A veces uno sueña lo que no desea soñar y le llamamos pesadillas; otras tantas miramos a través de una ventana humeante sin entender porqué se nos asoma de repente un narval incrédulo. Pero hay noches terribles en que se nos aparecen los desaparecidos, sin rostro, sin ojos se nos aparecen, como desapareciendo nuevamente en […]
A veces uno sueña lo que no desea soñar y le llamamos pesadillas; otras tantas miramos a través de una ventana humeante sin entender porqué se nos asoma de repente un narval incrédulo. Pero hay noches terribles en que se nos aparecen los desaparecidos, sin rostro, sin ojos se nos aparecen, como desapareciendo nuevamente en sus sepulcros marinos. Hay noches de lluvia cuando se nos aparecen otros desaparecidos, otros ojos, otros tiempos, otros bosques, se nos aparecen. Y en la distancia de lo incomprensible creemos atisbar una leve sonrisa, entonces se nos eriza la piel, se nos conmueven los dientes, se nos agota la paciencia cuando se dibujan ante nosotros en todo su descomunal sacrificio jóvenes de tierra húmeda. Soy Alex Lemun, murmuran, soy Matías Catrileo, declaran; soy Jaime Mendoza, proclaman. Y se me inunda el alma de tristeza, porque ellos nunca quisieron estar donde están, aunque no sepamos donde están. Jamás quisieron morir antes de tiempo, de aquel tiempo mapuche que es distinto al tiempo chileno. Quizás por eso los mapuche luchan por recuperar su tiempo, su tierra, su memoria, y tal vez por lo mismo el Estado chileno sigue imponiendo su tiempo y su memoria que es la memoria del despojo y la violencia contra los indígenas.
La violencia decimonónica de la clase dominante chilena no ha cesado jamás, y para que a nadie se le olvide, declararon una guerra a muerte permanente contra el mapuche. Y muertos ha habido. Los han acusado de salvajes, subversivos y terroristas, por ende, desde la lógica estatal, era importante construir un imaginario colectivo donde la justa lucha del pueblo mapuche se transformara discursivamente en una lucha terrorista. Entonces aplicaron la Ley anti-terrorista con sus consecuencias de detenciones, allanamientos masivos a las comunidades, torturas y asesinatos. La aplicaron los gobiernos de la Concertación de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Sin reparos, sin pudor, sin contemplaciones. Por lo mismo, uno podría suponer que el asesinato de tres jóvenes mapuche a manos de la policía fue también sin vergüenza, sin vértigo, sin consideración alguna.
Entonces ¿Qué pensar cuando la ex presidenta Bachelet afirma que la utilización de la Ley anti-terrorista fue un error? ¿Qué decir cuando aquel «error» le costó la vida a mapuche, destrozando para siempre a sus familias? ¿Cómo entender que alguien como ella, que fue encarcelada por la dictadura, recurra a la violación de los derechos humanos de los mapuche? ¿Qué dirían Alex, Matías, Jaime? pensé quedamente tratando de no despertar de aquel sueño terrible y en la esperanza de encontrar alguna respuesta de aquella juventud acribillada.
¿Qué pensarán de este tardío arrepentimiento? La espera se hizo eterna, quizás fueron días o breves segundos ¡Vaya uno a saber! Sólo sé que se me turbó la garganta al escuchar una risa estentórea desde el fondo de mis sueños. Esas preguntas no se hacen, dijo una voz suave como alas de ángel. Intenté balbucear un por qué, pero solamente brotó un silencio como de garúa. No se hacen, dijo nuevamente la voz, porque ya se sabe la respuesta. Están de más, no hay misterio, ni laberintos, sólo certezas. Creí advertir un dejo de amargura en su mirada cuando la voz señaló con absoluta claridad que era demasiado tarde, que ellos seguirán allí irremediablemente, que la palabra del wingka vale poco, que es palabra electoral que, en definitiva, no es palabra.
No supe que decir, no me dejó la hojarasca que opacó aún más los escasos fulgores del sueño. Quise ofrendarles un clavel amaranto a aquellos jóvenes valientes, pero me dijeron que no, que por qué mejor no les decía si es verdad que a su llegada a Chile la ex presidenta Bachelet de manera arrogante le dijo a un joven como ellos: ¡tú no sabes de lo que estás hablando! Dije que sí, que era verdad. Creí escuchar un estallido de cristales antes que la misma voz resonara atronadora:¡ Nosotros sabemos de lo que estamos hablando! y ese conocimiento es conocimiento antiguo. Nos mataron ayer y nos siguen matando hoy. Nos despojaron de nuestra tierra ayer y nos siguen despojando hoy. ¿Pero saben? Luchamos ayer y seguimos luchando hoy y para siempre.
De pronto esa noche de sueños terribles cedió paso a la esperanza de Alex, Matías y Jaime.
Tito Tricot
Sociólogo
Director
Centro de Estudios de América Latina y el Caribe CEALC
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