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Así te recordaremos, Gladys

Fuentes: Rebelión

  Te recordaremos, querida Gladys, como aquella estudiante de magisterio de origen humilde que ingresó en las Juventudes Comunistas, en nuestra querida Jota, en 1958, cuando los comunistas recuperaban la libertad después de la década ominosa de la Ley Maldita, y participaste con entusiasmo en la segunda campaña presidencial de Salvador Allende. Eras profesora normalista, […]

 

Te recordaremos, querida Gladys, como aquella estudiante de magisterio de origen humilde que ingresó en las Juventudes Comunistas, en nuestra querida Jota, en 1958, cuando los comunistas recuperaban la libertad después de la década ominosa de la Ley Maldita, y participaste con entusiasmo en la segunda campaña presidencial de Salvador Allende. Eras profesora normalista, como don Lucho Corvalán, y abrazaste de manera apasionada la causa más hermosa, la causa de la fraternidad entre los seres humanos, de la justicia social, de la libertad, del socialismo.

Tu recuerdo, querida Gladys, estará siempre entrelazado con el de tu esposo, Jorge Muñoz, aquel joven ingeniero que renunció a una prometedora carrera profesional para ser funcionario del Partido y con quien te casaste en 1963. Aquel año fuiste elegida secretaria general de las Juventudes Comunistas, relevando a Mario Zamorano, quien trece años después cayó junto con tu querido Jorge en la calle Conferencia en manos del fascismo. También tuviste un papel destacado en el unitario Comando Juvenil de la candidatura de Allende, en la tremenda movilización social contra la campaña del terror de un Frei apadrinado desde Washington.

Cuba y Vietnam recibieron en aquellos años tu solidaridad y la de millones de chilenos, en las marchas de varias jornadas para denunciar la ignominia del imperialismo, la barbarie yanki en la Patria Grande y en Indochina.

Te recordaremos, querida Gladys, en el lema de aquel congreso de las JJ.CC de 1969, «A transformar la rebeldía juvenil en conciencia revolucionaria», te recordaremos en los murales que las Brigadas Ramona Parra pintaron por todo Chile para que el pueblo, los humillados, los olvidados, los despreciados, los trabajadores, los campesinos sin tierra, los pobladores, entraran junto a Allende en La Moneda.

Te recordaremos la madrugada del 5 de septiembre de 1970 en el viejo caserón de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en la Alameda, las victoriosas banderas rojas, azules y blancas de la UP, las consignas de los compañeros («¡Jota, Jota…!»), el futuro en las manos, la esperanza en el horizonte.

Te recordaremos, querida Gladys, como la diputada que fue elegida por el distrito número 2 de Santiago en tres ocasiones consecutivas entre 1965 y 1973, te recordaremos en la toma de Herminda de La Victoria en una madrugada de 1967, cuando los pacos asesinaron a aquella guagüita que dio nombre a esta combativa población.

Te recordaremos, querida Gladys, con tu hermosa camisa amaranto de la Jota luchando junto a miles y miles de jóvenes comunistas por el éxito del Gobierno Popular, junto a nuestro inolvidable Víctor, junto a comunistas ejemplares como José Arturo Weibel, Juan Carlos Arriagada, Marcos Suzarte, Marta Ugarte, Cristina Carreño, Carlos Berger y tantos otros.

Te recordaremos, querida Gladys, por tu mirada unitaria, por tu amistad con aquellos jóvenes socialistas como tu gran amigo Carlos Lorca que compartieron tus luchas y tus sueños. Te recordaremos en los trabajos voluntarios, en las multitudinarias marchas de la Central Única de Trabajadores, en las manifestaciones contra el fascismo, en todas las expresiones de la fraternidad internacionalista.

Te recordaremos, querida Gladys, al evocar siempre la hecatombe del 11 de septiembre, tus últimos instantes junto a Jorge, tus palabras por Radio Magallanes, tus horas de incertidumbre en el local de la calle República, la derrota, el martirio del compañero Presidente, la clandestinidad, la noche, el espanto.

Te recordaremos, querida Gladys, al rescatar la lucha clandestina, aquel Llamamiento a la juventud chilena de enero de 1974 que preparaste en la Embajada de Holanda, donde el Partido te ordenó muy a tu pesar que te asilaras: «La instauración de la dictadura fascista, tras el golpe de estado del 11 de septiembre, ha significado el retorno al poder de la oligarquía y el imperialismo. Cada paso dado por la junta muestra su odio sin límites contra el pueblo, los trabajadores, las mujeres, los intelectuales y la juventud. Mediante el desencadenamiento del terror más sangriento que conoce la historia del país y de América Latina se pretende borrar todo vestigio democrático, cualquier expresión de avanzada o progresista. La juventud chilena, que tantas batallas libró junto a la clase obrera y demás sectores democráticos por la conquista de un futuro mejor en que pudiera desarrollarse y realizarse plenamente, sufre en carne propia la represión y la muerte desatada por la dictadura fascista».

Te recordaremos, querida Gladys, cada vez que evoquemos el genocidio del movimiento popular cometido por la dictadura cívico-militar, el encarcelamiento, la tortura, el asesinato y la desaparición de miles y miles de compañeros y compañeras de todas las fuerzas sociales y políticas de izquierda. Te recordaremos en el exilio, denunciando la barbarie de la dictadura y hablando del sufrimiento y la lucha de tu pueblo en innumerables foros y tribunas, convocando a que la ternura de los pueblos se derramara sobre ese espinazo que a lo largo de cuatro mil kilómetros separa el océano de la cordillera andina.

Te recordaremos, querida Gladys, por tu lealtad a la causa del socialismo, a pesar de la deblacle del este europeo, a la lucha por un Chile, una América y un mundo más justos. Tu compromiso te apartó durante trece años de tus queridos hijos, Rodrigo y Álvaro, dos muchachos que crecieron con el dolor de la desaparición de Jorge y de tu ausencia, pero que se sumaron a la lucha contra la dictadura y que hoy han abrazado vuestros ideales y te han acompañado con inmenso amor en la cruel enfermedad que nos ha arrebatado tu presencia.

Te recordaremos, querida Gladys, para señalar que con la ayuda y el sacrificio de muchos compañeros derrotaste a la siniestra Operación Cóndor, lograste regresar clandestina a Chile por Argentina y te dedicaste a superar el desastre de 1976, el año más negro de la historia del Partido que Recabarren fundara en Iquique el 12 de junio de 1912.

Te recordaremos, querida Gladys, por la línea política de la Rebelión Popular de Masas, aquel viraje histórico en el Partido nacido de la autocrítica tras la derrota de 1973. Fue el pueblo chileno (los jóvenes, los pobladores, los obreros, muchos profesionales, los artistas, los intelectuales) el protagonista de aquella explosión de unas luchas que aterrorizaron al Departamento de Estado y situaron al infame Pinochet y su régimen contra las cuerdas.

Te recordaremos, querida Gladys, en el Estadio Santa Laura, aquel 13 de enero de 1990 cuando pudiste volver a hablar a tu pueblo con un mensaje de lucha y esperanza. Cuando 16 años después expusiste ante miles de personas los desafíos de la izquierda de cara a una transición que se ha tornado infinita: una nueva constitución, la democratización de las Fuerzas Armadas, la derogación de la legislación laboral de la dictadura, una ley electoral democrática, que rompa con el sistema binominal que favorece de manera vergonzante a la derecha y excluye a la izquierda… Y por supuesto advertiste de que no ibais a claudicar en la lucha por la verdad, la justicia y la memoria.

Aquel acto probó que el sacrificio de Enrique, Manuel, Carlos, Víctor, Marta, José Manuel y tantos y tantos comunistas no fue en vano. Tus palabras de aquel día son una lección de futuro: «Y hoy, después de 16 años de dictadura, donde no sólo hemos sobrevivido, sino que hemos vivido luchando, tenemos fuerza política, fuerza moral, para decirle a todo Chile que aquí estamos dispuestos a seguir combatiendo por la felicidad de nuestro pueblo, por el derecho a ser libres y dignos. Declaramos ante todo Chile que el Partido Comunista sale a la legalidad. (…) Emergemos de la dura clandestinidad para envolvernos en nuevas tormentas. Emergemos con la poesía de Neruda y el canto de Víctor Jara, emergemos con la nueva hoz y martillo que nos ha regalado José Balmes, llena de colores y bellos trazos. Emergemos como auténticos patriotas, iniciando esta nueva marcha».

Un mes después, querida Gladys, en tu primera entrevista a un medio de comunicación chileno desde 1973 dijiste que Pinochet debía ser juzgado y para ello presentaste en enero de 1998 la primera querella contra el general traidor, una querella que contribuyó de manera decisiva a cambiar la historia reciente de Chile, ya que los tribunales por fin decidieron obviar la ley de amnistía y han decretado el procesamiento de decenas de torturadores y asesinos de las Fuerzas Armadas. Y cuando Pinochet fue desaforado en agosto de 2000 por la caravana de la muerte una pancarta recordó frente a La Moneda: «La primera querella abrió el camino».

Te recordaremos, querida Gladys, como la primera secretaria general y presidenta del Partido Comunista de Chile y de una fuerza política de tu país, te recordamos como la primera candidata presidencial de Chile y como la primera candidata comunista a la Presidencia de la República desde que lo fuera don Elías Lafferte en 1932.

Siempre me dijiste que al mirar hacia atrás sentías que tu vida había valido la pena. «Así vale la pena vivir, entregada plenamente a la vida, arriesgándote, luchando por y con el pueblo, los trabajadores, la gente más sencilla. Es un orgullo tener el reconocimiento del pueblo y luchar por una causa que no es para ti sino para los demás y para mañana».

Siempre recordaré, querida Gladys, cuando te conocí. Eras entonces candidata a senadora por la circunscripción de Santiago Poniente, hablamos de Chile, de Cuba, de la izquierda, de Izquierda Unida. Recuerdo aquel 11 de septiembre de 1997, la marcha al Cementerio General y aquella fría tarde frente al Estadio Nacional, cuando en una modesta tribuna rendiste tributo a los compañeros que fueron recluidos allí por la dictadura y que fueron torturados y asesinados. Luis Alberto Corvalán, Frank Teruggi, Charles Horman, Ángel Parra…

Nos reencontramos en julio de 1999 en Santiago. Julio y Óscar me invitaron a presentar tu libro Regreso a la esperanza. Derrota de la Operación Cóndor en San Bernardo, Viña del Mar, San Miguel y Melipilla. Recuerdo especialmente el acto del Canelo del Nos, en San Bernardo, acompañados por una gran batucada y los viejos obreros de la Maestranza que evocaron el exterminio de sus compañeros en el cerro Chena. En San Miguel nos acompañaron Mario Palestro y José Oyarce, obrero y primer ministro de Trabajo del Gobierno Popular, en una tarde inolvidable en la que también compartimos un curioso «vino navegado».

Eras la candidata presidencial de la izquierda y un soleado día de agosto te acompañamos hasta el Registro Electoral en la calle Esmeralda. Recuerdo a unos viejitos que se apretaban el alma para gritarles a los momios que escudriñaban desde los edificios de oficinas: «¿Y qué fue, y qué fue? ¡Aquí estamos otra vez!». Nos acompañaban compañeras tan queridas como Carmen Vivanco, Carmen Soria, Viviana Díaz o Patricia Silva.

Un año después pasaste por Madrid y ahí te preparamos, acogidos por el PCE e Izquierda Unida, una apretada agenda de entrevistas en el despacho de Paco Frutos y una rueda de prensa con Julio Anguita. Era 4 de septiembre y por la tarde ante una sala llena de compañeros, chilenos y españoles, recordamos contigo y con Ismael Serrano los treinta años de la victoria de la Unidad Popular, con la certeza de que algún día volveremos a conquistar las grandes alamedas.

Te entrevisté por teléfono por última vez en agosto de 2002. Ya no volvimos a vernos. Me hablaste mucho de Jorge, Rodrigo y Álvaro. Vencí mi pudor para preguntarte si podrías enviarme alguna de las cartas que Jorge te escribió desde la clandestinidad. Sabía que era uno de tus tesoros más íntimos, que nunca se habían publicado.

Y, sin embargo, tu respuesta me conmovió y jamás podré olvidarla: me dijiste que me enviarías las cartas y que confiabas plenamente en mí para su publicación. En mi libro Después de la lluvia. Chile, la memoria herida incluí varias de ellas, espero que alcanzaras a ver el ejemplar que te dejé con Julio y que te gustara.

Recordaré siempre, querida Gladys, tu alegría vital, tus apasionados ideales revolucionarios, tu trato afectuoso con todos los compañeros y las compañeras que nos acercábamos a ti, tu solidaridad con todas las causas nobles del mundo, tu reconocimiento al pueblo cubano y a Fidel, tu especial apoyo a los zapatistas y a los comunistas colombianos.

En el corazón de tu Partido vivirán tu pensamiento y tu lucha indeclinable y ahí está como prueba el éxito del Poder Democrático y Social (PODEMOS) en las pasadas elecciones municipales, en las que obtuvo casi el 10% de los votos y más de 90 concejales. Ahora, por primera vez desde 1970, se adivina en el horizonte inmediato la posibilidad cierta de que toda la izquierda y los sectores antineoliberales de Chile confluyan en un programa de gobierno y unas candidaturas unitarias para las elecciones presidenciales y parlamentarias de diciembre.

Hoy quiero decirte, querida Gladys, con el corazón apretado, que nunca te olvidaremos, que desde hoy el Partido de Recabarren, Neruda y Víctor, será llamado también el Partido de Gladys, de nuestra querida Gladys, de la Gladys. También quiero leerte de nuevo aquellas palabras que Jorge te escribió el 12 de junio de 1974, desde la clandestinidad, y que permitiste conocer: «Tú y yo formamos parte de una cordillera de hombres, mujeres y jóvenes que se extiende de norte a sur, que es imponente, que es vigía, punto de referencia para muchos y que es casi inmortal». ¡Hasta siempre, querida compañera!