Sí, el cambio evolutivo natural es secuencial, es secuencial e irreversible: el mono se transformó en el hombre pero el hombre no se transformará en mono.
En lo que quiero detenerme ahora es en el aspecto secuencial del desarrollo concreto de una determinada persona.
En los sentimientos y en las angustias que se producen en el interior del ser humano cuando se hace consciente de lo esclavizante que resulta que el ser es inevitablemente secuencial, que también lo es el desarrollo de su existencia. Una existencia cargada de monotonía y ritmo secuencial, riguroso que inevitablemente después de una secuencia se nos produce otra siguiente, y detrás de esta otra, y otra… pero que no pueden en ningún caso ser compartidas simultáneamente con la anterior y podemos pensar que lo peor de todo es tomar conciencia de que toda vivencia es la sucesionalidad, valga la expresión, sobre todo irreversibilidad. Es uno de los misterios del tiempo.
Existen tres grandes angustias en la existencia vital
La primera es la constante continuidad de la existencia vital, es como una especie de empujón continuo, involuntario, persistente, imparable e inevitable.
La segunda es saber con seguridad absoluta que la muerte, también, es inevitable. Una angustia aumentada por el hecho de que en ningún momento sabes cuando vendrá, excepto en el caso del suicidio, aunque también existen los suicidios frustrados.
La tercera es que es imposible regresar al pasado y que la vida está constituida por una serie de secuencias lineales que son analógicas y sucesivas inevitablemente. Y esto con el fondo de monotonía con que está marcada esta sucesión. Es como algo análogo a lo que sucede con la sucesión de los fotogramas de un film, y aunque en este caso si que puedes volver a la sucesión anterior, pero es una anterioridad absolutamente idéntica. Una anterioridad que no puede en absoluto ser modificada, a no ser que nos empeñemos en una manipulación en un momento posterior a la generación de la obra. Tampoco se puede parar, a no ser que caigamos en la absoluta situación estática, una situación de muerte. Un estatismo como el de una foto en comparación a la dinámica del cinematógrafo o del vídeo.
El recuerdo
Sólo existe una forma, aunque sea imaginaria…, (“de imaginación también se vive”) de suavizar esta angustia sucesional e irreversible: el recuerdo.
Al menos con el recuerdo aunque no puedas volver a momentos en que fuiste feliz, si que puedes contemplar el pasado, como se contemplan unas cumbres lejanas y nevadas, como se contempla un horizonte marino, en dónde compiten dos azules inacabables. Aunque resulte ser un paisaje cargado de nieblas y desenfoques. Algo así como un pasado fraccionado, como un montón de escombros de tus vivencias rotas por el tiempo. Pese a todo merece la pena recordar. Aunque sólo sea una especie de incompleta actividad arqueológica de tu propia vida.
La memoria funcionará como un espejo provisional que nos mostrará el reflejo del pasado, aunque sólo sea en imágenes virtuales, invisibles e insonoras. Estas imágenes sólo podrán hacerse visibles y sonoras a través de aparatos como vídeos, como esos que se conservan imágenes en movimiento y sonidos del pasado.
¿Existe el presente?
El presente no existe. En el momento en que quieres pensar en él, en observarlo, ya estas viendo y viviendo el futuro inmediato. Es otra sensación que te produce el “empujón secuencial”, que no para ni una millonésima de segundo. El presente es pura secuencialidad imparable.
Lo de vivir el presente, es un invento de los cortoplacistas del crecimiento oligárquico, que no piensan más que en los beneficios crematísticos y la rentabilidad. Animan al consumista a vivir el presente por encima de sus posibilidades y sobre todo por encima de las posibilidades de nuestra casa común, la biosfera, para que se vea forzado a la deuda y a una draconiana usura. Te animan a que no te preocupes del futuro solo vive el presente y págame mi usura. Pero con esta visión, reduccionista del “presente”, entramos en una situación de colapso económico, ecológico, social y en una tendencia vertiginosamente suicida de nuestra existencia y de toda la vida planetaria.