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Algunos elementos para aportar al análisis del momento que vivimos en Colombia

Fuentes: Rebelión

En Colombia fuimos miles en las calles el pasado 21 de noviembre, por la vida, la paz y contra las reformas que pretenden profundizar el neoliberalismo. Considero que no estamos aún a puertas de un proceso como en Chile, que por la consciencia respecto a la barbarie social producida por la estrategia neoliberal la gente […]

En Colombia fuimos miles en las calles el pasado 21 de noviembre, por la vida, la paz y contra las reformas que pretenden profundizar el neoliberalismo. Considero que no estamos aún a puertas de un proceso como en Chile, que por la consciencia respecto a la barbarie social producida por la estrategia neoliberal la gente del común va a salir a las calles de forma permanente, llegando incluso a poner en jaque al gobierno y forzarlo a una constituyente que posibilite reformas de democratización social y económica, para lo cual además fue clave la participación muy diversa de procesos sociales y organizaciones políticas.
Sin embargo, en nuestro país cada vez sí hay mayor consciencia que las políticas macro-económicas en favor del capital financiero, los procesos de privatización, el desmonte de las políticas sociales, entre otros, que son parte de esa estrategia, han sido un continuum desde el gobierno de César Gaviria, cuando se produjo la Constitución de Colombia de 1991, en la cual se reconocieron los derechos sociales pero a su vez se posibilitó su mercantilización. Lo planteo en términos de un proceso de conscientización porque el principal triunfo del neoliberalismo es ideológico, se ha forjado una forma de pensar, sentir y ser mediada por la exacerbación del individualismo y la competencia, «cada quien en la suya», «sálvese quien pueda», etc.
Pero esta estrategia neoliberal viene de la mano con la de contrainsurgencia, y en el caso colombiano ha sido muy brutal ya que se ha sustentado en la supuesta lucha contra el narco-terrorismo, mediada por el denominado conflicto socio-político armado, que en el momento actual en Colombia ha continuado a pesar del proceso de paz y del Acuerdo con las antiguas FARC-EP.
La lucha por la paz está atravesada por la necesidad imperiosa de cumplir ese Acuerdo, para la reforma rural integral, de la mano con el proceso de sustitución de cultivos de uso ilícito, pero con la decisión estatal de perseguir a las verdaderas mafias y desmontar las expresiones de paramilitarismo, pero ¿cómo? si muchos de quienes actualmente gobiernan son cómplices o hacen parte de esas estructuras de poder económico (ilegal), político (ilegítimo) y paramilitar.
Así mismo, el Acuerdo posibilita continuar un proceso que ha iniciado de democratización política y de garantías para la oposición política y social, que se ha traducido también en cambios en el mapa político electoral; pero sobre todo en la fuerza que se viene tomando desde el proceso de paz en las calles, a pesar de reflujos y de aún no lograr consolidar una verdadera unidad en la lucha social y política, es ahí, en esa fuerza de movilización social donde está la posibilidad que se imponga el cumplimiento del Acuerdo, que no es un asunto solamente de las antiguas FARC-EP, aunque sí es fundamental también el cumplimiento para el proceso de Reincorporación y que desde el gobierno firmante ya viene en un proceso de desestructuración e incumplimiento; así mismo esa fuerza es la que puede presionar para que se retome un diálogo con el ELN e incluso con quienes por razones políticas nuevamente se alzaron en armas de las antiguas FARC-EP (entendiendo que lo que comúnmente se llama «disidencias» no es una fuerza homogénea y unificada), un diálogo que no sólo incluya representantes del Estado sino también a las diversas fuerzas sociales y políticas.
El 21 de noviembre de 2019, a pesar de toda la campaña de terror desde el mal gobierno, la gente del común respondió de forma masiva expresando la dignidad de un pueblo trabajador que está diciendo que no está dispuesto a seguir de espectador del asesinato sistemático de dirigentes sociales y políticos, especialmente de indígenas y de campesinos; que no está dispuesto a permitir que nuevamente se normalicen las prácticas de terrorismo de Estado que llegan a bombardear campamentos donde hay presencia de menores de edad, que responde de manera brutal a las manifestaciones y protestas sociales.
El paro es una expresión contundente porque nos juntamos las clases trabajadoras, quienes son las más pauperizadas sin empleo, en la informalidad, con contratos basura, y quienes todavía hoy tienen mejores condiciones de vida, que también son parte de una clase trabajadora, que le cuesta reconocerse y asumirse como tal y que muchas veces nos las presentan como «clases medias», quienes serán los que más sufrirán las consecuencias de pauperización con las reformas planteadas por el mal gobierno en consonancia con las orientaciones de la OCDE y el FMI.

Las organizaciones que convocaron el paro fueron claves, pero el paro las desborda, la indignación popular va más allá, se manifestó de diversas formas en bloqueos, marchas, batucadas, grafitis, defensa callejera ante la represión, cacerolazos, entre otros; es un desafío lograr fortalecer los procesos desde los barrios y forjar la unidad, porque la jornada apenas empieza, unidos venceremos, ¡abajo el mal gobierno!

La respuesta del Estado ha sido torpe en todos los sentidos, no reconoce todavía el nuevo momento de Colombia, niega las causas del paro, se niega al diálogo efectivo, estigmatiza, reprime y criminaliza, monta escenarios de «vandalismo» para aterrorizar a la población y legitimar la militarización en las ciudades, volviendo a decretarse toques de queda, pretendiendo devolvernos a un siglo XX atravesado por el Estado de Sitio.

Pero no será así que logrará contener esta fuerza, por el contrario de seguir apretando de esa forma puede ser que haya un levantamiento que ya sea incontenible, donde demos pasos de gigantes por la nueva Colombia, por los procesos de democratización política, social y económica. En ese momento habrán nuevos desafíos, porque el neoliberalismo es sólo una estrategia más del capitalismo, y la consciencia anti-neoliberal no necesariamente es anti-capitalista, porque la crisis del gobierno es del Estado, un Estado de clase, y por más que sea importante disputar su aparato necesitamos superarlo y forjar un nuevo Estado de las mayorías trabajadoras, esa será la base de una nueva Colombia de paz con justicia social, en ese camino, por ahora, seguimos en el paro contra el mal gobierno, donde cada vez son más los pasos que se suman y que potencian la movilización social, las calles son nuestras, no a la militarización!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.