Apuesto y no pierdo, que tanto el gobierno como la reconocida Oligarquía colombiana, están usando todos sus recursos, y bastantes recursos, para hacer lo imposible y enfrentar al costo que sea el tsunani de protestas del pueblo colombiano, a lo largo y ancho del país.
Cada colombiana y colombiano de la clase trabajadora, de la economía informal, de la clase media, los profesionales y técnicos, los campesinos y la considerable población indígena, ha entendido que esta es la ansiada oportunidad para comenzar una larga lucha para disfrutar de verdad de sus derechos y por alcanzar una vida digna, lo cual le ha sido escamoteado desde hace casi 100 años. No hay, ni habrá poder alguno que detenga el avance de esos movimientos progresistas y democráticos. Le está llegando el turno a Colombia!
Lo que ocurre en ese país es sumamente complicado, desde cualquier ángulo que se le mire. Coexisten tantos elementos perturbadores, que no será nada fácil iniciar cualquier acto liberador. Entre esos elementos tenemos: tanta guerra y violencia de estado; tanta injusticia; tanta xenofobia contra los inmigrantes venezolanos; tanto racismo; tanto analfabetismo y exclusión del sistema de salud y de educación; tanta pobreza y desnutrición; tanto desplazamiento de comunidades enteras; tanto desempleo; tanta producción de drogas; tanto paramilitarismo, falsos positivos y sicariato; tantos ricos y poderosos terratenientes; tanta complicidad de los poderes del estado; tanta prostitución y trata de blanca; etc.
Como podemos ver, la situación de Colombia es harto compleja. La resolución de sus problemas va más allá de ser una tarea titánica, sobre todo por la acción simultánea de varios factores. Entre los cuales destacan:
1) Una intensa economía neo-liberal, con sus implacables leyes de mercado, estimulando patrones de consumo novedosos para la sociedad colombiana, entre otros.
2) La supremacía de la derecha oligarquíca y terrateniente, y su desprecio por las grandes mayorías.
3) El alineamiento total de los gobiernos colombianos con los norteamericanos. Los estadounidenses usan el territorio colombiano como si fueran sus dueños, creando bases militares y gozando sus soldados de impunidad total.
4) Una poderosa industria narco-productora, bajo la protección del estado.
5) Una fuerza paramilitar significativa, amparada por el ejército y las fuerzas de seguridad del estado.
6) La indiferencia social y política de la jerarquía eclesiástica y su apoyo a las nefastas políticas del estado colombiano
7) Algunas prácticas propias de un estado fascista.
Todos esos factores, actuando al mismo tiempo, crean una gigantesca olla de presión social, cuyas implicaciones son difíciles de prever. Hay que estar viviendo en ese desafiante medio, para tener una aproximación a la hecatombe que se les avecina.
Cuando vemos en la TV al presidente I. Duque, con esa cara de jugador de póker, referirse a lo que él llama crimen de lesa humanidad en Venezuela, está tácitamente desconociendo que Colombia arde por los cuatro costados. Que es mentira lo de las masacres y asesinatos de líderes sociales casi a diario, que ocurren en el territorio colombiano. Igualmente, es mentira la cantidad de niños que diariamente mueren de hambre, lean bien, mueren de hambre en la Guajira colombiana. Sigue siendo mentira la terrible represión policial-militar contra las marchas de cualquier grupo de activistas, solo superado por la ferocidad de los carabineros chilenos, el non plus ultra del acto represivo en el continente.
Aunque las evidencias son arrolladoras, él sigue desconociendo y mintiendo, al tratar de convencer al pueblo colombiano y a la opinión pública internacional, que esos son inventos de sus enemigos y los de A. Uribe y, por supuesto, de los enemigos de la democracia. Esa constante negación por omisión del presidente I. Duque, es un rasgo de gobiernos autoritarios y de corte fascista, para lo cual les recomiendo leer la entrevista a dos importantes historiadores, sobre el fascismo en América Latina (https://www.elespectador.com/noticias/politica/tiene-sentido-hablar-de-fascismo-en-colombia/).
En Colombia, ha habido expresiones fascistas desde 1.920. Unas más otras menos, pero han estado allí, con un costo muy elevados para la sociedad colombiana, por ejemplo, el desplazamiento de más de 8 millones de campesinos, muchos de ellos a Venezuela. Uno de sus mayores exponentes fue Laureano Gómez, del partido Conservador, considerado como el mejor exponente de la peor violencia del siglo XX en Colombia, durante los años 50 y su medio millón de cadáveres a cuesta (https://kaosenlared.net/colombia-la-influencia-del-fascismo-y-el-falangismo-en-el-partido-conservador/).
El presidente I. Duque, con su toque fascista, no tiene la inteligencia ni la capacidad para usar el miedo y el terror como arma letal contra el pueblo colombiano. Pero sí ha judicializado y militarizado la política, ha mantenido una práctica xenófoba y guerrerista contra Venezuela y ha usado la violencia del estado para reprimir a la población. Por suerte, no pretende convertirse en un símil de Mussolini, Hitler, Pinochet, Franco o de Videla, aunque el apetito sí lo tiene. Al contrario, es un títere cuyos hilos los mueven los ya archiconocidos capataces de los poderes controlan ese país, comenzando por los Rastrojos y terminando en el Departamento de Estado norteamericano, aparte del capitalismo transnacional.
Al presidente I. Duque se le ha descrito jocosamente como una variante Pop del Uribismo, quién está reeditando con las FARC y el acuerdo de paz, lo que ocurrió con la Unión Patríotica, durante el gobierno conservador de Belisario Betancur, a partir de 1.984, es decir el exterminio de los exguerrilleros luego de una negociación de paz. Esto demuestra que en Colombia la historia se repite con suma facilidad y, como suele suceder, con impunidad total. Y los adefesios de la OEA y Human Rights Watch como si no existieran.
Todos los movimientos socio-políticos que actualmente hacen vida en Colombia, están observando y asimilando los eventos que han estado ocurriendo en América Latina, sobre todo las aleccionadoras y estimulantes experiencias de Bolivia y Chile. Lo ocurrido ha sido un mensaje tan claro y efectivo, que demuestra que sí es posible producir cambios, o por lo menos iniciarlos. Los casos de Paraguay, Uruguay y Brasil han comenzado a marcar la pauta, después de la victoria Boliviana, de lo que se avecina en el continente. Ni que decir de Venezuela, el máximo ejemplo, junto con Cuba, de resistencia total a las diabólicas intenciones del imperio estadounidense y de los países genuflexos que se prestan para llevar a cabo acosos, intimidaciónes y guerras por encargo, principalmente Colombia.
Estoy convencida hasta el tuétano de los huesos, que soplan vientos de cambios en Colombia. La voluntad de las grandes mayorías prevalecerá, lo están demostrando. Más temprano que tarde una Colombia resurgirá de el caos al que ha sido obligada a vivir, para que los poderosos continúen haciendo de las suyas y apropiándose de un país que no les pertenece. Está muy cerca el grito de los colombianos !Basta ya!, por lo que una Asamblea Constituyente no les caería mal, Chile lo va a lograr y a ustedes pronto les tocará el turno. Venezuela en completa resistencia, solidariamente está con ustedes. Vaya que lo lograrán!