A partir de la década del 40, Arsenio Rodríguez (1911-1970) se convirtió en una de las figuras clave de la música popular cubana. Lamentablemente, casi siempre se le menciona como el genial tresero que fue, rara vez como compositor, autor de sones emblemáticos de la música cubana como «Bruca manigua» o «Fuego en el 23«. […]
A partir de la década del 40, Arsenio Rodríguez (1911-1970) se convirtió en una de las figuras clave de la música popular cubana. Lamentablemente, casi siempre se le menciona como el genial tresero que fue, rara vez como compositor, autor de sones emblemáticos de la música cubana como «Bruca manigua» o «Fuego en el 23«. Su impronta musical ha dejado una huella indeleble en el desarrollo no solo de la música popular cubana, sino también de la música bailable de América Latina, el Caribe y EE.UU., en particular de la salsa.
La trayectoria vital y artística de este virtuoso músico cubano tuvo un impacto en los diversos públicos para los que actuó en distintos momentos de su carrera, e influyó en la eclosión de la salsa en Nueva York, influencia que se mantiene hoy tanto allá, como en Cuba. Esto parece una paradoja si tenemos en cuenta que a Arsenio Rodríguez no le fue fácil penetrar el mundo del espectáculo y de la industria internacional del disco, no obstante la importancia que ya se observaba en su música por entonces.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la aceptación de la música popular cubana en los EE.UU. y en otras zonas de América Latina y el Caribe, fue un proceso complejo, en que lo racial, económico y político, tuvieron cierto peso. La música de Arsenio es tributaria de la herencia africana, y está fuera de duda su acendrada cubanía. Nieto de esclavos congos, nacido en el seno de una humilde familia campesina en Güira de Macurijes, y desde su infancia conviviendo en Güines con las tradiciones musicales de ascendencia africana, como los toques de santería y Palo Monte, e incluso la rumba; todo fue reelaborado y asimilado por Arsenio.
Pero en la búsqueda de una identidad nacional, Arsenio no estaba solo. Baste recordar el movimiento afrocubanista que se desarrolló en la década de los 20, que abarcó no solo la música bailable, sino la sinfónica, encabezado por Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, la literatura, con Nicolás Guillén, y la pintura con Wifredo Lam, entre otros, que le permitió decir a Don Fernando Ortiz, en feliz metáfora: «Cuba es un ajiaco».
En «Bruca manigua», creada bajo la rúbrica de lo afrocubano, Arsenio incorporó formas expresivas que le aportaba este movimiento, particularmente el léxico utilizado en creencias y prácticas religiosas, generalmente incomprensibles para los seguidores de su música, que no conocían el significado de muchas de estas expresiones.
II
Desde el punto de vista musical, Arsenio Rodríguez hizo innovaciones estilísticas que se introdujeron en el son tradicional a fines de la década de los 30 para adaptarlo a una formación instrumental novedosa en aquel momento: el conjunto, y en el desarrollo del mambo, que determinaron el impacto social de su música, particularmente en la masa de trabajadores, principalmente negros.
La estructura concebida para las distintas partes instrumentales del conjunto es rasgo definitorio del estilo musical de Arsenio, cristalizado en el son-montuno. Mención aparte merece otra de sus innovaciones, el «diablo», nombre que se dio a la sección que cierra el son-montuno, y que se caracteriza por una cierta anarquía rítmica. La importancia de esta innovación es significativa, por cuanto el clímax sonoro que representa el «diablo», se convirtió en un aspecto esencial del mambo primero, y después de la salsa.
Arsenio explica así los cambios que él introduce en el son: «Comencé a trabajar en mi música nueva en 1934, y ya en 1936 lograba mis frutos. Pero la consolidación de mis ideas novedosas dentro del género del son vino en 1938». Y añade: «Organicé un nuevo sistema de conjunto. Pensé que el antiguo formato de septeto, con la trompeta, la guitarra y el tres no tenía la armonía necesaria y le agregué un piano y tres trompetas. También le incorporé la tumbadora […]». 1
Pero no fue solo la ampliación del formato instrumental lo que aporta, sino también -y esto quizá sea lo más importante- un nuevo repertorio y una mayor variedad de ritmos y conceptos armónicos que enriquecieron no solo al son, sino también al bolero, la guaracha y algunas combinaciones como el bolero-mambo y el bolero-cha, y además, fue uno de los precursores del mambo.
III
Es importante destacar el impacto de Arsenio y su música en Nueva York durante la eclosión y popularización del mambo en la década del 50, al punto que consiguió eclipsar otras expresiones contemporáneas de la música popular que se escuchaban y bailaban en esa ciudad.
Por otra parte, es necesario repasar las actividades de Arsenio y su conjunto entre los años 1950 y 1955, centrándose especialmente en los puntos de intersección del mambo en Nueva York y San Juan, Puerto Rico. Pese a los esfuerzos que realizó el músico cubano para alinearse con el sonido establecido por el mambo y otras manifestaciones musicales, llama la atención a cualquier atento observador, la poca relevancia que tuvo Arsenio en dicha escena. En realidad, la audiencia de Arsenio era las comunidades de cubanos y puertorriqueños de Harlem y el Bronx, para quienes su música, típicamente cubana, representaba una alternativa.
Pero hay otras razones: su música ocupa un espacio destacado en el repertorio de los grupos salseros, que han creado y grabado sones-montunos y guaguancós al estilo de Arsenio; y algunos de los rasgos definitorios como el son-montuno, la densidad sonora y los solos instrumentales, se han mantenido a lo largo del tiempo como valores propios de la salsa, y de la música que hoy se hace en Cuba, cuyo ejemplo más significativo es Adalberto Álvarez.
Nota :
1- Helio Orovio. «Arsenio Rodríguez y el son». Revolución y Cultura (La Habana), No. 7, 1985.