Fue un triunfo histórico. Gabriel Boric se impuso a su rival, José Antonio Kast, por un amplia ventaja de casi 12 puntos en la segunda vuelta de las elecciones celebradas este domingo en Chile.
El izquierdista, que cuando llegue a La Moneda el próximo 11 de marzo se convertirá -con 36 años recién cumplidos- en el presidente más joven que haya tenido el país, consiguió la victoria con el 55,86% de los sufragios, frente al 44,14% obtenido por Kast, un abogado de derecha radical.
Y miles de chilenos, esperanzados con los profundos cambios que promete, celebraron su triunfo.
Su plan de gobierno incluye medidas como aumentar los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas, poner fin al actual sistema de pensiones y transformar el sistema de salud, con la idea de crear un Estado de bienestar.
Es un plan ambicioso que refleja muchas de las demandas del estallido social que se inició en octubre de 2019 exigiendo mayor igualdad en un país donde el libre mercado lleva décadas dominando.
«Debemos avanzar con responsabilidad en los cambios estructurales sin dejar a nadie atrás; crecer económicamente; convertir lo que para muchos son bienes de consumo en derechos sociales sin importar tamaño de billetera; y garantizar la vida tranquila y segura», dijo el mandatario electo en su primer discurso tras la victoria.
Pero la transformación que Boric -salido de las entrañas de las protestas estudiantiles de 2011 y con una trayectoria parlamentaria de ocho años en la Cámara de Diputados- intentará sacar adelante tendrá importantes desafíos.
1. Gobernar sin mayoría en el Congreso
Uno de los puntos esenciales del nuevo mandato es que el presidente electo gobernará sin mayoría en el Congreso.
A Boric le espera un Senado donde las fuerzas políticas están empatadas y una Cámara de Diputados muy dividida entre distintas facciones y con estrechas diferencias.
Por ejemplo, su propio partido, Convergencia Social (que solo tiene tres años de existencia), contará con 9 de 155 diputados.
El desafío inevitable en esta coyuntura, coinciden los expertos, es que deberá sentarse a negociar bajo fuertes presiones, no sólo con la amplia coalición que lo llevó al poder (que abarca desde partidos de centroizquierda al Partido Comunista), sino también con algunos de sus adversarios.
Él lo sabe, y en su discurso tras el triunfo, ya adelantó que los avances requerirán grandes acuerdos.
«Los avances van a requerir acuerdos amplios, no queremos desbarrancarnos ni arriesgar lo que cada familia ha luchado con su esfuerzo», afirmó ante cientos de miles de manifestantes que aplaudieron su victoria.
Su triunfo refleja que «el país busca cambios, específicamente en la agenda de seguridad social, pero esos cambios deben realizarse con el apoyo de una mayoría», señala Marcela Ríos, investigadora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Llegar a acuerdos con otros sectores políticos será clave para avanzar en su agenda transformadora, que necesitará la aprobación de importantes reformas legislativas.
Y requerirá de gran destreza política, pues para algunas iniciativas necesitará los votos de sectores políticos con visiones y aspiraciones muy distintas a las suyas.
2. Mantener el apoyo de la coalición que lo llevó al poder
Además de las negociaciones en el Congreso, el próximo mandatario tendrá la compleja tarea de mantener el respaldo dentro de su propia coalición política.
Para llegar a La Moneda, Boric tuvo que sumar en el balotaje los votos de fuerzas políticas de la centro izquierda que por años fueron blanco de sus críticas (representados en figuras como los expresidentes Michelle Bachelet y Ricardo Lagos).
Es una alianza electoral conviven bajo el mismo paraguas el Partido Comunista (PC) y representantes de la Democracia Cristiana (DC), unidos más que por una visión común, por el propósito de evitar que Kast llegara a La Moneda.
Es un bloque similar al que apoyó a Michelle Bachelet en su segundo gobierno (2014-2018).
Sin embargo, Boric no tiene asegurado el respaldo total de todos estos partidos, como sí lo tuvo la socialista.
«Uno de los grandes riesgos es que al estar al mando de una coalición tan heterogénea como fragmentada, Boric se transforme en un general sin tropas», afirma el sociólogo Andrés Scherman, investigador de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).
De hecho, la DC advirtió hace algunas semanas que le daba el voto a Boric, pero que después de las elecciones se transformaría en un partido opositor a su gobierno.
Y la misma lógica opera para el otro lado de la balanza.
«Uno de los desafíos es cómo mantener el apoyo de los grupos que son más de izquierda. Va a tener que definirse, va a tener que optar por un camino u otro», argumenta Diana Kruger, decana de la Escuela de Gobierno de la UAI.
Si las reformas que plantea se ven como muy radicales podría perder el respaldo de sus aliados más conservadores.
Pero si las fuerzas más radicales -como el PC- consideran que Boric está haciendo demasiadas concesiones podrían quitarle el apoyo.
Por eso, muchos dicen que el nuevo presidente deberá tener el talento de un equilibrista en la cuerda floja.
3. La relación con el empresariado
Una tercera relación fundamental será la que Boric establezca con el empresariado.
«No hay crecimiento sin cohesión social, no hay crecimiento posible en una sociedad fracturada socialmente», les dijo a comienzos de noviembre durante una intervención en el Encuentro Nacional de Empresarios, ENADE, un sector que ha expresado una cierta inquietud por sus propuestas de aumentar los impuestos y transformar el sistema de pensiones.
«Boric tendrá el desafío de dar señales al sector privado, a las empresas, a los mercados financieros, de que las medidas que propone van a ser graduales», señala Kruger.
Quienes manejan los grandes capitales están a la espera de definiciones.
Sus temores se han expresado, por ejemplo, en el sorpresivo aumento en el reparto de utilidades entre los accionistas de las grandes empresas y salida de capitales hacia el extranjero, acelerada desde el estallido social.
Según el Banco Central, en los últimos dos años se registró un récord de salida de capitales de empresas y hogares del país que alcanzó los US$30.000 millones.
Cristóbal Rovira, director del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, dice que las primeras señales serán fundamentales.
Por ejemplo, será clave quién asuma el cargo de ministro o ministra de Hacienda.
«Si Boric nombra a una persona respetada por el sector empresarial, eso abriría un puente de diálogo».
Si por el contrario, explica, «las señales espantan al empresariado, podría abrirse una especie de guerra que hasta ahora estaba soterrada».
4. El «frenazo» económico
Para llevar a cabo su ambicioso programa de reformas Boric necesitará mucho dinero.
Y los pronósticos coinciden en que, como en buena parte del mundo, en Chile se avecina un «frenazo económico».
El crecimiento podría estar en torno al 2% el próximo año, según el Banco Central, pero podría bajar incluso hasta cero en 2023.
Con pocos fondos en las arcas fiscales tras una gigantesca inyección de recursos públicos para enfrentar la pandemia, el camino es complejo.
Y pese a que el Banco Central ha subido sostenidamente las tasas de interés para tratar de controlar una inflación disparada de 6,7%, su nivel más alto desde 2008, es probable que en 2022 el país siga enfrentando presiones inflacionarias.
A nivel del presupuesto familiar, los subsidios fiscales que se entregaron masivamente a las personas afectadas por la pandemia están llegando a su fin, como también se está agotando gran parte del dinero circulante gracias a los polémicos retiros anticipados de los fondos de pensiones.
Con bajo crecimiento, alta inflación y un presupuesto fiscal ajustado, el próximo gobierno tendrá poco margen de maniobra para satisfacer las demandas sociales.
«Boric tiene el desafío de aceptar un ajuste macroeconómico y encantar al sector privado», argumenta Rodrigo Valdés, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica de Chile (UC).
«Necesita un ancla fiscal creíble, poner bordes y pactar reformas emblemáticas como impuestos y pensiones», agrega el exministro de Hacienda del segundo gobierno de Michelle Bachelet.
El reto es gigantesco porque muchos de sus votantes tienen altas expectativas y le pedirán que cumpla las promesas de campaña.
«Boric deberá sincronizar un programa que es radical en su ambición pero moderado y gradual en sus ritmos de implementación, con un ojo en el crecimiento económico y otro en la calle», sostiene Juan Pablo Luna, profesor del Instituto de Ciencia Política de la UC.
5. Mantener el orden
En los últimos años, y pese a que las cifras de seguridad en Chile siguen siendo mucho más positivas que en otros países de América Latina, el país ha visto un aumento en la preocupación ciudadana por la inseguridad.
No solo a raíz del narcotráfico y la delincuencia común.
También hay otros temas que le quitan el sueño a una parte del electorado, especialmente a quienes viven fuera de la capital, según argumenta Daniel Mansuy, director del Centro de Estudios e Investigación Social de la Universidad de Los Andes.
Se trata de la violencia en la Araucanía (donde hay un conflicto de larga data entre el Estado y el pueblo mapuche) y la inmigración en el norte del país, apunta.
«Esas zonas no votaron por Boric en la primera vuelta (en la segunda la Araucanía tampoco, pero en el norte obtuvo buenos resultados), y en ambas hay altos grados de conflictividad. Asumir que esos problemas también son suyos, y que no se resuelven a punta de voluntarismo será uno de sus primeros retos», asegura Mansuy.
También está el tema de qué sucederá en la calle.
Desde el estallido social grupos radicales han continuado manifestándose, muchas veces con violencia, y los analistas indican que está por verse cómo reaccionarán esos sectores -y otros que reclaman cambios rápidos y profundos- si el presidente electo opta por el «gradualismo».
Y cómo enfrentará Boric desde La Moneda las protestas de las que hasta hace poco él mismo formaba parte.
Boric asumirá como el primer mandatario que no representará a los partidos tradicionales que se alternaron el mando del país en los últimos 30 años.
Y en el segundo semestre, será sometido a un plebiscito el texto de una nueva Constitución que actualmente redacta una Convención Constituyente formada tras el estallido social.
Si se aprueba, podría cambiar la forma en que se gobierna y se distribuye el poder.
Es un proceso que Boric apoya y que puede llegar a transformar su presidencia.
«Defenderemos el proceso constituyente, que es motivo de orgullo mundial. Es la primera vez que escribimos una Constitución de forma democrática. Cuidemos este proceso para que sea una Carta Magna fruto del acuerdo y no de la imposición», al saludar a los millones de chilenos y chilenas que votaron por su propuesta de cambio.
Los millones que no lo hicieron también tendrán los ojos puestos en él.