Guardadas todas las proporciones, especificidades y diferencias, el Tour de Francia, puede resultar lo màs parecido a un Premio Nobel otorgado a científicos, literatos y altruistas o; a un premio óscar entregado al mejor actor o actriz del cine. Ganar el Tour de Francia en su versión 2019 es un logro profundamente significativo para el […]
Guardadas todas las proporciones, especificidades y diferencias, el Tour de Francia, puede resultar lo màs parecido a un Premio Nobel otorgado a científicos, literatos y altruistas o; a un premio óscar entregado al mejor actor o actriz del cine. Ganar el Tour de Francia en su versión 2019 es un logro profundamente significativo para el el pais, sus equipo y sobretodo para el ciclista Egan Bernal, un hombre joven, de apenas 22 años, la misma edad en la que se gradúan de profesionales los jóvenes que van a las universidades, a las que èl no ha podido asistir porque su vocación fue otra.
Egan es un joven humilde, representativo de la mayoría de deportistas colombianos, que como los boxeadores, gimnastas o atletas, no tuvo la posibilidad de entrenar en una pista adecuada, un escenario especial, ni un gimnasio, ni unas herramientas adecuadas, porque en el pais los jovenes son entrenados para ser guerreros, soldados, nunca atletas al estilo griego. Como ellos, como casi todos, Egan, tuvo que entrenar en las calles, montañas, parques y andenes públicos y su compromiso fue fortalecer sus capacidades a fuerza de imaginación, sufrimientos y sacrificios, en todo caso sin desmayar nunca, sin derecho a renunciar al futuro que se queria trazar y que hoy corona.
Cada vez que hay un triunfo, el país se llena de emoción y la gente manifiesta que quiere a sus atletas, no importa si es solo mientras ganan. El estado reacciona igual. Esta vez olvidarà por un momento que hace apenas un par de días era cuestionado por su silencio ante los crímenes contra lideres sociales. Pero no importa porque también participarà de la fiesta y a través de instituciones y gobernantes abrazaràn ese triunfo y ofrendaràn honores y palabras bonitas para sus héroes, esos si de verdad, porque no matan, no causan daño, no hieren, no ofenden, ganan en justicia. Y si rápidamente todos olvidan lo dicho y hecho no importa, el momento y el episodio es tan gratitifacnte que no importa si el olvido llega pronto. El momento la gloria del triunfo es unico, permite unir a a la nación, los partidos, a victimas y victimarios por un instante, sin calculo político, ni oportunismos de nada. No importa si es solo por un momento que se borran los odios y se puede soñar que un día no lejano todos los días sean como el de hoy, de triunfo, de tranquilidad, de paz, de respeto, de alegrías, sin hechos de sangre, sin falsedades, ni engaños, ni ganas de revancha y venganzas aplazadas.
Egan trae una señal de paz, que invita al país a quererse, reconocerse como es, como èl honesto, honrado con todo lo que hace con el único propósito de hacerlo bien, con dedicación, disciplina y optimismo. Así es esta nación, así ha tratado de ser siempre, en sus doscientos años de vida medianamanete independiente, pero la guerra ha sido mas poderosa, mas atractiva, mas contundente, mas estridente, mas miserable y es hora de superarla de manera definitiva. Los jovenes superaron los Alpes, después de haberse preparado en los Andes y esa es la mejor mejor señal para reiniciar la ruta de la paz que dejarà el bicentenario.
El día 28 de julio es hondamente insuperable porque miles, millones de personas habitantes del país campeón mundial del desplazamiento y la barbarie, podrán vivir en paz, comer en paz, dormir en paz, sentirse parte del colectivo que lanza vivas y derraman lagrimas, pero esta vez no de dolor, sino de alegría. Todos pensaban que esta vez seria Nairo, pero no lo fue, tampoco importa, hizo lo que podia hacer y lo hizo muy bien, insuperable y el lugar ocupado es suficiente y alentador, sus triunfos y su esfuerzo tuvo la energía de todo un país en sus piernas y sus pedalazos. Nairo será el campeón del Bicentenario, el hombre del BicenteNairo, que se ha forjado recorriendo una parte de la ruta libertadora, del pantano de Vargas al puente de Boyacá, de Tunja a combita y de ahí a moniquira.
Egan abre la puerta a la esperanza para que los jóvenes sean de verdad mirados por el estado, respetados, atendidos, incorporados en las políticas publicas como actores esenciales para reconstruir a la Colombia de la paz. Si los jóvenes como Egan son respetados y atendidos todo podrá cambiar y ellos mismos ya no serán perseguidos para ser reclutados y sacados de las parcelas para ir a la guerra, en paz tendrán que ser los mejores ciudadanos, la base principal para asentar la reconciliacion y vivir la vida con dignidad. Gracias Egan, Gracias Nairo y Rigo y Henao y tantos mas, que subiendo la cuesta llenan la vida de esperanza…..
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.