Especial de Paralelo 21 Radio Universidad de Guadalajara, México www.radio.udg.mx
Millares de escritos en forma de sesudos y también huecos, ensayos, programas de televisión, radiales, seminarios, obras teatrales, actos singulares se han venido sucediendo durante 2004 en recuerdo del chileno Pablo Neruda. Todo este aluvión de homenajes se ha incrementado en julio, mes en cuyo día 12 nació el vate en la ciudad de Parral, zona central de Chile. Ha habido -y prosiguen- encuentros de valor como el «Congreso Internacional del Centenario de Pablo Neruda» auspiciado por la Universidad de Chile que se ha inaugurado el 13 de julio en Santiago y a la que han concurrido académicos de doce naciones de América Latina, Europa, Estados Unidos y Australia.
Los temas abordados para incursionar en la obra literaria y la personalidad de este Premio Nobel de Literatura(1971) van desde «El yo nerudiano», «Neruda en el mundo» o «Neruda, el poeta de la revolución americana». En conjunto, si tomamos en cuenta los actos de homenaje en otros lugares, como España y México adonde vivió varios años, Francia en la que fue embajador del presidente Allende, y en otros muchos países, se deduce que difícilmente haya existido en la historia, en el orbe tan relevantes tributos a un poeta. (Por cierto que no han faltado los aprovechadores, como el restaurante que ha ofrecido una «semana nerudiana» (sic) con el eslogan de «Descubra a Neruda a través de nuestra cocina»… ¿Veinte poemas de amor fritos en oliva? Bien, ya existían antes del centenario en la capital chilena, el Mesón Nerudiano y el Hotel Neruda, de cuatro estrellas).
En Chile y con ocasión del centenario se ha escrito un drama teatral dirigido a denostar a Neruda, pero la mayoría de las expresiones en distintos planos son de alabanza, aunque algunos han persistido en la temática del Neruda político en un vano intento de «crear»dos Nerudas, un poeta no contaminado, y un político que tuvo el pecado de asimilar el marxismo y militar en el Partido Comunista, al cual, como es sabido representó en el parlamento como senador. Armando Uribe, otro poeta y de renombre, ha salido al paso de tal tesis y sostiene que Neruda nunca ocultó sus ideario político y antes que eso, aquella cualidad está siempre presente en buena parte de sus trabajos. Escribe: «Que la política sea asunto del Canto General no tiene nada de raro; que haya excelente sátira política, tampoco. Lo extraño sería que no hubiese palabra poética, cargada de energía, de sentido y de emoción.» (El Mercurio, 11-7-04).
Un aparecido crítico llamado Pedro Pablo Guerrero afirma en un diario local que la carrera política de Neruda estaría «llena de luces, sombras e interrogantes». En fin. A este señor le pidieron un escrito e inventó algo absurdo y sin fundamento. En los hechos, si la poseía de Neruda puede ser en veces hermética, sujeta a interpretaciones, sus posiciones políticas y su conducta en ese terreno, fueron siempre de meridiana claridad. En mi mocedad, cuando fui secretario de este grande poeta, fue el tiempo en que se le ofreció la candidatura a senador. Me consta que no dudó un instante, aunque tenía claro que aquello podía restarle fama en sectores de la sociedad chilena. En época, el propio Neruda había proclamado. «Al poeta debemos exigirle sitio en la calle y en el combate, así como en la luz y en la sombra. Yo he dado cuanto tenía. He lanzado mi poesía a la arena y a menudo me he desangrado en ella, sufriendo las agonías y exaltando las glorias que me ha tocado presenciar y vivir». Empero, lo que si señaló Neruda -y ello se calla- es el rechazo a las escuelas literarias y a una estructura obligatoria que surgía del mal llamado realismo socialista, una suerte de receta destinada a malograr la calidad de la obra artística. Por ello, el fenómeno literario llamado Pablo Neruda resalta en iguales proporciones por la calidad de su arte, la vastedad del contenido y forma de su obra y por la relación, por la conjunción que este hombre hizo de la poesía y de la vida cotidiana, desde el acto y el objeto más simples hasta los elevados niveles intelectuales, que incluyen el pensamiento, la ideología y la acción política.
El pareció entender, mejor que nadie, la necesidad de la calidad en la poesía combatiente y el carácter real de la libertad en la creación artística. «La sociedad socialista, enfatizó, tiene que terminar con la mitología de una época apresurada, en la cual valían más los letreros que las mercancías, en la cual las esencias fueron dejadas de lado». En esa línea, Julio Cortázar apuntó acerca de Neruda y su arte: «En la cuarta década del siglo, en un periodo en el que casi todos los poetas continuaban una lírica sin sorpresas, cae sobre una generación latinoamericana estupefacta, maravillada o enfurecida, un enorme aluvión de palabras cargadas de materia espesa, de piedras y líquenes, de esperma sideral, de vientos litorales y gaviotas de fin de mundo, un inventario de ruinas y de nacimientos, una nomenclatura de madres y metales y peines y mujeres y farellones y espléndidas borrascas.» Prolífico y profundo, Neruda escribió ininterrumpidamente desde la niñez hasta su muerte. Su vasta obra ha sido, es y será, pan de los analistas. Sobre ella, su poesía, hay naturalmente opiniones disímiles, aunque todos coinciden en señalar (él mismo lo hizo) en su labor literaria dos grandes etapas que como ríos tributarios se unen luego en un poderoso torrente lírico que no cesará de transcurrir sino con la muerte.
La frontera del Neruda inicial, alto cantor de la individualidad, están señaladas por su encuentro con el hombre como ente social. «Había pensado en todos los mundos, pero no en el hombre», confiesa y subraya: «A las primeras balas que atravesaron las guitarras de España, cuando en vez de sonidos salieron de ella borbotones de sangre, mi poseía se detiene como un fantasma en medio de las calles de la angustia humana y comienza a subir por ella una corriente de raíces y de sangre». De allí, de esa postura, nace el gran canto a la historia, es decir, al hombre de Chile, de México, de América, del mundo. Allí renace, se renueva y crece también la lírica amorosa, incomparable fase de la obra nerudiana. El Neruda político, no excluye al erótico; por el contrario, lo profundiza. Neruda vivió y murió como un combatiente que enarboló el arma de la palabra y el arte. En su vida y obra se materializa la dialéctica de la vida humana en sus dobles elementos de soledad y de relación social.-
(*) Hernán Uribe. Periodista y Escritor chileno. Autor del libro «Fulgor y Muerte de Pablo Neruda». Uribe fue secretario del Premio Nobel de Literatura.