Hace 75 años, fallecía en Collioure Antonio Cipriano José María y Francisco de Santa Ana Machado y Ruiz, nuestro Antonio Machado. Pocos recuerdos, muy pocos recuerdos y actos de homenaje en un día como éste en torno a un poeta que crece y crece con el tiempo. Como poeta, como sólido republicano socialista y como […]
Hace 75 años, fallecía en Collioure Antonio Cipriano José María y Francisco de Santa Ana Machado y Ruiz, nuestro Antonio Machado.
Pocos recuerdos, muy pocos recuerdos y actos de homenaje en un día como éste en torno a un poeta que crece y crece con el tiempo. Como poeta, como sólido republicano socialista y como ciudadano ejemplar.
Hace siete años, a principios de julio, Francisco Fernández Buey nos acompañó a Port Bou a visitar el cementerio y el memorial dedicado a Walter Benjamin. Se nos unieron allí dos grandes poetas amigos suyos, Miguel Casado y Olvido García Valdés.
Fuimos después fuimos a Collioure. Visitamos el hostal donde se hospedaron en sus últimos días Machado y su madre, muy cerca del cementerio donde fue enterrado. En la calle que hoy lleva su nombre. Depositamos unos limones en la tumba, en recuerdo de su autorretrato y «su huerto claro donde madura el limonero», y recitamos unos poemas. Antonio Lucchetti nos leyó tres. Otro compañero cantó por soleares. Si mi memoria no me falla, Paco, nuestro Paco, también recitó un poema sobre Machado, nuestro Antonio Machado.
En Elna, horas más tarde, se leyó el hermoso y duro poema que Antonio Machado escribió sobre el vil asesinato de Federico García Lorca: la muerte fue en Granada, en su Granada. Paco nos dictó una conferencia inolvidable sobre Benjamin.
Recordemos un texto de Machado no muy conocido. Fechado en 1938, lleva por título «En 19 de julio de 1938». Apareció en Voz de Madrid, Semanario de Información y Orientación de la Ayuda a la Democracia Española. Edición en París. Vale la pena releerlo en este 75 aniversario de su triste fallecimiento:
En el segundo aniversario de la sublevación militar con que dio comienzo la llamada guerra de España, los leales al Gobierno legítimo de la República Española tenemos una plena conciencia de nuestra posición y de nuestra fuerza. Luchamos contra los traidores de casa y los ladrones de fuera; contra pandillas de militares, dispersos y mediatizados, que ya no pueden llamase españoles, aunque antaño lo fueron, porque la traición desnaturaliza, y contra las fuerzas armadas (no menos viles, aunque mucho más poderosas) que el racismo alemán, el fascismo italiano y el hambre mora han introducido en España, con auxilio de un pequeño pueblo servil de la hipocresía diplomática, imperante en las esferas conservadoras de las democracias del Occidente europeo. Luchamos contra todos ellos, sin ánimo de rendirnos, seguros de la victoria, seguros, sobre todo, de merecerla. La guerra ha entrado en su tercera fase. Primero, la traición; después, la invasión cobarde y disfrazada; hoy, la guerra descarada contra la independencia de una nación.
Nuestro problema básico es la defensa del territorio español y del destino de nuestro pueblo. Estamos seguros de que los hombres de la España [¿sometida?], los que sufren más directamente el yugo de Italia y de Alemania, no han de renunciar a ser españoles. El pueblo de España ha podido, como otros muchos pueblos, albergar la traición de algunos de sus hijos, pero no ha sido nunca un país de traidores. Porque suponemos que esta convicción ha de abrirse paso en sus conciencias, les tendemos nuestros brazos leales, en este solemne día 19 de julio de 1938, les llamamos a luchar, como nosotros, al lado del Gobierno legítimo de España, sin otro título que el de españoles, contra la invasión extranjera.
No es esta una España rancia, uniformista, servil, explotadora, desigual, generadora de pobreza y desesperación.
Machado, el ciudadano que resistió hasta el final, el gran poeta partidario del socialismo, ya en Proverbios y cantares -«Hoy es siempre todavía»- nos había advertido de una verdad inalterable: «Todo necio confunde valor y precio.»
Giulia Adinolfi, la gran hispanista italiana, compañera de Manuel Sacristán, amiga de Francisco Fernández Buey, también amó y admiró la obra y el hacer poliético de Antonio Machado. Falleció también por estas fechas, hace 34 años. Sus tumbas no están muy alejadas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.