Le escuché decir esos nombres a quien se me presentó como funcionario del Departamento de Estado, asignado a la Embajada en París. Fue hace pocos años en el bar de un elegante hotel de esta capital, a pocos metros del Museo del Louvre. Cinco días antes se me había acercado durante un cóctel en la Casa de América Latina (Maison de l’Amérique Latine). Dijo conocerme por mis libros y artículos sobre Cuba.
Bebía vino como para calmar la sed. Luego de pocos intercambios me preguntó lo que pensaba sobre las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior de Cuba. Le dije que, salvo algunos traidores, esas dos instituciones habían demostrado fidelidad a la revolución; que por su compenetración con el pueblo eran pilares fundamentales de ese proceso.
“Cierto”, reconoció. “Pero, ¿es normal que ellos tengan las manos tan metidas en la economía? ¿Que tengan negocios en varios países?”
Le respondí que era usual que las Fuerzas Armadas y los servicios de seguridad de muchos países tuvieran negocios, directa o indirectamente, casi siempre bajo cobertura, en su propio territorio u otros países. ¿O es que él no sabía que uno de los mayores negociantes del mundo es el Pentágono? ¿Ignoraba que la CIA tenía empresas y hasta hoteles por todo el mundo?
“Cuba es diferente”, me dijo. “Allá no hay democracia. Es un régimen que no respeta los derechos humanos, y…” Y repitió ese blablabla tan conocido.
Sin pestañear me dijo que uno de los objetivos centrales que llevaban desde hace unos años era perseguir y denunciar todos los negocios de Cuba, dirigidos por esas instituciones. Que ello no era secreto para quien le diera seguimiento al “tema Cuba”.
“Tenemos a mucha gente trabajando en ello”, aseguró.
Sin más, pasó a proponerme realizar investigaciones sobre esas inversiones: “Es un buen tema. No tendría que preocuparse por financiamiento ni publicidad. Y lo haría sin compromiso con nosotros”.
“¿Desde cuándo los gringos dan sin esperar algo a cambio?”, pensé.
Quizás debido al efecto del alcohol y a la prepotencia de creerse intocable, me dijo que podría ponerme en contacto con algunos catedráticos que ya estaban en España trabajando sobre el tema. Ante mi pregunta, sin titubear, soltó dos nombres que quizá yo ya conocía: Juan Antonio Blanco y Elena Larrinaga.
Difícil no saber de esos dos agresores de la revolución. Delante de él anoté sus nombres, en la libreta que aún guardo.
Blanco, un cubano que en 1992 dejó la carrera diplomática y 4 años después huyó hacia Canadá en uno de los momentos más difíciles para el futuro del país: el presidente Clinton firmaba la Ley Helms-Burton, que desde entonces busca la total asfixia económica de Cuba. Por sus escritos se puede asegurar que Blanco ya era un contrarrevolucionario.
Lo que ratifica cuando desde Ottawa empieza a contar públicamente lo que había conocido del servicio diplomático cubano. Algo que se conoce en ese medio como deslealtad. O traición.
A cambio, Blanco recibía sus dólares como paga a través de “Human Rights Internet”, aparato ideado y guiado por la CIA, financiado por la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia), NED.(1)
En el 2011 se traslada a Miami, epicentro de la contrarrevolución. Ahí lo integran al Cuban Research Institute (Instituto Cubano de Investigaciones), de la Universidad de la Florida, ente financiado, entre otros, por la empresa Bacardi, cuyos abogados redactaron la ley Helms-Burton. En ese tal Instituto se engendró, a mediados de la década de los noventa, lo que según Washington y la extrema derecha cubana en Estados Unidos, debería ser una Cuba posrevolucionaria en todos los aspectos, y que haría de ella otra colonia estilo Puerto Rico.
También lo incorporan a la Foundation for Human Rights in Cuba (Fundación para los Derechos Humanos en Cuba), creada para que “en la isla y a nivel internacional el régimen cubano rinda cuentas por sus abusos (…) y por sus actividades desestabilizadoras en el extranjero…» Dicha Fundación «difunde regularmente información e informes en Washington…” En 2016 fue designado como su director ejecutivo.
Era otro proyecto, de los miles, ideado por el Departamento de Estado y la CIA, con financiación de la NED: en el 2021 le asignarían 142.526 dólares. (2)
En diciembre 2022 Juan Antonio Blanco acepta crear «Cuba Siglo 21», como “un laboratorio de ideas radicado en Madrid al servicio de las fuerzas que promueven el cambio hacia una sociedad abierta, democrática y próspera apoyada en un Estado de derecho y un mercado libre.”
Palabras más o menos, copiaba los objetivos ideados por Cuban Research Institute casi treinta años atrás, como lo han hecho casi todos los grupúsculos contrarrevolucionarios.
Ilusas y huecas, pero frases que financia Washington con el dinero del cada día más necesitado contribuyente estadounidense.
Sin dejar un pie en Miami, ese traslado no fue fortuito: a nivel mundial la contrarrevolución radicada en esa ciudad se ha ganado una pésima reputación por violenta, intransigente y vulgar. Y el perfil de Blanco es de ‘intelectual analista’.
Aunque las campañas por dañar la imagen de la revolución desde Europa occidental no han sido continuas ni tan virulentas como en la Florida, a veces han sido efectivas por esa falsa reputación internacional de “respetuosa” de los derechos humanos.
Juan Antonio Blanco ya era cercano a Elena Larrinaga de Luis. Ella nació en Cuba en 1955, en el seno de una familia propietaria de una acería nacionalizada, por lo cual partieron. Fuera de la isla, Larrinaga continuó hasta adulta recibiendo una educación católica conservadora en España. Esto, más su condición social, le permitieron relacionarse con la alta curia reaccionaria y retrógados círculos sociales.
Ella se puso tempranamente en los brazos de la embajada de Estados Unidos y todo lo que ello envuelve.
Aunque solo reagrupa a un puñado, casi se autoproclamó presidente de la Federación de Asociaciones Cubanas en España. Dice haber creado el Observatorio Cubano de Derechos Humanos. Desde hace poco está al frente de un ya inexistente Partido Demócrata Cristiano de Cuba. Y como parece que el feminismo se ha convertido para algunas en moda y da dinero, pues Larrinaga también creó y encabeza la Red Femenina de Cuba, y es presidenta de la Liga Femenina de Cuba. Para no alargarme con sus “cargos”, cierro diciendo que es secretaria de Relaciones Internacionales del Consejo para la Transición Democrática en Cuba. Este fue anunciado en el 2021, pero el formato original nació en Miami hace unas tres décadas.
Todo ello es auspiciado y financiado por el Departamento de Estado, la NED y la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, USAID.
Y si el hombre en París me propuso encontrarlos es porque ambos llevan unos años dedicados a realizar foros, conferencias e “investigaciones” sobre las actividades empresariales que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), dirigen en toda legalidad. Aunque el interés mayor es “denunciar” las posibles inversiones de esas entidades fuera de la isla.
En ese mismo sentido, otro tema que los excita sin vergüenza es propagar los resultados del cruel acoso a las transacciones con destino a la salud del pueblo cubano, que ha llegado a obstaculizar hasta la compra de jeringuillas para aplicar la vacuna contra el Covid.
Son rastreamientos y hostigamientos que en realidad hacen el Departamento de Estado, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), del Departamento del Tesoro y la CIA, principalmente.
Blanco, Larrinaga y otros de la misma matriz ponen la cara y hacen eco, a partir de lo que se redacta en Washington. Y la partitura dice que se debe aprovechar la difícil situación económica interna, creada por el terrible bloqueo, para inculcar el descontento y la desconfianza con falsos argumentos e informaciones al interior del Minfar y del Ministerio del Interior (Minint).
Y mucho más: de la población hacia esas dos instituciones siempre admiradas.
Para ello se cuenta con las facilidades que brindan las comunicaciones por internet. Y dinero, el que sea necesario.
El 12 de marzo 2023 se organizó un evento en Madrid, con invitación personal, para presentar un tal informe denominado “Cuba: saqueo de Gaesa a la seguridad sanitaria”. En él se ‘demuestra’ que la cúpula militar cubana roba al Ministerio de salud para su propio bien. Se debe decir que Gaesa es un grupo empresarial donde el Minfar tiene presencia.
El 18 de abril 2023 casi se repitió el tema durante un evento organizado por Larrinaga, denominado “El eje de las oligarquías autocráticas latinoamericanas”. Entre los presentes estuvo Pamela Asturizaga Ortíz, Directora de Programas en la División de América Latina y el Caribe, dentro del Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute), IRI, actor decisivo en la NED.
El 17 de enero 2024, con el apoyo de Larrinaga y las palabras introductorias de Blanco, Emilio Morales, el otro director de ese ‘laboratorio de ideas’ o think tank, como ellos consideran a “Cuba Siglo21”, presentó “Cuba: Gaesa y el colapso del régimen”. Emilio, entre otros, es presidente del Havana Consulting Group.
Se puede resumir que en las charlas y documentos se dice que:
“El verdadero poder en Cuba no es el Gobierno ‘burócrata institucionalizado’ sino esa oligarquía, representada por el consorcio GAESA (…) ya no es un estado socialista que atiende las necesidades de sus ciudadanos sino un ‘estado mafioso’ (…) En otras palabras, esta elite mafiosa en el poder es la que tiene bajo su control cada dólar que entra y sale de la isla (…)”
Blanco se jacta de tener estrechos lazos con exmilitares cubanos radicados en Estados Unidos. No pierde oportunidad para decir que su trabajo es apoyado por el exgeneral Rafael del Pino, quien desertara en 1987 para pasar a trabajar con Washington.
Este exgeneral, que siempre ha tratado de ser discreto, sorpresivamente creó en 2021 la organización Militares Objetores de Conciencia en Estados Unidos, MOC, con el objetivo de ayudar a llevar la libertad a Cuba.
Y en enero 2024, Siglo21 le publicó a del Pino “Cuba 2024: la rebelión es un derecho constitucional vigente”
Ahí retoma lo que dijera el MOC en un comunicado por los mismos días: “El pueblo cubano padece la dictadura totalitaria de una oligarquía mafiosa, parasitaria e irresponsable que solo defiende sus intereses. El resto, comenzando por el propio partido comunista, el gobierno, la Asamblea Nacional y los tribunales, son pura escenografía y paisaje (…) Las FAR deben su lealtad al pueblo y es con él, no con una casta oligárquica, que estará siempre unido”.
No es secreto que su contacto y guía para este trabajo es Aymel Rios Wong, quien está al frente del “Programa Cuba” en la NED.
Ah, ¿pero qué es la NED? Simple: fue creada por el Consejo de Seguridad de Ronald Reagan en 1983. Allen Weinstein, historiador y su primer presidente lo resumió así: “Mucho de lo que hoy hacemos, lo hacía ya hace 25 años la CIA de manera encubierta”. (3)
El investigador y exfuncionario del Departamento de Estado, William Blum, también fue muy concreto al referirse a la NED: «La creación de la NED ha sido una obra maestra de la política, de las relaciones públicas y del cinismo».(4)
Notas:
1) Human Rights – NATIONAL ENDOWMENT FOR DEMOCRACY (ned.org)
2) Cuba 2021 – NATIONAL ENDOWMENT FOR DEMOCRACY (ned.org)
3) Artículo publicado en Le Monde diplomatique. Puede leerse completo en: Cuando una respetable Fundación toma el relevo de la CIA – Rebelion
4) Blum, William. Rogue State. Ed. Common Courage Press. Monroe, 2000.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.