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Bonita democracia tenemos

Fuentes: Porlalibre

Faltan veinte días para las elecciones presidencial y parlamentaria. Es poco, pero para los candidatos parece una eternidad. Tanto, que están dispuestos a cambiar de estrategia como si fuera ropa interior. Y sus mensajes vienen más cargados a la búsqueda de rating que a la verdad pura y simple. Ustedes me dirán que eso es […]

Faltan veinte días para las elecciones presidencial y parlamentaria. Es poco, pero para los candidatos parece una eternidad. Tanto, que están dispuestos a cambiar de estrategia como si fuera ropa interior. Y sus mensajes vienen más cargados a la búsqueda de rating que a la verdad pura y simple. Ustedes me dirán que eso es propio de la virtualidad. Sí, tienen razón. Sin embargo, yo retrucaría con una pregunta simple: ¿Le hace bien a la democracia? Puede ser pueril preocuparse de un tema que de tan baladí a nadie parece importar. Pero estos son los verdaderos detalles que se tienen que tomar en cuenta para darle o no la razón a los presidentes que han dicho que la transición terminó. Me temo que lo que estamos viviendo es una demostración de que algo importante falta.

Vamos viendo. Cualquier análisis de este tema tiene que empezar por Sebastián Piñera. El candidato de Renovación Nacional (RN) ha resultado muy versátil en materia de cambiar de look, o de caparazón, como usted quiera. Es casi un maestro. En el puerta a puerta, es el hombre campechano, abierto, capaz de entender los problemas de los más débiles. De ofrecerles la mano generosa para crear un millón de empleos. En cambio, como el momento lo exige, es extraordinariamente duro con sus aliados de la derecha. A Lavín le ha dicho de todo. Incluso cuando éste, en un arranque también estratégico, lanzó la frasecita: «Lavín y Piñera unidos, jamás serán vencidos», le contestó con una pachotada. Dijo que en su comando para la segunda vuelta le daría a Joaquín el puesto de encargado de los temas de seguridad. En ese escenario es el fuerte. En cambio, mirando hacia el centro, el discurso cambia radicalmente.

Como los democratacristianos sienten que está tratando de robarles a sus adeptos, le disparan como si fuera un águila ladrona. En la franja DC de propaganda electoral televisiva, una animación mostraba la relación entre Piñera y los negocios. Mientras, una voz en off decía: «En la vida no todo tiene precio». Ante el ataque, Sebastián muestra otra faceta. Se transforma, ahora es víctima de «una bajeza». En sus palabras no hay una pizca de altivez. Es el líder herido que busca comprensión. Y Lavín también exhibe su ductilidad. Condena duramente el ataque de la DC, aunque el día anterior había dicho lo mismo, respondiendo la grosería de Piñera. El viernes 18 de noviembre, sostuvo: «Piñera cree que Chile es una más de sus empresas».

Volviendo a la mirada pueril, uno no debería sentirse afectado si lo acusan de ser lo que es. Sobre todo cuando afirma estar orgulloso de lo logrado, como hace Piñera. Él es un empresario. Uno de los más acaudalados de Chile. Además, con una fortuna amasada en pocos años. Pero necesita ganar electorado de centro, más específicamente huestes democratacristianas.

Ahora, claro, enfrenta sus dificultades. Una de ellas es ser «el rey de crearse antipatías», como dijo hace algunos años el senador Alberto Espina, actual jefe de su comando, en una entrevista para el libro «Piñera versus Matthei», de Carolina García de la Huerta. En esas mismas páginas, Espina se extiende en el análisis de la disputa entre Evelyn Matthei y Piñera. Y llega a una conclusión: «El concepto político de la Evelyn y Sebastián es pura eficiencia. Es el mundo de los negocios, sin piedad».

Si uno averigua en otro ámbito, hay coincidencia con lo expresado por Espina. Luis Chávez, presidente de la Federación de empleados de la aerolínea LAN Chile, asegura que en la empresa, propiedad de Sebastián Piñera, nadie votará por él. Y las razones que esgrime son simples: «Lan Chile es una de las doce empresas que tiene peor distribución del ingreso a nivel mundial», afirma en entrevista publicada en El Otro, edición Nº 10. Agrega que hay empleados con siete años de servicios, cuyo sueldo es de $160 mil. Además, cuenta que la empresa realiza prácticas anti sindicales. Y aprovecha de denunciar que desde hace 20 años los trabajadores se encuentran atados a la Isapre Colmena, uno de cuyos dueños es Juan Cueto, director de LAN. Para el convenio colectivo que se discute este año, la empresa ofrece a los pilotos entre 1% y 0% de reajuste, aduciendo dificultades financieras. Sin embargo, se ha embarcado en la compra de decenas de aeronaves, porque pretende ubicarse entre las top ten mundiales.

En Chiloé, dirigentes mapuches también protestan por su presencia y prácticas en los terrenos que posee. Incluso, recientemente los ocuparon de manera pacífica, sólo para reafirmar el malestar de los loncos ante las acciones de este hombre de negocios. Un empresario que, por lo que se ve, ejerce el derecho de propiedad con igual frialdad en el aire, en tierra, en el dinero plástico de las tarjetas de crédito, en la TV, en la salud. ¿Por qué no en un país entero?

En cuanto a la disputa con Lavín, es de larga data. Y en este terreno es, quizás, donde se desenvuelve con mayor sinceridad. Es despectivo, agresivo. Son cuentas de la época cuando Lavín, que interpretaba otro personaje -líder también fuerte y despectivo-, bajó a Piñera de la candidatura senatorial en la V Región Costa y luego lo sacó de la Presidencia de Renovación Nacional. Como las cosas han cambiado, el «villano» de ayer hoy tiene un rol diferente. Y la víctima de entonces puede sacar las garras. Bonita democracia tenemos.