La filósofa feminista, discípula de Celia Amorós, participó en el foro de pensamiento Avivament y ofrece una lectura con perspectiva de los filósofos clásicos.
«Los hombres de izquierdas no pueden estar a favor de la prostitución y de los vientres de alquiler si defienden un mundo en el que todo no se puede comprar y vender». Así respondía Ana de Miguel a la primera pregunta posterior a su intervención en el foro de pensamiento Avivament de este viernes en Valencia y de un plumazo recordaba que el feminismo, si no cuestiona las estructuras de poder, sirve de poco.
Ana de Miguel no necesita presentación. Pero, para los recién llegados, un resumen: filósofa y feminista consagrada, discípula de Amelia Valcárcel y Celia Amorós, profesora de Filosofía Moral y Política en la Universidad Rey Juan Carlos, ha escrito la bibliografía básica para hacer una introducción al feminismo radical. Entre su obra destaca Como leer a John Stuart Mill, Alejandra Kollontai y Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Junto a la valenciana Celia Amorós, ha editado los tres volúmenes de Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización, una actualización de la historia del pensamiento feminista.
Considera que en el feminismo la teoría es crucial, que ayuda a ver un sistema casi invisible. Y, tomando esta lección de sus maestras, que la mirada se construye, que el conocimiento es crucial. «En España hemos tenido maestras que nos hicieron darnos cuenta -a las feministas militantes- de la importancia del conocimiento», narraba la filósofa.
Basta leer el título de sus libros para saber cuál es la perspectiva de De Miguel. Un feminismo sin medias tintas, abolicionista y que busca la emancipación de la mujer cortando los problemas de raíz. «No transformaremos la sociedad si nos quedamos en la condena. Hay que conocer las causas para erradicar la violencia», exponía ante un auditorio repleto de mujeres -y algún hombre- atentas. Para la filósofa, estos deberían preguntarse cómo históricamente «nos han hecho eso a las mujeres». Y por «eso» se refería a las prácticas de dominación patriarcal.
Ana de Miguel plantea que el patriarcado no nace en las religiones monoteistas, ni en la modernidad, ni en el medievo. Sus orígenes se remontan a los anteriores de la filosofía, ya que, por ejemplo, Aristóteles ya organizó su pensamiento viciado, reduciendo a las mujeres a simples «vasijas» con las que concebir.
Así, pasando por San Agustín y Nietzsche, hace un repaso por las principales aportaciones a la filosofía, para llegar a concluir que «los grandes filósofos han engendrado la desigualdad» y se debe «hacer un ajuste de cuentas con esta filosofía» en las aulas. La académica no se refiere a dejar de impartir estos autores, si no a explicar a los alumnos «que hay dos verdades: una para los hombres y otra para las mujeres», en referencia al planteamiento de su papel en el mundo que hacen los autores.
Sobre esta idea de la doble verdad ha escrito bastante las últimas semanas, especialmente después del 8M, donde destaca la presencia masculina. «Nuestra sociedad enseña que tenemos que ser iguales, los chicos vienen a las manifestaciones, pero luego aprenden que la mujer es un ser que debe hacer su vida más agradable -dice citando a Russeau- y eso lo aprenden con lo relacionado con el sexo. Saben que no pueden pegar y humillar a una mujer, que no pueden llamarla guarra, puta o zorra, y en el porno eso es lo más flojo que encuentran», relata de Miguel.
Además, considera, la prostitución indica que no deben poner límites al deseo; «pueden encontrar mujeres de todas las razas, con todos los rasgos y a todos los precios… Solo hay que traer un poco de dinero en el bolsillo», explicaba indignada. Y esto, concluía, «es consecuencia del neoliberalismo más destructor» en una sociedad en la que todo se puede comprar y vender. Hasta las personas. Sobre las reivindicaciones del cuerpo y la mercantilización de algunas corrientes feministas, la filósofa tiene claro que no hay que caer en esa trampa.
Las feministas desde los años sesenta «lucharon por dejar de ser un cuerpo y ahora otras vienen con teorías del cuerpo no normativo, que no hace falta ya ni que pienses para ser transgresora», ironizaba. «No es cuestión de cuerpos, somos personas (…) hemos pasado del ‘mi cuerpo es mío’ a ‘es mi mercancía», lamentaba.
Por último, retomaba el tema de la libertad sexual como excusa para defender la prostitución y hacer de cortina de humo respecto a problemas como la precariedad laboral y la inseguridad económica. «Nos hacen pensar que la libertad es la sexual, acostarte con quien quieras y hacer una orgía, nadie cree ya que la libre elección sea por ejemplo ver en qué trabajo te sientes más realizado». En lugar de eso, «tenemos a chicas discutiendo ver si es bueno para el feminismo o no ir con minifalda».
Foto: Un salón de actos repleto para escuchar a Ana de Miguel