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Aquello, por lo que va a ser extrañado

Fuentes: Rebelión

Una sociedad manipulada priva a sus miembros de la libertad de pensar, en ella el intelectual pesa menos que una pluma en el aire. La manipulación es un método no democrático, porque evita que la población tenga acceso a la información real y se entera de cualquier suceso mediante la propaganda

El hombre común no cae en cuenta del engaño, pues sus creencias son controladas desde temprana edad hasta el día de su muerte y a lo largo de su vida el sistema lo subyuga mediante órganos cuya función exclusiva es forjar una fantasía con apariencia de realidad. Por esta razón, los gobiernos de EE.UU., sean demócratas o republicanos, cometen cualquier acto, por ruin que sea, sin ser juzgados, aunque se trate de crímenes de guerra.

Una vez logrado este objetivo a nivel nacional, se lo distribuye a nivel global. Esto no significa que el sistema sea absolutista y no permita voces disidentes. Las hay, pero no influyen por llegar a pocos oídos. Por eso importa la disidencia que nace en las altas personalidades del poder y por eso el mundo va a extrañar al Presidente Trump si las cosas se dan tal como indican las encuestas actuales y no fuera reelecto. Es cierto que tiene expresiones mentirosas, lanzadas al aire aparentemente sin pensar, incluidos los errores gramaticales, por ejemplo: tenemos las mejores armas del mundo. Tanqueros nuevos… (¿habrá querido decir tanques?) Tenemos de todo. Nosotros somos tema para la envidia de Rusia. A nosotros nos envidia China. Nadie tiene semejante armamento. Incluso cohetes hidrosónicos, que vuelan siete veces más rápido que cualquier cohete común. (¿Habrá querido decir cohetes hipersónicos?) Son los mejores del mundo y fueron robados durante la administración de Obama.

Pero igual que el burro flautista de Tomás de Iriarte, en numerosas ocasiones Donald Trump acierta con pepo y trulo, como cuando habló de que el mundo político de Washington era una cloaca; o acusó a los medios de comunicación de ser un sistema corrupto que controla la vida de todos e impide a la gente conocer lo que realmente sucede; o amenazó con finalizar las intervenciones militares de EE.UU. y prometió que “serán terminadas las guerras eternas, especialmente aquellas que se libran debido a las decisiones erróneas que se tomaron hace muchos años”; o dijo que iba a eliminar gastos superfluos, como el mantenimiento de la OTAN; o propuso suscribir una alianza estratégica con Rusia para combatir al Estado islámico, principal enemigo de la humanidad; o habló de investigar lo que realmente pasó el 9/11, cuya versión oficial, según Trump, es una flagrante mentira que contradice las leyes de la física; o pensó auditar a la FED, banco privado que controla el sistema financiero de EEUU.

Por eso daría pena que no se escuché más endosar a Hillary Clinton el haber llevado “políticas estúpidas en Libia y Siria y haber matado a cientos de miles de personas con su estupidez… Fue realmente, si no la peor, una de las peores secretarias de Estado de la historia del país”; o “pudiera ser que Obama sacara de mala manera a las tropas de Irak y parte de las desplegadas en Afganistán, pero meterse ahí fue, para mí, el peor error cometido en la historia de nuestro país… Nos gastamos siete trillones de dólares en Oriente Medio… y millones de vidas, porque me gusta contar las vidas perdidas en ambos lados de la contienda”; o decir que los principales líderes del Departamento de Defensa “quieren nada más que pelear guerras, para que todas estas maravillosas compañías que fabrican bombas, aviones y todo lo demás estén felices”; o que “no es deber de las tropas estadounidenses resolver conflictos antiguos en tierras lejanas de las que mucha gente nunca ha oído hablar”. Se le debe dar el mérito de que estas cosas las dice por primera vez un presidente de Estados Unidos y que expresiones así jamás saldrán de los labios de Biden.

Si bien es cierto que sus ideas son correctas y que estas aventuras militares han provocado una bancarrota financiera, también es cierto que es difícil desmontarse de un tigre, o sea, corregir esos errores, porque para ello habría que reformar el sistema político imperante y sacar del poder a la clase adinerada, que sólo piensa en su provecho y a la que es indiferente el destino del mundo. Trump nunca tuvo ni los aliados ni la voluntad política para materializar esta tarea. Por eso, pese a que ordenara la retirada de Siria, las tropas estadounidenses siguen ilegalmente en sus bases sin un cronograma de retirada. Es que existe un grupo poderoso, llamado Estado Profundo, que realmente detenta el poder de EEUU y no está de acuerdo con dicho retiro. Por esa razón el Washington Post escribe que la decisión de Trump es una situación de pausa, no una retirada, porque Trump va a mantener la promesa de destruir al EI, pero aún no lo ha logrado y es necesario terminar el trabajo.

Por otra parte, como regla inamovible de la política imperial, Trump y sus acólitos pelean con todos: contra Rusia, a la que atacan desempolvando el plan “Enterrar a los rusos”, por lo que le inventan calumnias, porque de la mentira siempre queda algo de tizne; contra China, a la que agreden económicamente, intensificando la guerra comercial y las sanciones contra sus compañías; contra la EU, a la que presionan para que detenga la construcción del gasoducto Nord Stream 2 y adquiera gas en EEUU, que es un 30% más caro que el de Rusia; contra Turquía, a la que amenazan por comprar los sistemas de defensa S-400 de Rusia; contra Irán, cuando advierten al mundo, “el que haga negocios con Irán no los hará con EEUU”, y ese es un yap directo a la cara de la UE; contra México, al que lanzan amenazas de todo tipo si no reprime, rompiendo la Constitución mejicana, a los refugiados centroamericanos que abandonan sus terruños por no encontrar trabajo sino violencia y hambre; contra Venezuela, a la que ejecutan medidas draconianas y amenazan con agredirla militarmente; contra Nicaragua y Cuba, cuando las amenazan con poner en vigencia la vetusta Doctrina Monroe.

Sin embargo, en EEUU es fuerte la reacción contra Trump. Según Rudolf Giuliani, su abogado, George Soros está detrás de la Revolución de Colores, pues Antifa y Black Lives Matters, grupos que encabezan las protestas en la mayoría de las ciudades gobernadas por demócratas, reciben gran parte de su financiamiento de este magnate. Para Soros, que negó esta acusación, Trump es un peligro para el mundo y piensa que se trata de un fenómeno pasajero que debe terminar el 2020 o, tal vez, antes.

Estas acciones son alentadas por el ala derecha del Partido Demócrata, no tan segura del triunfo de Biden en la elección de noviembre, por más que las actuales encuestas digan lo contrario. Por eso echan leña en el fuego de la insurrección, o sea, alimentan a la fiera, con la esperanza de ser devorados últimos.

Nadie está en capacidad de prever en qué va a terminar la actual convulsión social de EEUU, ya que todo se ha complicado porque ni los demócratas ni los republicanos han abordado los acuciantes problemas que agobian a la sociedad estadounidense: salarios de trabajadores que bajan sin cesar; personas sin techo como consecuencia de la crisis del 2008; profesionales que no pueden pagar sus deudas de educación; desempleados que deben mendigar su sustento; afroamericanos reprimidos con saña, el caso de George Floyd es uno entre miles; mujeres que buscan equidad por su sacrificada labor; soldados desatendidos luego de haber servido de carne de cañón en el extranjero; en fin, los explotados, los pobres y los desposeídos por un sistema que únicamente genera riqueza para el 1% de los estadounidenses.

Craso error, pues lo que no se resuelve se complica. Por eso, cuando se den unos resultados el 3 de noviembre y otros, después de contabilizar los votos emitidos por correspondencia, EEUU corre el riesgo de que el caos social se propague más allá de los disturbios actuales y se ponga en entredicho, incluso, la integridad de ese país. Y aunque eso no sucediera y EEUU sorteara por el momento dicho peligro, han borrado el ideal de oropel propugnado por ellos. Todos esos valores de libertad y democracia, en los que actúan los políticos, los economistas, los militares y el sistema financiero mundial, toda esa realidad fantasiosa de la que se habló al comienzo de este escrito, todo eso va a sonar huero si la opinión pública descubre posteriormente la verdad, que en concreto, el remedio, Biden, podría resultar peor que la enfermedad, Trump.

Lo cierto es que Guaidó, al que Trump llamó inepto por no derrocar a Maduro, pese al apoyo que le dio, Navalny, que reclamó a Trump el no condenar su envenenamiento, la UE, que se siente acosada por la actual administración estadounidense, el alto mando de la OTAN, que teme la futura disolución de ese organismo, y muchas personas y organizaciones mundiales van a bailar en chulla pata si Biden derrota a Trump. Pero para la gente pensante va a dar, en la práctica, lo mismo, es que en este caso, no hay mal que por mal no venga.