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Peter Punk, Campanita y todos los demás

Al fin un debate

Fuentes: Alterinfos.org

El debate de la estación católica merece a lo menos denominarlo como tal. Hasta el momento la discusión política televisiva se había reducido a la reiteración de frases envasadas, denominadas en jerga periodística «cuñas»; debido al poder de la televisión en un país iletrado, analfabeto en el sentido estricto del término, la discusión de twitteo […]

El debate de la estación católica merece a lo menos denominarlo como tal. Hasta el momento la discusión política televisiva se había reducido a la reiteración de frases envasadas, denominadas en jerga periodística «cuñas»; debido al poder de la televisión en un país iletrado, analfabeto en el sentido estricto del término, la discusión de twitteo se replicaba en la radio y en la prensa.

La última semana estaba signada por la falacia de la «puerta giratoria» y por el complejo de Peter Pan que le imputó Piñera a Enriquez Gumucio, replicado con el mote de «capitán Garfio». Es decir, discusiones banales, inoportunas que no prosperarían ni en el contexto de una elección de una junta de vecinos o de un centro de alumnos.

Como el «innovador» debate de canal trece permitió al menos debatir, en menos de veinte minutos quedaron quemados estos buques fantasmas y exigió que se hicieran cargo de cuestiones de fondo en la hora y media restante, de modo superficial y sesgado obviamente, pero que bastó para dejar en evidencia quién es quién en esta historia.

El canal trece no incurrió en el grave error de machacar a la teleaudiencia con su nuevo producto, convocando a sus rostros del deporte y o farándula para potenciar el programa; tampoco ha reiterado majaderamente los «mejores momentos» como sí lo hizo TVN y Chilevisión. Quizá porque fue nada más que un cumplimiento a los deberes públicos que les exige la concesión, porque no acompañó el rating o no le agradaron algunas intervenciones, en especial las de Enriquez Gumucio.

Si fuera por lo último tiene razones de sobra. Enriquez Gumucio fue apretado por los periodistas con una crítica que había realizado hace dos años al papado, y en especial a Juan Pablo II. Marco Antonio Enriquez en vez que recular salió jugando, pagó las fichas de los periodistas y puso diez más arriba de la mesa quebrando a la casa: «Me parece que la posición de la santa sede fue ambigua, muchos rescatan su posición contra los socialismos reales pero ojalá hubiese actuado asimismo con las dictaduras latinoamericanas». Para decirlo en términos televisivos, ¡chán! Además cuando se lo volvió a acosar, esta vez recurriendo al demonio favorito de la estación católica, Hugo Chávez, Enriquez le devolvió «Este canal ahora mismo está tramitando una concesión gratuita a perpetuidad, eso es más grave».

Piñera había conseguido imponer su astucia y locuacidad, cliché y simplona pero de todos modos útil frente a los focos y monitores, por sobre una corbata juguetona y sus bracitos cortos, pero una vez más lo derrotó su intolerancia. Además ya había respondido con elegancia cuando le espetó a Frei que tan urgente como separar los negocios de la política era separar de éstos a los negociados. Nada peor que explicar lo inexplicable, utilizar los escasos minutos televisados para volver sobre el tema de la negociación incompatible (que fue el último recurso de Frei luego que la puerta giratoria le diera un portazo).

Pero en ciertas competencias no gana el que más acierta sino que el que menos se equivoca, es por ello que Frei jugó al empate, lo que lo tuvo al borde de zozobrar. Un gol de Enriquez Gumucio, se lo atajó su ex ministro y socio Jorge Arrate; lo de los indultos a a los narcotraficantes lo hubiese aniquilado sino hubiese sido porque Piñera no soporta que le digan algo sin responder. Frei aguantó como depositario de la más rancia tradición democristiana concertacionista, la del planeta neutral. Tal cual que en la serie animada futurama, el líder del planeta neutral decreta alerta gris cuando su mundo es atacado, y mientras agoniza le dice a su asesor: «diga a mi mujer que tal vez».

Arrate aparte se actuar de arquero de Frei, también jugó de libero, al más puro estilo charrúa, intentando fauliar a Piñera y a Enriquez Gumucio. A quien le quedaban dudas sobre que el acuerdo PC y Concertación es un pacto de gobernabilidad, la actuación de Arrate en este debate es evidencia suficiente para afirmarlo. Pasó de viejo lolero, choro, bueno para las tallas fomes, a un oxidado macuco jugando para el equipo: «Creo en los proyectos colectivos, no soy un llanero solitario». A confesión de parte relevo de prueba. El punto acá es que el equipo de Arrate no es la izquierda sino que el gobierno, es decir, nuestra concertación liberal de «centro» derecha. Se le preguntó dos veces al menos sobre la «puerta giratoria», pie para referirse a la justicia, la seguridad pública, la violencia de Estado, etc. Ninguna palabra sobre la violencia policial en la araucanía, sobre la impunidad de los violadores de los derechos humanos del pasado y del presente, de la puerta giratoria en donde entran y salen los que cometen los más aberrantes crímenes contra la humanidad. Se limitó a reiterar el mantra de los PC para referirse al tema: «la injusticia social es que la produce la delincuencia». Una falacia, tan nefasta como el de la «puerta giratoria». En Cuba existe más «delincuencia» que en Chile; China y Corea del Norte hacen lo suyo. Sólo existe el interés de capitalizar, con ambiciones propias de una Pyme, de la ignorancia sociopolítica de los chilenos, ningún interés para aprovechar la instancia al menos para hacer pedagogía. Si se trata de una campaña «testimonial» que al menos deje un testimonio.

Por eso aplaudo a Enriquez Gumucio, y al canal trece por haber prestado su casa para esta fiesta. El candidato «independiente» utilizó la pantalla para decir cuestiones importantes, fue valiente en decirlas, cuándo y donde las dijo. Lástima que sus contertulios no estén dispuestos a discutir en serio y sobre nada que valga la pena. Tal cual como en «Tolerancia Cero» el domingo, Enriquez a justificado por vez primera su educación en Francia, y se justifica su presencia en este certamen aunque cargue en su espalda a la sarta de pseudo intelectuales the clinic liguria.

Ser gobernante es más que el ángel televisivo, el carisma, la rapidez mental en un debate formateado. Por eso los elogios a Enriquez cuentan tan sólo como las de un crítico de espectáculos. Sabemos que más importante quién gobierne es con quién lo haga y es un esfuerzo en vano asolearse en diciembre o en enero para evitar que llegue uno de los tres cárteles empresariales-comunicacionales a la Moneda (vaya nombre para un palacio de gobierno)

Fue un buen espectáculo: Piñera de Capitán Garfio, así de burdo y vengativo; Enriquez de Peter Punk; Eduardo Frei de Doroty, una aburrida niña bien portada que esconde uno o más oscuros secretos; y Arrate de Campanita, una hada que quiere salvar a los niños, de los dientes para afuera, pero lo único que desea es causarle dolor (por razones nunca aclaradas) al capitán Garfio.

http://www.alterinfos.org/spip.php?article3992