En Colombia se ha venido planteando que el debate político electoral presidencial ha tenido un giro. Ya los candidatos no están centrados alrededor de la paz, que parece se volvió secundaria al interés de la opinión y los futuros votantes, sino que están concentrados en el campo político ideológico de izquierda y derecha, a razón […]
En Colombia se ha venido planteando que el debate político electoral presidencial ha tenido un giro. Ya los candidatos no están centrados alrededor de la paz, que parece se volvió secundaria al interés de la opinión y los futuros votantes, sino que están concentrados en el campo político ideológico de izquierda y derecha, a razón de la ascendencia del llamado «fenómeno Petro», y de la repuntada en las últimas semanas del candidato de la coalición de la ultraderecha, Iván Duque. Todo apunta a que ambos serán los elegidos en la consulta que se vivirá este 11 de marzo en la jornada por las elecciones legislativas. Pero el pegamento de ese giro en una agenda polarizada, sigue amarrado a la política del amor o del odio. Ese es el continuum del cambio de escenario de discusión electoral.
Pero la agenda de paz sigue tras escena y no de cualquier modo. A ojo de buen cubero, sin mucho esfuerzo, se puede observar de manera clara que un grupo de las candidaturas ha apoyado y apoya la paz en Colombia, y el otro se opuso de manera radical y sigue desplegando un discurso para la guerra. Es cierto que en las mediciones en la opinión de los temas de agenda del país, el acuerdo de paz no es prioritario para la gente, pero sigue estando detrás de bambalinas en las prácticas, emociones y sentimientos que tratan de movilizar a la ciudadanía, tras la polarización vivida en el país a raíz del plebiscito por la paz. La derecha sigue tratando de capitalizar los votantes del «No» dando continuidad a la estrategia de votar verracos contra las propuestas que propone la izquierda y asumiendo distintos repertorios de distorsión. La izquierda busca atraer a los votantes del «Sí» adhiriendo a la construcción de la paz la demanda de nuevos temas que preocupan a un sector de la sociedad como la desigualdad, el cambio climático y la corrupción.
A esto se ha venido sumando, con más peso, el discurso político de tiempos de guerra fría de la ultraderecha. La falacia que vienen pregonando del supuesto «castrochavismo» que representa Petro, con su ingrediente de ignorancia, mentira y odio, y que fue el coctel predilecto -confesado por ellos mismos- para oponerse a la firma del acuerdo de paz y hacer la promesa de acabarlo estando en el poder. Lo que esto muestra, es que siguen cabalgando sobre la idea del nuevo enemigo interno y profundizando la polarización del país. Terminada la negociación con las FARC, el nuevo enemigo en el debate electoral es Petro. Sin embargo, a Iván Duque, «el elegido de Uribe», le toca presentarse como el candidato de la renovación, la esperanza y el consenso, haciendo maromas para decirle al país que no volverán trizas el acuerdo de paz y cargando con el fardo de la sombra de Uribe y su séquito más reaccionario, con una estela de escándalos en los últimos meses por investigaciones judiciales contra el expresidente y con una imagen saturada ante el país. Así que es poco de la cacareada renovación y más de lo mismo.
Artículo de opinión en Agencia de Prensa IPC: http://wp.me/p6ZuQq-2ws