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Arte y compromiso

Fuentes: Rebelión

(A Gorostidi e Itziar) Cuando un escritor produce sus textos, lo hace sobre la base de materiales heredados. No existe un «autor» exclusivo de su obra. El mito de la «creación» artística o literaria es un invento burgués con sus escatologías en forma de inspiración, talento, etc. Otra cosa es que el escritor parnasillo, alienado, […]

(A Gorostidi e Itziar)

Cuando un escritor produce sus textos, lo hace sobre la base de materiales heredados. No existe un «autor» exclusivo de su obra. El mito de la «creación» artística o literaria es un invento burgués con sus escatologías en forma de inspiración, talento, etc. Otra cosa es que el escritor parnasillo, alienado, se crea esto. La noción de autoría absoluta del escritor con respecto a su obra se enraiza con la institución de la propiedad privada. Con la burguesía aparecen los derechos de autor. El arte no puede existir sin, al menos, dos condicionantes históricos: 1) la existencia de un excedente social bastante como para mantener los gastos que supone su producción, y 2) la existencia de una ideología dominante que posibilite su producción diferencial. Obsecuentemente, toda obra de arte vive sobre la materialidad de una mercancía. En los marcos del canon social, toda obra de arte está destinada a la reproducción ideológica del sistema. Si no, serás un «maldito» y/o un intelectual comprometido, algo que, como leí aquí hace poco, no está de moda.

Decía Malthus que toda la economía burguesa gira en torno a la distinción entre trabajo productivo e improductivo. A. Smith definía el primero como aquél que se cambia directamente por capital y el segundo como aquél que se cambia por renta. Marx ponía los ejemplos de un actor o un clown que, si trabajara para un patrón, su trabajo sería productivo, pues le entrega una cantidad mayor en trabajo de la que él recibe en forma de salario. En cambio, un sastre que viene a mi palacio a repararme los prakas de mil rayas, no crea más que un valor de uso y sólo me detrae renta y no capital, o sea, es un trabajador improductivo, como un juez. Desde el punto de vista del capital no es productivo, pero sí muy necesario para el mantenimiento de su tinglado. Productiva es la fuerza de trabajo asalariada. Por eso Marx se enfada con quienes se preguntan si reportan dinero el oficio de una puta o la enseñanza del latín. Y dice: «un escritor es un obrero productivo, no porque produzca ideas, sino porque enriquece a su editor. Es asalariado de un capitalista». Así que menos lobos…

«El intelectual, ­decía Kautsky,­ no es un capitalista». Pero no se considera un rijoso obrero. Sus aspiraciones son otras: la gloria, el éxito, el dinero. Además, no admite ­en teoría­ intromisiones y menos «contaminarse» con causas obreras, populares y no digamos revolucionarias. Eso para los «iluminados». No se «mojará» salvo para apuntalar el discurso dominante que dice que Fidel Castro es un dictador. Eso lo convierte en «demócrata» (de pacotilla) y lo exorciza contra el torremarfilismo. Con su pan se lo coman. –