Con mucho más impulso y pasión desde el exterior de la isla que en el propio escenario de los acontecimientos, la tan cacareada marcha resultó un incuestionable fracaso tal y como habían pronosticado las autoridades locales.
Un enorme despliegue popular, de organizaciones de masas y políticas, además de agentes del orden interior y la seguridad fue la causa fundamental de que no se repitieran incidentes similares a los ocurridos el pasado 11-J.
En lo que pude apreciar sobre el terreno y no frente a la pantalla de un televisor o las redes sociales, no hubo ni un arañazo entre los contendientes. Intercambio de palabras sí. Algunas, producto de la efervescencia humana sometida a tensiones o sencillamente al nivel cultural o político del participante. Y me refiero a los llamados mítines de repudio.
¿Volverán a ocurrir desórdenes públicos de esta naturaleza?
Quien piense que no, que ya con lo sucedido los días 14 y 15 del mes que corre es más que suficiente y que los opositores rectificarán su quehacer, está equivocado de pies a cabeza.
Las múltiples causas que provocaron estos desórdenes, importadas y autóctonas, subsisten en la Cuba de hoy. El gobierno lo sabe y por seguro ha tomado nota de que, en lo que le corresponde, no dilatar viejos y olvidados reclamos para llevar a la práctica esa premonitoria advertencia de “cambiar todo lo que debe ser cambiado”.
En el lado opuesto, tan solo a 90 millas de nuestras costas, la ultraderecha cubanoamericana y la mismísima Casa Blanca, se resisten día por día a que el país siga un rumbo que les resulte desagradable. Ya lo han demostrado y no descansarán en intentar conseguirlo con el soñado estallido popular o estrangulamiento económico.
De modo y manera, que lejos de tener nuevas cartas sobre la mesa, siguen siendo las mismas y habrá que jugar con ellas haciendo gala de mucho tacto, inteligencia y sin margen a errores.
Fuente: https://progresosemanal.us/20211117/apuntes-despues-de-la-marcha/