Armando Hart, uno de las personalidades históricas de la Revolución Cubana de 1959, recordó al prócer mexicano Benito Juárez en la apertura del Coloquio Internacional José Martí y una cultura de la naturaleza. El abogado y presidente del Programa Nacional Martiano, en su conferencia magistral inaugural del evento que sesionó hasta el día 26 de […]
Armando Hart, uno de las personalidades históricas de la Revolución Cubana de 1959, recordó al prócer mexicano Benito Juárez en la apertura del Coloquio Internacional José Martí y una cultura de la naturaleza.
El abogado y presidente del Programa Nacional Martiano, en su conferencia magistral inaugural del evento que sesionó hasta el día 26 de octubre: «Aceptamos el desafío impuesto por las actuales relaciones económicas internacionales, pero ello presupone principios éticos y culturales».
Hart rememoró, a guisa de ejemplo, el enunciado del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, cuando afirmó: «el respeto al derecho ajeno es la paz».
«Solo así -acotó- defenderemos a la humanidad de la debacle, a los pobres de la miseria y a la Tierra misma del desastre ecológico denunciado por la comunidad científica internacional».
El Coloquio Internacional José Martí Por una Cultura de la Naturaleza, en el capitalino Hotel Nacional, reunió a más de 300 delegados de 33 países de los cinco continentes, agrupados bajo los principios martianos de la necesidad del equilibrio del mundo, la solidaridad y la utilidad de la virtud.
Según Hart, uno de los más destacados Doctores en Derecho de Cuba y creador de textos de importancia como Cambiar las reglas del juego: «la única forma de contribuir a la paz de manera estable y duradera, consiste en situar la bandera de la democracia, el respeto a los valores universales y al sistema de derecho».
El pensador y sagaz polemista afirmó que «los políticos del imperio están anclados en el pasado oprobioso y no han podido entenderse siquiera con el estado cubano.
«Mal podrán relacionarse y comprender a un mundo más fuerte en su conjunto, requerido de cambios, pero en un sentido opuesto al de la ultraderecha yanqui».
Hart recordó a Freud («el destino de la especie humana ser! á decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva») a Fidel Castro («una especie importante está en peligro de extinción: el hombre») y alertó acerca de la ruptura entre el ambiente y el humano.
Y remató su idea con esta aseveración: «lo primero y más importante de la Cultura de la naturaleza en José Martí es precisamente la humanidad, el hombre en su sentido más personal».
El jurista llamó al estudio de los seres humanos para resolver los problemas de la naturaleza a partir de una afirmación martiana: «todo hombre es una fiera dormida. Es necesario poner riendas a la fiera. Y el hombre es una fiera admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo». Las riendas están en la Cultura.
Recordó el papel de la ética, su poder salvador, los conflictos entre identidad, universalización y civilización con sus raíces económicas y el fracaso de las recetas neoliberales que entregó a los seres humanos, con toda su vulnerabilidad, a las leyes ciegas del mercado.
«Es necesario propiciar una cultura donde no existan antagonismos entre ciencia y ética, ni entre ciencia y fe en Dios. Tenemos el deber de estudiar las categorías llamadas de la superestructura, es indispensable situar la solidaridad y la capacidad humana para asociarse en le centro del empeño renovador», enfatizó.
El también miembro del Consejo de Estado de la República de Cuba concluyó su discurso con esta frase: «Seamos realistas, soñemos con lo imposible, porque ese mundo mejor para toda la humanidad sin excepción, es posible si luchamos por él».