal, sino estar conciente que cuando se está en un espacio electoral con la ausencia de un movimiento popular, los contenidos del avance o retroceso de la política comienzan a jíbarizarse, y en cada elección la izquierda institucional se juega la continuidad o muerte de su estrategia. Es la institucionalidad la que ordena lo optimo del avance, así se luchará por obtener el 5% para mantener la legalidad del partido o superar siempre la anterior elección. Esto lleva a la vez a tener una política comunicacional, una agitación, una propaganda y una relación con la gente que en definitiva no se diferencia con la que tienen los partidos burgueses.
La lucha ideológica en el campo de la Izquierda
Por parte de la Izquierda institucional y electoralista, todo el proceso eleccionario ha sido asumido con el propósito de construir una fuerza antineoliberal. Pero existe la curiosidad que esta fuerza se levanta con la condición de que todos firmen el pacto electoral y se sumen a una candidatura presidencial. Para ellos fuera del pacto no hay voluntades antineoliberales. Las movilizaciones, las experiencias territoriales de base, las organizaciones de trabajadores al margen de la CUT, las fuerzas políticas que están en iniciativas distintas de lucha contra el capital, incomodan el propósito de fondo de la izquierda institucional; llegar al preciado sillón parlamentario. De ahí que surja un concepto de la «unidad» que no considera el respeto de las diferencias y la permanencia de ellas como soberanía absoluta de cada organización. Para nosotros la Unidad real no es sólo la convergencia de los aspectos en los cuales concordamos, sino entender y aceptar al otro en sus diferencia s, y, por tanto, el espacio que los aglutine debe manifestar en forma y contenido dicha pluralidad.
También, como hemos expresado en nuestros documentos y hasta el propio Proyecto Político en lo que respecta a la Línea de Masas, se hace cada vez más necesario abrir un proceso de construcción de un Sujeto Popular que se ponga a la cabeza de las transformaciones dentro del país, es decir un «Proyecto Patriótico de Desarrollo» como lo hemos definido desde el rodriguismo (ver Proyecto Político del FPMR), que está hoy en su etapa más embrionaria de gestación. Aquí la impaciencia y el corto placismo son enemigos fatales para una política revolucionaria que pretenda la convergencia de los diferentes sectores sociales en torno a la lucha por las Demandas Populares, donde la unidad por arriba no es nada más que un instrumento para potenciar la unidad por abajo a nivel de los territorios.
La lucha ideológica entre los sectores de la izquierda institucional y la izquierda revolucionaria está en sus comienzos, y se sintetiza hoy en los objetivos que persigue cada cual en la presente contingencia: los primeros buscando un «candidato único, una propuesta programática común y una lista parlamentaria», y los segundos, en la Construcción de Movimiento Popular para que este movimiento pueda definir los instrumentos de participación y confrontación en la escena nacional.
Las fisuras del camino electoral
El proceso de acumulación electoralista ya ha tenido sus primeras deserciones, una ellas fue la de Manuel Cabieses director de Punto Final. Él coincide en mucho aspecto con las reflexiones que hemos hecho los rodriguistas desde el 2004 hasta la fecha respecto al proceso de acumulación electoral. Sin embargo, Cabieses se equivoca al plantear que la disyuntiva de construir movimiento social sólo radica en el simple hecho que no se llame a una consulta nacional para elegir el candidato presidencial y se halla optado por resolverlo en una asamblea (5 de junio). Como si una mera consulta en un acto mágico posibilitara la irrupción de Sujeto Popular. El problema no es una decisión administrativa mal tomada, sino el propio proceso de acumulación por el cual ha optado la izquierda institucional.
Los quiebres y las deserciones continuarán, es ya otro indicio que el sector que trabaja en torno a la candidatura de Nicolás García Moreno -el Bloque por el Socialismo- se haya restado del acuerdo que conformó la Asamblea Nacional por la Democracia y la Soberanía Popular. Estos compañeros aún tienen expectativas con el proceso electoral, y a pesar de ser críticos, aún circulan en torno a la política del PC.
En otro aspecto, el hecho que las anteriores sean fisuras por la izquierda, no significa necesariamente que no se produzcan fisuras inmediatas por la derecha. El alejamiento de Fuerza Social, la Surda, Grupo Andes, etc. del pacto presidencial, pero probablemente aún no del pacto parlamentario, anticipa únicamente que para la segunda vuelta presidencial estos sectores centristas llamarán a votar sin ningún empacho por Michelle Bachelet. Ratificando que el simple listado eterno de organizaciones políticas y sus satélites sociales, junto con las «personalidades» no resuelven el problema de la unidad de la izquierda como tampoco la construcción de Movimiento Popular, otra verdad aquí y en la «quebrada del ají».