Buenas tardes y gracias por su presencia. Antes de comenzar quiero señalar el magnífico trabajo de edición que ha realizado la editorial Arte y Literatura con esta novela, y agradecer también a Iroel Sánchez sus palabras que van más allá de una presentación formal pues interrogan y responden al qué y al por qué de […]
Buenas tardes y gracias por su presencia. Antes de comenzar quiero señalar el magnífico trabajo de edición que ha realizado la editorial Arte y Literatura con esta novela, y agradecer también a Iroel Sánchez sus palabras que van más allá de una presentación formal pues interrogan y responden al qué y al por qué de un texto literario tal como entiendo debiera hacer la crítica literaria.
El escritor Rodolfo Fogwill, declaró en una ocasión: «Escribo para conservar el arte de contar sin sacrificar el ejercicio de pensar… Creo que es mucho más importante pensar que contar, pero para imponer el arte de pensar hay que contar. La razón no se sostiene sin relatos».
Querer narrar desde el arte de pensar significa también querer narrar desde la conciencia del tiempo, del pasado y del futuro. He leído en estos días una muy interesante novela argentina, Llavallol, escrita por Carlos Senin y Omar Neri, que trata de una posible situación inminente en la cual el futuro habría sido abolido y, con él, el pasado; cada 31 de diciembre se reinicia el mismo año en un Presente continuo escrito con mayúscula. Sólo un pocas personas, condenadas a la clandestinidad, se ocupan de «luchar por la vuelta de los que se fueron del Presente, los desaparecidos y excluidos de este siglo», y al luchar por ese regreso, luchan también para que el futuro vuelva a ser posible.
En las narraciones dominantes en mi país y en las que nos llegan de fuera, sobre todo de los países anglosajones, ocurre también que se habita un Presente continuo, apenas hay futuro luego apenas hay política, porque la política es, a su modo, la construcción en común del tiempo. Nos quedaría el espacio, el territorio. Ahora bien: ¿a qué se reduce el territorio si el tiempo desaparece? A un decorado del yo, a un paisaje cuya única función es reflejar un estado de ánimo casi siempre existencialista. Convertidas en paisajes anímicos, numerosas novelas se plantean a menudo como invención/expresión del yo; en última instancia, como autoayuda individualista.
Por el contrario, Acceso no autorizado está escrita desde la idea de que la historia continúa. He abordado en ella, como en parte en Lo real, la situación del llamado Partido Socialista Obrero Español, pero no ya de forma indirecta, con personajes que mantienen relación con él, sino entrando directamente en el funcionamiento de un gobierno en el poder a través del personaje de una vicepresidenta. El origen de la novela lo sitúo en el artículo que escribí tras la muerte de la escritora Carmen Martín Gaite, en el año 2000. Se titulaba «El sí de cada no» y en él decía: «Ésta es la historia de los que dicen no. Carmen Martín Gaite la escribió para ellos y para ellas antes de irse. El no puede ser pequeño como un anillo o grande como la copa de un árbol. Puede ser muy difícil o sólo un poco difícil. (…) Hay un mundo entero de cosas que no pasan, y, aunque no lo sepamos, las cosas que no pasan, los actos que no se hacen, son las patas de madera que de verdad sujetan la mesa de un país; por eso, a veces parece que los países flotan y son muy débiles, lo parece cuando detrás de todas las cosas que sí se hacen no hay casi ninguna a la que se haya dicho no. (…)». Aquí en Cuba ustedes saben de las consecuencias -a veces muy duras- y de la potencia -a veces inmensa- que nace de haber dicho no al imperio más poderoso.
La novela, como tal vez sepan, comienza con el cursor moviéndose de forma independiente en el ordenador de la vicepresidenta del gobierno. Aprovechando una vulnerabilidad informática, alguien ha entrado en su sistema operativo y si al principio se limita a observarla, poco después comenzará un diálogo interperlándola y poniendo de manifiesto los límites de las políticas de su gobierno. La relación de la vicepresidenta con la «flecha», como ella llama a esa presencia, genera una fricción entre los que están en las entrañas del aparato estatal y quienes cuestionan las razones, los argumentos de ese poder.
Me ha importado indagar en esos momentos en que alguien como la protagonista cruzó la frontera que separa – y une porque las fronteras también unen- lo necesario frente a la ideología, y recordar así que también lo necesario es una construcción-, el espacio que media entre las servidumbres de lo político y la materialidad de la política, entre la táctica de la estrategia, entre la estrategia y el objetivo. Porque se hace camino al andar pero andar no basta para hacer camino, es preciso andar y al mismo tiempo saber hacia donde se dirigen los pasos.
La profesora profesora Mónica Lizarte escribió sobre la novela: «La acusación de la ausencia de ideología dirigida a un presidente de gobierno -en alusión a la que le hace a Zapatero el personaje de la vicepresidenta- es la más grave que puede formularse y sintetiza la carga crítica de la novela. Si un presidente de gobierno que representa la voluntad popular carece de criterio ideológico, ¿qué posibilidad hay de que la democracia sea verdaderamente representativa, como se nos ha inculcado a lo largo de la transición?».
Para terminar, les leeré el final del alegato de Julia Montes, la vicepresidenta, pues pese a haber sido escrito en el año 2011 sigue, considero, vigente: «Continuar con el expolio de lo común mientras aumenta el control de la ciudadanía y se recorta su capacidad de decidir no debe ser la única opción, no puede serlo. Es nuestro país, el espacio temporal de nuestras vidas, es nuestro derecho a organizar un bienestar distinto y compartirlo». Muchas gracias.
*Palabras en la presentación de su novela Acceso no autorizado en la Feria Internacional del Libro de a Habana, 19 de febrero de 2014.
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2014/02/21/andar-no-basta-para-hacer-camino/