¿Has visto ese nuevo reality show? 350 personas se reúnen en una habitación y hacen como si la crisis fuera algo «que pueden arreglar ellos». Así decía la viñeta humorística de Manel Fontdevila al Debate sobre el Estado de la Nación (la nación del Estado, se entiende). Y es que el parlamentarismo actual sigue viviendo […]
El problema, sin embargo, es que la maquinaria del Gobierno representativo tiene serios problemas con la producción del espectáculo. Ésta es la parte de realidad que tiene todo chiste, empezando por el del dibujante catalán. Tras décadas de neoliberalismo, la capacidad de intervención estatal sobre los asuntos públicos se ha visto drásticamente reducida. En consecuencia, ante una crisis como la actual, el margen gubernamental tiende a reducirse a su mínima expresión. Frente a esta situación, desde el modo de mando que nos gobierna no hay otra alternativa que proseguir socavando derechos fundamentales (así, la sentencia del Supremo -Tribunal- sobre Iniciativa Internacionalista y la incriminación surrealista de Unidá Nacionalista Asturiana) y abrir la espita de la expulsión de migrantes a fin de mantener el control social.
Y en estas, el presidente del Gobierno español pretende convencernos de que, tras el potlach bancarioestatal, vamos a poder cambiar de modelo productivo subvencionando la compra de coches y pisos. En un ejercicio sorprendente de autismo político, ajeno por completo a consensos institucionales con los gobiernos autónomos y víctima de un oportunista pánico preelectoral, Zapatero lanza sus propuestas a la espera de que el Estado de las Autonomías se comporte como Patxi López y sus seguidores socialistas y populares vascos, prietas las filas al grito mediático del «España una y no cincuenta y una». Tomándose por el Messi de la construcción de mayorías, ZP ha intentado pactar con CiU una reforma laboral a la chita callando, que luego se ha visto forzado a retirar por la presión del aplicado diputado Joan Herrera (esta vez sí, Iniciativa per Catalunya, como Esquerra, pueden jugar a las izquierdas para resarcirse del mal trago que han tenido que pasar al votar por unanimidad con CiU, PP y CC un impresentable «sí» al Plan Bolonia).
Entre tanto, las derechas siguen sin abrir la boca, no vaya a ser que nos enteremos de su plan real para dar una vuelta de rosca más a quienes estamos pagando la crisis por activa y por pasiva. Confían para ello en que el popolo di destra se alzará tras el liderazgo rouquiano de la reserva espiritual de Occidente en unas elecciones europeas que prometen abstencionismo récord. También confían en el regreso de un Mayor Oreja que, cual Freddy Krueger en una secuela de Pesadilla en Elm Street, se nos presentará nocturno y alevoso en el sueño elitista progre de un dominical de El País recortando horas de castellano en Catalunya y vaya usted a saber cuántas plagas más. Pero tranquilos y tranquilas; que al final despertaremos e Izquierda Anticapitalista sumará sus eurodiputados a las huestes del mesías Besancenot en lo que será el principio del advenimiento final de la Revolución Permanente.
Raimundo Viejo Viñas (Profesor de Teoría Política en la Pompeu Fabra)