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Antígonas Tribunal de Mujeres, la verdad de la Historia colombiana, en escena

Fuentes: Rebelión

A la memoria de nuestras víctimas Antígonas Tribunal de Mujeres, obra del grupo Tramaluna Teatro de Bogotá, llegó a Madrid, desde el Sur del Estado español, después de ser representada en Cádiz y Sevilla (1) para alumbrar con la cruda verdad de las víctimas, el manto de mentiras que se ha tejido en torno al […]


A la memoria de nuestras víctimas

Antígonas Tribunal de Mujeres, obra del grupo Tramaluna Teatro de Bogotá, llegó a Madrid, desde el Sur del Estado español, después de ser representada en Cádiz y Sevilla (1) para alumbrar con la cruda verdad de las víctimas, el manto de mentiras que se ha tejido en torno al conflicto político, social y armado colombiano. Un conflicto que tiene sus raíces en los inicios del siglo XX y quizá mucho antes, desde los días en que el Libertador Simón Bolívar, tuvo que salir huyendo de las huestes santanderistas que al ver peligrar sus privilegios atentaron incontables veces contra su vida. Por ello, el valor de esta obra teatral, más allá de sus virtudes estéticas que sin duda posee, se sustenta en la verdad histórica encarnada en la palabra y el gesto directo de las víctimas del terrorismo del Estado colombiano, oculto por otro terrorismo cómplice, el terrorismo mediático de los medios del gran capital que de manera permanente y concatenada ha ido forjando en el imaginario mundial, el estigma de narcoterrorista para las fuerzas insurgentes colombianas, ocultando las verdaderas raíces de la guerra en el país suramericano, que no son otras que un régimen de inequidad, de represión y de injusticia social para el pueblo y de privilegios desmesurados para una casta oligárquica que como lo señalamos arriba, viene desde los tiempos de la independencia. Solamente para resaltar un hito histórico, dentro de ese dantesco escenario de terror que han sembrado las élites colombianas, recordemos que a finales del siglo XIX y principios del XX después de perder la soberanía sobre Panamá y el canal, la presencia norteamericana se fue asentando a sus anchas en gran parte del país, especialmente en la zona Caribe con la venia de la clase dirigente criolla hasta llegar a consumar una de las más horrendas masacres en la historia de Latinoamérica y el Caribe, la masacre de las Bananeras en 1928, por parte del ejército colombiano para defender los intereses de la United Fruit Company, donde en un solo día fueron asesinadas más de tres mil personas, desencadenando desde aquella época esa serie monstruosa de terror que hasta nuestros días, los poderosos se empeñan en desfigurar para convertir a las víctimas en victimarios. Pero sería muy prolijo intentar, siquiera, resumir toda esa urdimbre criminal y por tanto, nos remitiremos a los hechos recientes por los que transita esta obra teatral que rescata la verdad para reparar, al menos simbólicamente, la memoria de nuestras víctimas.

En la obra participan tres madres de Soacha, población tristemente célebre, por lo que sucedió allí, en ese municipio al sur de Bogotá, así como en muchos otros lugares del país, durante el mandato de Álvaro Uribe Vélez, los mal llamados «falsos positivos», escalofriantes crímenes cometidos por el ejército colombiano que reclutaba jóvenes mediante engaños ofreciéndoles trabajo para después asesinarlos y hacerlos aparecer ante los medios, uniformados de guerrilleros como si hubiesen sido dados de baja en combate, sólo para mostrar resultados («positivos» en la jerga militar) y acceder a recompensas. Tal monstruosidad fue implementada como parte de una estrategia sistemática de exterminio en los sectores sociales más deprimidos y vulnerables para sembrar el terror, solapados en la mentira, bajo los montajes más burdos e ignominiosos que un ejército patrio pueda cometer contra su propio pueblo. Estas tres mujeres víctimas de la barbarie, con su gran valor civil decidieron contar la verdad acompañadas por actrices y artistas profesionales de la música, la danza, el canto, el video y la poesía, acompañadas también, por otras dos mujeres víctimas de la persecución, sobrevivientes del genocidio cometido contra la Unión Patriótica (UP) partido político surgido de los diálogos del gobierno colombiano y las FARC-EP en el año 1985. El gran ascenso político de la UP en un corto lapso asustó a la cúpula del poder en Colombia y entonces las fuerzas militares planearon el llamado Baile Rojo, una siniestra operación de exterminio que dejó el espeluznante saldo de más de 5000 dirigentes y militantes asesinados y/o desaparecidos.

Este es el contexto histórico en el que se desarrolla Antígonas, Tribunal de Mujeres, magistralmente narrado por nueve mujeres acompañadas por una escenografía que desde la creativa economía de signos, a partir de escuetos telones blancos que además de servir como bambalinas -y tras ellas también se esconden las emociones más profundas que en ocasiones ahogan en llanto a las Antígonas, como lo refirió Luz Marina Bernal, una de las madres de Soacha, ante el público en una de las presentaciones en la que hubo foro al final- también proyecta sobre ellos, imágenes del movimiento de masas, de los militantes, de sus líderes caídos, de sus funerales, pero también las actrices con sus cuerpos y sus voces hacen eco de los profundos anhelos vitales de todo un pueblo, de la fiesta con sus cantos desgarrados y bellos, con sus tambores y sus gaitas que como gigantes se erigen en la indomable voluntad de todo un pueblo por construir esa paz con justicia social que durante más de un siglo le ha sido esquiva. La lección de dignidad de las víctimas es la gran ofrenda que queda ante el público que conmocionado, ya instalado en la verdad de la historia, seguramente ya no será el mismo, después de asistir a este acontecimiento, porque no es un espectáculo, es un encuentro en la simbología, en la síntesis de la historia a través de la poesía, de la memoria colectiva, que como lo dijo su director Carlos Satizábal, pretende ante todo propiciar muchas preguntas, más que dar respuestas; preguntas, que nos hacemos ahora mismo, como por ejemplo: ¿Cómo puede seguir en el poder una clase social y política, la que ha detentado el poder en Colombia desde la Independencia, que ha producido semejante régimen de terror y de injusticia social y cómo ha podido ser tan hábil para hacer aparecer ante los ojos del mundo al Estado colombiano como modelo de democracia en Latinoamérica y el Caribe? ¿Quiénes son sus cómplices internacionales? ¿Por qué razón se perdió el plebiscito por la Paz? ¿Cómo seguir impulsando ese amplio movimiento por la Paz con Justicia Social en Colombia que parece que por fin, ante la derrota en las urnas se dispone a sacudir por fin su amnesia enquistada por la dramaturgia oficial, por la historia oficial, por la farsa mil veces repetida, turbia heredera de la más profunda esencia de la propaganda Goebbelsiana?

Ese es el gran mérito de esta obra de Tramaluna Teatro, colectivo surgido del seno de la Corporación Colombiana de Teatro que ha dignificado durante casi cinco décadas la experiencia escénica en el país, sustentada en la historia real -no la oficial- de un pueblo que no cesa de inventar caminos hacia la libertad, el valeroso e ingenioso pueblo colombiano, representado en este colectivo de valientes soñadoras y hacedoras de PAZ, así, con mayúsculas, porque sin memoria la Paz se quedaría así, en una palabra con altibajas, por lo que no sería completa y gracias a trabajos artísticos como el que nos ocupa, la esperanza colectiva de alcanzar la PAZ con Justicia Social en Colombia, fundada en la verdad que se va irrigando por los caminos del mundo, crece como un río incontenible.

Nota:

  1. Antígonas Tribunal de Mujeres llega a Andalucía, después de una gira internacional desde Ciudad Juárez en México; Vancouver y Toronto en Canadá; Ha sido invitada especial recientemente en octubre, al Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, dedicado a los 50 años del Teatro La Candelaria de Bogotá y a la Paz de Colombia; igualmente, al Festival TNT en Sevilla.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.