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Africanía en la costa pacífica colombo-ecuatoriana

Fuentes: Rebelión

Hay que definir la filosofía, no como el pasaje del mito al logos,

sino el pasaje del logos del mito a otro tipo de logos

y sin negar el mito porque, de hecho,

sigue existiendo hasta hoy [1].

            Esa franja de atardecer que le corresponde a una ciudad costera es el mejor y único episodio estético que tiene una particularidad indiscutible e incomparable. Ocurre con Esmeraldas y sus decadencias lumínicas en el exordio de la noche. Después de crecer viéndolos como una curiosidad de final del día, para entretenerse en los cambios de tonalidad de los colores y para siempre creer que cada maravilla vespertina es irrepetible. La de ese día no volverá jamás aunque los ojos se pongan necios, la razón del corazón reconoce la edición de un poema diferente. Atardeceres debieron observar las seis mujeres y los diecisiete hombres africanos, alcanzado el sosiego de la huida a la libertad definitiva, de esa primera vez les quedaría el oríkì[2]personal con el cual habitarían este territorio. Nunca sabremos qué nombre bello eligieron o qué descripciones comparativas hicieron en sus conversaciones. O asociaron la vida de allá de sus naciones con la vida de acá por un solo color que no se ve en la paleta crepuscular: el verde.

            ¿Aquel que llamaron Alonso de Illescas no cambió de nombre? ¿O dejó ese apelativo como señal de búsqueda? ¿Qué nombre elegiría? Alguno que le recordara su nación. Se presume que su primer nombre fue Enrique por Enrique el Navegante (o Enrique de Portugal) el principal impulsor de colonialismo europeo en las costas africanas. Luego le castigaron con el nombre del mercader que compró su cuerpo: “Alonso”. “No era nada imposible que el joven “Alonso” -su nombre debía ser más bien bañol, berbesí, bioho, bran, etc.- fuera uno de esos jóvenes campesinos que se transformaban en briosos guerreros…”[3] O fue preferible para mantener en buen tono las relaciones con las autoridades coloniales españolas, porque sus hijos heredaron la contraseña nominativa. Nada es imposible, porque cada portentoso atardecer de cambiantes lumbres hasta su extinción en noches claras o cerradas dejaba enseñanzas. El arte de llamarse de manera equívoca quizás fue engaño para no tener que matar o morir por la libertad. ¿Desde este presente se le pondría una ‘X’  por su anonimato justificado? El transcurrir histórico autoriza este ejercicio hermenéutico.

            Las personas africanas esclavizadas no extraviaron el ser que en sus naciones habían sido. Quizás con la muerte o porque el agobio les trastornaba la rebeldía ontológica o sea la perseverancia del ser sin disminuir facultades, historias, capacidades, filosofías y desiderátums. Cada africano, mujer u hombre, era el referente instantáneo del grupo multinacional. O plurinacional con el pasar del tiempo. Las fogatas fueron la prolongación de los atardeceres. Descubrirse en sus humanidades ahora sin los prejuicios que autorizaban enemistades, inventar desde sus idiomas uno que alcanzara todos los entendimientos e interpretaciones, establecer jerarquías distintas a las de sus naciones quizás con la cualidad más importante: sabiduría para guiar la sobrevivencia. Unir sabidurías, ciencias y paciencias para que el ser no se destruyera no solo en lo físico sino más allá. Conseguir consensos para una democracia administrada por ancianos o ancianas en algo que sería el Consejo de Ancianos o de los Ancestros[4]. Un mínimo de organización estatal para mantener la vida individual y comunitaria con dos demandas: tierra y libertad. Esas exigencias continuarían con los siglos, en las guerras era el acuerdo primordial y en el listado de derechos republicanos. ¿Esta demanda de las comunidades negras continúa aún? La tierra o el territorio no es solo la ocupación física, hay más, es una simbiosis para la prolongación sin fin de las vidas y los procesos biofísicos y bioquímicos. Esa relación simbiótica ha sido destruida por el capitalismo empresarial más depredador con apoyo pasivo (o no) del Estado ecuatoriano, el resultado es alto empobrecimiento de las comunidades negras.

            Cuando el maestro Juan García Salazar y Catherine Walsh (una hermana de la familia extendida) escribieron esta ecuación nominativa, pensar sembrando/sembrar pensando, abrieron la puerta narrativa a la filosofía de nuestra historia. Nuestra Historia mayúscula, inmensa e intensa, vivida y revivida por el cimarronismo intelectual de ancestros y ancestras. Esa es la Historia transcurrida de las comunidades negras de la costa pacífica colombo-ecuatoriana. ¿Por qué esta imprescindible narrativa cognitiva y con la urgencia de la memoria colectiva? Se responde con las palabras del Abuelo Zenón: “Las historias de nuestro pueblo, sus actos de resistencia para ser diferentes no empiezan con nosotros, por eso no deben terminar con nosotros. Nuestras vidas actuales son herencia de la vida de los hombres y mujeres que nos antecedieron pero también reflejos de sus actos de resistencia, por eso, nuestro deber es conocerlas y trasmitirlas a las nuevas generaciones para que no mueran para que no se olviden”[5]. El transcurrir se refiere a sus propios tiempos y jamás a los del esclavizador; a sus paciencias y urgencias comunitarias en el cumplimiento de cada ‘acto de resistencia’. Cuando se educaban Casa Adentro en el resistir y cuando Casa Afuera se cumplía la acción resistente. El proceso de resistencia ontológico se consolidaba con saberes y secretos, es decir, se cumplía, al decir del Abuelo Zenón con la “ley antigua que manda volver a sembrar la semilla cultural en las nuevas generaciones”[6]. El sucesivo cimarronismo epistémico apresurado en sus pedagogías y didácticas, porque vidas faltaban debido al consumo voraz de la esclavización, por muerte o traslado definitivo. Jamás la historiografía colonial ecuatoriana (y colombiana) hará ninguna referencia. Quizás sea mejor así para que no hagan folklor.

            La Oralidad fue (aún lo es) ciencia y arte sembrar pensamientos. Y praxis inmediata. Comunicar la herencia de las vidas de ancestras y ancestros a niñez y juventud exigió unas obligatorias finuras intelectuales de narradores y narradoras; unas creaciones literarias accesibles sin más postergación y el compromiso de la memoria perpetua. Fue cuando se inventaron los mitos para descomplicar las explicaciones filosóficas. Entendiendo filosofía como el conjunto original de saberes y conocimientos. La sabiduría comunitaria creó su mitología, para organizar los procesos de entrega de la herencia epistémica. Es posible que esa mitología fue corrompida deliberadamente por la religión en la disputa hegemónica con el colonialismo, hoy son unas vainas sin sentido y seudo moralizantes. Nos apoyamos en los dichos del profesor Enrique Dussel: El ser humano tuvo preguntas que respondió míticamente  (mitopoiesis). Los mitos son narrativas racionales. Ra-cio-na-les porque dan razones, las que fueren, pero dan razones y todos las aceptan. Se interpreta el mundo desde sus mitos originales”. Es como ancestros y ancestras desarrollaron estas narrativas cognitivas para perpetuar, inclusive hasta hoy, sus saberes y conocimientos científicos. Sin aquello nunca habrían reelaborado la alimentación con énfasis en la salud, la medicina con su propia nomenclatura (un solo hervor, apagar, dejar al sereno, etc.), la agricultura según fases de la luna para controlar humedad y plagas, la minería efectiva que sirvió para comprar sus cuerpos, la preservación imperfecta y hasta donde se pudo de sus creencias religiosas, la reconstrucción social en el familiaje ampliado o extendido para sobrellevar rivalidades de otras épocas (por ejemplo, aquello de hermano o hermana, primo o prima, tío o tía, etc., que aún perdura). También la invención de su literatura en el idioma del esclavizador mezclada con los restos de sus idiomas primarios (bantuismos), que aun sirvió para nombrar puntos geográficos, vegetales u objetos. La reinvención de su arte musical con sus propios instrumentos y su propia afinación musical.

            La prosecución del cimarronismo como acto primario de resistencia evoluciona a disputa legítima, en el ámbito de la legalidad, del poder político de los grupos hegemónicos de la blanquitud. Para el próximo bicentenario del republicanismo del Ecuador (y de Colombia) nuestros indicadores sociales y económicos todavía nos clasifican como ciudadanía disminuida. Pero será otra narrativa cognitiva.  


[1] Entrevista a Enrique Dussel realizada por Juliana Merçon, publicada en Revista Sul-Americana de   Filosofia e Educação. Número 14, mai-out/2010, p. 102-112.

[2] Poema en idioma yoruba.

[3] El negro en la Real Audiencia de Quito, Jean-Pierre Tardieu, Quito, Ediciones Abya-Yala, 2006, p. 34.

[4] Referencia a Naciones negras y cultura, Cheikh Anta Diop, Barcelona, España, Edicions Ballaterra, S. L., 2012, p. 281.

[5] Pensar sembrando/sembrar pensando con el Abuelo Zenón, Juan García Salazar y Catherine Walsh, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Ediciones Abya-Yala, 2017, p. 21.

[6] Óp. Cit., p. 20.

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