A mediados del siglo XVIII el genial científico y nefasto puritano Benjamin Franklin escribió una serie de consejos (1) para aquellos que deseaban hacerse ricos. Los mismos se resumían en que las virtudes de la puntualidad, laboriosidad, diligencia y honradez eran el camino más expedito a obtener dinero efectivo y crédito (préstamos de dinero). Un […]
A mediados del siglo XVIII el genial científico y nefasto puritano Benjamin Franklin escribió una serie de consejos (1) para aquellos que deseaban hacerse ricos. Los mismos se resumían en que las virtudes de la puntualidad, laboriosidad, diligencia y honradez eran el camino más expedito a obtener dinero efectivo y crédito (préstamos de dinero).
Un siglo después, el sociólogo alemán Max Weber analizaba esos consejos en su libro La ética protestante y el ‘espíritu’ del capitalismo (2) (el subrayado es mío):
Todas las máximas morales de Franklin se utilizan en sentido utilitarista: la honradez es útil porque proporciona crédito; también lo proporcionan la puntualidad, la diligencia y la moderación y sólo por ello son virtudes: de aquí se derivaría, entre otras cosas, que bastaría la apariencia de honradez, por ejemplo, cuando cumpliera el mismo servicio.
Dicho de otra manera, la honradez no es un fin, es un medio, un medio para obtener beneficio económico. Y una vez que establecemos el dinero como fin y las virtudes humanas como medio, queda al entender de cada persona qué es virtud y qué no. Esta es la lógica moral con la que nació el capitalismo.
Volviendo a Weber:
El hombre queda referido a ese ganar dinero como al objetivo de su vida, no es la ganacia la que queda referida al hombre como un medio para la satisfacción de sus necesidades materiales. Esta inversión de lo que llamaríamos la situación ‘natural’, inversión realmente sin sentido para el sentir natural, es con toda claridad, absolutamente, un leit motiv del capitalismo.
En la actualidad, en Colombia, el gobierno neoliberal encabezado por Álvaro Uribe ha aplicado los preceptos de Benjamin Franklin a todas las esferas de la sociedad colombiana: el fin es el dinero. Las virtudes son un medio, pero no el único. No ha escapado a esa lógica el Ejército, comandado por el Ministro de Defensa Juan Manuel Santos.
Por ejemplo, en la lucha del Estado colombiano contra la insurgencia, se han ofrecido premios en metálico a quienes dieran de baja -un eufemismo para el verbo matar- a guerrilleros.
La motivación para los oficiales y soldados colombianos no es luchar por la democracia, defender al pueblo colombiano, salvar la Patria o cualesquiera sea la razón que se le ocurra a Uribe y Santos para motivarlos, aunque usen estas con la prensa y la opinión pública: las motivaciones morales por las que uno puede tomar las armas -tanto de un lado como del otro del conflicto- quedaban relegadas a un segundo plano en el Ejército. Gracias a Uribe y su doctrina liberal -que bebe de los pensamientos de Franklin- ahora el fin de la lucha era el dinero.
Y pasó lo que pasa en estos casos: el corrompido -moral y económicamente- Ejército colombiano, viendo el dinero como un fin, hizo lo posible para procurárselo a toda costa. La finalidad de su lucha ya no era moral: era económica. Y se pusieron manos a la obra.
Si por cada guerrillero muerto cobraban una cierta cantidad de dinero, y el dinero es gracias al liberalismo económico un objetivo de vida, muchos altos cargos, oficiales y soldados se dedicaron a asesinar campesinos, trabajadores o jóvenes desempleados sin ninguna vinculación con la guerrilla, disfrazándolos después de luchadores farianos o elenos para exhibirlos a la prensa y cobrar las recompensas que, al estilo Far West, el gobierno ofrece por cabeza.
Parafraseando a Weber, el Ejército aprendió que «basta la apariencia, cuando cumple el mismo servicio»: no es necesario que sean verdaderamente guerrilleros, basta que lo parezcan, ya que el fin se que persigue es el dinero y de esa manera se obtiene.
Unas 1.400 personas han sido asesinadas por el Ejército de esta manera en años recientes. La propia Fiscalía General del Estado admite casi 1.200 casos, denuncia Movice. Estos asesinatos extrajudiciales se han denominado ‘falsos positivos’ y el escándalo ha producido varias renuncias en el Ejército.
El ejecutivo neogranadino se ha mostrado «escandalizado» y «horrorizado» por estos casos. Pero las máximas de Franklin siguen intactas. Y con ellas, los ‘falsos positivos’.
El gobierno de Uribe aplica esa lógica capitalista a todo lo que hace, y gran parte de la sociedad colombiana se ha contagiado.
En otras esferas de la sociedad se observa idéntico comportamiento, aunque sus efectos no sean tan obvios ni tan monstruosos como los llamados ‘falsos positivos’.
Por ejemplo, muchos doctores estudiaron medicina ya no para salvar vidas, si no para obtener un puesto en una clínica privada y ganar mucho dinero; muchos periodistas ya no se preocupan por informar verazmente, investigar o indagar, si no en complacer al dueño del medio y así ganar mucho dinero; etc.
No importa que alguien esté enfermo de algo, basta que lo parezca y así venderle un tratamiento carísimo; no importa que una noticia sea verdadera, basta que lo parezca y así tener una gran exclusiva y cobrar en consecuencia, etc.
El viernes 6 de marzo cientos de miles de colombianos marcharán en todo el país contra los ‘falsos positivos’, claras prácticas de terrorismo de Estado.
Indirectamente, quizá instintivamente, quizá inconscientemente, la marcha también será en contra de esa lógica capitalista que pone el dinero como un fin último y no como un medio, con las consecuencias que sufre la humanidad entera desde hace siglos.
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NOTAS :
(1)- Necessary Hints to Those That Would Be Rich, 1736.
(2)- Ed. Alianza Editorial, 2001, páginas 57-62.