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América Latina: La nueva izquierda no ha traído cambios

Fuentes: CEPRID

A menudo escuchamos o leemos que en América Latina avanza una nueva izquierda y, sin embargo, vemos que nada cambia, que los modelos económico-sociales impuestos en la época de las dictaduras siguen en pie y que las empresas transnacionales continúan haciendo «las américas» con nuestros recursos. La pobreza apenas ha disminuido y si antes la […]

A menudo escuchamos o leemos que en América Latina avanza una nueva izquierda y, sin embargo, vemos que nada cambia, que los modelos económico-sociales impuestos en la época de las dictaduras siguen en pie y que las empresas transnacionales continúan haciendo «las américas» con nuestros recursos. La pobreza apenas ha disminuido y si antes la cantidad de pobres se medía por el porcentaje de cesantes, ese sistema ya no sirve porque hoy también son pobres los que tienen trabajo pero el salario no les alcanza para la canasta básica. La seguridad social se ha convertido en recuerdo del pasado y, flexibilización mediante, ya no hay trabajo seguro, mientras la educación es cada vez más elitista.

Los rasgos izquierdistas o incluso socialistas de algunos gobiernos están dados en función de la militancia política de sus presidentes, aunque éstos ejercen sus funciones siguiendo el modelo neoliberal. Hasta los mandatarios que están realizando cambios efectivos, no han logrado librarse del modelo. Hacer un breve recorrido resulta interesante.

Argentina, después que las dictaduras militares que aplicaron a ultranza el neoliberalismo, ha tenido gobiernos peronistas y de la Unión Cívica Radical. El único que alcanzó algún grado de éxito fue Néstor Kirchner, que superó la crisis profunda en que lo dejó su antecesor y planteó recuperar la riqueza energética, traspasada por el también peronista Carlos Menem a la española Repsol, que a partir de ahí es una de las petroleras dominantes en el subcontinente. El peronismo no es del gusto estadounidense porque el último proyecto nacional que tuvo el país fue el de Juan Domingo Perón.

Brasil, el presidente Lula, tornero de profesión, se formó bajo la influencia de la Teología de la Liberación y gobierna a uno de los países más ricos, que tiene un proyecto nacional desde los regímenes militares, que cometieron las mismas tropelías que los demás dictadores sudamericanos, pero que sentaron las bases del desarrollo actual, lo que le permite a Lula un grado de progresismo en el marco neoliberal.

Chile, el término de la dictadura fue pactado con participación estadounidense y los gobiernos pos-Pinochet han sido de una coalición de centro-izquierda-centro-derecha, que incluye al partido Socialista que se declara renovado. La constitución de Pinochet sigue vigente y aunque su articulado dice que los recursos naturales son propiedad imprescriptible e inalienable de la nación, las grandes y nuevas minas de cobre son explotadas por empresas extranjeras que subcontratan a los trabajadores.

Perú, el presidente Alan García gobierna por segunda vez. Pertenece a la Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, creada en 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre como partido marxista, posición que Haya abandonó después. Los militares no le permitieron gobernar cuando fue electo. En 1985 García se convirtió en el primer presidente aprista y tuvo posturas progresistas, opuestas a las que caracterizan su segundo mandato. Ha dicho que en su primer período actuó con criterio «velasquista», aludiendo al gobierno revolucionario del general Velasco Alvarado ,y que su gestión actual es aprista.

Paraguay, aún no termina de deshacerse de la herencia de la dictadura stronista. Ha elegido como presidente al ex obispo Fernando Lugo, a quien algunos acusan de estar rodeado de neoliberales. El ex vicepresidente del Banco Mundial y Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha anunciado que lo asesorará en forma gratuita.

Uruguay, gobierna el Frente Amplio, coalición de centro-izquierda formada para combatir a la dictadura, pero el modelo económico sigue siendo el neoliberal.

América Central, en esta región Honduras y Guatemala tienen ahora presidentes social demócratas, pero no están en condiciones de desentenderse del modelo ni de la influencia estadounidense, aunque ingresaron a Petrocaribe. El Salvador tiene un gobierno derechista, que podría cambiar en los próximos comicios, pero sin posibilidades aún de introducir grandes modificaciones. Costa Rica es aliada de Estados Unidos y Panamá está gobernada por el hijo del general Torrijos, quien no desafía al neoliberalismo.

Colombia, el presidente Uribe gobierna con una coalición de derecha y es el mayor aliado que Estados Unidos tiene en América Latina.

Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Cuba, los primeros cuatro procuran establecer un sistema socialista que algunos llaman socialismo del siglo XXI. Aunque han realizado cambios sustanciales, tienen pendiente la organización de bases de apoyo sólidas. Bolivia es el que cuenta con los movimientos populares más importantes, que respaldan al presidente Evo Morales. Le siguen Nicaragua y el sandinismo, mientras que los presidentes de Venezuela y Ecuador están creando la fuerza política que necesitan. Cuba es, evidentemente, la que hace tiempo alcanzó la meta.

México, con el Tratado de Libre Comercio de América del norte se ha distanciado de América Latina.

¿Neo socialismo liberal?

En el cuadro señalado, parece obvio que la izquierda latinoamericana no está en los países que privilegian Estados Unidos y Europa, sino en aquellos a los que combaten. La mayoría de nuestras naciones practica lo que Keith Dixon, profesor de estudios anglófonos de la Universidad Stendhal de Grenoble, Francia, bautizó en 1998 como «neo socialismo liberal» a raíz de lo sucedido en Gran Bretaña después de la era Thatcher, cuando Tony Blair se convirtió en Primer Ministro. Cabe señalar que lo ocurrido con los ingleses sucedió en toda la Europa social demócrata, a medida que fueron muriendo sus grandes líderes: Bruno Kreisky en 1983, Olof Palme en 1986 y Willy Brandt en 1992. Sus sucesores se acercaron a Estados Unidos y se sumaron a sus políticas.

Regresando a Dixon, éste afirma que de una sociedad con valores de solidaridad y ayuda mutua, Gran Bretaña pasó a un régimen neoliberal percibido como «la patria simbólica» de todos los que querían terminar «con el viejo socialismo». Sostiene que Blair y su entonces secretario de Hacienda Gordon Brown hicieron la «reforma neolaborista» del Estado de Bienestar, la que «porta todos los signos de un desmantelamiento (que soñó Tahtcher, pero que estuvo fuera de su alcance)» y afirma que el triunfo de Blair fue también «el triunfo final de Thatcher», porque garantizaba que el thatcherismo sobreviviría al cambio de gobierno.

Los partidos y presidentes latinoamericanos considerados izquierdistas asumieron como propio el planteamiento de la «tercera vía» que promovió Blair, vía que sólo fue la adopción del neoliberalismo, porque nunca existió. Blair dejó el gobierno británico cuando empezó a sufrir derrotas políticas, lo reemplazó Brown, al que los legisladores de su partido demandan que deje ya el cargo que asumió apenas en junio del año pasado. Se lo pedirán formalmente cuando terminen las vacaciones de verano porque, dijeron,»está un poco oxidado» y ya no puede «persuadir» ni «entusiasmar» a nadie.

Así como los conservadores ingleses avanzan, algo similar les está pasando en América Latina a los gobiernos supuestamente de izquierda que tienen elecciones dentro de poco.

Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.