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Fallece uno de los hispanistas italianos más notables

Antonio Melis

Fuentes: Rebelión

Va a ser difícil acostumbrarse a la ausencia de Antonio. En los encuentros profesionales en que solíamos coincidir, nos habíamos acostumbrado a sus ponencias, de extrema claridad; a sus intervenciones en los debates, siempre sólidas y agudas; a su conversación en el hotel, chispeante, llena de humor y de saber. Por encima de todo, era […]

Va a ser difícil acostumbrarse a la ausencia de Antonio. En los encuentros profesionales en que solíamos coincidir, nos habíamos acostumbrado a sus ponencias, de extrema claridad; a sus intervenciones en los debates, siempre sólidas y agudas; a su conversación en el hotel, chispeante, llena de humor y de saber. Por encima de todo, era patente su amor por el Perú, su interés por sus pensadores y escritores, su empatía con las culturas indígenas de la sierra, su respeto y admiración por la gente del plexo andino. A riesgo de parecer grandilocuente, uno podría decir con certeza que, en el corazón de este gran americanista, latía una auténtica pasión andina. No es consuelo evidentemente ni nadie podría consolarse por el hecho de que Antonio muriera en el Altiplano; pero tal vez hay allí un símbolo final de su coherencia de vida y de trabajo intelectual.

Antonio Melis pertenecía al pequeño, gran grupo del hispanismo italiano: pequeño por su número, grande por su sobresaliente calidad. Una historia compleja y complicada mantuvo entrelazadas por siglos a las dos penínsulas mediterráneas, determinado influencias culturales de ida y vuelta. La sombra tutelar de Croce, cuyo ámbito napolitano le dio familiaridad con las huellas de la España barroca ( «erudito local y regional» llamaron ciertos críticos al Croce más temprano y juvenil), proyectó su ascendiente sobre las generaciones de hispanistas del siglo XX. Más al norte, solía mirarse hacia Alemania, donde el campo disciplinario dominante era la romanística, que incluía la literatura española en el marco mayor de las lenguas romances.  En la posguerra, la fuerza del pensamiento gramsciano que impregnaría toda la vida política y cultural italiana, impondría una nueva agenda, más urgente y actual, que no dejaría de afectar a los estudios hispánicos en general. Estos empiezan a emigrar al otro lado del Atlántico. Hispanismo propiamente tal y Latinoamericanística ( como siguen diciendo algunos esdrújulos) introducirían un vaivén interesante y significativo entre los estudiosos de Roma, Florencia, Génova y Sicilia. En un bien documentado trabajo, » Temas y tendencias en el hispanoamericanismo italiano», Melis muestra la evolución y los cambios que se produjeron en la especialidad a partir de los 60. Aunque nunca abandonarían del todo la doble vertiente peninsular y americana, el giro hacia el nuevo continente se hace cada vez más marcado. En 1967 – solo en 1967 – se funda en Florencia la primera cátedra de literatura hispanoamericana. El mismo Melis, antes de convertirse en el gran peruanista que llegaría a ser, escribió una breve monografía sobre Federico García Lorca ( 1976). Es límpida, sobria y exhaustiva para con la obra del poeta y dramaturgo andaluz.

Esta monografía hispánica es casi gemela y forma par con su estudio sobre Neruda (1970), publicado por la misma casa editorial florentina. Antes de tratar personalmente a Antonio, leí esta obra que sigo considerando una de las mejores introducciones generales a la poesía de nuestro compatriota por mano de autor extranjero. Ella demuestra, entre otras cosas, que el campo de acción de Melis en el terreno latinoamericano desborda su concentración en las letras peruanas. Junto a sus aportes nerudianos ( un manojo valiosísimo de seis o siete estudios que habría que juntar alguna vez) , incursionó en el dominio rioplatense, con trabajos sobre Arlt, Borges e Ida Vitale y, desde luego, en torno al insoslayable Ariel. Al final de su vida, se interesaba crecientemente por el mundo indígena mexicano, tal vez por su contacto con Carlos Montemayor, cuya obra justipreciaba en todo su mérito. En las últimas conversaciones que recuerdo, en Mesina y en Catania, hablaba de dedicarse a explorar en profundidad aspectos del indigenismo mexicano. Creo que alcanzó a dejar un par de trabajos sobre el tema.

Ahora bien, el centro principal de la obra de Antonio reside sin duda en su actividad de peruanista. En esto realizó un trabajo conjunto y complementario con su colega y amigo, Roberto Paoli, tempranamente desaparecido. Todo se liga en la investigación peruanista de Melis. Sus trabajos sobre Arguedas, sobre Martín Adán ( a quien tradujo y presentó al público de su patria), sobre Vallejo, todos ellos de algún modo desembocan y se unifican en su constante atención a los escritos de Mariátegui. Desde su influyente ensayo, » Mariátegui, primer marxista de América», que todos leímos en Casa de las Américas (1968), hasta su gran prólogo al Mariátegui del Centenario, Mariátegui total (1994), su dedicación al Amauta fue incesante, reencendiendo el interés por su obra y estimulando su lectura fuera del Perú en donde era bastante desconocido ( no hay que olvidar, sin embargo, el importante JCM: su vida e ideario, su concepción del realismo que publicara el crítico de El Siglo, Yerko Moretic, en 1970). Las más de 40 contribuciones se hallan hoy recogidas en Leyendo Mariátegui 1967-1998 que cubre hasta fines de siglo. Leer el prólogo del autor, fechado en Siena, es fundamental para quien quiera comprender el trayecto mariateguiano de Melis. Lo que emerge de esa suma de ensayos es un marxismo no dogmático, un marxismo creativo, la figura de un marxista que trabajaba libremente con categorías que le permitían entender mejor su propia realidad. En un impecable arco dialéctico, luego de referirse equilibradamente a la llamada «edad de piedra», Melis señala la importancia de la experiencia italiana en la raíz de la cuestión nacional, subraya el vasto radio de interés por el contexto internacional para terminar mostrando que, con esta doble lente regional y mundial, se accede a la propia «realidad peruana». De La escena contemporánea a los Siete ensayos…, pasando por la creación de Amauta y la fundación del Partido Socialista Peruano ( comunista, en los hechos), se esclarece una inmensa parábola de vida en el corto tiempo que le asignó el destino. Esta visión explicativa no habría sido posible – nos lo indica el mismo Melis – sin la decisiva publicación de la Correspondencia (1915-1930) del pensador peruano, que lo tuvo largamente ocupado y que todos los latinoamericanistas no terminaremos nunca de agradecer.

Años atrás, en El Cairo, pudimos departir largamente con Melis. Raro lugar para encontrarse un peruanista italiano y un chileno que llegaba de California. Habitualmente Antonio viajaba acompañado de Lucia Lorenzini, su compañera de siempre, que solía animarlo con su guitarra a entonar aires andinos o ensayar bailes serranos. Medio en broma, le decíamos a Antonio que él tenía en nosotros el público ideal pues, totalmente ignorantes, podíamos juzgar con «objetividad» su performance andina. La verdad es que lo hacía con gusto y con gracia, Esa vez, al andar solo, lo vi un poco descolocado. Nos dedicamos a recorrer la ciudad, sus mezquitas, el mercado donde pudimos oír la voz sobrenatural de Umm Kulthum , la Violeta Parra de Egipto. La visita al Museo del Cairo fue desastrosa, porque al estar en renovación todas las estatuas se hallaban patas arriba. Yo me quejaba de no ver cocodrilos en el Nilo. Al parecer, por alguna razón, habían desterrado a los pobres animales río arriba, librándolos tal vez de seguir siendo descuerados en aras de la billetera humana. Pero, claro, el problema capital era el enológico. El noble y líquido elemento brillaba por su ausencia. Conseguirlo en el hotel era pagar precios astronómicos, dedicados con gran fruición a nosotros los infieles. A modo de compensación, Antonio se entretuvo en revelarme los secretos del Chianti Classico. Es el vino «teórico» y virtual más delicioso que he probado en mi vida. Más en serio, me explicó también facetas inéditas del affaire Moro, que yo solo conocía a través del libro de Sciascia y el film con Gian Maria Volonté. El magnicidio del ministro democristiano cambió de cuajo la política italiana, al impedir el compromiso histórico que Berlinguer se había planteado en parte en virtud de la derrota chilena.

En fin, se habló de tantas cosas…, compañero. Seguirás viviendo en la memoria de tus lectores y de todos los que tuvimos el privilegio y la dicha de conocerte.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.