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Una tarea de reconstrucción de la teoría revolucionaria comunista

Asimilar a Lenin

Fuentes: Rebelión

Con motivo del reciente Congreso «Sólo Lenin» realizado en la ciudad de Maracay, tuvimos la oportunidad de expresar algunas ideas cultivadas a través de los años de nuestra formación popular abrazando el pensamiento y acción de este gran revolucionario ruso, tiempo que nos marcó pero sin dejarnos llevar por el estigmatismo que por todas partes […]

Con motivo del reciente Congreso «Sólo Lenin» realizado en la ciudad de Maracay, tuvimos la oportunidad de expresar algunas ideas cultivadas a través de los años de nuestra formación popular abrazando el pensamiento y acción de este gran revolucionario ruso, tiempo que nos marcó pero sin dejarnos llevar por el estigmatismo que por todas partes persigue a los revolucionarios para que se marginen o renuncien a sus ideales; sino de retarlo como recalcan muchas gentes consecuentes que se han atrevido a romper el cerco en el tema de la teoría revolucionaria. Proponemos entonces estas líneas para el estudio de Lenin en las condiciones de la Venezuela Bolivariana, pero también de revolucionarios anteriores y posteriores a él.

De Lenin contamos con una amplia difusión de sus trabajos políticos, teóricos, polémicos, propagandísticos, formativos. También existen sistematizaciones, apreciaciones, estudios, biografías, enfoques, comentarios y mil cosas más para dilucidar su obra y su inserción en la historia de la lucha de clases. Entre unos y otros, media la distancia del hecho y su interpretación. No podemos contentarnos con adquirir noción de lo que hizo y dijo, ya que aún siendo sustancial el estudio de su obra, resulta insuficiente para comprenderla cabalmente, como tampoco sería satisfactorio quedarnos únicamente con las interpretaciones, debido a que estas suelen estar enclavadas en distintas tendencias, clases, grupos y posiciones en contextos concretos tan dinámicos respecto de su dependencia de otros factores, como cambiantes en la historia. De donde resulta que todavía queda por poner en claro cada contribución para entenderlo y asimilarlo, unas se rechazan radicalmente (sistematización vs síntesis), otras intentan complementarse (intelectualismo-criticismo), unas sólo sustraen aquello que a su fin resulta provechoso (por ejemplo, retomarle una forma de profundizar el análisis, sin lo organizativo, o viceversa, lo organizativo sin el análisis), suele suceder también en otras visiones que no están interesadas en rescatar nada de las demás. Este es un primer problema para asimilar a Lenin, la complementariedad entre el aprendizaje de su obra y su mejor ubicación en el escenario histórico social. Tratándose de su asimilación plena, cada uno de estos dos aspectos, la obra y sus balances, aporta al propósito, aunque la dependencia de una matriz resulta clara, lo cardinal es conocerlo en su tinta, al conocerlo y tomar conciencia hacemos parte de ese balance, pero definitivamente un balance o juicio sin tomar contacto con su obra da pie al prejuicio o la religiosidad.

Tan polémico es Lenin como sus interpretaciones en vista de la inmersión de toda su concepción sobre el gran teatro de la lucha de clases, develándose sumamente atrayente, a sabiendas de que toda su obra es valiosa para el desenvolvimiento del proceso revolucionario de los pueblos. Pero nos estamos adelantando, cien años de lucha de clases mundial y Lenin el revolucionario vive polemizando sobre sí al tiempo que vive sembrando debate sobre la sociedad. Así sólo Lenin es un decir, una puntualización para sustentar y canalizar la discusión de la teoría revolucionaria al conocimiento de lo que se mueve alrededor de éste eminente teórico tan multifacético y tan abocado a tareas concretas. Con todo, mujeres y hombres, clases y sectores no estamos en condiciones de evitar que nuestras apreciaciones también sean ecos de interpretación a raíz de fenómenos concretos de las batallas en que estamos inmersos. Esto indispensablemente forma parte de una dialéctica sabiamente manejada en él para poner en sintonía importantes leyes revolucionarias de interpretación-acción dentro del contexto de una sociedad dividida que se enmarca en el conflicto; dialéctica cuyos estruendos de batalla se reproduce constantemente elevando lo dicho y hecho por nuestro camarada, que es maestro en esta forma. No hay nada negativo en ello salvo si se descontextualiza a Lenin y se le hace decir cosas que jamás sustentó; lo importante es lograr centrarnos en aprovechar al máximo sus enseñanzas y experiencias.

La obra de Lenin habla por sí misma si se la contrasta con la realidad de su época y con la realidad actual, naturalmente unos aspectos sólo serán ecos del pasado, en tanto que otros serán verdaderos llamados que parecieran escritos hace unas horas para la urgencia del momento, y otros más constituyen líneas trazadas por debajo de sus contextos para subrayar la continuidad de tareas, acciones y procesos de la lucha general. Sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria nos dice, tal es una de las grandes resonancias que encontramos, por emplear el ejemplo más común aunque no siempre atendido, ya que es un reclamo a la clase proletaria, los pueblos y revolucionarias(os). Así mismo todo estudio que aporte al conocimiento de Lenin, que profundice, exponga o le inscriba cierta organicidad a su obra, nunca dejará de ser valioso para los pueblos que ansían recoger los mejores frutos de sus experiencias. Solemos pelear contra las interpretaciones porque se apoyan a ciertos fines, nos parezcan apropiados o no, mientras existan clases y luchas, el conflicto de este tipo siempre será una manera de apropiarnos, sintetizar e incluso actualizar las perspectivas sobre Lenin tanto como de asimilar su obra directamente.

Aceptamos el papel que cada forma de trazar la obra de Lenin tiene, aún encontrando motivos sobre los cuales diferir, existen aspectos que resaltan distintos panoramas de los que hoy intentamos apropiarnos, así se constituyan por los elementos más álgidos de la polémica histórica y cuanto se refiera a interpretaciones confrontadas. Hoy con tanta agua corrida, sin pretender conciliación alguna, nos atrevemos a resaltar que las partes en disputa, trascendidas a campos de batalla ideológica-política reclaman atención para rescatar lo que aquí y allá se enfatizó, en espera de nuevas síntesis. Las síntesis más brillantes, las profundizaciones más amplias, las acotaciones más demarcadas, todo ello es necesario, no se trata de sustraerse de lo que les movió, sino de valorar lo mejor posible su razón y su importancia en el complejo de la teoría y la práctica, así como sus limitaciones para recuperar otras profundidades. No para caer en una especie de pragmatismo contra las parcelas teóricas, sino a modo de apreciar claramente la naturaleza de Lenin para la revolución descontaminándonos de los aspectos de la polémica que aún sustentando su importancia, no permiten dicha asimilación, que en política revolucionaria diferencia los resultados de entre la formación de la secta de hecho, el partido deformado y el partido de verdad. Tampoco pretendemos detenernos en este asunto, nuestro propósito ha sido despejar la preocupación excesiva por cuanto se diga de este gran fundador comunista, finalmente también estamos para hablar de él.

Después de esto, aún puede ser complicado asimilar a Lenin, los detalles, las puntualizaciones, las discordancias, las críticas, las interpretaciones sobre sus planteamientos; saltan por doquier. Nos acompañan para bien y a veces para mal, pero discernirlas o ponerse de acuerdo es tan necesario como romper el cerco para que prenda en el seno del pueblo, inexcusablemente, sin pretextos, bajo cualquier dificultad o condición, hay que estudiar a Lenin con urgencia, buscando con ansia las claves de su propia visión. Lenin es un legado de los albores de tiempos revolucionarios que no terminan, tiempos que ahora nos presentan las cosas de un modo, ahora de otro; en esa apropiación es que la tarea se convierte en una verdadera batalla intelectual del pueblo. Cuánto se enaltezca dicho legado depende directamente de cuánto el proletariado y los pueblos del mundo logren hacerlo suyo en la más rica y eficaz de sus definiciones. Ojo crítico, cuidarnos del endiosamiento lo mismo que del ultraje en torno a Lenin es parte de todo este paso a su reconstitución.

Tenemos otras nuevas preocupaciones, hay cinco rubros más que debemos evitar: la abstracción forzada, el misticismo, la manipulación, la fraseología revolucionaria y la confrontación al absurdo:

  1. La abstracción forzada. Es el peligro del dogmatismo consistente en generalizar cualquier planteamiento de Lenin para toda ocasión. Interpretar sus escritos de forma imprecisa sin atender los contextos, que ya encierran un aporte a la lucha de clases, para desprender conclusiones prácticas de todo color, sea defendiéndolas o rechazándolas como muy a menudo suelde suceder con la valoración de la obra ¿Qué hacer?, la idea del partido revolucionario, sus posiciones sobre la democracia proletaria y la planificación estratégica. Si bien lo certero de Lenin es su atención a la lucha revolucionaria contra el capitalismo imperialista, las formas que ésta cobra y cobró, varían, algunas propuestas de debate se pueden aplicar otras no según el proceso de cada país. La conciencia se forma lentamente, ciertamente existen periodos en que ésta se acelera y adelanta rápidamente, pero lo importante es que la conciencia se forme sobre la vida concreta de los pueblos y sus revolucionarios donde sus líneas revolucionarias se observen y practiquen con centralidad. Puede requerirse más persuasión o resolución, más educación o experiencia concreta, variando definitivamente los esquemas, no así la visión de los problemas del combate.

  2. El misticismo. Va asociada al anterior inciso, adquiere su peculiaridad en que solemos hacer de Lenin sólo un símbolo o icono, nos llenamos con expresar que comulgamos con sus ideales, como cuando aseveramos con religiosidad que «estamos con el proceso», pero difícilmente atinamos a armonizar una visión de los fenómenos que nos arrebatan la vida. Se dice que es producto de la contaminación del sistema, lo que sea que fuere, por cuanto también se asocia a un modus vivendi marginal; los pueblos y los revolucionarios debemos actuar sobre lo concreto, debemos apreciar aquí a Lenin en cuanto a orientación de lucha, tan objetiva como directamente práctica. Que los hechos y las palabras se fusionen como en su vida nos dio el ejemplo, el leninismo se asimila y asume en nuevos contextos de lucha, sin estos, no cabe hablar de verdadera consecuencia, sino de misticismo radical, el marxismo en Lenin bolchevique no es un catecismo, ni mucho menos una serie de dogmas para medir. Este otro ejemplo el del bolchevismo practicado a base de palabrería mística para ocultar poderes anodinos trae escasos resultados, recicla modos de existencia circunstanciales, pero no aterriza la identidad del bolchevismo aún variando su aplicación como forma de llevar a cabo la gran obra revolucionaria de elevar conciencia, organizar tareas, formar revolucionarias y revolucionarios, cultivar el espíritu de clase y sus solidaridades, remover a los explotados a la condición clasista colectiva, orgánica y de vanguardia.

  3. La manipulación. Toda manipulación es ya una apropiación limitada, con intereses parciales. A Lenin se le apropia así sólo desde «puntos de vista», según la cátedra, según el grupo, según un objetivo, aquí en Venezuela hemos visto inclusive que se le asimilaba para golpismos y alianzas con la ultraderecha embaucando a sectores del pueblo. Consideremos sin estar de acuerdo en que algunas de esas formas aportan un granito de arena, pero su problema, con o sin intención, es que precisamente al hacerlo de esa forma, degradan, desarticulan y descomponen la naturaleza continuadora de Lenin como totalidad del pensamiento y la praxis revolucionaria. En esa tendencia reduccionista que aconteció desde el resquebrajamiento del bloque soviético y las agudas divergencias del movimiento comunista internacional, así como se perdió mucho de la apreciación global de Lenin, también se nos presenta la oportunidad de su recuperación, de poner el ojo a toda apreciación exclusivista sobre algún rasgo de Lenin, que sin dejar de ser oportuno, guarda los secretos de un mundo dividido.

  4. La fraseología revolucionaria. Reducir a Lenin a un listado de frases, agarrarse de estas para «hacer política» es sin duda un gran problema a afrontar, quien se asuma o por lo menos se afiance en el estudio de Lenin se va a encontrar con una selva de frases pomposas, de revoltijos de consignas que pocas veces se concretarán en una acción según Lenin orquestada, reflexionada y colectivizada. A pesar que es uno de los problemas ferozmente combatidos por Lenin, al margen del estudio de sus causas, la fraseología revolucionaria se presenta también en su estudio. Con justificada razón una gran cantidad de intelectuales acusaron la fraseología como un falso pensamiento revolucionario, inadaptable a las condiciones latinoamericanas, aunque la fraseología no es el leninismo en sí, con mucho es simplemente una vulgarización de éste.

  5. La confrontación al absurdo. El intento de contrastar a Marx o a Lenin con algunos de los más eminentes próceres de las revoluciones de independencia (Bolívar, Hidalgo) y las posteriores luchas en el radio de acción de América Latina sin duda adquirió formas absurdas, perdiéndose el sentido histórico de los hechos y con esto los aportes en distintos planos. Bajo el intento de elevar la visión revolucionaria se optó por denigrar lo nuestro, por resaltar nuestros constantes tropiezos o en contraparte por resaltar lo nuestro sin una crítica seria, por constituirse un campo de disputa entre el llamado eurocentrismo y el latinoamericanismo. Una burda aplicación del principio de contradicción no ha permitido que se asimile plenamente la historia de las luchas de clases de América milenaria y latina. Entre los revolucionarios hubo un verdadero campo de disputa respecto de la apreciación necesaria de nuestras luchas al punto que se priorizó en la confrontación de las distintas posiciones, la derivación a cuestionarse, a crearse supuestos enemigos entre las distintas posiciones, tendencias y sus formas de asimilar a Lenin, de esta suerte llegamos a puntos en que formas de lucha concretas fueron rechazadas por tirios o troyanos bajo la consideración ideologizada de no estar a tono con la interpretación del leninismo, del marxismo o del revolucionarismo propio. En Lenin muy por el contrario encontramos uno de esos finos tejidos que asumiendo las tendencias e historias nacionales de lucha se les logra empujar al desarrollo marxista y la consecuencia socialista. De nada sirve insistir que todo vino de fuera y que las malas influencias nos dislocan el pensamiento (se decía en unos medios que todo fue culpa de la tercera internacional), de ahí hay que recoger sólo una parte de verdad, ligándola al sentido en que nuestra percepción de la teoría, nuestras pertenencias de clase, las condiciones del sistema de relaciones sociales en nuestros países y nuestras experiencias disparan una forma de disputar no siempre a tono con los temas y circunstancias que reclaman cierta puntualización, conocimiento del contexto y mucha reflexión.

Otras amenazas se ciernen, como el hecho de que sucumbamos a las experiencias inmediatas, el inmediatismo político y las condiciones que orillan a que sólo se aprecie una parte de la obra, a que adquiramos retazos de Lenin en el supuesto de que sean suficientes y los hechos no exijan más. Claro está que los hechos bien contemplados siempre exigen más, si además se contempla la perspectiva futura, agarrarse a todo ello de manera constante es un poderoso aliciente para asimilar a Lenin. Por ejemplo, los hechos de la Venezuela chavista de hoy sentencian la importancia de la organización del pueblo, sus posibilidades, su oportunidad; sin embargo, ver mediatizada la organización a las circunstancias es un peligro real, ahí en ese detalle resalta uno de los valores del leninismo.

Podemos combatir bien y tenazmente contra unas u otras amenazas del momento, trazar el cumplimiento de pequeñas tareas, mas si no logramos empaparnos y empapar del sentido de la crítica revolucionaria leninista sobre la sociedad, difícilmente vamos a romperla, en algún momento sus actos suprimirán aquellos esfuerzos o simplemente por obra y gracia de sus relaciones establecidas adquirirá una dinámica burguesa más afinada. Los revolucionarios en esa condición quedaríamos muy mal respecto del cumplimiento de nuestros fines, pasaríamos por buenos radicales y malos practicantes de los principios revolucionarios. Lenin no se llevaba la lucha en paz, toda su labor es muestra palpable de resistencia contra el estatus en todos los ámbitos posibles u obligados en que debía y debe contrastarse el carácter revolucionario de un movimiento social.

Ante nosotros se presentan estos pasajes de la línea leninista, lo clasista, lo organizativo, lo crítico, lo revolucionario, lo objetivo, lo amplio y lo específico. En el contexto de su formación y lucha, con todas sus semejanzas y desemejanzas de la realidad actual, se acrisolaron estos principios de compromiso con la transformación social para cimentar una de las grandes experiencias de masas sobre la sociedad libre. De su armonización se desprendieron importantes aportes que hoy gustamos asimilar para entender y actuar mejor en la vida social. Con estas herramientas Lenin pretendió crear conciencia sobre su tiempo, sobre la inevitable lucha de los explotados y oprimidos por el poder, por conducirnos hacia una sociedad comunista emancipada de todo tipo de relación de coerción, control y dominación social. Lenin el marxista buscó vertebrar el conocimiento de la realidad social para la práctica revolucionaria, contrastó las experiencias y carencias con las necesidades de corto y largo aliento en esa lucha colosal contra el zarismo, la democracia burguesa en su cuna, el imperialismo, la guerra civil y la todavía más profunda lucha interior por construir el socialismo. Combatió la fe y la credulidad para hacer prevalecer la conciencia crítico-revolucionaria de clase. Algunos, críticos de Lenin se empeñaron en su tiempo por exigir un Lenin apegado al estudio de lo que Marx se puso como temas centrales en su vida, tanto más se dice de Marx por no centrarse en los temas como Lenin, pero esos desenfoques del contexto, así como los reclamos frente a posiciones de estos dos grandes pensadores en situaciones específicas; nos alertan de las interpretaciones de por sí ya afincadas en prejuzgar sobre la base de otras vivencias sin molestarse en los planos en que trabajaron ambos revolucionarios, y todo para presionarnos para ponernos a decidir entre Lenin y el momento, cuando esta «elección» es incompatible con el punto de vista revolucionario.

Nos encontraremos con muchos puntos comunes, así también indudablemente con las apreciaciones válidas sobre el cambio correlativo de diversos postulados teórico-prácticos. Uno de tantos, de lo más primordial sobre la marcha de la lucha revolucionaria es el tema de las relaciones masas-partido o partido-masas, entre el sentido revolucionario organizado y las clases potencialmente revolucionarias. La naturaleza de las clases sociales oprimidas bajo el capitalismo (y de no tan nuevos sectores sociales), varía a tal grado que da pie a teorizaciones sobre su importancia, sobre las posibilidades generales para todos los componentes populares de asimilar las ideas de Lenin y de luchar por estas. Puede detallarse al máximo ese campo, los grandes problemas acarreados y la insolubilidad en que han quedado en la historia, mas siempre queda el margen entre lo propiamente posible de organizar y la naturaleza de una organización revolucionaria lo más fiel y centrada en su misión de clase.

Ayudar a visualizar el fondo revolucionario de la teoría y práctica de Lenin en un mundo en que uno afronta tantas interpretaciones, correcciones, rechazos, santificaciones es una finalidad de quienes reivindican el pensamiento de Lenin. A modo de recordatorio sobre su obra debemos subrayar el papel que jugaron sus trabajos y sus labores. De esto cabe destacar:

  1. La cuestión de los mercados, escritos contra el populismo, El desarrollo del capitalismo en Rusia, trabajos organizativos con el corolario del ¿Qué hacer?, escritos tácticos revolucionarios, Materialismo y empiriocriticismo, El imperialismo fase superior del capitalismo, Las tesis de abril, El Estado y la revolución, la autodeterminación de las naciones, visualización de las tareas en la construcción del socialismo. Y una colosal pléyade de trabajos en que desenmascara día tras día, año tras año, al capitalismo, las clases explotadoras, el oportunismo, el revisionismo y el imperialismo. Paso a paso fue forjando las armas del proletariado organizado y sus aliados.

  2. A la par discurre su práctica militante: trabajo con obreros por difundir el marxismo y organizar sus reivindicaciones y luchas, ligar los grupos de revolucionarios, articular una prensa y propaganda revolucionaria, fundir los grupos superando su espíritu, admitir la necesidad de una organización centralizada con dirección firme y homogénea, aplicar y transformar tácticas al calor de la lucha, levantar cabeza para reorganizar nuevas batallas, afirmar la perspectiva revolucionaria tras la revolución de febrero de 1917, conducir al proletariado al poder, iniciar la obra socialista, direccionar el movimiento proletario, campesino, popular, comunista mundial.

De ello hay quienes sacaron por conclusión un Lenin ofuscado, un Lenin para quien todo es organización, acción y directrices, pero esto es simplificar tendenciosamente su vida y su obra. Lo que resalta por contraste es sin duda uno de los ejemplos más connotados en la historia de la humanidad, muestra de entereza, contundencia y consecuencia revolucionaria. La marcha de los acontecimientos vio alumbrar un mundo nuevo, un hombre nuevo, una sociedad libre que hoy a la distancia se tiene claro fue revertida, lo que abre muchos capítulos de debate revolucionario. Entre ellos, que conciernen a Lenin, está el de las supuestas insuficiencias teóricas en sus análisis, el desconocimiento que debió tener de algunos precedentes teóricos en Marx y Engels (manuscritos y la ideología alemana), la imposibilidad histórica de percibir otros aspectos de la lucha de clases, el carácter ruso como elemento local y limitado para impulsar el socialismo y la revolución mundial, eso y más en los ámbitos filosóficos, económicos, políticos.

Independientemente de las interpretaciones que esas otras obras hayan encontrado desde su primera aparición a la actualidad, probablemente haya algo de razón en todo, la cuestión es que pierde el enfoque en el cumplimiento de aquello que siempre sólo siembra las bases del futuro, no las establece nunca definitivamente, el interés por dichas obras vino a la par con el desarrollo de la ideología dominante como nuevos impedimentos a la organización de los y las explotadas y oprimidas. La enajenación, lo mismo que la conciencia está sugerida y propuesta en las posiciones de Lenin, en los planos que correspondían en una época y condiciones, jamás quedaron al margen ni relegados. No existe teoría ni práctica que pueda rematar finalmente la experiencia humana, tal es el arte que el propio Lenin fecundó quizá recogiendo aquellas palabras de que la vida es lucha, que la teoría es sólo guía para la acción, que el marxismo nos dio una meta fundamental. No se pretende aquí exculpar los errores de un revolucionario, los errores habidos son también parte de la obra, los tropiezos al igual que las limitaciones juegan su rol, revelan la ineluctable complementariedad de éste revolucionario en una colectividad, un tiempo y unas circunstancias con las cuales bregar. Así también por muestra encontraremos en la literatura internacional cuestionamientos sobre las polémicas y formas de sustentarlas o manejarlas por los bolcheviques (Lenin entre ellos a su cabeza), conflictos de una Rusia preñada de revolución, de divergencias, de clases y sectores en contradicción, manejos parciales de la lucha, posicionamientos, enemistades en el candor de abonar a la gran tarea destellos de conciencia, organización y consecuencia ¿Qué sociedad no ha pasado por esto? ¿Puede al menos Venezuela excluirse de la intensidad del debate sobre sus problemas sociales o de su propia lucha de clases? ¿Cabe recuperar el aspecto de la naturaleza del Estado burgués tan firmemente despellejado por Lenin?

La efervescencia del movimiento popular, vamos, del proceso general en Venezuela; llama a la lectura de Lenin, a una lectura lo más amplia posible, a una difusión sumamente extensa de su obra, porque remarca y esclarece el sentido que se quiere dar al proceso en esa condición revolucionaria que se viene esbozando. Quizá más que tratarse del nombre meramente de Lenin en lo que más hay que insistir es en el centro de su discurso, en el golpe decisivo, determinante a asestar al capitalismo, y eso es una premisa leninista por sobre todas las cosas. En la agitación obrera, o más propiamente en la agitación proletaria, enarbolar a Lenin a raíz de resurgir en la palestra, es una necesidad, también aquí lo más provechoso resulta de recoger y proyectar todo aquello que Lenin puntualiza de dicha labor. El debate de las ideas para organizar y despejar la lucha, que es recogido en tantos actos, particularmente requiere de ese aporte revolucionario que le proporciona nuestro Lenin. A diario afluyen militantes, lo que menos se quiere es dogmatizar, hay que refrescar las bases del leninismo, hay que recrear a Lenin en nuestra realidad latinoamericana. Recorrer a Lenin cual cuadras llaneras, extensa y profusamente. El estudio individual y colectivo de sus obras se hace obligado, ello es obligado mayormente dentro de la amplitud del difundirlo y enraizarlo, es tan importante y serio que ya requiere atención especial superando las viejas estrecheces marginales, desgastantes y poco contextualizadas en que antes esta labor debía darse por razones obvias ya superadas.

Lenin es patrimonio de los pueblos, el bolchevismo, el leninismo inmanente también aún en la complicación de todos sus debates. Es importante proyectar su conocimiento para engrosar la conciencia revolucionaria del proletariado, los campesinos, los sectores populares y la juventud. Toda su experiencia revolucionaria no debe quedar relegada al espíritu de cofradías, menos de mafias, no puede ser dislocada en academias anestésicas, hoy por hoy el máximo provecho y baluarte del leninismo está en la calle, en el seno de las luchas sociales, es ahí donde debe afincarse y desarrollarse hacia todos los demás espacios, es tan así que academias y universidades recurren con mayor frecuencia a talleres, círculos de estudio, debates «extracurriculares» para acercar a Lenin.

La estrategia de desgaste-desarticulación que el imperialismo, los monopolios, la burguesía y esos portentosos representantes de la oligarquía financiera venezolana (Gustavo Cisneros, con sus 4,2 mil millones de dólares, en la propiedad de TV y minería de oro, junto a Lorenzo Mendoza, ostentando una fortuna de 3,4 mil millones de dólares, en la producción-comercialización de alimentos y cerveza), verdaderos saqueadores y explotadores que promueven contra el proceso; sólo puede ser paralizada por un pueblo plenamente consciente de su condición social. En contraposición requerimos resistir y asumir la estrategia de ofensiva leninista por el socialismo tal cual especialmente se pronunció en sus célebres tesis de abril.

Así entonces tenemos en el recuento de los hechos varios temas de importancia en la asimilación del leninismo: clase de vanguardia, movimiento espontaneo, organización revolucionaria de masas, partido de nuevo tipo, condiciones del capitalismo, alianzas de clases, tareas inmediatas, táctica, Estado, Imperialismo, autodeterminación de las naciones, democracia popular y proletaria, socialismo. En todos ellos se anotan observaciones que parecieran presentar envejecidos los postulados, pero ya en la breve impresión sobre cada uno de éstos se observa qué tan actual y conveniente resulta cada uno de los temas en el desarrollo del proceso y sus distintos momentos. Mas debemos ir a lo concreto, media un siglo entre la formulación y práctica de Lenin y el momento actual; las transformaciones sociales, políticas, económicas, estructurales y culturales son muchas por decir lo menos. No obstante esa dictadura del capital que tanto solía desenmascararse, se amplió y reforzó a una escala mundial sin precedentes, tanto más cabe decir de las tareas revolucionarias pese al desprecio que estas suelen recibir de los mediadores entre el capital y el trabajo. Algunas nociones se quiso simplificarlas y eso dio motivo a posteriores formulaciones que cuestionaban más que a Lenin en toda su posición, a las interpretaciones de éste, Negri merece ese especial cuidado en sus reinterpretaciones donde la teoría leninista del imperialismo es suplantada por una visión unilateral que desvirtúa el contexto de la época resaltado por aquel. Así ocurre con muchos más teóricos que por verdadero interés revolucionario o por propósitos ajenos a la revolución tocaron parcialmente los acordes de la teoría leninista.

En el transcurso de los años se nos propusieron nuevas formulaciones en intentos por actualizar o de plano tergiversar-revisar, mal que bien estas van y vienen, dejan algo específico, se desgastan, resucitan o se pierden en el tiempo, mas una virulenta vigencia de tesis centrales de Lenin emergen incesantemente por ese terco encanto de los hechos. Lo mismo en la apreciación de los fenómenos concretos del sistema, que en los procesos de organización social y revolucionaria, tanto como en las premisas de formulación subjetivizada respecto del comportamiento revolucionario, una y otra vez, como ocurre con Marx en esos u otros temas, en esas u otras connotaciones; el pensamiento específico de Lenin amasa toda una serie de percepciones claras. Advirtamos con cuidado esta condición de irreductibilidad del esbozo leninista, la realidad así constata sus rasgos como precisa; exige definiciones sobre la base de sus propios fenómenos. Los aportes suscitados a lo largo del tiempo quizá no contaron con todo el vigor que Lenin supo imprimir a su trabajo, pero están ahí para recogerse y conseguir colectivamente aquellas visiones a trasluz de la perspectiva cultivada por éste pensador en continuidad de la visión de otros revolucionarios siguiendo el ejemplo de Marx y de Engels en la anterior época. El discurso de Lenin se eleva y alcanza su fuerza al margen de toda pretensión por hablar desde el púlpito del saber o mecanismos de poder; se apoya en su propio sentido práctico y espíritu revolucionario de clase y en la verdad social que lo permea.

Ahora, asimiladas las circunstancias precisas en que Lenin vivió, las concepciones por él desarrolladas desbordan sobre la independencia de clase, la acción de clase, el uso de todos los instrumentos posibles para la lucha sin cuartel. Resurgen también los criterios con que trazó las líneas imprescindibles de la práctica comunista: acción revolucionaria del proletariado, los revolucionarios, la profesionalización de la tarea revolucionaria, desprendimiento y entrega de los pueblos revolucionarizados, crítica irreverente, desenmascarar las políticas de masas de la burguesía y sus sindicalismos de control, combatir el sectarismo y dogmatismo que recrean las condiciones generales del capitalismo en el seno de los explotados y oprimidos, desenmascarar los sabotajes, contra los golpes de mano y los ajustes de cuentas, la claudicación, la inconsecuencia, el reformismo, el revisionismo, el burocratismo y sus castas, por la dignidad de los pueblos, intransigencia con el enemigo de clase, los movimientos conductores, liderazgos consecuentes, los pueblos y clases activas ejerzan su rol crítico con resultados concretos.

Buscar la verdad, comprender las relaciones pormenorizadas, la realidad en su complejidad y definir una actitud consecuente es parte integrante de la conducta comunista que Lenin influyó con fuerza. Así también el problema de la espontaneidad y falta de continuidad en el estudio de la teoría revolucionaria, es otra grande problemática que se padece, con justa o injusta fundamentación en las urgencias de cada momento, pero que postergan la discusión de las premisas revolucionarias. El estudio de Lenin, de los revolucionarios y revolucionarias, de los diversos procesos y movimientos de la lucha de clases es un asunto obligado a nivel popular, no creemos en difusiones vulgarizadas, «acabadas» en que se nos entregue interpretaciones, sino de que la discusión sea activa en el plano que se desarrolle. Tal cual es destacado por la experiencia social, juzgar los acontecimientos, los momentos, las clases y grupos sociales, sus expresiones políticas, los conflictos a izquierda y derecha sobre esta base, no puede más que ser conveniente para el pueblo.

Las y los luchadores combaten primero en su sector de origen, comienzan su militancia en pequeños grupos, corrientes o tendencias, nada debe exigir una renuncia a ello sin la menor comprensión de su condición y del necesario transitar hacia formas más avanzadas de organización; el leninismo se propone asimilar ese tipo de experiencias, elevarlas al punto que se constituya la política revolucionaria proletaria y popular. Bregar por la teoría revolucionaria a través de Lenin y no sólo de él es labor destacada de la lucha de clases, es tarea de los pueblos.

Felipe Cuevas es miembro del Partido Comunista de México.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.