En un artículo reciente: «América Latina, um continente sem teoría» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84460) José Luís Fiori postula que «ya no existe una teoría que sea capaz de leer e interpretar la historia del continente, y fundamentar una estrategia coherente de construcción del futuro…» Para ello hace un somero repaso de la teoría liberal, después identifica tres corrientes […]
En un artículo reciente: «América Latina, um continente sem teoría»
(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84460) José Luís Fiori postula que «ya no existe una teoría que sea capaz de leer e interpretar la historia del continente, y fundamentar una estrategia coherente de construcción del futuro…» Para ello hace un somero repaso de la teoría liberal, después identifica tres corrientes del pensamiento latinoamericano inmersas en la llamada teoría de la dependencia para, por último, sustentar esa tesis central a partir de la conversión al neoliberalismo de los principales pensadores e intelectuales de una de esas corrientes encabezada por el sociólogo Fernando Herique Cardoso y su escuela de la dependencia.
En un acto que ya no sabe uno si es de prestidigitación o de mala fe el profesor Fiori nos cuenta y descubre que «América Latina carece de una teoría», es decir, de un pensamiento propio en el que apoyarse para pensar, entender y analizar la inserción del continente en el concierto internacional. Borra de un plumazo toda la tradición intelectual y teórica latinoamericana construida en los últimos ochenta años para informaros que se desencadenó un «apagón mental» que dejó en tinieblas la comprensión teórica y crítica de nuestro continente latinoamericano. Para ello nos recuerda lo obvio: que históricamente la teoría liberal (ahora neoliberal, agregamos nosotros) nunca construyó ─ni le interesó hacerlo─ un pensamiento propio sobre América Latina, simplemente porque no lo necesitaba y por el hecho de que bastaba su propia dominación económica, política y militar para imponer su visión del mundo de acuerdo con los postulados e intereses imperiales. Y evidentemente Fiori tiene toda la razón: desde la colonia, pasando por la independencia política de nuestros países latinoamericanos y la formación de sus Estados nacionales, hasta su conformación en modernos sistemas económicos capitalistas, dependientes, subdesarrollados y atrasados hasta le fecha (2009), los liberales de toda estirpe, desde la derecha hasta la ultraderecha y las vertientes socialdemócratas de moda, se dieron a la tarea de legitimar y justificar las relaciones de dominación económicas y políticas entre el llamado «centro», es decir, el imperialismo» y los países de la periferia subordinados estructuralmente a él, o sea, los países dependientes.
No hay que ser muy «letrados» para entender que el mejor tratado ultraliberal que consagra esta «amnesia epistemológica» con evidentes objetivos políticos, es el libro del norteamericano Walt Whitman Rostow 1 que , por cierto, tiene un subtitulo curioso pero significativo: un manifiesto no comunista . El objetivo fundamental del libro (como el de todos los liberales) es el de justificar teórica e ideológicamente la dominación que ejerce el imperialismo norteamericano sobre los países del (mal) llamado «tercer mundo» y de América Latina, en particular, sobre todo después de la segunda guerra mundial, con un afán estratégico: opacar el esfuerzo y el significado histórico que para los pueblos y la humanidad representó la gesta de la Revolución Cubana, que rompió con el «paradigma» del desarrollo capitalista impuesto por las potencias hegemónicas y por la misma CEPAL. Aquí, en este libro que comentamos, la historia del desarrollo en general es una sucesión y repetición de cinco etapas que, indefectiblemente asegura su autor, todos los países tienen que recorrer para «alcanzar» su «desarrollo». 2
Es obvio que el «modelo» ideal de economía y sociedad que está detrás de las formulaciones liberales y reaccionarias del desarrollo capitalista, es el representado por Estados Unidos y su american way of life , así como por algunos países imperialistas como Inglaterra o Francia, en el contorno del cual los subdesarrollados y, en particular, los de América Latina, se tienen irremediablemente que encuadrar. Toda la economía neoclásica conservadora, en distintos niveles de abstracción metodológica, repite este esquema lineal, idealista, descriptivo y a-histórico del desarrollo, lo mismo que la sociología funcionalista que floreció en Europa y Estados Unidos y que fue utilizada como marco teórico en América Latina por autores como, por ejemplo, Gino Germani. Aunque debemos reconocer que este autor la retoma de una manera crítica para formular una teoría de la transición y del cambio social a partir de la construcción de un modelo dicotómico de economía y de sociedad. 3 Otros autores como Aldo Solari o José Medina Echevarría avanzaron por la misma senda, aunque el último bajo el prisma teórico de Max Weber.
Para «sustentar» su afirmación de que América es un continente «sin teoría» (es decir: un «continente agnóstico»), Fiori identifica tres corrientes o vertientes de la teoría de la dependencia que, supuestamente, surgieron tanto del «desencanto» del «modelo» de industrialización por sustitución de importaciones pregonado por la CEPAL como «vía» del desarrollo, así como de la crítica de las tesis que desde la III Internacional bajo la hegemonía de Moscú ─y después de la segunda guerra mundial─ levantaron los Partidos Comunistas Latinoamericanos sustentadas en una caracterización de América Latina a partir de la articulación de los modos de producción y de una alianza estratégica antiimperialista de las «burguesías preventivas» con las fuerzas populares y progresistas que afianzaran la transición al socialismo.4 Como se sabe esta estrategia hizo trizas con el golpe militar de 1973 en Chile que depuso al gobierno constitucional de la Unidad Popular y fortaleció y extendió el ciclo de las dictaduras militares en América Latina que, por cierto, contribuyeron para acelerar y difundir el «apagón mental» a que hace referencia Fiori.
Las críticas no se hicieron esperar y autores como Ruy Mauro Marini, creador de la vertiente marxista de la teoría de la dependencia, junto con otros como Theotónio Dos Santos y Vania Bambirra en Brasil, las caracterizaron de endogenistas , en virtud del predominio que este tipo de análisis le otorga a los «factores internos» en la determinación del subdesarrollo y del atraso, tales como la acumulación originaria del capital, las estructuras de clase, la naturaleza del modo de producción o la dinámica de los mercados internos, colocando el mercado mundial y la división internacional del trabajo como «factores secundarios y externos».5
Otro autor que se abocó a la crítica del endogenismo en la versión del marxismo ortodoxo y de las tesis de la supuesta existencia del feudalismo en América Latina, fue André Gunder Frank en obras capitales donde demostró la existencia y continuidad del desarrollo capitalista en América Latina desde la temprana expansión colonial de las potencias ibéricas.6 De aquí su fórmula del desarrollo (capitalista) del subdesarrollo (también capitalista).
Las tres vertientes de la dependencia que identifica Fiori -y que para él representa «l a última tentativa de teorización latinoamericana del siglo XX«- que surgieron, además, al calor de acontecimientos históricos como el estallido y triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, la crisis capitalista y la sucesión de golpes militares que se extenderán a lo largo de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado en América Latina, las identifica como: a) la marxista que, según él, consideraba que el imperialismo y el desarrollo capitalista de los países centrales «impedían» el desarrollo del capitalismo dependiente, tesis que resulta completamente falsa en los que respecta a los autores marxistas de la dependencia; b) la «cepalina» que postulaba la industrialización por sustitución de importaciones, la expansión de los mercados internos y la implementación de reformas estructurales para «afianzar» el desarrollo. Por último, c) la «cepalino-marxista» que comanda el sociólogo y luego presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso 7 , y que Fiori considera que es la que «tuvo más larga vida y efectos más «sorprendentes» debido a tres razones fundamentales: 1) porque defiende la viabilidad del capitalismo, 2) porque sustenta una estrategia de desarrollo «dependiente y asociado» con los países centrales (¿?), y 3) porque de esta corriente salieron algunos líderes e intelectuales de la «restauración neoliberal» como el mismo FHC, Luiz Carlos Bresser-Pereira o Guido Mantega, actual Secretario de Hacienda de Brasil del gobierno lulista.
Hay que aclarar que tanto Bresser como Mantega mantienen la misma opinión que Fiori, el primero cuando habla de la «nueva dependencia» y del «social-desarrollismo» y el segundo cuando se encuadra en autores que, dice, pertenecen a la «nueva izquierda» de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Lo sustancial en los tres (Bresser, Mantega y Fiori) radica en que le atribuyen a esta corriente de pensamiento 8 , indebidamente, la paternidad de la teoría de la dependencia, escondiendo que ésta representa sólo una de sus vertientes, al lado de la teoría marxista de la dependencia que es la que trasciende el universo teórico-ideológico del reformismo.
En un importante ensayo 9 Marini crítica y desnuda las tesis sociologistas y socialdemócratas de Fernando Henrique Cardoso y José Serra -y, por ende, las del grupo de representan― y las caracteriza como un «neo-desarrollismo vergonzante» (p. 103) que, en al ámbito brasileño, filtra las tesis de la «interdependencia» y ubica al Brasil frente a un desarrollo al estilo norteamericano y europeo que lo coloca en el mismo rango que los países desarrollados borrando todas las diferencias estructurales en materia de dependencia (económica, financiera, científica y tecnológica). Por eso no extraña en absoluto que Fiori capte el momento predominante del «apagón mental» que, según él, ocurre en América Latina con el abandono del «latinoamericanismo» por parte de uno de los más prominentes representantes de esta corriente de pensamiento: Luiz Carlos Bresser-Pereira ─ que por cierto caracterizó el golpe militar de 1964 en su país como «la revolución del 64» 10 ─ cuando éste se adhiere al liberalismo a secas. Lo que ocurre, y oculta Fiori, es que efectivamente se apagó y dejó de existir esa corriente weberiana y reformista de la dependencia, y con mayor fuerza, con la conversión y la praxis neoliberal de Cardoso como presidente del Brasil11 -junto a otras como las endogenistas que desaparecieron de la faz de la tierra con la extinción de los partidos comunistas y de la Unión Soviética-. Pero de ninguna manera se sofocó o se acabaron las teorías latinoamericanas como piensa Fiori. Por el contrario estas fueron víctimas del neoliberalismo y del pensamiento único, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, cuando se les impusieron los marcos teórico-ideológicos de las formulaciones eurocéntricas y neoliberales sustentadas en las reformas del Estado y del mercado. En la actualidad asistimos a un gran esfuerzo de resurrección del marxismo, del pensamiento crítico y de la teoría de la dependencia frente a la crisis global del capitalismo y de sus principales formas dominantes de pensamiento. El objetivo consiste en renovar nuestro pensamiento, reformular categorías y conceptos y paralelamente, buscar los caminos y estrategias de la transición que transciendan radicalmente el orden civilizatorio del capitalismo en crisis.
Por otro lado, la vertiente marxista de la dependencia nunca postuló, como afirma Fiori (recordando y asumiendo las tesis de Cardoso y de su escuela), que el desarrollo capitalista quedará bloqueado debido a la existencia del imperialismo y de su dinámica de desarrollo en los centros. Esta es una mala interpretación de todo un debate que ocurrió en América Latina en el curso de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Cardoso achaca a la teoría de la dependencia, en particular a la vertiente marxista, ser portadora de «tesis estancacionistas», pero el mismo Marini se encargó en varias ocasiones de aclarar el tema al respecto y enfatizar que la teoría de la dependencia nunca postuló una concepción estancacionista del desarrollo capitalista en América Latina y en general en los países dependientes. Por el contrario, demostró que fueron precisamente autores como Celso Furtado y el mismo Cardoso, así como el chileno Aníbal Pinto, quienes asumieron las tesis del estancamiento económico latinoamericano pidiendo a gritos la intervención del Estado para «salvar» al sistema. Por ejemplo, el enfoque estructuralista de Celso Furtado le permite inferir una tendencia hacia el estancamiento económico de América Latina, debido, entre otros factores, al estrangulamiento del crecimiento que provocan tanto la propensión a la concentración del progreso técnico en las unidades productivas más eficientes y rentables como la aguda concentración del ingreso. Es así como expresa Celso Furtado que «En el caso más general, la declinación en la eficiencia económica provoca directamente el estancamiento económico»12 y más adelante concluye: «En este sentido se puede atribuir al problema del estancamiento económico un carácter estructural».13
En cambio en Marini abundan pasajes en sus obras donde se puede inferir que para él, el capitalismo se desarrolla (no se estanca) en conjunción con su carácter dependiente del capitalismo mundial. Por ejemplo cuando afirma que: «La economía exportadora es, pues, algo más que el producto de una economía internacional fundada en la especialización productiva: es una formación social basada en el modo capitalista de producción, que acentúa hasta el límite las contradicciones que le son propias. Al hacerlo, configura de manera específica las relaciones de explotación en que se basa, y crea un ciclo de capital que tiende a reproducir en escala ampliada la dependencia en que se encuentra frente a la economía internacional».14
La economía industrial latinoamericana emerge -sobre las bases socio-económicas y políticas de la vieja economía exportadora que se desarrolló entre 1850 y 1930-50, según los países- en el período de la industrialización por sustitución de importaciones para el mercado interno que ocurre entre 1930-1950 y finales de la década de los setenta del siglo pasado profundizando el capitalismo, el atraso y la dependencia.15 Por lo tanto, concluimos que las tesis de Marini son exactamente el anverso de las que postulan el estancamiento del capitalismo y que, por el contrario, demuestran fehacientemente que el desarrollo del modo de producción capitalista universal con eje en los centros, y comandado por el imperialismo norteamericano, genera desarrollo capitalista en las periferias, pero dependiente, profundizando los fenómenos de dependencia, subdesarrollo y atraso para los países y la población. A lo que coadyuva, contrariamente a los postulados de la economía neoclásica y del neo-estructuralismo, como el de Fiori16, el desarrollo tecnológico, la aplicación de la ciencia a los procesos productivos y la inversión extranjera directa que se aplica en las economías dependientes de América Latina y que históricamente no han hecho más que acelerar las transferencias de valor y de plusvalor (en una suerte de afirmación y profundización del intercambio desigual) hacia las economías del capitalismo desarrollado y engrosar el endeudamiento externo de la región.17
Estas reflexiones eran necesarias para mostrar que el tema de la dependencia no está acabado; por el contrario requiere desarrollar la teoría ciertamente, creando nuevas categorías y conceptos analíticos sobre la base de la recuperación de nuestro extenso y rico pensamiento teórico y crítico latinoamericano. América Latina tiene pueblos e intelectuales comprometidos con el quehacer de nutrir un pensamiento propio y autónomo en función de la crítica de todas las teorías dominantes del orden capitalista existente con el afán de trascenderlo.
Finalmente, frente al anuncio soberano de Fiori en relación con el hecho de que «en el caso de los intelectuales progresistas del continente, es una mala noticia saber que ya no existe una teoría capaz de leer e interpretar la historia del continente, y fundamentar una estrategia coherente de construcción del futuro», la buena consiste en comunicar que los pueblos, las comunidades, los intelectuales progresistas y de izquierda y los movimientos populares se están dando a la tarea de construir sus propias teorías, con fuerte raigambre en el marxismo y en el pensamiento crítico, para forjar sus propias concepciones acerca del cambio social y la transición de América Latina en el contexto de la crisis estructural y civilizatoria del modo capitalista de producción y de sus marcos teóricos e ideológicos que construyó el capitalismo y el imperialismo en los últimos 200 años.
1 Walt Whitman Rostow, Las etapas del crecimiento económico, publicado originalmente en 1960, en castellano el Fondo de Cultura Económica lo editó en México en 1974.
2En este proceso el «desarrollo» se divide en cinco etapas lineales y sucesivas: a) la sociedad tradicional, b) las condiciones previas para el impulso inicial o despegue c) el impulso inicial propiamente dicho, ch) la madurez y, por último, e) el consumo de masas de bienes y servicios por la población, Rostow, op. cit., p. 16. Realizamos una crítica a esta formulación en nuestro libro: América Latina, de crisis y paradigmas: la teoría de la dependencia en siglo XXI, coedición Editorial Plaza y Valdés-FCPyS-UOM, México, 2005 . Existe edición en portugués: Teoria da Dependência e Desenvolvimento do Capitalismo na América Latina, Editora Praxis, Londrina, Parana, Brasil, 2008. Al respecto véase también la respuesta de André Gunder Frank a dos ultraliberales, «Carta abierta acerca de Chile a Arnold Harberger y Milton Friedman», Bogotá, Ideología y Sociedad , enero-marzo de 1977, pp. 61-90.
3 Véase: Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Buenos Aires, Paidós, 1968, así como sus libros: La sociología en la América Latina, Buenos Aires, Eudeba, 1964 y Sociología de la modernización, Buenos Aires, Paidós. 1969.
4 Al respecto véanse de Agustín Cueva, «Itinerario del marxismo latinoamericano», en Nexos, núm. 102, México, 1986, pp. 25-37; El desarrollo de capitalismo en América Latina, México, Siglo xxi, 1993,14ª edición y » Problemas y perspectivas de la teoría de la dependencia», en revista Historia y Sociedad, núm. 3, México otoño de 1974, pp. 55-77.
5 V éase: Ruy Mauro Marini, América Latina: dependência e integração, Sao Paulo, Brasil Urgente, 1992.
6 Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Buenos Aires, Siglo xxi, 1974 y El subdesarrollo del desarrollo. Un ensayo autobiográfico, Caracas, Nueva Sociedad, 1991, sin olvidar su libro: Lumpenburguesía : lumpendesarrollo , Santiago de Chile, Ediciones Periferia, 1973. Publicada en 1949, con su categoría de capitalismo colonial , consideramos la obra de Sergio Bagú, Economía de la sociedad colonial. Ensayo de historia comparada de América Latina, México, 1992, coedición, Grijalbo-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, como pionera de los estudios sobre la naturaleza del capitalismo en América Latina.
7 Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, México, Siglo xxi, 1969. Esta obra sirve de marco teórico a la corriente reformista y weberiana de los autores de la dependencia como es el caso, por ejemplo, de Lidia Goldenstein, Repensando a dependencia, Paz e Terra, 1994, donde sostiene que la «salida» de la crisis y la recuperación del crecimiento en Brasil radica en profundizar el modelo capitalista, y no en superarlo, como sería, en consecuencia, el planteamiento clásico de la vertiente marxista de la dependencia.
8 Para una crítica de estos autores véase: Carlos Eduardo Martins y Adrián Sotelo Valencia, «La teoría de la dependencia y el pensamiento crítico brasileño, crítica a Luiz Carlos Bresser y a Guido Mantega», en Aportes, núm. 7, México, Universidad Autónoma de Puebla, enero-abril de 1998, pp. 73-93. Hay versión en portugués: «A teoria da dependencia e o pensamento economico brasileiro-critica a Bresser e Mantega», en la Memoria del III Encontro Nacional de Economia Politica, Volumen I, Universidad Federal Fluminense, Rio de Janeiro, Brasil, junio de 1998, pp. 416-431.
9 Ruy Mauro Marini, «Las razones del neo-desarrollismo» (respuesta a Fernando Enrique Cardoso y José Serra), Revista Mexicana de Sociología, Año XL/VOL. XL, Núm. Extraordinario (E), México, IIS-UNAM, pp. 1978: 57-106.
10 Cf. Carlos Eduardo Martins y Adrián Sotelo, op. cit., p. 74.
11 Para ubicar las tesis neoliberales de la interdependencia de Cardoso, se puede consultar su: A arte da política. A história que vivi, C ivilização Brasileira, RJ, 2006.
12 Celso Furtado, Subdesarrollo y estancamiento en América Latina, Buenos Aires, Eudeba, 1966, p. 97.
13 Ibíd., p. 100.
14 Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, ERA, México, 1973, p. 53.
15 Debemos aclarar que en el caso de Brasil el proceso industrializador se extiende hasta los primeros años de la década de los noventa, especialmente, hasta el final del gobierno de José Sarney (marzo de 1985-marzo de 1990). El neoliberalismo se va a profundizar con el gobierno de Fernando Collor de Melo (marzo de 1990-diciembre de 1992) cuando, por ejemplo, en México ya llevaba por lo menos una década de imposición. Para un análisis del proceso neoliberal en Brasil a través de gobiernos aparentemente diferentes como los de FHC y de Lula, consúltese el libro de Ricardo Antunes, A desertificação neoliberal no Brasil (Collor, FHC e Lula), Autores Associados, São Paulo, 2004.
16 De este Autor véase su O Vôo da Coruja. Para reler o desenvolvimentismo brasileiro, Editora Record, RJ- São Paulo, 2003. Versión neo-estructuralista del desarrollo apoyada en la teoría de la larga duración de F. Braudel para analizar la articulación entre estructura y coyuntura en el marco de la democratización del Estado (capitalista) brasileño.
17 Esta tesis la desarrolla Marini en: «El ciclo del capital en la economía dependiente», en Úrsula Oswald (coord.), Mercado y dependencia, México, Nueva Imagen, 1979, pp. 37-55.