“¡Son menores de edad! ¡”profe”! ¡Son menores de edad!. Se escucha a una de las manifestantes gritarle al profesor Leonardo Jaimes, quien luego fuera individualizado y señalado de instigador por estos hechos. En ese momento, el docente cumplía su labor como Defensor de Derechos Humanos. Lo ocurrido es muy grave, pero no por las razones que fueron expuestas por el medio de comunicación TRO, que en su nota televisiva señaló que las “mal llamadas” manifestaciones, son el producto de factores que confluyen y chocan, a saber: jóvenes adoctrinados, sin voluntad ni criterio; profesores negligentes que estarían adoctrinando a sus estudiantes para que salgan a formar el caos en las ciudades; policías víctimas y héroes representando el papel de mediadores y buscadores del orden. Esto, bajo un esquema en el que usan “especialistas” que más que eso parecen videntes y a través los cuales se establece el foco de opinión desde el que se narran los hechos, y se invierten los roles y los valores sobre los que se ejerce la interpretación.
Intentan mostrar ante la opinión pública a los jóvenes como entes sin subjetividad que siguen las órdenes de personas que buscan adoctrinarlos en ideologías radicales de izquierda, expuestos a la realidad, pero sin alma. Jóvenes cuya “ausencia de pensamiento” los exime de maldad. Nada más lejos de la juventud que una interpretación que la relega a ocupar perpetuamente el lugar del futuro en la política y en la vida, so pretexto de mantener la seguridad. Si los jóvenes salieron a protestar tienen sus razones, y quien quisiera podría consultar las cifras de líderes sociales asesinados, las masacres contra jóvenes y niños, podría ir más allá y revisar quiénes están detrás de estos hechos, y de quiénes, mientras el país convulsiona, se benefician. ¡Si quieren romper, que rompan!
Junto con la imagen del estudiante “ente”, intentan promover la imagen del profesor adoctrinador que los incita al caos. Se le muestra como un sujeto que debería ser pasivo ante los hechos atroces que ocurren en el país, que no debería cargar con las labores del cuidado de los miles de jóvenes que son diariamente abortados por la sociedad, y que debería, en consecuencia, guardar silencio frente a las atrocidades que se comenten contra sus estudiantes.
Este estereotipo se completa y sustenta bajo dos esquemas que son falacias argumentativas: el primero Falalcia ad hominem que consiste en atacar a una persona por encima de su argumentación. Y el segundo, el uso de argumentos de autoridad parcializados y con un sesgo político e ideológico claro.
Argumentos de autoridad
Este último se ampara bajo el brazo de “especialistas” que establecen una opinión sobre un tema determinado, desviando el foco de atención del discurso de la cuestión central: ¿qué hace un funcionario de la fuerza pública llevándose a menores de edad sin dar cuenta del paradero de ellos?, y poniéndolo sobre el ornato y la comisión de actos vandálicos: “¿qué es lo que puede estar ocurriendo con este tipo de manifestaciones que terminan infiltradas por algunas personas que lo único que hacen es hacer actos vandálicos, y dañar la imagen de nuestra ciudad?”
A lo que el preguntado, Julio Acelas, responde
“(…) confluyen procesos de desempleo, confluyen igualmente acción, táctica y estratégica de organizaciones políticas legales e ilegales que quieren aprovechar la protesta para generar caos, entonces, todo ese caldo de cultivo que fue represado, más con la pandemia, digamos, y ahora con el levantamiento del aislamiento y el encierro, se desborda y sale, lo que pasó el viernes, digamos en un segundo momento en el parque, fue la acción de un grupo de (—) básicamente (—) había un interés claro en generar caos, en partir vidrios, etcétera, en cerrar las vías (…)” (Canal TRO, emisión —, 2020)
Como puede observarse, dentro de su discurso establece como argumento central que las protestas son el producto de muchos factores, que sumados, se desbordan, pero que están siendo gestionados por personas con intereses políticos claros y con una acción política planeada. A continuación, afirma que:
(…) y obviamente aquí también es hay una observación sobre la policía, la policía viene de un escenario de orden público, producto del conflicto armado, muy complicado, y le ha quedado muy difícil en asumir un metodología incluyente en función de los Derechos Humanos, para tratar la protesta ciudadana, y sobre todo de comprender que quienes protestan no son potenciales delincuentes, ni terroristas, sino que son ciudadanos con derechos, entonces, producto de esas confluencias, de esos encuentros agresivos, se produce la acción de organizaciones políticas, legales o ilegales que se aprovechan de la protesta para generar caos y desorden Lo del viernes en la tarde sin duda que confluye en la acción política de organizaciones de izquierda radical que quieren generar caos y aprovecharse de la situación. (…)
De esta manera justifica las acciones desproporcionadas de la policía, diciendo que todavía deben aprender, como lo hizo el medio Semana tiempo atrás, hablando de la gestión de Iván Duque. De igual manera, tal y como se había señalado, caricaturiza a los jóvenes como producto de un caldo de cultivo de violencias que están siendo manipulados por organizaciones políticas legales o ilegales, tal afirmación es de suma gravedad, por cuanto permite identificar claramente la intención de seguir persiguiendo al movimiento popular y a todas sus expresiones, con la connivencia de los medios de comunicación, que sólo benefician al estado y su sistema represivo. Señala, además, directamente a las organizaciones que defienden los derechos humanos y otras que ejercen la política desde, lo que ellos llaman “la sociedad civil” como instigadores del caos, y por tanto como quienes se benefician directamente de la comisión de delitos por parte de las fuerzas militares y policiales. En este sentido, es clara la inversión de valores que hace el periodista junto con el especialista, quien establece y enfatiza sobre la responsabilidad del Defensor de Derechos Humanos, y además profesor, respecto de los actos criminales o de abuso cometidos por la fuerza pública. ¿quién es el héroe? ¿quiénes las víctimas? Los policías, quienes a pesar de haber vivido los avatares del conflicto, todavía luchan por mantener la seguridad y el orden.
Pero, no contentos con esto, reiteran:
“Julio, quiero hacerle una pregunta, y que hagamos énfasis en algo que acabamos de mostrar aquí en Oriente Noticias y es el video donde se observa a una persona llamar “profe” a otra que hace parte de esta manifestación y que abre el interrogante si los profesores o algunos profesores estarían incentivando a sus estudiantes a participar en este tipo de marchas y por qué no, a participar en actos vandálicos”.
A lo que Acelas, responde:
la mayoría de quienes participan en estas protestas son jóvenes, entre 15 y 18 años y de 25, 30 años, las víctimas también son jóvenes, el desempleo juvenil en Colombia, está en unas tasas arriba del 30% lo malo a mí no me parece malo que participen en las protestas, ni que algunos profesores los inviten, a mí lo que me parece complicado es que se utilicen las aulas de clase para adoctrinar en función de ciertos credos políticos e ideológicos, donde no haya contraste, donde no haya debate, donde no se miren todas las posturas, y se terminen asumiendo posturas ideológicas radicales antisistémicas, que solamente creen en la violencia y en el derrocamiento del Estado, ahí eso es lo que me parece perverso. Y que si la policía, tiene información concreta de que hay profesores que están… recuerde usted que no hay clases, en la UIS no hay clases, en los colegios tampoco hay clase, si hay profesores que están obligando que están adoctrinando de una manera asimétrica s sus estudiantes, si hay información que judicialicen, que denuncien a estos profesores y ojalá los lleven ante la ley. Me parece que es bueno individualizar los casos.
Falacia Ad Homminem
Eso, después de haber mostrado la imagen del profesor y Defensor de Derechos Humanos Leonardo Jaimes, y de haberlo señalado como ‘uno de los posibles responsables de la instigación a los actos vandálicos ocurridos en la ciudad y que tiene en alerta a las autoridades’ quien, tal y como puede constatarse en el video es el único que está velando por los derechos de los jóvenes, y aún más, el único a quien hasta ahora se declara que van a investigar.
¿Qué pasa por la cabeza de los medios? Es la pregunta que una se hace, nada más comprobar el estado de indefensión en el que han sido y son atacados los jóvenes a diario en todas partes del país, ¿por qué un profesor no puede defender los derechos de sus estudiantes? ¿por qué no se investiga a los agentes de policía que participaron de estos hechos delictivos y que deberían estar plenamente identificados? ¿por qué se construye una agenda política tan ajena a los movimientos populares que cada vez están más cansados, pero más despiertos?
A pesar de que las preguntas parecen caóticas, nada más lejos de la realidad, la intención comunicativa, que describe la forma en la que se organiza el discurso para decir lo que se quiere decir, muestra varios elementos que resultan útiles a la interpretación, por un lado, la reiteración sobre un foco, pero además la construcción de un discurso sesgado que se va tejiendo a medida que aparecen en escena los personajes:
1. El periodista/ presentador/ narrador, 2. El especialista/ prestidigitador; 3. El héroe/ víctima, encarnado por la policía, 4. El profesor/defensor de derechos humanos/ villano y, por último 3. La juventud ente del caos. Cada una de las imágenes que se pone en tránsito generan espacios de identificación y desidentificación con los hablantes, que en último término impiden la interpelación clara y directa. En ningún momento se ponen las voces de los jóvenes manifestantes, ni de sus indignaciones, ni de las indignaciones de las personas que los esperaban en sus casas, jamás salieron a la luz las torturas y tratamientos vejatorios de la dignidad de quienes fueron injustamente detenidos. Los “muchachos vagos” que salieron a marchar y que salieron a romper, lo hicieron bajo la forma de violencia más bella, que es la que se ejerce por parte de los oprimidos. Pero fue mostrada como la acción violenta de personas perversas.
El lenguaje mediante el que se justificaron estas afirmaciones, se sienta sobre arquetipos que distinguen el hombre honorable y estudioso, el ciudadano de bien, encarnado en la figura de “los especialistas” (que entre otras cosas, usan erróneamente la categoría ‘antisistémico’, y la palabra ‘excenario’), del profesor, villano, adoctrinador, instigador, Leonardo Jaimes, Defensor de Derechos Humanos, que según Acelas, pertenece al Congreso de los Pueblos y al comité de Presos Políticos, y a quien tienen “plenamente identificado”, pero de quien no saben nada, tal y como se ha ido dejando entrever:
El caso que vemos ahí él es un defensor de Derechos Humanos de vieja data, que hace parte del Congreso de los Pueblos, que hace parte del comité de Defensa de los Presos Políticos, y que ha sido un hombre público en la UIS, fue profesor de la UIS… él me imagino que llevaba, o iba a la protesta con algunos militantes del Congreso de los Pueblos, y de grupos estudiantiles, que de alguna manera son proclives a este tipo de opciones políticas, es decir, de opciones radicales contra el estado, antisitémicas y que además su foco es la brutalidad policial, o así lo llaman. Entonces, si hay indicios de violación de la ley, de comisión de delitos— (Julio Acelas)
En esta matriz mediática del Canal regional TRO, sustentada en la voz del “especialista”, se concreta el señalamiento del reconocido defensor y profesor universitario Leonardo Jaimes quien trabaja en distintos escenarios de denuncia y de defensa de los derechos de los pueblos. Acciones como la descrita, ponen el riesgo su vida, así como de otros/as integrantes de la Corporación de la que hace parte: El Equipo Jurídico Pueblos, lo cual vemos con enojo e indignación.
Pero además, deja entredicho el papel de los medios, en relación con la lectura de los hechos atroces a los que están expuestos nuestros niños y niñas, nuestros defensores y defensoras, al igual que sus familias y amigxs. Este tipo de hechos, lejos de poner en evidencia la realidad del país, demuestran el estado totalitario y fascista que pone en peligro la vida de sus ciudadanos y mantiene obedientes a quienes, siendo parte del pueblo, se vuelcan violenta y absurdamente contra él. Quedan en cuestión las instituciones del Estado que guardan silencio cómplice frente a hechos de magnitud semejante y llama a la ciudadanía a seguirse levantando en contra de la injusticia. ¿Acaso no es justa y digna la rabia de los jóvenes? ¿acaso no es preciso que más profesores salgan a las calles a defender a sus alumnos? ¿acaso no son delincuentes aquellos que mutilan, matan y desaparecen?