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Algunos pensamientos sobre el socialismo

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


«La historia está plagada de regulaciones posteriores a las crisis. Si hay restricciones indebidas de las operaciones de los negocios, podrían considerar que tienen que arreglárselas para evitarlas, y sembrarían las semillas para la próxima crisis.»- Liz Ann Sonders, analista jefe de inversiones, CharlesSchwab & Co., destacado proveedor estadounidense de servicios de inversiones. [1]

Así son las cosas. Las corporaciones, financieras o no, se esfuerzan por obtener el máximo de beneficios tan inevitablemente como el agua busca su propio nivel. Hemos estado tratando de «regularlas» desde el Siglo XIX. ¿O fue el XVIII? Nada ayuda por mucho tiempo. Se cierra un agujero y el fango sale por otro. Wall Street no sólo tiene un ejército de abogados y contadores, sino una horda de matemáticos con títulos superiores que buscan las ecuaciones perfectas para separar a la gente de su dinero. Después de todo el va y viene del dinero del estímulo, después de todos los discursos de nuestros dirigentes condenando la codicia y prometiendo reformas, después de la última audiencia en el Congreso quejándose en sus caras de los ejecutivos corporativos, los muchachos de Wall Street, haciendo caso omiso de unas pocas magulladuras, reanudarán la abundante producción de su colección de entidades financieras, documentos y paquetes con nombres como hedge funds, derivados, obligaciones de deuda colaterales, fondos tipo índice, credit default swaps (CDS), vehículos de inversión estructurada, hipotecas subprime (de alto riesgo), y muchos otros pedazos de papel con nombres exóticos, para los cuales, hay que recordar, no existía ninguna necesidad pública o demanda estridente. Volverán a fluir la especulación, las bonificaciones y el whiskey, y los muchachos se habrán avivado sobre lo que pueden ostentar y lo que más vale ocultar, tal vez conmocionados un poco por ser tan denostados, pero con mejores ideas.

Es otro recordatorio de que el comunismo o el socialismo casi nunca han tenido más de una posibilidad de funcionar, si la tienen, mientras que el capitalismo ha recibido numerosas posibilidades de hacerlo después de sus perennes fiascos. Ralph Nader ha señalado: «El capitalismo nunca fracasará porque el socialismo siempre estará presente para rescatarlo.»

En Occidente, uno de los resultados más desafortunados de la Guerra Fría fue que 70 años de educación anticomunista y los medios noticiosos grabaron en las mentes de la gente una asociación duradera entre el socialismo y lo que la Unión Soviética llamó comunismo. El socialismo significaba una dictadura, significaba la represión estalinista, una asfixiante «economía de comando», la ausencia de libertad de empresa, de la libertad de cambiar de empleos, pocas posibilidades de expresión personal, y otras verdades y falsedades semejantes. Es un conjunto de creencias a las que se aferran incluso muchos estadounidenses opuestos a la política exterior de EE.UU. No importa lo mal que le vaya a la economía, piensan los estadounidenses, la única alternativa existente es algo llamado «comunismo», y saben que es terrible.

Sin embargo, desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, sondeos hechos en Rusia han mostrado una nostalgia por el antiguo sistema. En el último ejemplo, «Russia Now», publicación moscovita que aparece como suplemento en el Washington Post, preguntó a los rusos: «¿Qué sistema socio-económico preferiría?» Los resultados fueron: «Planificación y distribución estatales»: un 58%… «Basado en la propiedad privada y las relaciones de mercado»: un 28%… «Difícil de decir:» un 14%. [2]

En 1994, Mark Brzezinski (hijo de Zbigniew) fue Erudito Fullbright que enseñaba en Varsovia. Ha escrito: «Pedí a mis estudiantes que definieran la democracia. Como esperaba una discusión sobre libertades individuales e instituciones auténticamente elegidas, me sorprendió oír la respuesta de mis estudiantes de que, para ellos, la democracia significa una obligación del gobierno de mantener un cierto estándar de vida y proveer atención sanitaria, educación y vivienda para todos. En otras palabras, socialismo.» [3]

Muchos estadounidenses no pueden aceptar la noción de una sociedad planificada, centralizada. En cierta medida lo que les molesta es la terminología porque crecieron equiparando una sociedad planificada con los peores excesos del estalinismo. Bueno, olvidemos las etiquetas del miedo; describámoslo como gente que se reúne para discutir un problema social serio, cuáles son las opciones disponibles que existen para resolver el problema, y qué instituciones y fuerzas en la sociedad tienen el mejor acceso, experiencia y recursos para suministrar esas opciones. Por lo tanto, la idea es preparar esas instituciones y fuerzas para encarar el problema de manera altamente organizada y racional sin tener que preocuparse por las ganancias de las corporaciones que podrían ser negativamente afectadas, sin basarse en «la magia del mercado». Sucede que todo esto se llama usualmente «planificación» y si la organización y la planificación provienen de un organismo gubernamental pueden ser llamadas «centralizadas». No hay motivo para suponer que esto tenga que resultar en algún tipo de régimen autoritario. Todos los que tenemos más de una cierta edad – individual o colectivamente – hemos aprendido mucho sobre cosas semejantes en el pasado. Conocemos las señales de advertencia; por eso el autoritarismo del gobierno de Bush fue condenado tan temprana y fuertemente.

La abrumadora mayoría de la gente en EE.UU. trabaja para ganar un salario. No necesita ser motivada por la busca de beneficios. No forma parte de nuestros genes. Virtualmente todos, si tienen la alternativa, preferirían trabajar en empleos en los que las principales motivaciones son producir bienes y servicios que mejoren la calidad de vida de la sociedad, ayudar a otros, y proveerse a sí mismos de trabajo que tenga sentido y satisfaga. No es natural que se esté motivado primordialmente por el intento de ganar o robar «clientes» de otros, sin restricciones, la supervivencia del más apto o el más implacable.

Una gran guerra puede ser la prueba suprema para una nación, días en los que es exigida al máximo. En la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de EE.UU. se apropió de los fabricantes de coches para producir tanques y jeeps en lugar de coches particulares. Cuando vio la necesidad urgente de tener una bomba atómica, Washington no pidió licitaciones del sector privado; creó el Proyecto Manhattan para hacerla por sí mismo, sin preocuparse por las hojas de balance o por las declaraciones de ganancias y pérdidas. Las mujeres y los negros recibieron puestos de trabajo industriales calificados que tradicionalmente les eran rehusados. Hollywood fue alistado para hacer películas de propaganda. Por cierto, gran parte de las actividades de la nación, incluyendo la agricultura, la manufactura, la minería, las comunicaciones, los sindicatos, la educación, y las tareas culturales fueron puestas de alguna manera bajo un nuevo y significativo control gubernamental: el esfuerzo para la guerra fue puesto por sobre los beneficios privados. En tiempos de paz, podemos pensar en el socialismo como que se ponga a la gente por sobre los beneficios, con la garantía de todo lo básico – la atención sanitaria, toda la educación, viviendas decentes, alimentos, empleos. Todos los que entregan su confianza total a la libre empresa arguyen que «el socialismo» de la Segunda Guerra Mundial fue instituido sólo debido a las exigencias de la guerra. Es verdad, pero eso no afecta el punto esencial de que el gobierno reconoció de inmediato que el sistema capitalista, derrochador e ineficiente, siempre necesitado de cuidados y alimentos financieros adecuados, no es la manera de dirigir a un país que trata de ganar una guerra.

Tampoco es una manera de dirigir una sociedad de seres humanos con necesidades humanas. La mayoría de los estadounidenses están de acuerdo, pero no son conscientes de que tienen esa opinión. En 1987, casi la mitad de los 1.004 estadounidenses encuestados por la prensa de Hearst creían que el aforismo de Karl Marx «De cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad» formaba parte de la Constitución de EE.UU. [4]

En este sentido, he escrito un ensayo intitulado: «EE.UU. invade, bombardea y mata por ella, ¿pero creen realmente los estadounidenses en la libre empresa?» [5]

No puedo describir en detalle cada detalle de cómo sería mi sistema socialista. Podría parecer bastante pretencioso de mi parte; la mayor parte se desarrollaría en todo caso mediante prueba y error; lo importante es que el fundamento – los factores cruciales al tomar las decisiones importantes – se base en el bienestar de la gente y que el bien común prevalezca por sobre las ganancias. La necesidad desesperada de la humanidad de detener la degradación medioambiental regularmente choca directamente con el motivo del lucro, así como el sistema de atención sanitaria de EE.UU. Es más que un problema de ideología; es un asunto de calidad de la vida, de la sustentabilidad y de la supervivencia. «La omisión es la forma más poderosa de mentira.» – George Orwell.

Ocasionalmente me preguntan por qué soy tan crítico de los medios dominantes si los cito repetidamente en mis escritos. La respuesta es simple. El defecto más grave de los medios de información estadounidenses son mucho más sus errores por omisión que sus errores de ejecución. Lo que dejan afuera es lo que distorsiona las noticias más que los errores de contenido o mentiras directas. Por lo tanto puedo hacer buen uso de los hechos de los que informan, que una gran y adinerada organización puede suministrar con más facilidad que los medios alternativos.

A principios de marzo, el Washington Post publicó un artículo sobre Irán que decía que «los dirigentes iraníes… reiteraron que el Holocausto es ‘una mentira’.» El artículo luego pasó a agregar que el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad «repitió su afirmación de que el Holocausto es una ‘gran mentira’.» Es todo lo que nos dicen. ¿Qué puede concluir el pobre lector sino que algunos dirigentes iraníes deben formar parte del grupo tan vilipendiado y ridiculizado llamado «negacionistas del Holocausto?»

Lo que el artículo no menciona es que esos dirigentes iraníes usan la palabra «mentira» para referirse a sólo aspectos particulares del Holocausto. No hay ningún informe de que alguno de ellos afirme simple, clara, inequívocamente y sin ambages que lo que conocemos como Holocausto nunca haya tenido lugar. Ahmadineyad, por ejemplo, ha comentado, en lugar de eso, sobre la peculiaridad e injusticia de que un Holocausto que tuvo lugar en Europa resulte en un Estado para los judíos en Oriente Próximo en lugar de estar en Europa. ¿Por qué pagan los palestinos un precio por un crimen alemán?, pregunta. Y se extraña respecto a la exactitud de la cantidad de judíos – seis millones – presuntamente asesinados en el Holocausto, como lo ha hecho mucha gente de todos los colores políticos y nacionalidades, incluyendo al destacado autor italiano Primo Levi, sobreviviente del Holocausto. Incluso Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina – el palestino favorito de Israel y de Washington por su oposición a Hamás, sus palestinos menos preferidos – escribió en su disertación doctoral: «La verdad del asunto es que nadie puede verificar esa cantidad, o negarla por completo. En otras palabras, la cantidad de víctimas judías podría ser de 6 millones o podría ser mucho más pequeña – incluso menos de 1 millón.» [7]

También vale la pena señalar que al final del artículo del Post se nos dice que «un alto funcionario israelí en Washington, quien habló a condición de guardar el anonimato porque no tiene aprobación para discutir temas semejantes en público» ha afirmado que «es poco probable que Irán use sus misiles en un ataque [contra Israel] por la seguridad de represalias.» ¿Realmente? Es lo que yo y otros hemos estado diciendo durante años. Debería haber sido el titular del artículo, no la última frase, literalmente. Sin embargo, podemos estar seguros de que funcionarios israelíes y estadounidenses y sus discípulos seguirán advirtiendo al mundo sobre el peligro de ataques de misiles iraníes. Y también lo hará el Washington Post, involucrándose en futuras omisiones de su propia información.

Lo que en realidad ha preocupado desde hace tiempo a funcionarios israelíes y estadounidenses sobre las posibles armas nucleares iraníes no es que Irán pueda atacar a alguien, sino que la adorada manta de seguridad de Israel – ser la única potencia nuclear en Oriente Próximo – estaría en peligro, así como la dominación del área por Washington.

Más tarde, en marzo, Los Angeles Times publicó un obituario de Janet Jagan, ex presidente de Guayana y viuda de Cheddi Jagan, quien también había sido presidente. El obituario no dice una sola palabra sobre el hecho de que durante 11 años, de 1953 a 1964, dos de las más antiguas democracias del mundo, Gran Bretaña y EE.UU., hicieron todo lo posible en sus repetidos intentos de que el democráticamente elegido Cheddi Jagan llegara a ocupar su puesto. [8]

He seleccionado estos ejemplos de omisión casi al azar. Si quisiera informar sobre cada omisión en los medios sobre importantes asuntos de política exterior de EE.UU., llenaría este periódico cada mes sin poder publicar nada más.

Sucede que a fines de marzo, el Washington Post también nos suministró con una menos común mentira directa. En un editorial sobre la victoria en las elecciones presidenciales en El Salvador de las antiguas guerrillas izquierdistas, el FMLN, con su candidato Mauricio Funes, el Post dijo: «Si el señor Funes así como los perdedores de la elección respetan ahora el estado de derecho, el resultado podría ser la consolidación del sistema político que EE.UU. buscaba cuando intervino en la guerra civil en El Salvador durante los años ochenta. En esos días, el objetivo de una exitosa democracia salvadoreña era rechazado como una misión imposible, tal como ahora algunos dicen que la democracia es inalcanzable en Iraq y Afganistán.» [9]

La idea de que la intervención de EE.UU. en la guerra civil salvadoreña haya resultado de su deseo de llevar la democracia al país es tan sobrecogedora en su audacia que es concebible que el escritor editorial del Post sufra de Alzheimer prematura; es perfectamente comparable con la aseveración de que el régimen del Apartheid en Sudáfrica se haya esforzado por aumentar la armonía y la igualdad entre negros y blancos. En el proceso de apoyar a un gobierno salvadoreño de notable tiranía, brutalidad y violaciones de los derechos humanos, EE.UU. suministró a las fuerzas armadas de ese país un interminable flujo de fondos, armas y entrenamiento que causó continua destrucción y sufrimiento al pueblo de El Salvador. La «revelación» del Post no llevará a los historiadores a apresurarse a reescribir sus libros. Tampoco ayudará a ocultar el hecho de que EE.UU. no lucha más por la «democracia» en Iraq y Afganistán de lo que hizo en El Salvador.

La ideología de Barack Obama

En los últimos dos meses:

  • Periodistas preguntaron al vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, en una cumbre en Chile si Washington se propone a poner fin a su embargo económico de casi 10 contra Cuba. Respondió: «No.»

  • Las autoridades dispersaron una serie de eventos culturales en Jerusalén, dispersaron una marcha infantil y reventaron globos de una celebración en el patio de una escuela. [11] No ha habido, ni habrá algún embargo de cualquier tipo de EE.UU. contra Israel. Tampoco habrá algún comentario del presidente Obama sobre lo que piensa realmente sobre la invasión de una fiesta infantil para reventar sus globos.

  • Parece que la Casa Blanca y el Pentágono han estado compitiendo para ver quién puede anunciar el mayor número de soldados que serán enviados a Afganistán. ¿Alguien lleva un recuento de las bajas?

  • Los aviones no tripulados de EE.UU. siguen lanzando bombas sobre las casas de la gente y sobre fiestas de matrimonio en Pakistán. Nadie en Washington lo admite o comenta de alguna manera sobre la legalidad o la moralidad de todo el asunto.

  • Bolivia y Ecuador han expulsado a diplomáticos estadounidenses porque consideran que conspiraban para debilitar a sus gobiernos.

Se podría dar una cantidad interminable de ejemplos sobre la similitud entre las políticas exteriores de los gobiernos de Bush y de Obama, los pocos cambios que ha habido, si hay alguno; ciertamente ninguno de alguna importancia. Sin embargo, el que yo diga algo semejante es precisamente lo que más a menudo molesta a partidarios de Obama que leen o escuchan mis comentarios. Adoran al hombre de la sonrisa de anuncio de dentífrico, que es «despabilado» (interprétese como se quiera), que juega baloncesto, y no es George W. Bush, y cuya esposa rodea con su brazo a la reina de Inglaterra.

La popularidad de Obama en todo el mundo es realzada, considerablemente, por el hecho de que se ha esforzado por ocultar o encubrir su verdadera ideología. Por ejemplo, a comienzos de marzo, en una entrevista con el New York Times, le preguntaron: «¿Puede describir en una sola palabra su filosofía? Si no es socialista, ¿es liberal? ¿Es progresista? ¿Una palabra?

«No, no me voy a involucrar en eso,» respondió el presidente. [12]

Al día siguiente llamó al periodista del Times, y le dijo: «Me costó creer que usted fuera totalmente serio con esa pregunta socialista.» Obama luego dio al periodista varios ejemplos del motivo por el cual sus políticas muestran que no es socialista. [13]

No tuvo que convencerme a mí. La tendencia centrista de Obama es obvia para todo el que se dé el trabajo de mirar. Pero después del incidente del Times – que al parecer le molestó – puede haber sentido la necesidad de ser más claro en cuanto a sus tendencias ideológicas para evitar otros estúpidos episodios «socialistas.» Al día siguiente, al reunirse en la Casa Blanca con miembros de la Nueva Coalición Demócrata, un grupo de miembros demócratas centristas en la Cámara de Representantes, Obama dijo en un cierto momento: «Soy un nuevo demócrata.» [14]

La mayoría de los conservadores probablemente siguen viéndolo como un peligroso izquierdista. Deberían estar felices con que Obama sea el presidente y no algún tipo de verdadero progresista o socialista, o incluso un auténtico liberal, pero la derecha es insaciable.

Notas

1. Washington Post, 29 de marzo de 2009

2. «Russia Now», en el Washington Post, 25 de marzo de 2009

3. Los Angeles Times, 2 de septiembre de 1994

4. Frank Bernack, Jr., Hearst Corp. presidente, discurso ante American Bar Association, comienzos de 1987, información en la revista In These Times (Chicago), 24 de junio – 7 de julio de 1987

5. William Blum, «Rogue State: A Guide to the World’s Only Superpower», capítulo 26

6. Washington Post, 5 de marzo de 2009

7. The Middle East Media Research Institute, «Inquiry and Analysis», No. 95, 30 de mayo de 2002; vea también Wikipedia, Mahmoud Abbas, «Doctoral Dissertation» section.

8. Los Angeles Times, 29 de marzo de 2009. Vea William Blum, «Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War II», capítulo 16 para lo que no fue publicado.

9. Washington Post, 21 de marzo de 2009

10. Miami Herald, 28 de marzo de 2009

11. Washington Post, 22 de marzo de 2009

12. New York Times, 7 de marzo de 2009

13. New York Times, 8 de marzo de 2009

14. Revista Politico, en línea, 10 de marzo de 2009

William Blum es autor de:

* Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War 2

* Rogue State: A Guide to the World’s Only Superpower

* West-Bloc Dissident: A Cold War Memoir

* Freeing the World to Death: Essays on the American Empire

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=13061