Aquel 31 de agosto supuso una escenificación pública, un paso adelante en el largo proceso de paz irlandés. Venía a confirmar que los movimientos de los años anteriores habían tejido la red arquitectónica que permitía vislumbrar al conjunto de la población irlandesa un futuro de paz. En los próximos meses, los obstáculos y los impases […]
Aquel 31 de agosto supuso una escenificación pública, un paso adelante en el largo proceso de paz irlandés. Venía a confirmar que los movimientos de los años anteriores habían tejido la red arquitectónica que permitía vislumbrar al conjunto de la población irlandesa un futuro de paz. En los próximos meses, los obstáculos y los impases se sucederán, en ocasiones con trágicas consecuencias, pero en el conjunto del proceso se ha sabido reponer y ha continuado su curso, superando los «vacíos políticos», como el actual, en ocasiones provocados por determinadas actitudes o vetos políticos.
Las transformaciones que se han sucedido en estos diez años han cambio de forma muy importante el panorama político y social en Irlanda. En ambas comunidades los partidos más votados son el Sinn Féin y el Democratic Ulster Party (DUP) de Ian Paisley, desbancando de esa privilegiada posición al SDLP y UUP respectivamente. Además, todos los indicios apuntan a que esta tendencia se asentará con más fuerza en las próximas citas electorales, confiriendo al SF y DUP un papel clave para el desarrollo normalizado del proceso.
Y en el caso republicano, las incidencias de estos movimientos se han extendido al conjunto de la isla. Hoy, los representantes republicanos se están convirtiendo en una verdadera alternativa a los caducos partidos del sur, y esto también parece preocupar a algunos analistas y políticos del sistema.
En las calles de los seis condados, la situación también ha variado. Los atentados, los tiroteos, las explosiones o las constantes patrullas militares han dado paso a una recuperación de la normalidad. No obstante, esto no impide que los incidentes continúen produciéndose, bien sea en torno a las marchas orangistas, a las provocaciones policiales, o a las actuaciones paramilitares de algunas organizaciones. Pero en conjunto, el panorama, con todos sus defectos, es bastante esperanzador.
Otro tipo de obstáculos acechan en todo momento a la buena marcha del proceso. Uno de los más peligrosos es el vacío político que se está generando en demasiadas ocasiones. Esta coyuntura es hábilmente aprovechada por sectores contrarios al Acuerdo de Viernes Santo, sobre todo en el entorno de los aparatos de seguridad, los llamados «segurócratas», así como otros sectores que ven horrorizados las buenas perspectivas que se le presentan al movimiento republicano.
Para evitar echar por tierra todo lo avanzado es imprescindible la aplicación del Acuerdo, tal y como lo aprobó la ciudadanía irlandesa. Las próximas conversaciones de septiembre pueden ser una buena oportunidad para seguir avanzando en esa línea. Y es aquí donde juegan un importante papel todos los actores, desde los gobiernos de Dublín y Londres, hasta los partidos políticos.
Es en estos momentos de crisis cuando esas partes deben mostrar su responsabilidad, y como líderes políticos deben poner sobre la mesa toda su capacidad para superar esos baches y buscar la solución a los problemas a través del diálogo inclusivo y sin vetos de ningún tipo. Esa y no otra será la solución para mantener el proceso de paz irlandés.
De momento, es innegable que el proceso de paz ha sido el catalizador de las importantes transformaciones que se han vivido en Irlanda en estos diez últimos años. Las raíces que motivaron el conflicto (injusticia, desigualdades, represión…) deben ser superadas a través de los instrumentos de los que la sociedad irlandesa se ha dotado. Y como señala algún dirigente político, es hora de «aprovechar el potencial que hemos ido tejiendo en torno a este proceso de paz para asegurar que las injusticias y los errores del pasado no vuelvan a repetirse».
En ocasiones, a la hora de escenificar en una sola imagen la situación actual del proceso de paz, es conveniente hacer uso de una metáfora. Si observamos un electrocardiograma, las subidas y bajadas que muestra suponen que el corazón (el proceso) está funcionando, que la persona está viva. Una línea recta implicaría el final. Es evidente que en estos momentos la situación irlandesa no se asemeja a «una paz perfecta» como les gusta repetir a los contrarios del Acuerdo, pero no debemos olvidar que tampoco es perfecta la sociedad en que se está desarrollando el mismo, como tampoco lo son el resto de sociedades del mundo. –
LA VIA IRLANDESA
La vía irlandesa, esta experiencia vivida por el pueblo irlandés, sirvió para adecuar una serie de circunstancias a la realidad vasca; fruto de ello, entre otras cosas, surgiría el acuerdo de «Lizarra-Garazi».
En Irlanda se concatenaron una serie de hechos que facilitaron la puesta en marcha de ese proceso de paz. En primer lugar las conversaciones a varias bandas entre los actores (gobiernos de Londres y Dublín, los partidos del norte, las organizaciones armadas…), posteriormente las conversaciones entre las fuerzas nacionalistas, la actitud decidida de la comunidad internacional (fundamentalmente EEUU), la posterior tregua del IRA y de los grupos paramilitares lealistas (en octubre), los gestos por ambas partes (liberación de presos, cambios constitucionales en el sur…).
El impasse del proceso acabó con la tregua de la organización republicana, que volvió a declarar el alto el fuego 17 meses después. A partir de aquí se sucedieron los acontecimientos que dieron fruto al Acuerdo de Viernes Santo y que ha posibilitado poner en marcha buena parte de la potencialidad del proceso, a pesar de continuos bloqueos y crisis.
La gestación del Acuerdo no se realizó de la noche a la mañana, fue un proceso previo que duró varios años y que mantuvo en contacto a las partes implicadas en el conflicto. Estas serían algunas de las claves necesarias para que dicho proceso pudiera discurrir por un buen camino:
* Abordar las causas que se encuentran en el mismo centro del conflicto;
* Compromiso de buena fe de todas las partes.
* Inclusivo. Tratando a todas las partes como iguales y siendo respetada su misión.
* Todas las cuestiones deben estar en la agenda, sin que haya nada acordado hasta que todo se acuerde.
* No ha de haber condiciones previas.
* Nadie debe tener derecho de veto.
* No puede haber ningún intento de predeterminar el resultado o de impedir algún resultado a las negociaciones.
* Las negociaciones deben ser llevadas a cabo dentro de un tiempo-marco, esto dará dinamismo e impulso al proceso.
Desde la óptica republicana se tenía claro que todo el proceso iba a estar unido por diferentes pasos y condicionantes distintos. De ahí que parte de su estrategia estuviera marcada por algunas líneas estratégicas. Así, «se debe buscar atraer políticamente a nuestros oponentes políticos, al igual que a nuestros enemigos; hacer efectivo el ejercicio del derecho de autodeterminación nacional del pueblo irlandés en su conjunto; establecer un proceso de paz para hacerlo efectivo, y, procurar un apoyo internacional a estas posiciones».
El proceso está en marcha, todavía no se ha establecido una paz democrática, pero los pasos son muy importantes. Los esfuerzos hacia la paz pueden lograr superar las dificultades, la voluntad manifestada por las fuerzas nacionalistas parece sugerirlo.
Una de las claves a la hora de analizar el «proceso irlandés» es su caracterización como «proceso de paz», algo totalmente opuesto a los «procesos de pacificación».
«Procedimientos de pacificación» son el reflejo de situaciones donde el principal motivo para poner en marcha el proceso de resolución del conflicto es el logro del silenciamiento definitivo de las armas o de las discrepancias políticas estructurales. Generalmente señalando ese paso hacia una de las partes, y olvidándose de buscar soluciones a las verdaderas raíces que han motivado ese conflicto. Paralelamente, se buscará incorporar a la parte enfrentada al sistema imperante, con la concesión de algunas demandas, pero en ningún caso con vistas a realizar profundas reformas.
Los logros y errores de la vía irlandesa pueden servir de modelo, como otros. Pero es importante que cada realidad esté sujeta a sus propios condicionantes y coyunturas, y cada pueblo debe optar por su «propia vía» para resolver el conflicto.