El 20 de julio de 1969 vi llegar al hombre a la luna en una tienda de Silvia, Cauca. Eso hace cerca de 45 años. Una época en que este territorio había sido convertido en espacio de recreo para familias caleñas y popayanejas. Para esa época Pillimueg no había nacido. Lo confirme cuando con su […]
El 20 de julio de 1969 vi llegar al hombre a la luna en una tienda de Silvia, Cauca. Eso hace cerca de 45 años. Una época en que este territorio había sido convertido en espacio de recreo para familias caleñas y popayanejas. Para esa época Pillimueg no había nacido. Lo confirme cuando con su mirada y sonriendo me interrogó ¿Parezco tan viejo? La idea de hablar con él, fue espontanea no había sido planeada dentro de nuestro proceso de visita al Cabildo y en nuestra rápida conversación me pude dar cuenta que era un excelente narrador. Además conocía su lengua y su historia.
Los pueblos habitaban este territorio fueron despojados de sus tierras y de su lengua y expulsados en los procesos de ocupación por parte de españoles primero y luego por blancos criollos con aspiraciones feudales. Desde la llegada de los españoles la tierra se convirtió en botín, no de guerra, de despojo. Ocupación territorial. Desplazamiento continuo que mostraba con dolor que los habitantes debían salir o someterse. Desde esa época también se engendró en la base de las comunidades la necesidad de recuperar el territorio. Una larga historia que muestra la tenacidad del pueblo Nasa Páez y así también muestra la torpeza histórica de aquellos blancos que gobernaron la Provincia de Popayán, el Gran Cauca y ahora el departamento del Cauca.
En nuestras conversaciones entendí que para ellos la tierra había cambiado de dueños. Que la apropiaron con títulos ilegales, a todas luces, pero que el territorio NU YAU permaneció presente en lo más profundo de los culturas que antes de todo lo habitaban. Aquellos primeros poseedores de títulos se negaron a devolver la tierra. Los otros, los demás crecimos en la ignorancia del conflicto y en no pocas ocasiones en la complicidad con los que despojaron a aquellos pueblos de su territorio. Los políticos de la región miraron por siglos en silencio cómplice la situación, muchos de ellos entrelazaban el poder político con la tenencia de la tierra o con las componendas electorales con los que poseían títulos, tierras, inmensas hectáreas improductivas.
Entramos a Silvia siendo la una de la tarde. No había cambiado mucho. Las cinco o seis cuadras de extensión parecían las mismas. Habíamos acordado encontramos con Lola Hurtado y fuimos hacia su casa. Ella vive allí desde muchos años con su compañero Juan Arroyo. Son parte de esta comunidad actual construida de la mano del mestizaje. Lola muestra una gran respeto por los pueblos que allí habitan y mantiene una amistad que nos facilitó las conversación con Pacho Almendra, Misak, y con el gobernador del resguardo de Ambalo.
Recuerdo que en ese territorio, dos ganaderías de toros bravos muestran la generosidad de sus climas para la crianza y también las huellas de una tradición española en decadencia. Perdida en mi memoria aparece una aventura: meternos en la hacienda de Pepe Estela siguiendo la afición de una amigo, Fernando Gómez a tentar toros en la tarde noche. No sabía por ese entonces que la lucha por el territorio de los pueblos originarios estaba presente allí. Desde siempre.
Tampoco comprendía como el lenguaje de esos mismos pueblos, era un tesoro cultural que podría perderse si su lucha no alcanzaba lo que ellos querían y tenían como derecho. Su territorio. La naturaleza, o la geografía dirían algunos, introduce de forma precisa en el lenguaje su sonido convirtiendo el hablar en un canto de admiración por ella: Pi, agua, pisu, laguna, pire tierra, me dijo el encomendero a la entrada del cabildo mientras Lorena hacia la entrevista al gobernador.
Las palabras tintinearon en mis oídos y me hicieron entender de una vez por todas que ver bajar el agua pura en medio de verdes infinitos no podría ser nombrada de otra manera. Desciende Pi hasta PIYU pensé, en esas construcciones lingüísticas de nuestro castellano. Lo mire de nuevo a los ojos, negros y rasgados y me recordó nuestra orientalidad venida a América desde hace 30 mil años. Hace 15 mil años entraron por Panamá los primeros ocupantes de este territorio que hace sólo 500 años llamamos Colombia.
Pillimueg tenía en la mano el bastón y este le daba la seguridad de sí mismo, la del cabildo, la del gobernador y la de su territorio. Había heredado de Tama su sabiduría y de Lame su fuerza y voluntad para volver al territorio, para hacer de ese territorio su casa, la de todos, la de su etnia, la de comunidad y la de los pueblos originarios de estas alturas generosas repletas de agua y verdes que ascienden hasta el cielo y al volverse nubes vuelven a caer en forma de Pi nutriendo a Pire.
Para Pillmueg el territorio parece extenderse hasta Tierradentro y según pude constatar en otras conversaciones la tensión por la ocupación es permanente. Desde Inza hasta Belalcazar de Toribio a Ambalo y de la meseta de Popayán hasta el sur Caucano los pueblos originarios de estos territorios luchan en medio de la guerra ajena por conciliar límites, por establecer acuerdos que les permitan construir una convivencia pacífica con campesinos, negros y blancos.
En el horizonte, para algunos líderes, están en proceso de construcción de la Nación Indígena. Las tensiones derivadas de hacerlo en medio de la realidad de un estado nacional estarán siempre presentes. La constitución del 91 abrió espacios y también conflictos con aquellos que no aceptaron nunca que era posible reconocer las culturas y además territorialidades distintas.
El poder en Colombia, siempre centralista cerró los ojos a la autonomía de las regiones, de los pueblos, de los municipios. El centro absorbente, determinante redujo la política a decisiones tomadas desde las capitales. El concepto de territorio nacional se hizo fuerza muchas veces represiva y tomo como cierto un presupuesto errado: que ese territorio nacional ya se había consolidado. Nada menos cierto. En el Cauca hay ebullición y conflicto que nace de la ocupación del territorio y de la imposibilidad de conciliar una geografía común nacida de esa diversidad. El mapa está en construcción, ha pasado muy poco tiempo desde que la provincia de Popayán tránsito a Gran cauca y desde este al reducido departamento que hoy es. Estos límites se dibujaron con la tinta de la exclusión de los pueblos que allí vivían antes de cualquier mapa, ahora la historia pareciera no tener vuelta, se transita lentamente pero de forma segura a un mapa dibujado por todos. Hay diálogos, para algunos, los ejecitos que ocupan el territorio son parte del problema, para otros, la guerrilla usa el territorio para escudarse con la población indígena. Un poco más allá están los que piensan que el dialogo debe dirigirse a fijar límites, respetarlos y trabajar pacíficamente.
Al suceder esto, los otros territorios que allí estaban en proceso de formación, fueron desconocidos y en muchos casos discriminados. Segregados, reducidos a habitantes de una nación que todavía no existía. Sucedió que muchos pueblos, grupos, comunidades, culturas continuaron el camino de construcción de su propio territorio y con ello un conflicto territorial que aun hoy no es bien comprendido. O en tantos casos manipulado por unos y otros.
Por instantes, mientras hablaba con Pillmueg, pensaba en que no había nada mas cercano en la realidad colombiana a la hermosa Utopía de Moro, a la Atlántida, o a tantas otras utopías del renacimiento europea. La diferencia, quizá radicaba, en el hecho de que este caso los pueblos compartían los ideales y luchaban por ese territorio en donde su propia utopía tendría asiento. En la mente, en los ideales, en su lengua y su propia cosmogonía el territorio atado a la naturaleza, al agua como base de su cultura.
En la interacción con otros grupos que habitan desde siglos estas tierras el inmenso problema es el establecimiento de límites. ¿Hasta dónde? Me preguntaba un académico popayanejo, pueden llegar esos límites sin romper el equilibrio entre todos los intereses.
Los límites siempre han sido problema humano, El carácter expansionista de los grupos humanos no se inició aquí ni tampoco aquí vamos a encontrar un dispositivo distinto para esto que los acuerdos entre aquellos cuya pretensión es distinta a la de los otros.
Pi es su origen y su vida. También la base etimología del nombre de Ambalo. Pisu, laguna, es leyenda a la que vuelve Tama con su compañera buscando de nuevo el lugar de su origen: Pi, el agua.
Pillimueg me señalo el horizonte cuando le pregunte sobre los límites del territorio. Hasta esa montaña y fue recorriendo con el dedo índice el horizonte hasta un más allá que no alcance a ver. Aquí vivimos, no solo nuestro pueblo Nasa, también están los guámbianos Misak y campesinos y los blancos. Ellos están en nuestro territorio. El conflicto siempre está presente, me respondió, pero intentamos resolverlo por el camino pacifico.
Su bastón y la forma como lo apretaba, como lo movía era un lenguaje preciso, permanente. El orden reflejado en un símbolo ancestral y la autoridad derivada de la fuerza que ese bastón significa para la comunidad. Hecho de palo de chonta y con la bandera Nasa es también fuerza que une en las movilizaciones en contra de la ocupación del territorio por los grupos armados y el ejército.
Tres niñas jugaban muy cerca. Pilbueg estaba atento. Una de ella llevaba cargado sobre su espalda un muñeco a manera de hijo. En la misma forma que ella había caminado con su madre al iniciar del camino. En medio de su belleza y de un gran entusiasmo infantil corrieron hacia mí y me pidieron: mi mama dice que nos tome una foto con la ternera. La abrazaron llenándola de besos y caricias y rieron.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.