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Amanecer Dorado y el antifascismo

Fuentes: Rebelión

El pasado 7 de octubre finalizó un largo proceso judicial contra uno de los principales partidos neonazis de Europa: Amanecer Dorado. La justicia griega ha concluido que la formación de extrema derecha actuaba como una organización criminal, en un proceso por el cual han pasado hasta 69 procesados, y que incluye la condena de parte de la cúpula del partido y la del propio líder, el exmilitar Nikolaos Mijaloliakos.

Desde España, las redes sociales se han llenado de mensajes reivindicando el carácter antifascista de esta sentencia (que dentro de unos meses se espera que sea condenatoria), mostrando a Grecia como un ejemplo más de lo mucho que nos separa de Europa en el trato a los partidos de extrema derecha, a la vista de cómo se ha normalizado el discurso de Vox y a sus líderes, tanto por la cobertura que le han dado los medios de comunicación como por los pactos y acuerdos a los que PP y Ciudadanos han llegado con ellos. “El fascismo es un crimen”, dicen las redes. Y no puedo estar más de acuerdo. Pero creo que conviene precisar algunas cosas sobre la sentencia, porque Amanecer Dorado no ha sido condenada por ser fascista ni por sus ideas y, viendo las proclamas tuiteras, pareciera que sí.

Esta organización, que en 2013 ya fue tildada de “neonazi” y “violenta” por el Consejo de Europa, lleva siendo investigada por múltiples delitos desde 2015, como chantaje, amenazas y asesinatos. Actos violentos contra centros comunitarios, contra grupos antifascistas, contra pescadores egipcios, el asesinato de un paquistaní… la investigación preliminar ya había indicado que Amanecer Dorado operaba como un grupo paramilitar donde su dirección daba órdenes a grupos de asalto y organizaciones en barrios.

Pero el caso principal que ha llevado a este histórico juicio, es el asesinato del rapero antifascista Pavlos Fissas, hace seis años.

De esto, y no de otra cosa, va la sentencia. Lo que quiero decir es que no podemos comparar, a día de hoy, a Vox con Amanecer Dorado, ni pretender que se les abra un proceso judicial “por fascistas” usando de ejemplo una sentencia que tampoco ha hecho tal cosa.

Lo que sí se ha hecho en Grecia –y de lo cual no se habla tanto debido al impacto mediático de la sentencia judicial–, es ir cercando al partido neonazi con otras medidas que sí que podríamos tomar en España si fuéramos un país con algo más de cultura democrática y –por definición– conciencia antifascista.

En las pasadas elecciones de julio, a Amanecer Dorado se le prohibió la presencia en espacios públicos. Atenas y otros municipios prohibieron su publicidad electoral en paradas de autobús, en puentes y farolas, y también se les denegó el permiso para realizar mítines y actos electorales.

A su vez, los medios de comunicación se unieron a tales iniciativas, negándoles espacio en su programación, dejando de introducir en la agenda debates sobre sus propuestas y dejando de rellenar espacio y más espacio con las declaraciones de sus líderes (¿nos suena?). No solo eso, sino que incluso Twitter y Facebook bloquearon sus cuentas oficiales.

Todo esto ha llevado a que un partido fascista que llegó a ser tercera fuerza política del país entre 2012 y 2014, esté ahora fuera del Parlamento, sin representación y arruinada. De hecho, han cerrado su sede principal por no poder pagar el alquiler. La sentencia judicial es la guinda a este pastel antifascista que ha preparado Grecia tras una irrupción que tantos países de Europa estamos sufriendo.

Lo que quiero decir con todo esto es que, más allá de la sentencia –basada en la violencia y los crímenes cometidos por Amanecer Dorado–, sí que hay muchas cosas que podemos aprender de Grecia. Vox es un partido neo-franquista que reabre debates superados por nuestra sociedad e incita al odio culpando a inmigrantes de la crisis económica, negando la violencia machista y mandando a sus hooligans a acosar a líderes de partidos de izquierdas. No son unos asesinos, como Amanecer Dorado, pero son peligrosos para la salud de nuestro país. Son antidemocráticos en la línea de intolerancia que históricamente ha marcado el fascismo europeo, y no hay que permitírselo.

Una sociedad democrática no tolera a los intolerantes. Esto en Europa no hace falta explicarlo, porque las democracias europeas se construyeron a partir de valores antifascistas, ya que ellos derrotaron al fascismo, mientras que aquí seguimos sin exhumar las cunetas y fosas comunes que dejó Franco como legado del terror. En España, el fascismo murió en la cama y dejó todo atado y bien atado. Y por eso se dice tan cínicamente que “todos tienen derecho a expresar sus ideas”, una afirmación que supone una tergiversación estratosférica para justificar la omnipresencia mediática que ha tenido Vox, la normalización de su discurso antidemocrático a través de los pactos con otros partidos y el blanqueamiento de su ideología del odio con la presencia en programas de entrevista y de entretenimiento.

Grecia les cortó el grifo y han sido apartados. De eso es de lo que deberíamos tomar nota.