“El carácter se expresa por la lealtad y el compromiso mutuo, bien a través de la búsqueda de objetivos a largo plazo, bien por la práctica de postergar la gratificación en función de un objetivo futuro”.
Siempre en septiembre, mes del golpe de Estado en Chile, nos encontramos con los adoradores de la posverdad entonando su mea culpa. Su método de análisis consiste en reinterpretar los hechos bajo un como sí.
De esta manera la instauración de la dictadura civil militar, el bombardeo de La Moneda, el asesinato, persecución política, tortura, los detenidos desaparecidos, pueden ser vistos al margen de la historia, haciendo tabula rasa de la estructura de clases, la situación de dependencia económico-política y las relaciones internacionales.
En su lugar, presentan un relato de política ficción.
Todo el peso del argumentario se centra en contrastar lo que pudo ser y no fue. Si Allende no hubiese sido marxista, si no hubiese sido socialista, si no hubiese sido masón, si no hubiese sido un demócrata, si no hubiese defendido el programa de la Unidad Popular, si no se hubiese enfrentado a la oligarquía, si hubiese sido comprensivo con los intereses de Estados Unidos… La lista de los si no hubiese es larga.
A la cual se deben sumar las descalificaciones personales. Era mujeriego, infiel, gustaba ir bien vestido. En definitiva, era pequeño burgués con ínfulas de grandeza.
Eugenio Tironi, sociólogo de la concertación, operador político, empresario, ex demócrata cristiano, director de comunicaciones del gobierno de Patricio Aylwin (1990- 1994), en entrevista concedida al diario La Tercera del 28 de agosto, pontifica:
“Para mí, Allende era un dandi burgués reformista, criado en la lógica parlamentaria, en la democracia burguesa. Además era ostensible y provocativamente infiel. Y remplazaba la falta de solidez teórica con astucia (…) Para Allende conquistar votos era como conquistar mujeres”.
Y si quedan dudas, concluye:
“Yo creo que si Allende hubiese tenido la flexibilidad que ha tenido Boric, no habría habido golpe de Estado. Si Allende hubiese tenido la independencia que ha mostrado Boric respecto a sus partidos, no habría habido golpe. Si Allende hubiese mostrado la libertad que ha mostrado Boric en la red internacional, se habría llegado a un acuerdo con Estados Unidos respecto de la negociación del cobre y se habría contenido el bloqueo”.
Para Tironi, está claro, el gobierno de la Unidad Popular fracasó y fue derrotado ¿Por quién? Por Salvador Allende.
Resumiendo: si Allende no hubiese sido Salvador Allende, si Chile no hubiese sido Chile, si Estados Unidos no hubiese sido Estados Unidos, si el pueblo chileno no hubiese votado por la Unidad Popular, si Salvador Allende hubiese sido militante democratacristiano, no se hubiese producido el golpe de Estado.
Causa causae causa causati est. Literalmente: la causa de causa es la causa de lo causado.
Resulta grotesco presentar un relato de política ficción para justificar los zigzagueos del gobierno de Gabriel Boric y reeditarlos como éxitos de una gestión ejemplar. Nuevamente Tironi.
“A mí me admira cómo esta nueva izquierda, la que hoy día gobierna, la que encabeza Gabriel Boric, cómo ha sido capaz de recoger las lecciones de Allende”.
¿A qué lecciones se refiere Tironi? Muy simple. Salvador Allende debió renunciar a cuantos principios hubiesen sido necesarios si no quería molestar a la derecha y terminar su mandato, al tiempo que la Unidad Popular debió deshacerse de la vía pacífica de transición al socialismo para ampliar consensos con la oligarquía y gobernar en paz.
Para entenderlo. A la larga, los derechos humanos de las clases trabajadoras pueden esperar, postergarse o eliminarse. Allende hubiese hecho mejor en acatar la máxima de la plutocracia chilena expresada por Eduardo Matte Larraín:
“Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”.
Hoy, los ideólogos del régimen le han hecho entender a Gabriel Boric que es más placido llevarse bien con la plutocracia que comprometerse con la defensa de los derechos laborales, sociales, étnicos, de clase y género de las clases trabajadoras, dominadas y explotadas. Para darle un barniz de credibilidad se adhieren a los beneficios de la flexibilidad de carácter de Boric como la fuente del éxito de su gobierno (sic). Parecen desconocer su significado.
Richard Sennett uno de los sociólogos más destacados del siglo XX y XXI, definió la flexibilidad como la pérdida del valor ético que atribuimos a las relaciones con los demás. Así lo expresa en su ensayo “La corrosión del carácter: Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo”:
“El carácter se expresa por la lealtad y el compromiso mutuo, bien a través de la búsqueda de objetivos a largo plazo, bien por la práctica de postergar la gratificación en función de un objetivo futuro”.
Abandonarse a la flexibilidad como sello de identidad supone entregarse a una sociedad impaciente, sin metas a largo plazo, sin compromiso recíproco ni lealtad. Parafraseando a Hans Cristian Andersen, le han construido un traje nuevo al emperador Gabriel Boric, lo cual desnuda sus vergüenzas.
No olvidemos, Salvador Allende se educó en valores éticos, forjó su carácter en el respeto a la palabra dada, a su compromiso político con el pueblo chileno. Sólo así entendió que podría ser digno y merecedor de la confianza depositada por el pueblo chileno.
Fue su inquebrantable defensa de la democracia lo que sitúa a Salvador Allende como un grande entre los grandes.
Pero seamos pragmáticos, si hubiese sido flexible, posiblemente hubiese vivido muchos años. Eso sí, hoy se le recordaría como otro presidente traidor a su pueblo. Y la historia de Chile está plagada de ellos.