Recuerdo que la noche del 4 de septiembre del 64, allá en Chillán, derrotado Salvador Allende por un Eduardo Frei Montalva que triunfó gracias al aporte económico y político de la CIA norteamericana y de la derecha ultrareaccionaria, llegué muy desanimado hasta la modesta casita de una población de emergencia en busca de la experiencia […]
Recuerdo que la noche del 4 de septiembre del 64, allá en Chillán, derrotado Salvador Allende por un Eduardo Frei Montalva que triunfó gracias al aporte económico y político de la CIA norteamericana y de la derecha ultrareaccionaria, llegué muy desanimado hasta la modesta casita de una población de emergencia en busca de la experiencia de un buen camarada : el negro Angel Rivera, viejo obrero comunista, salvado de milagro cuando era muy niño de la masacre de la Ecuela Santa Marìa . Eramos entonces ambos miembros del Comité Regional Ñuble del Partido y yo, joven veinteañero, no podía conformarme con la derrota. Encontré al negro muy tranquilo acostado ya a las 8 de la noche tomándose un mate en la cama junto a María su mujer, lo que yo no podía entender. «Cálmate, me dijo, la lucha nuestra es una lucha larga, que no se agota en el tiempo inmediato, mira que maravilla hace tan poco ha triunfado la revolución en Cuba y ya se ha proclamado su carácter socialista. Sólo hemos perdido una elección más y te apuesto que a la próxima el Chicho Allende va a ser presidente». Y vaya que lo fue.
Guardadas las diferencias de tiempo y de personajes, pienso hoy en ese camarada, trato de mirar lo sucedido en la perspectiva histórica que corresponde y concluyo que la clase obrera y su partido no fueron los derrotados del domingo pasado, si bien serán los más golpeados. En rigor, en esta derrota anunciada, los derrotados son los politiqueros que negociaron con la dictadura una transición aguachenta que excluyó a los comunistas por mandato de la Casa Blanca. Los derrotados son los articuladores de la «política de los consensos» y de la «justicia en la medida de lo posible». Son los que traicionaron su propio programa. La izquierda consecuente y madura, que no podía ser cómplice del regreso del pinochetismo, hizo lo que tenía que hacer y con la lealtad que le es propia se la jugó por impedir la victoria electoral de la cosa nostra criolla.
Pese a los esfuerzos, una mayoría ciudadana, cansada de los vicios de la Concertación y embaucada por los cantos de sirena de los viudos y viudas de Pinochet, optó por lo peor del pasado y ha elegido al ex procesado por estafa y fraude al Fisco, entre otras gracias. Su gobierno no podrá ser peor que el de la dictadura militar, pero sin duda tendrá sus parecidos. Como entonces, el retroceso no sólo golpeará a nuestro pueblo sino que afectará también a los pueblos del continente, favoreciendo la correlación de fuerzas afin a la dominación imperialista.
Que cada cual suma pues su responsabilidad ante la llegada a La Moneda de esta expresión «moderna» de los que hasta ayer eran torturadores y represores. Se habrán dado su gustito los majaderos del voto nulo y de las propuestas transversales. No descartemos ver libres por las calles a los Mamos, a los Krasnoff, Moren Brito y las decenas de violadores de derechos humanos. Es probable que asistiremos al cambio de jurisprudencia de la Corte Suprema en materia de DDHH, y a la privatización de lo poco que la Concertación no alcanzó a privatizar. No habrá por ahora nueva Constitución ni recuperación del Cobre, ni reformas laborales, ni recuperación para el Estado de la educación, la salud, la previsión social.
El saldo favorable es que ha surgido a partir del pasado domingo la posibilidad real de nuevos alineamientos de las fuerzas políticas interesadas realmente en avanzar. Habrá que partir de lo que tenemos, del Juntos Podemos y de las fuerzas que apoyaron a Jorge Arrate y desde allí confluir con los que de veras son partidarios de la transformación social. No puede verse a la Concertación como un solo todo. Con muchas de sus «figuras históricas» nos separan abismos insalvables. Con su base social nos unen los objetivos por los que se luchó en dictadura. Que asuman su responsabilidad los culpables de la derrota de Frei Ruiz Tagle. En cuanto a nosotros, a seguir luchando con fuerza y entusiasmo, a ensanchar la unidad del pueblo, a cruzarse en el camino de los cavernícolas que arribarán a La Moneda.