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Aporte, trascendencia y proyecciones de los «7 Ensayos»

Fuentes: Rebelión

Al inaugurarse el Simposio en homenaje a los 90 años de los «7 Ensayos», tuve la ocasión de ocuparme de algunos aspectos puntuales de la obra del Amauta: su origen, el escenario en el que fuera escrito, su repercusión interna y externa y su actualidad. Ahora, debo hablar un poco de su importancia como aporte […]

Al inaugurarse el Simposio en homenaje a los 90 años de los «7 Ensayos», tuve la ocasión de ocuparme de algunos aspectos puntuales de la obra del Amauta: su origen, el escenario en el que fuera escrito, su repercusión interna y externa y su actualidad. Ahora, debo hablar un poco de su importancia como aporte al pensamiento peruano, su trascendencia, y sus proyecciones en la vida nacional. De ese modo, y desarrollando al unísono una valoración en torno a su contenido, tendré una opinión de conjunto para compartir con ustedes.

Como sabemos, el trabajo orientado a escribir los «7 Ensayos», lo inició Mariátegui en 1924, apenas volvió del viejo mundo. Aunque el agravamiento de su salud lo obligó a interrumpir su actividad intelectual, entre 1925 y 1928 publicó en la revista «Mundial» diversos trabajos que luego ordenó en un libro, Ajustándolo a sus requerimientos básicos, a fines de ese año -1928- publicó la que sería su obra más trascendente.

Otras, ciertamente, son muy ilustrativas: «La escena contemporánea», «la novela y la vida», «El alma matinal», «Historia de la crisis mundial» y «Defensa del marxismo»; reflejan no sólo la esforzada voluntad de trabajo del Amauta, sino también perfilan los objetivos de su vida, derivados de sus convicciones esenciales. Pero los «7 Ensayos», reviste las características de una obra monumental.

Fue escrita en una de las etapas más complicadas del proceso peruano, cuando el régimen de Leguía pasó de su etapa de esplendor -a mediados de la década del veinte- a su declive. Y cuando comenzaron a agravarse los conflictos sociales que habían alcanzado un punto alto en 1919 con la lucha por la Jornada de las 8 horas.

Hay que considerar, adicionalmente, que esta etapa generó otras expresiones de la creatividad del Amauta. Entre 1927 y 1930 -los que Jorge del Prado llamara «los años cumbres de Mariátegui»- el autor de los 7 Ensayos escribió puntualmente en diversas revistas, dictó conferencias y charlas, publicó algunos libros, fundó el Partido Socialista y la revista Amauta. Publicó Labor, y luego extendió la partida de nacimiento a la Confederación General de Trabajadores del Perú. Un conjunto de creaciones del primer nivel, que acreditaron su vida y lo ubicaron en el escenario de la eternidad.

Si hoy, Mariátegui es evocado siempre y si se le considera el pensador más calificado del Perú en el siglo XX, el hecho debe atribuirse a su inmensa producción intelectual; pero, sobre todo, a que ella, fue producida en un tiempo muy breve, apenas en cinco años de actividad intelectual y política. El conjunto de su obra fue algo así como un legado de oro a la historia peruana.

LA IMPORTANCIA DE LOS 7 ENSAYOS

Tres, diríamos que fueron los factores que ayudarían a ubicar los «7 Ensayos» como la obra más importante y trascendente de la política peruana en nuestro tiempo. Fue, por cierto, el primer esfuerzo orientado a analizar la realidad nacional.

Hasta ese momento se habían conocido aportes puntuales, reflexiones relativas a un momento, o a una etapa del proceso peruano; pero no se había producido una obra de conjunto que abarcara distintos tiempos y aspectos. Los «7 Ensayos» aborda informaciones y análisis referidos al Imperio de los Incas y en general a las culturas pre hispánicas; al virreinato y a la República en todas sus etapas y momentos. Pero, al mismo tiempo, alude a la economía, la problemática social, la tierra, la raza, la educación, el centralismo, el regionalismo, la religión, la instrucción pública y el proceso de la literatura. Abarca, entonces, un espectro muy amplio de la realidad nacional y permite mirar al país con una verdadera visión de conjunto.

En segundo lugar, hay que reconocer que fue la primera versión marxista del proceso peruano. Con la Revolución Socialista de Octubre, la imagen del socialismo arribó a nuestro continente. Antes, había existido en América una suerte de visión mesiánica referida al pensamiento socialista. Se le intuía como algo novedoso, fulgurante, pero también muy lejano; como algo que respondía a la reflexión de otro mundo, distante y distinto de esta América aún semi colonial y dependiente.

Mariátegui -como se sabe- asimiló en Europa no sólo el dominio de la realidad de su tiempo. También el dominio del Marxismo como una verdadera concepción de vida, y un método certero para el estudio de la realidad mundial. Pudo, en efecto en Francia, Italia y Alemania -sobre todo en esos países- asimilar no sólo la teoría del marxismo; sino también su práctica concreta. Apreciar en vivo y en directo las luchas de los trabajadores y el proceso de formación de los Partidos Socialistas y Comunistas, que llenaron buena parte del siglo pasado.

Pudo, además, ver de cerca la Revolución Rusa y su incidencia en el proceso mundial. El Bolchevismo fue, para José Carlos, una inagotable fuente de inspiración intelectual y política y una intensa experiencia, de la que supo extraer enseñanzas y lecciones.

Y es que Mariátegui vio el Marxismo en los libros y en la vida. Y pudo valerse de él, no sólo para discernir serenamente en torno a la realidad nacional; sino también para juzgar los hechos recogidos en la historia. Con la precisión científica de un calificado cirujano, vio las entrañas de un país entumecido y doblegado. Y pudo percibir que sus males, estaban motivados por una alianza contraria a los intereses del país; la que sumaron -y aun suman- las oligarquías internas y el Gran Capital, expresiones del modelo de dominación vigente.

El tercer elemento que cabe subrayar, es que este libro -los «7 Ensayos»- fue producido «abajo». Mariátegui, no tuvo formación académica. Ni siquiera elementales estudios universitarios. Es más, como el mismo lo dijera, fue extra universitario y hasta anti universitario, enfrentado siempre a la visión decimonónica de una universidad llena de burocracia y ritos. En términos formales, no llegó siquiera a concluir el tercer año de primaria, de manera que fue un verdadero autodidacta.

No tuvo a su disposición equipos de investigación, ni Fundaciones que alentaran sus esfuerzos indagatorios. No recibió apoyo exterior de ninguna clase. Y debió batirse siempre con sus propios recursos y sus precarias fuerzas. Si avanzó en la vida, y en la investigación científica, fue por su empeño, su disciplina de trabajo y su prodigiosa inteligencia. Debió enfrentar, en efecto, severos problemas de salud; pero también dificultades de orden económico. Muchos de los libros que leyó, le fueron remitidos o entregados por sus propios autores, o le llegaron del exterior como reconocimiento a su capacidad creadora y a su esforzado trabajo.

Elaborado en estas condiciones, el libro que comentamos tiene inmensos méritos, no sólo por las circunstancias en las que fue creado, sino también por sus calidades, que no han sido superadas, y ni siquiera igualadas a través del tiempo.

UNA OBRA TRASCENDENTE

Dijimos ya que cuando este libro nació, fue simplemente relegado. Los medios de comunicación de la época, virtualmente lo silenciaron. No hubo registro alguno de su edición, ni publicación que alentara el más elemental análisis de su contenido. La prensa de la época -incluso aquella en la que el autor escribía calificadas columnas- optó por ignorar los «7 Ensayos»· obedeciendo -quizá- el mandato expreso -o tácito- de la clase dominante, para la que, en ningún caso un libro de inspiración marxista podría lucirle interesante o atractivo.

Pero hay más. Desde su primera edición, en 1928, el libro dejó de circular hasta 1943. Y una tercera edición de hizo sólo en 1952. Esto significa que, en los 24 años que separan 1928 y 1952, hubo apenas una edición de los «7 Ensayos». Sin embargo, una segunda edición de los «7 Ensayos», fue la que se publicó en Chile en 1934, fruto, seguramente, de la voluntad de algunos peruanos radicados en ese país, o del Partido Comunista de Chile, que siempre mostró una alta consideración por el Amauta.

Pero en todo caso, esa edición, confirma la trascendencia de la obra. Porque, aun ignorada en el Perú, trascendió las fronteras nacionales. De Chile, pasó a Argentina, donde cayó en manos de una inteligencia calificada que supo entender su naturaleza. Posteriormente -como ya es conocido, «7 Ensayos» fue publicado en todos los idiomas conocidos de la tierra. Ediciones en ruso, chino, vietnamita, finlandés, húngaro, alemán, italiano, inglés, francés; y otras lenguas, hicieron del libro de Mariátegui, una de las publicaciones más conocidas y requeridas.

Al tiempo que creció el interés por su contenido, se incrementó también el ansia por profundizar en el pensamiento del Amauta. Y en la medida que se fue conociendo el reto de su vida, fue también aumentando la admiración por este hombre cuya genialidad aún no ha sido suficientemente dimensionada.

Cuando Mariátegui, en marzo de 1924, aludió a los rasgos preeminentes de la personalidad de Lenin, dijo que el líder bolchevique poseía una extraordinaria inteligencia, una extensa cultura, una voluntad poderosa y un espíritu abnegado y austero. Todas estas características pueden definir también lo que fuera la personalidad del Amauta. Si uno tuvo la posibilidad de llevar a la práctica sus sueños y encabezar una Revolución triunfante en 1917, José Carlos alcanzó a diseñar el camino por el que transitarían los pueblos, el peruano, y el de los otros países, en la búsqueda de un porvenir mejor.

La trascendencia de la obra del Amauta hay que apreciarla también considerando el hecho que sobrevivió a todas las dificultades. Las sucesivas dictaduras registradas en el país desde 1930 hacia adelante, han querido no solo minimizar su obra, sino también desaparecer su imagen, e impedir que se convierta en un símbolo para las nuevas generaciones de peruanos. No lo han logrado.

Particularmente en los años de Sánchez Cerro y Samanez Ocampo, Benavides, Odría, Pérez Godoy, Morales Bermúdez y Alberto Fujimori; se implementaron diversos esfuerzos por empequeñecer su aporte y hasta escarnecerlo. Hubo momentos en los que hablar de Mariátegui era motivo de carcelería o relegamiento. Podríamos aludir, en efecto, a mayo de 1935, cuando Isidoro Gamarra, Asunción Caballero y otros, fueron encerrados en la Intendencia de Lima; o después, cuando Hugo Pesce, Jorge del Prado, Alberto Tauro y muchos más, fueron confinados en El Frontón o en El Sepa, por reivindicar la obra del Amauta.

Incluso en los años más recientes -el primer gobierno de García y la dictadura Fujimorista- los pobladores del interior del país pusieron en riesgo sus vidas por tener entre sus libros, los «7 Ensayos», expresión de «pensamiento subversivo», de acuerdo a los parámetros oficiales. No obstante, la voluntad orientada a denigrar su obra, fue más allá cuando una estructura terrorista autora de numerosos crímenes, pretendió ese derrotero acuñando burdamente la idea que respondía al «sendero luminoso» de José Carlos Mariátegui.

Cualquier persona que leyera los «7 Ensayos», o que revisara otros libros del autor, podría darse cuenta que sus reflexiones, enseñanzas y lecciones estuvieron absolutamente distantes del terrorismo en cualquiera de sus modalidades. La trascendencia de este libro, entonces, nada tiene en común con la práctica corrosiva y disolvente de algunas despistadas gentes. En Este marco. Cabe preguntarse entonces ¿Por qué alcanzó esa trascendencia? Veamos

Los «7 Ensayos» nos llevaron a mirar el Perú y pensar en él. Antes, a su modo y en su contexto, lo habían hecho también Guamán Poma y algunos cronistas, y después el Inca Garcilaso de la Vega. Pero luego hubo un largo interregno de opacidad y silencio. Quizá fue el virreinato, el que nos sumió en ese largo periodo. Con la República, cambió en alguna medida el escenario, pero quizá no la voluntad de los peruanos. Ocurrió que los criollos se birlaron la causa y arrebataron la República a los peruanos de ancestro. Y entonces asomó en el escenario una clase que, como lo dijera en su momento Jorge Basadre, aprendió a ser clase dominante, pero nunca clase dirigente.

Fue con el siglo XX, entonces que asomó un nuevo mensaje. Y es que desde un inicio, esa etapa que lució sugerente. Aunque el capitalismo no se había desarrollado a cabalidad, sí había surgido con fuerza el proletariado, y asomaban en el horizonte los grandes conflictos sociales. Ellos, en 1905 generarían dos episodios de la historia: la insurrección de Varsovia y las barricadas de Moscú. Ambas, premonitorias de lo que ocurriría más tarde: la Revolución Rusa.

Como se recuerda, el capitalismo pretendió resolver su propia crisis a través de la guerra. Y generó por eso, el conflicto del 14 que se prolongo hasta 1918 causando pavor en el mundo. Pero ni la economía de guerra, ni la venta de armas, ni el nuevo reparto de las colonias, particularmente en Asia y Africa, dejaron a salvo las cosas. Por el contrario, la crisis se agravó y el gran capital no tuvo otra alternativa que recurrir al fascismo. Mariátegui fue un espectador de ese escenario

El segundo factor fue que los «7 Ensayos» nos enseñaron a ver la realidad. No a ilusionarnos con elucubraciones de corte intelectual o académico, por bellas que pudiesen ser; sino a descubrir en la vida misma, los problemas y los retos planteados ante los ojos de los pueblos. Y el tercero a considerar, fue el hecho, que Mariátegui nos mostró -como él mismo lo dijera- que la realidad peruana estaba más estrechamente vinculada al escenario mundial, que lo que los peruanos suponíamos. Nos dio, entonces, una clara visión internacionalista.

EN LA PERSPECTIVA

Para concluir, se impone dar un vistazo al escenario que se abre ante nuestros ojos.

En el Perú, hoy mismo se libra una dura batalla. Nuestro pueblo, ha tenido ricas experiencias en el pasado. Ha registrado avances y sufrido derrotas. Pero en lo fundamental, ha crecido moral y políticamente y ahora ve el porvenir en otras condiciones cuando logra batir a la mafia que supo retener en sus manos laos resortes del Poder.

Se afirma en amplios sectores sociales, el alma nacional. EL proceso de Velasco Alvarado; la constante lucha de los trabajadores; el esfuerzo por elevar la conciencia política de las masas, que se desarrolla desde diversas trincheras; y la creciente mirada al escenario continental; ayuda a nuestro pueblo abandonar el letargo en el que quedara sumido en las últimas décadas. Y ahora, retorna al camino con la adarga al brazo. Será dura la lucha. Y probablemente, no será corta. Pero existirá: nuestro pueblo no tiene otro camino.

Lo mismo ocurre con otros pueblos de nuestro continente. El proceso emancipador latinoamericano tendrá avances y retrocesos; pero -como decía Marx- la historia seguirá avanzando en espiral y por lo tanto, afirmando los mejores valores de la humanidad.

En ella, las ideas de Mariátegui habrán de fructificar. Nos llamarán a la acción por un mundo más feliz y más justo. En él, se afirmará, en perspectiva, el pensamiento del Amauta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.