Corría el año de 1987. Eran tiempos difíciles y más para la Unión Patriótica que seguía sufriendo el exterminio de sus cuadros y militantes apenas dos años después de su primer congreso reunido en noviembre de 1985. Manuel Cepeda, que por la época era el director del semanario Voz, órgano del partido comunista y columna […]
Corría el año de 1987. Eran tiempos difíciles y más para la Unión Patriótica que seguía sufriendo el exterminio de sus cuadros y militantes apenas dos años después de su primer congreso reunido en noviembre de 1985.
Manuel Cepeda, que por la época era el director del semanario Voz, órgano del partido comunista y columna vertebral de la UP, recorría el país con frecuencia. De sus giras siempre traía a periódico copiosas notas de excelente factura literaria.
Su vena de cronista siempre salía a flote tejiendo semblanzas de luchadores populares o el retrato vívido del acontecer regional cuando no se ocupaba de redactar editoriales y sesudos análisis de la realidad nacional. La que nunca dejó de escribir era su emblemática columna «Flecha en el blanco» que escribió desde 1958 hasta la misma víspera de su asesinato el 9 de agosto de 1994.
De todas esas crónicas, una en especial nos deslumbró a todos en la redacción. En ese 1987, en los idus de marzo que en el calendario romano eran días de buenos augurios, Cepeda se cargó con una soberana pieza que copó toda una página.
El mismo título, La serpiente buena, era un verdadero gancho donde el lector podía colgar la imaginación y comprendía de entrada que allí había algo demasiado bueno.
La historia, propia de lo real maravilloso de este país macondiano, narraba la fantástica huida de una campesina secuestrada por unos paramilitares en una vereda al sur de Tolima y a quien se le quería castigar su liderazgo en la UP.
Tras una larga marcha por el monte, ella aprovechó la mínima ventaja que le dio uno de sus captores para emprender la fuga. Sin embargo, minutos después cuando el carcelero estaba a centímetros de recapturarla, de la espesura y en medio de la oscuridad de la noche, saltó una serpiente que solo atinó a morder con su mortal ponzoña venenosa al perseguidor.
Isabel, como se llamaba la «valiente compañera que venció el horror», de inmediato redujo atajos y colinas para volver a los suyos y a la fe de la causa.
Hoy, veintiún años después del crimen de este narrador de historias, pero sobretodo del luchador intransigente por los cambios, a los que les dedicó toda su vida, con certeza otra serpiente buena brotará de lo mejor de la nación y eliminará para siempre, como en la crónica de Manuel, a los enemigos de la paz.
* *En la foto, al fondo, Jaime Caycedo, secretario general del PCC, de abrigo negro, Aída Abella, presidenta de la UP, Maria e Ivan Cepeda, hijos de Manuel en el acto conmemorativo en la tumba de Cepeda el domingo 9 de agosto.
** Hace 21 años los enemigos de la paz asesinaron a Manuel Cepeda. Y hace 30 años, en marzo de 1985, Voz estrenaba su rotativa. En la foto, en la ceremonia, d e izq. a der. Jorge Ardila, diseñador, un compañero. de la seguridad, Alberto Acevedo, jefe de redacción, Roberto Romero, página, cultural, , el caricaturista Arlés Herrera, «Calarcá», Cepeda, Alberto Guerrero, administrador, una compañera . de la seguridad, Celis, página, deportiva y Álvaro Angarita, redacción política. De estos compañeros de Manuel todos sobreviven excepto Angarita, quien falleciera por razones de salud en 2013. Acevedo y Calarcá siguen trabajando en Voz.
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