Hace unos días se publicaron en Punto Final dos artículos, reproducidos en rebelión.org, que me parecen muy interesantes para tomarlos como base de un debate por venir: «Crear poder popular«, de Margarita Labarca Goddard, y «Voto + movilización«, de Ricardo Candia Cares. Soy de la opinión que el texto «Crear poder popular» es un ejemplo […]
Hace unos días se publicaron en Punto Final dos artículos, reproducidos en rebelión.org, que me parecen muy interesantes para tomarlos como base de un debate por venir: «Crear poder popular«, de Margarita Labarca Goddard, y «Voto + movilización«, de Ricardo Candia Cares.
Soy de la opinión que el texto «Crear poder popular» es un ejemplo más de la vana consigna, utópica y bella, pero superficial, de retórica valerosa y revolucionaria, pero que no es sino elocuencia timorata y voluntarista. Los huertos y escuelas comunitarias, las bibliotecas y peñas populares, las revistas autogestionadas, las asambleas territoriales, las brigadas muralistas, entre otras prácticas, efectivamente crean redes políticas y solidarias, desarrollan experiencias pedagógicas y culturales, que deben profundizarse y reproducirse. Pero de ahí a que se conviertan en «germen de un poder alternativo» y se vuelvan socialmente hegemónicas, productivas y poderosas, será posible cuando no sólo el modelo neoliberal cambie, sino que la propia sociedad chilena lo haga…
En cambio, «Voto + movilización», me parece de mayor arrojo: al decir en Punto Final que «de hecho no hay otra opción» que disputar elecciones, contra la opinión de todos los ultraizquierdistas, rígidos leninistas, prístinos miristas, que gustan de ladrar a las ruedas pero que jamás se subirán al vehículo a conducirlo…
Ahora bien: voto + movilización, no es electoralismo. Además, se sabe que el poder Ejecutivo no es lo mismo que el poder del Estado: tenemos ante nuestras narices la experiencias de Syriza y Podemos; de Argentina y Ecuador, etc. Ganar elecciones no basta.
Pero la cuestión también radica en que construir poder popular, construir el socialismo sólo desde abajo, hoy no significa (sobre todo en Chile) más que experiencias pedagógicas, culturales y de movilización, muy limitadas y en ningún caso experiencias productivas y de conquista de poder.
Incluso en Argentina, México y Colombia, donde las experiencias de construcción de autonomías es cuantitativa y cualitativamente mayor que la chilena, éstas no han podido desarrollar una alternativa política, económica y social. Y en Bolivia ─donde el Estado republicano neoliberal (1985-2005) anterior al Estado Plurinacional, había excluido a las grandes mayorías indígenas, permitiéndoles estructuralmente (como efecto no buscado) el desarrollo de la autonomía─ no se vivió una experiencia de construcción de poder paralelo, por el contrario, se requirió de la conquista del poder político y la autonomía relativa del Estado, para hoy disputar la hegemonía.
No obstante, participar en elecciones − aunque sea un frente de izquierda, compuesto por organizaciones que mantienen movilizaciones, desarrollo del poder popular, trabajo de base − , también genera resultados altamente limitados. Nunca en la historia de las elecciones generales la izquierda chilena ha sacado mayoría, ni siquiera en la UP. Y los últimos resultados del Partido Igualdad y de Todos a la Moneda fueron irrisorios e incluso patéticos si se considera el triunfalismo con el que se presentaron a los comicios.
El asunto es que quienes abogan por la construcción del poder popular no tienen razón en cierto sentido, pero sí la tienen en otro… No tienen razón si lo que se imaginan es una sublevación, la construcción de un poder paralelo, la asamblea del pueblo, el reemplazo total de la democracia representativa por democracia directa, un partido bolchevique que se coloque a la vanguardia, etc. (fenómenos que no pasaron ni en Venezuela ni en Bolivia ni en Ecuador ni en Grecia ni en España, ni pasaran en Brasil ni en Argentina ni en Perú ni en Portugal, por nombrar grosso modo algunos ejemplos)… Pero sí tienen razón cuando plantean que el trabajo de base, la construcción de confianzas, organización, pequeñas luchas que solidaricen unas con otras, complementariedad de las reivindicaciones, la multisectorialidad, espacios asamblearios de deliberación, socialización del antipatriarcado y del ecosocialismo, construcción de cuadros y militancia, son fundamentales y acaso lo más fundamental: son lo estratégico.
Del mismo modo, quienes abogan por disputar elecciones también se equivocan por un lado, pero tienen razón por otro… Se equivocan cuando creen que basta con decretar alianzas electorales, sobre todo si éstas son fragmentarias, sostenidas en personajes oportunistas y grupos voluntaristas, con disputas de egos y negociaciones o divisiones mezquinas… Pero tienen razón cuando realizan trabajo de base, territorial (como Igualdad, MPL, Ukamau, entre otros), pero comprenden a la vez que ese trabajo se tiene que traducir en apoyo electoral como forma táctica de conquista de poder…
Estas luchas tácticas institucionales, antes de disputar elecciones generales, tienen que construir trabajo territorial y local, de base y militancia. La cuestión de las elecciones generales no puede sino ser abordada desde un movimiento popular amplio, de unidad en la diversidad y con programa común, en un contexto de crisis política. Pero además, este movimiento, esta unidad y este programa, sólo se ha de construir en el desarrollo del trabajo de base, movilizaciones, solidaridad, participación en las juntas vecinales y otras organizaciones comunitarias, los pequeños sindicatos, las federaciones de estudiantes, la creación de movimientos culturales y pedagógicos, la conquista de espacios de poder local, como concejalías, cores, propuestas para los fondos participativos, en los planes de vivienda, áreas verdes y recreación, etc.
¿Es posible complementar el desarrollo del poder popular con la conquista de la autonomía relativa del Estado? No sólo es posible, sino que «de hecho no hay otra opción». La complementariedad estratégica entre desarrollo del poder popular y conquista de la autonomía relativa del Estado, se ha de llamar Desarrollo de un Proyecto Popular para Chile.
El problema consiste en que como todo proyecto popular, éste no nace únicamente de la voluntad de sus actores, sino que deben emerger y coincidir una serie de factores económicos, políticos, históricos, subjetivos, generacionales: crisis económica o política, deslegitimidad del sistema de partidos tradicionales y del congreso, capacidad de movilización de los sectores populares, organizaciones revolucionarias dispuestas a flexibilizar sus tácticas a la vez que sociabilizan su estrategia, entre otros.
Lo central es qué haremos mientras esto no pase: o seguimos yendo a elecciones de forma oportunista y voluntarista, dividiéndonos además por mezquindades; o creamos campañas infecundas como «yo no voto, lucho» o nos aislamos en nuestros barrios, trabajos o universidades. O bien trabajamos por la unidad de la izquierda en la movilización, la flexibilización y complementariedad de nuestras tácticas y la creación de espacios fraternales de debate estratégico.
Cuando se aproxima un proceso constituyente liderado por la Nueva Mayoría, que busca la usurpación del pueblo y cambiar todo para no cambiar nada, hoy más que nunca se requiere superar el archipiélago de pequeñas organizaciones de izquierda, la dispersión y las rencillas [1] .
El actual contexto de deslegitimidad coexiste con una asimetría de poder demasiado desproporcionada: quienes tienen poder, aunque se coludan, roben, embauquen, mientan, usurpen, reciban cohecho, se vuelvan corruptos, defiendan los intereses de las elites y los poderes transnacionales, etc., tienen todo el poder, político, económico, militar, comunicacional… Mientras las comunidades, organizaciones y movimientos sociales, intelectuales orgánicos, pueblos indígenas, que pueden tener buenas razones, razones legítimas, verdaderamente democráticas, no tienen nada o casi nada de poder…
Cómo avanzará el proceso chileno ─o el reacomodo del bloque en el poder, el saneamiento del resquebrajamiento neoliberal y reconstrucción de la gobernabilidad, por parte de los Partidos Políticos del Sistema [2] , o la construcción de alternativa y autonomías, unidad, movilización y rupturas, por parte de los sectores transformadores─, dependerá muchísimo de las decisiones políticas del bloque en el poder (aciertos o errores) en torno a las reformas y el proceso constituyente, de la profundidad de los casos de corrupción, de la capacidad de unidad y movilizaciones de las y los estudiantes, trabajadores y comunidades, de la situación económica nacional y mundial, de la correlación de fuerza (si es que la actual asimetría de poder se modifica o persiste), de la complementariedad de las demandas y las redes de solidaridad, etc. En la contienda política, los destinos nunca están delineados de una vez para siempre…
Pero una cuestión es cierta: hoy, ni la construcción del poder popular como estrategia única (prescindiendo de la conquista de autonomía relativa del Estado), ni la vía institucional por sí sola (presidiendo del trabajo de construcción de base, unidad, movilización y rupturas), podrán ser capaces de estar a la altura de los enormes desafíos que debemos asumir, como izquierda y como pueblo, para derrotar al bloque en el poder y generar la ruptura del modelo neoliberal.
1/Véase «Los desafíos de la izquierda en el periodo actual»: http://www.rebelion.org/
2/Véase «Sobre Chile y los falsos socialistas»: http://www.rebelion.org/
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