En medio de la impavidez de los chilenos, y con arreglo a su proverbial hipocresía, El Mercurio está orquestando una nueva ofensiva en procura de la parte del botín que aún no sacia la voracidad neoliberal, es decir, el antiguo y nunca abandonado objetivo de empezar la privatización de Codelco. En esta oportunidad, se vale […]
En medio de la impavidez de los chilenos, y con arreglo a su proverbial hipocresía, El Mercurio está orquestando una nueva ofensiva en procura de la parte del botín que aún no sacia la voracidad neoliberal, es decir, el antiguo y nunca abandonado objetivo de empezar la privatización de Codelco.
En esta oportunidad, se vale de una «propuesta transversal» de neoliberales de todos los pelajes, articulada por los mercenarios de CESCO, que en esencia apunta a «un nuevo gobierno corporativo para Codelco, su transformación en sociedad anónima, y la apertura de un porcentaje minoritario de su propiedad a privados», que se escuda en la necesidad de «modernizar» Codelco, cuya mediocre plana ejecutiva encabezada por José Pablo Arellano, es cómplice de la maniobra tanto por acción como por omisión.
En rigor, tan provocador como el hecho de que se la de a conocer en vísperas del centenario del natalicio de Salvador Allende, y tan irritante como la maniobra misma, es el calibre de los argumentos con que se pretende justificar,
Como si los chilenos ignoraran el significado del llamado a «romper los mitos» sobre «la estatal» y la alarma mercurial ante su pérdida «de competitividad y productividad», debido a la «captura de su gestión por sus supervisores y personal de planta» (SIC); o no conocieran la complicidad de neoliberales concertacionistas como Edgardo Boeninger y Marcos Lima en la segunda desnacionalización del cobre.
Así, la desfachatez de la campaña mercurial se fundamenta en argumentaciones al voleo, al estilo del siguiente párrafo de antología:
«Lo que los expertos proponen para Codelco, el Presidente Cardoso -un socialdemócrata de izquierda- ya lo hizo con Petrobras y Vale do Rio Doce, con resultados extraordinariamente positivos: Petrobras se ha transformado en la compañía estrella de la Bolsa brasileña, su producción sube, sus reservas crecen y su importancia en el mundo se agiganta. Vale do Rio Doce está a punto de transformarse en la más grande compañía de hierro del mundo, valorada en el doble de lo que teóricamente se podría valorizar hoy a Codelco, siendo originalmente una empresa mucho más pequeña».
La verdad es que no es necesario salir de Chile para encontrar categóricos argumentos que muestran el crimen de lesa patria que se ha cometido con la segunda desnacionalización del cobre, que se pretende culminar con la privatización de Codelco.
Desde su nacionalización en 1971, por la unanimidad del Parlamento, Codelco ha entregado al desarrollo de Chile unos sesenta mil millones de dólares.
Sólo en los últimos tres años, las transnacionales del cobre han repatriado utilidades por más de cuarenta mil millones de dólares, es decir alrededor del 60% de los aportes totales de Codelco desde 1971, en circunstancias de que su inversión total desde 1990 a la fecha no llega a los veinte mil millones de dólares y los impuestos totales dejados en el país no pasan de los seis mil millones de dólares.
Por cierto, estos antecedentes no pueden ser ignorados ni por El Mercurio ni por los yanaconas que suscriben ese documento «transversal». Que en el mismo invoquen la caída en la participación de la producción nacional de Codelco desde el 68 al 28%, que ellos mismos propiciaron por demás, constituye más que una hipocresía sin nombre, un insulto a la inteligencia de los chilenos. Y que aún con esos antecedentes, insistan en la «modernización» de Codelco, no puede dejar dudas respecto al fondo de sus intenciones.
Es verdad de que uno de los pilares de la machacona y tenaz campaña por la privatización de Codelco es el abrumador predominio del neoliberalismo en el ámbito de la comunicación social. Pero no lo es menos que, a estas alturas, los chilenos no pueden alegar desconocimiento.
En el año del centenario del natalicio de Salvador Allende, el mejor homenaje que se le puede rendir al más patriota y visionario de los presidentes de la historia de Chile es iniciar ya, ahora, sin mayor dilación, una ofensiva política que, aprovechando el debate iniciado por los yanaconas, se proponga, no ya derrotar la campaña que busca la privatización de Codelco, sino la recuperación de los yacimientos hoy explotados por las mineras transnacionales privadas.