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Borbón y cuenta nueva

Fuentes: Rebelión

Ha tenido que bramar el poder de la izquierda posible para que el poder real se pusiera en posición de prevengan armas. Y es que pareciera que a lo largo de esta travesía de la resignación, el tiempo real de la política se hubiera encasquillado en las alcantarillas del conformismo por decreto. Pareciera que, pese […]

Ha tenido que bramar el poder de la izquierda posible para que el poder real se pusiera en posición de prevengan armas. Y es que pareciera que a lo largo de esta travesía de la resignación, el tiempo real de la política se hubiera encasquillado en las alcantarillas del conformismo por decreto. Pareciera que, pese a la sofocante presión sobre las vidas reales de la gente, sobre sus sueldos y minisueldos contraídos, sus pensiones degradadas, sus servicios públicos presurizados, sus desempleos usurpados, sus conquistas sociales y personales denigradas, sus empleos precarizados, sus presentes inciertos y su siempre cuestionable felicidad; la población hubiera dado por bueno su degüello social ante la imposibilidad de hacer girar el eje de una tierra llamada reino de España. Se ha impuesto la Troika bastarda, la deuda falsamente creada y la entrada obligada al matadero de la desesperación a cambio de haber vivido por encima de las posibilidades, nos dicen. Pero siempre hay una chispa incontrolada que incendia las conciencias estafadas y cansadas. Y esa chispa saltó tras las elecciones europeas, unos comicios por los que nadie apostaba más allá de su voto útil, necesario o desquiciado. Tras su resultado se ha desatado una exultante tensión que ya emite señales de movilización. Es el eco de la resistencia que viene. Porque pareciera que algo nuevo, ocurre por primera vez.

La abdicación del Borbón, calculada y diseñada previamente, pero acelerada tras las elecciones europeas, ha generado, lejos de la euforia popular deseada por los palanganeros del poder, un sentimiento de oportunidad y de cambio social, una sensación de revancha sobre un tiempo político devastador. De repente, ha sido el propio poder, el oligopolio ideológico y político económico español, quien ha dado muestras de un miedo ancestral a perder el dominio y el control sobre el cuerpo político y social del reino de España. Las elecciones europeas han demostrado que el pueblo, en su sentido más robespierano, puede ganarle la partida a los partidos de la casta, según anuncia Podemos. Una parte de la gestión de la abdicación del Borbón, y su posterior explicación, estaba escrita en la agenda oculta dispuesta a emerger en el momento adecuado. Ese momento se ha adelantado apresuradamente debido a la necesidad de controlar el escenario inmovilizador de posibles sorpassos políticos.

Todo parece indicar que Rubalcaba, Rajoy y la armada invencible de la Casa Real, se han puesto de acuerdo para blindar un tiempo ya en peligro que asegure el mantenimiento de privilegios de clase, de ciertos grupos de presión y de un lumpen económico-depredador acostumbrado a la barra libre más fascista. El tiempo de la vergüenza, el de la liquidación de los derechos políticos, la corrupción sostenida por la impunidad, la desolación social, la traición a un estado de derecho y protector de la ciudadanía, la matanza de una clase obrera y media mediante la liquidación de sus privilegios sociales y laborales; ha puesto a un país a los pies de los caballos. La necesidad de perpetuar ese tiempo podrido precisaba un cambio de dirección y orientación estratégica en sus más altas instancias. Al verse en peligro el aparato de control político, se ha girado hacia la reafirmación y recambio de la monarquía imposicionista de larga traición histórica. Se quiere así asegurar la imposición blanda y amable, pero profundamente antidemocrática, de la Segunda Transición y el saludo postrado ante la Tercera Restauración Borbónica en su versión amable. Dos conceptos políticos unidos que se están cocinando en la sala de máquinas del PP y del PSOE con la inestimable colaboración de los fontaneros de la Zarzuela.

La monarquía más corrupta de Europa, con más de un miembro de la misma acechado por una posible condena jurídica y un rey devastado por la enfermedad y la falta de credibilidad popular tras múltiples episodios que han demostrado su falta de honorabilidad, necesitaba un cambio de imagen. Pero no solo eso, la abdicación se ha utilizado como vehículo canalizador de una impostada renovación política cuyo primer paso sancionador necesita el aval de un nuevo rey limpio de polvo y paja. Pero eso, bien mirado, es muy cuestionable puesto que técnicamente la reproducción del poder en la figura de Felipe VI no tiene refrendo democrático, salvo que nacer en la familia que ha nacido y ser hijo de quien es, le confiera esa validación sin garantía democrática.

Por otro lado, el PSOE, en medio de un huracán interno, precisaba una regeneración ideológica tras la defenestración de Rubalcaba y su propia abdicación. Precisaba un hecho, una acción, un resorte salvador exógeno, un escenario de oportunidad donde validar su nacional-centrismo español y su reafirmación ante la unidad de España al paraguas de la siempre recurrente utilidad social de su discurso constitucional. Sin embargo, su apoyo a la investidura no le va a proporcionar ni cohesión, ni seguridad interna; más bien lo contrario. Porque se va a evidenciar, quizás a medio plazo, una desintegración ideológica ante sus votantes mayoritariamente republicanos. El PSOE, postrado ante sus propias cenizas enterradas en el altar monárquico, se configura así como un instrumento validador de un proceso en ciernes que lo delata como uno de los principales consolidadores de un tiempo trampeado del cual es cómplice de palabra, obra y omisión.

Por otro lado, el PP, en caída libre, precisaba un escenario que le alejara de la intensidad mediática de los casos de corrupción que han dejado el barco recurrente de Rajoy más que tocado. Además, necesitaba dosis de oxígeno reparador y un nuevo marco referencial de exaltación nacional ante la emergente potencia del escenario rupturista catalán al que le puede seguir la estela el nacionalismo vasco si éste es capaz de superar el miedismo del PNV. Y en ello Bildu, actual fuerza emergente y primera fuerza en muchas localidades vascas, jugará fuerte al compás del proceso catalán.

En estas circunstancias, la abdicación no se produce en el mejor momento porque pone contra las cuerdas a todos los agentes que han tomado parte en la operación de desalojo y realojo de la casta borbónica. Porque evidencia las contradicciones internas de cada actor respecto a sus intereses. Pero más aún, delata a todos ellos y a sus estrategias ajenas al sentir popular. Porque ignoran los procesos sociales, los movimientos de esa izquierda posible y plural y las enormes ganas, demostradas, de cambiar el rumbo de este, todavía, reino de España.

Felipe VI deberá enfrentase al reto catalanista cuando más fuerza tiene éste y menos la institución que representa en un escenario impositivo. Si el PNV y Bildu, en Euskalerria, son capaces de liderar y gestionar el proceso secesionista que sus bases tienen instalado en sus deseos políticos, la periferia nacionalista será un polvorín incontrolable en un momento de máxima tensión por reordenar esa Segunda Transición impositiva. Por eso el PP, en horas bajas, deberá contar necesariamente con la colaboración forzada de un socialismo en bancarrota y desarmado ideológicamente que huirá hacia adelante a costa de perder el rastro de propia historia. Por otro lado, la abdicación, se produce en un momento en que las condiciones económicas y sociales son tan determinantes, tan extremadamente adversas -pese al triunfalismo oficial-, que la ciudadanía ha encontrado un canal de respuesta, una vía de reencuentro con la oportunidad de decir ¡basta! Porque no se puede soportar un estado depredador que además impone sin consenso un forma de gobierno atemporal sin refrendo garantista y democrático. Quienes han diseñado esta operación creen que el tiempo histórico es domesticable, como los súbditos a quienes pretenden imponer su producto, pero olvidan el poder real de la gente y la posibilidad de encender la chispa que haga estallar la mecha que nos lleve al encuentro de un nuevo tiempo.

Paco Roda. Universidad Pública de Navarra.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.