El año 1992, en Brasil, llegaba al poder Fernando Collor de Mello, un empresario vinculado a las comunicaciones que prometía acabar con la corrupción y mejorar las condiciones de millones de brasileros, al poco andar se detectó que su florido discurso contra la corrupción no era más que eso, discurso. En los hechos, él era […]
El año 1992, en Brasil, llegaba al poder Fernando Collor de Mello, un empresario vinculado a las comunicaciones que prometía acabar con la corrupción y mejorar las condiciones de millones de brasileros, al poco andar se detectó que su florido discurso contra la corrupción no era más que eso, discurso. En los hechos, él era un gran corrupto que intento hacerse del Estado para sus fines y el de los grandes conglomerados económicos y financieros. Las masivas movilizaciones lo echaron abajo, a pesar de que la mayoría de los gobiernos de la región le rendían pleitesía.
El 2001, en Argentina otro Fernando, de apellido de la Rúa también hubo de renunciar ante el descalabro de la economía, miles de desempleados, aumento de la inflación y la carestía, y una sostenida corrupción gubernamental.
En Chile, el 2014 fuimos notificados, antes de que asumiera la NM, que el gobierno de doña Verónica Bachelet no sería justamente uno de transparencia. No olvidar que antes de asumir, cayeron subsecretarios e intendentes, algunos permanecieron a pesar de cargar sobre sus espaldas graves cuestionamientos morales. El caso Dávalos, antes de que su Madre fuera electa presidenta ya aparecía vinculado a situaciones reñidas, como fue la denuncia por la compra de autos de lujo Lexus ligados a evasión tributaria.
El destape de PENTA y ahora SQM son quizá la punta de un iceberg de algo mucho más putrefacto, se trata de que la mayor parte de la instituciones heredadas de la tiranía cuyo cambio solo fue de fachada, permanecieron por todo este tiempo encubando procesos de descomposición que tarde o temprano saldrían a la luz en busca de oxigenación.
Durante la tiranía, las empresas públicas más importantes del país fueron enajenadas sin ninguna regulación con grave daño al patrimonio nacional. El sistema financiero no se escapó, bancos muy importantes sientan hoy en sus directorios a figuras de la derecha y la NM, quizá para ocultar que tuvieron su origen en la apropiación indebida de interventores que terminaron apropiándose de ellos o, en su defecto, para hacer olvidar el «perdonazo» llamado «deuda sobordinada» que les permitió pagar sus deudas en 40 años con cargo al fisco, como ocurre actualmente con el Banco de Luksic, el mismo del crédito a Dávalos. Situación similar ocurrió con empresas energéticas, de comunicaciones, telecomunicaciones, acero (CAP), Soquimich, etc.
No fue suficiente, la tarea debía terminarla la Concertación, acabaron con los medios de comunicación alternativos mediante el corte de avisajes, como ocurrió con el Fortín, La Epoca, las revistas Análisis, Cauce etc…Pero faltaba más la NM continuó con el proceso de desmantelación del Estado para ponerlo al servicio de capitales extranjeros, enajenando las empresas sanitarias, el agua, el cobre, las carreteras, etc.
Es quizá por ello imposible, que la mayoría de empresas y empresarios surgidos de prácticas opacas, se manejarán con transparencia luego de haber accedido a bienes de manera ilegítima, requerían continuar actuando sobre bases reñidas con lo que la convención considera correctas. Las fortunas de la mayor parte de los empresarios chilenos son de dudoso origen. Como decía Balzac, «detrás de cada fortuna se esconde un delito».
De allí que los empresarios para evitar que sus fortunas fueran discutidas o revisadas sus conductas, decidieran contaminar las instituciones del Estado, era un problema de subsistencia, era fundamental hacerlo. El Congreso y el Ejecutivo, ambos estructurados sobre una nomenclatura jurídica en la que el pueblo jamás pudo debatir ya que esta Constitución le fue impuesta, hubo de aceptar a regañadientes al comienzo y durante mucho tiempo que las cosas funcionaran como los poderosos lo diseñaron y lo promovieron. Hubieron de subordinarse al poder empresarial.
Por eso, no debe extrañar la contaminación espuria entre el dinero y la política. Entre Empresarios, Gobierno y Congresistas.
Ya nada puede sorprendernos, cualquier noticia de corrupción que vincule a cualquier autoridad con dinero sucio es parte de esta «normalidad» que construyeron durante la tiranía y que santificaron con la concurrencia de todos los actores hoy en el poder. Unos más que otros, pero al fin todos formando parte del mismo estiércol; partidos políticos, empresarios, Iglesia, militares. Sólo falto uno, el de siempre, el nunca invitado: el pueblo trabajador.
Así, entonces, como los pueblos se cansan de soportar tanta injusticia, explotación y abuso, llega el momento en que se levantan. Así ocurrió en Brasil y Argentina, no hace mucho, también varias veces en Bolivia.
Ha llegado la hora para Chile. Son muchos años de soportar, 42 para ser exactos. En eso, en «aguantar» les ganamos a todos los latinoamericanos. Tuvimos la más larga dictadura y llevamos más tiempo que todos «aguantando».
La Desobediencia Civil es una legítima acción de rebeldía que los pueblos deben considerar para zafarse de las tiranías disfrazadas de democracia. La historia nos muestra cientos de ejemplos, desde la antigüedad hasta nuestros días.
Debemos pensar en rebelarnos, antes de que entre gallos y medianoche se fragüe nuevamente una «gran acuerdo» que haga imposible que los de abajo, los postergados de siempre puedan ejercer sus derechos y acabar con este Chile que solo a unos pocos beneficia con cargo a la miseria de muchos.
Luis Mesina M. es Secretario General de la Confederación Bancaria www.luismesina.cl