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Breve crónica de un diseño interesado (I)

Fuentes: Rebelión

Jornadas Pensamiento Crítico Universidad Politécnica de Valencia, 17 de julio de 2012

Bon dia, buenos días. No sé si ustedes están muy puestos en literatura dialéctica tradicional pero, por si no fuera el caso, en esos textos se solía hablar de la transformación de la cantidad acumulada en emergencia de nuevas cualidades. Era el salto cualitativo. Un ejemplo de estos saltos -eso sí, a la inversa- es el que ustedes van a vivir a continuación: de Domenico Losurdo a SLA, ¡menudo salto cualitativo! ¡Menuda inversión! Pido disculpas anticipadas por si sufren algún mareo en la transición.

Para tranquilizar mi mala conciencia, déjenme anunciarles de entrada los presupuestos poliéticos desde los que los voy a hablar. El primero de ellos: con palabras de William A. Cook, de La década del engaño, que he leído en un artículo del gran saxofonista y ensayista de Gilad Atzmon: «Los ciudadanos ya no controlan su gobierno, son sus esclavos. Los representantes ya no sirven a los ciudadanos buscando su consentimiento para gobernar, son servidores de las corporaciones y los grupos de presión que controlan el sistema económico que esclaviza al ciudadano. Los presidentes [SLA: hay regímenes aún peores] ya no protagonizan, son los lacayos obedientes de sus supervisores corporativos. La libertad de expresión y de creencias y estar libres del temor y la miseria ya no determinan las necesidades de los seres humanos. La economía del mercado reemplaza a todo aquello a expensas de los ciudadanos y los derechos humanos. Existimos [SLA: quiere que nos ubiquemos] en un mundo empresarial de guerras interminables, de venganza y recriminación, donde el miedo es una mercancía que aprisiona la mente, donde la codicia destruye los recursos de este planeta sin el menor remordimiento, y una arrogancia insaciable que no alberga ninguna preocupación por aquellos a los que destruye».

El segundo de esos presupuestos. Antonio Turiel Martínez es doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid y trabaja actualmente en el Institut de Ciències del Mar del CSIC. Desde hace algún tiempo, escribe documentos artículos y libros e imparte conferencias sobre un fenómeno cada vez más importante, el Peak Oil. En una entrevista reciente señalaba: «Es muy bonito ensoñarse con tecno-fantasías de ayer y hoy, pero la realidad muestra que nunca acaban de llegar. ¿Dónde está el coche volador que debía transportarnos, decían en 1950, ya en los años 80? ¿Dónde están las colonias de la Luna, y de Marte, que tendrían que ser comunes hacia el 2000? Soñar es barato; ser sensato y planificar con realismo cuesta más. Es ridículo seguir soñando con Marte cuando con los pies en tierra tienes 5.300.000 parados en este país, y posiblemente nos situemos alrededor de los 6.000.000 a finales de este año, con todos los problemas de exclusión e inestabilidad social que eso genera».

Un poco más adelante añadía: «La abundancia eterna sólo puede llegar por la vía de no necesitar, no por la de producir más. Cualquier otro punto de vista es tecno-optimista (tecno-narcisista, en realidad) y alejado del mundo real». El actual sistema de explotación capitalista y el consumismo, apuntaba este físico amigo de José Manuel Naredo, nos han hecho creer -una obvia pero crucial manipulación- que la tecnología lo soluciona todo y siempre, cuando si se mira bien lo que hemos conseguido es una prosperidad relativa -y muy pero que muy desigual- «asociada al incremento tecnológico y al consumo energético». No tenemos infinita energía solar disponible, concluye Turiel, «la que nos llega está muy dispersa y su rendimiento es muy bajo, y siempre lo será». Es elemental, querido Watson, termodinámica básica.

Yo suscribo modestamente todo lo anterior. Menos puede ser más y las tecnofantasías interesadas me ponen de los nervios.

No es éste el tema que me ha tocado explicar hoy pero sí son estos asuntos -paro estructural con sufrimiento inenarrable, España como protectorado en desintegración acelerada, pick oil, el tecno-optimismo narcisista y pueril- algunas de mis mayores preocupaciones. Dejo constancia de ello y déjenme recordarles una hermosísima cita de Mariátegui que yo llevo tatuada en mi corazón: «»La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento.» (José Carlos Mariátegui, «Aniversario y balance», Amauta Año III, No 17. Lima, setiembre de 1928).

No sé si algunas de las ideas que pretendo trasmitirles y discutir con ustedes podrá generar movimiento pero ese debería ser el caso.

Agradezco la invitación a los organizadores y les doy las gracias muy sinceramente por su presencia en esta mañana de un día tan próximo al 18 de julio, una de las fechas más abyectas de nuestra reciente historia que probablemente siga clavada en el corazón del autor del Canto general y en el de muchos de ustedes.

Permítanme confesarles mi nerviosismo. Sé muy poco del tema del que debo hablarles. Voy a soltarles un conjunto -acotado, no sufran- de lugares comunes y temo que ustedes, a pesar de su afabilidad y cortesía, me van a sacar varias cartulinas amarillas e incluso alguna roja. No se corten ni un pelo. La verdad es la verdad, la diga Agamenón, su porquero, Peter Higgs, la lucha minera, Bert Brecht, Pedro Montes, Julio Anguita, Manuel Monereo o la diga quien sea.

Lo que voy a intentar explicar va de esto: huele y tienen este olor podrido: 10 de julio, llegada a Madrid de trabajadores de la minería, en una de las movilizaciones más importantes de los últimos años. 11 de julio: gran manifestación obrera y ciudadana en defensa del sector minero que inunda las calles de la ciudad de la resistencia y llega al Ministerio de Industria. Información de El País, Francisco Javier Barroso la firma, el día siguiente, 12 de julio: «El final de la marcha negra terminó con ocho detenidos… y 76 heridos de carácter leve. Entre los detenidos dos mineros…». La fuente del periodista: una portacoz, perdón, una portavoz de la JSP de Madrid. De hecho, como saben, no fueron 8 sino 17 los detenidos y detenidas. Tras el «con ocho detenidos» que les leía, en este punto deseo poner el énfasis, se abría un paréntesis. El siguiente: «seis hombres y dos mujeres, una de ellas con cinco antecedentes de robo«. ¡Una de ellas con cinco antecedentes de robo! ¿Sienten la ignominia? ¿Se acuerdan de aquel nocturno inolvidable de Rafael Alberti tras el asesinato de Julián Grimau? ¿Notan como por su sangre se escucha que transita solamente la rabia, que en los tuétanos tiembla despabilado el odio y que en las médulas arde continua la venganza?

Esto que les he contado sería un ejemplo -claro pero en absoluto distinto- de infame intento de manipulación. Entro en materia.

Un apunte inicial que me ha recordado uno de los comunistas ibéricos más entrañables, consistentes y sólidos que conozco, Javier Aguilera.

Edward Paul Bernays, austriaco de origen, sobrino de Freud, fue alguien muy activo en el estudio de los procesos de manipulación de masas en EE.UU, en el gobierno y en la industria de consumo. Es autor, como seguramente recuerdan, de «Cristalizando la opinión pública», uno de los ensayos que se convirtieron en libro de cabecera de Paul Joseph Goebbels, el ministro nazi de propaganda. Hay un documental de 2002 dividido en cuatro partes -«Máquinas de felicidad», «Ingeniería del consentimiento», «Hay un policía en nuestras cabezas que debe ser destruido» y «Ocho personas bebiendo vino en Kettering»- de Adam Curtis para la BBC titulado «El siglo del individualismo» que es de interés. Recomendable, absolutamente recomendable.

El viejo -y muy lúcido- Lukács ya comentada y defendía argumentadamente en aquellas Conversaciones, también inolvidables, de 1966 (Alianza Editorial) sobre el necesario carácter antimanipulatorio del movimiento por la democratización socialista.

Permítanme una ilustración de la necesidad de esa arista antimanipulatoria. Tomo pie en observaciones y notas del último libro de Elmar Altvater, El fin del capitalismo tal y como lo conocemos, magníficamente traducido por Raúl Alfred Enzenbach y Àngel Ferrero.

Las reservas de combustibles fósiles, innecesario es señalarlo, son limitadas. Las «ultimate recoverable resources», las últimas reservas que se pueden extraer ascienden a 3 billones de barriles (concretamente 3.003 mil millones; una cantidad alternativa que se apunta en ocasiones es prácticamente la misma: 3.012 mil millones). El consumo actual en todo el mundo es de unos 75 millones de barriles diarios, 25.000 millones anuales. Con una simple división, observamos que nos quedan 120 años, unas cuatro generaciones, hasta que se haya consumido la última gota del petróleo.

Para captar mejor el escenario vale la pena recordar que en el período que se extiende desde 1885 hasta principios del XXI, unos 120 años, se han consumido (casi) un billón de barriles. La petrolera Chevron, nada que ver con Ecologistas en Acción, publicó un anuncio el 26 de julio de 2005 en el Financial Times en el que señalaba: «Nos llevó 125 años consumir el primer billón de barriles de petróleo. El próximo billón nos lo cepillamos en 30. ¡Somos la pera».

Siguiendo a Lukács, no manipulo: el anuncio no decía exactamente eso. Sobra «la pera» y el «cepillamos»; el resto es casi literal.

Pero no solo es eso: esos 3 billones de barriles que esperan ansiosos su extracción no son tales. Aunque existan finalmente esos billones de barriles en la corteza terrestre no es posible extraerlos a un coste razonable con las técnicas actualmente existentes. ¿Podrá hacerse en un futuro de forma económicamente más ajustada? Veremos. El porvenir está abierto decía sir Karl Popper, el asesor de Miss Thatcher, pero está también lleno de promesas o declaraciones incumplidas.

Diversas fuentes sostienen, acaso con mayor prudencia y menor hybris, que estadísticamente el tiempo para el que bastarán los recursos actualmente probados, basándonos en el consumo actual, ronda los 40 años, la tercera parte del cálculo anterior. Aunque, se dirá, este nuevo cálculo subestima el volumen que podríamos extraer con tecnologías «más avanzadas».

Sin embargo hay otro sin embargo que transita en dirección contraria: ¿qué ocurriría si, como consecuencia de una mayor industrialización, China, India, Brasil, Sudáfrica, algunos países africanos y otras regiones del mundo hicieran subir sustantivamente y con rapidez la demanda del petróleo y la demanda efectiva superara, todo parece indicarlo, los 75 millones de barriles diarios? ¿Es imposible ese supuesto? ¿Se podría compensar con la reducción del consumo en Estados Unidos, Alemania, Canadá, Japón o Australia? ¿Reducción del consumo en USA?

¡Qué risa, tía Felisa! La Agencia Internacional de la Energía, no sospechen tampoco de sus finalidades ecologistas, espera, ha anunciado, una subida de la demanda global del petróleo del 60% hasta 2030. ¡Del 60%! Altvater concluye razonablemente: «[…] la referencia a los recursos que eventualmente se pueden explorar resulta poco menos que un pequeño consuelo que pierde rápidamente todo su efecto si en el pronóstico incluimos el factor la demanda».

Dicho lo cual, excusen mi apretada síntesis, cabe preguntarse: ¿no es éste un tema esencial al que debería volverse una y otra vez? ¿No debería ser noticia que abriese informativos radiofónicos y televisivos? ¿No debería ocupar la primera página de nuestros periódicos día sí, tarde también, números especiales incluidos? ¿No es asunto sustantivo para debates, seminarios, coloquios, incluso para nuestras facultades de Economía y Empresa? ¿No es poco razonable que se apueste y publicite sin más, como si fuera el milagro de San Anselmo, por una política de «crecimiento, crecimiento y más crecimiento», cuando los datos contrastados apuntan en una dirección de insuficiencia energética neta y a no largo plazo? ¿No es manipular consciencias, vidas, personas, sectores sociales, hablar de La Roja, de bodas de famosos, incluso si me apuran de la prima de riesgo o del déficit privado, y no hacer apenas referencia a las coordenadas básicas de un escenario tan próximo a «La carretera» de Cormac McCarthy?

Hay otro nudo que no debería olvidarse directamente relacionado con la construcción interesada de la realidad por parte de los medios de comunicación. Estoy en el tema aunque no lo parezca. Tomo pie en trabajos de Kurt Cobb, el autor del thriller ambientado en el pico del petróleo, Prelude, columnista de una excelente página de noticias científicas y de numerosos ensayos sobre el tema.

Dirán que me contradigo pero la producción mundial de petróleo ha oscilado entre 88 y 89 millones de barriles por día (mbpd) en 2011. ¿Por qué? Pues porque las fuentes gubernamentales, de la industria y de los medios de comunicación así lo han afirmado. Pero resulta que es erróneo. Lo es porque las cifras incluyen cosas que no son petróleo propiamente como los líquidos de plantas de gas natural y los biocombustibles. Si quitamos estos añadidos, la producción mundial de petróleo ha sido, como antes les decía, de unos 75 millones de barriles por día. La tasa de producción mundial de crudo está atascada entre 71 y 75 mbpd desde 2005. Dado que la producción de los líquidos de plantas de gas natural ha crecido rápidamente -debido a la reciente perforación intensiva de gas natural- y dado que esos líquidos se consideran errónea pero interesadamente como suministros de petróleo, se tiene la impresión de que la producción mundial de petróleo sigue creciendo. ¡Salvados, como el excelente programa de Jordi Èvole, estamos pues salvados!

¡Pero no es cierto! Lo que está creciendo es otra cosa, una categoría, una partida si quieren decirlo así, llamada «líquidos totales» que incluye petróleo, líquidos de plantas gas natural, biocombustibles y otros combustibles menores. El total de líquidos está creciendo por el gran aumento de los líquidos de plantas de gas natural y aumentos menores en biocombustibles.

Estamos, pues, es de libro, ante un caso claro de manipulación: si las cuentas no salen, cambio el criterio de clasificación, mezclo peras con limones, mangos, tomates y judías, y sube con ello la producción total de peras. ¡Pero no son peras! ¡No importa, no sea usted una indigesta pera! De este modo, ¡la producción de petróleo sigue subiendo como la espuma, como la prima española de riesgo! Preocuparse es de insensatos, alarmistas o desinformados («o» no excluyente claro está).

Me alejo del petróleo, es tóxico y va quedando menos. Cambio de tercio.

Paulo Freire, se señala en la presentación de este taller, afirmaba que la manipulación es un instrumento de las élites, procedimiento no siempre planificado en todos sus detalles ni con éxito garantizado me permito añadir, para que los ciudadanos y ciudadanas se adapten a sus finalidades e intereses esenciales, asumiendo y aceptando de forma muy natural, como si se tratara de las propiedades del bosón y campo de Higgs, la estructura helicoidal del ADN o la ley de equivalencia masa-energía, un (des)orden social y económico-ecológico que, mirado como se quiera mirar, no cuida en lo más mínimo, cada día es más descarnado, los intereses de los sectores más desfavorecidos ni incluso, creo que puede afirmarse sin error ni alarmismo, de sectores sociales mejor o peor instalados hasta ahora en posiciones acomodadas de este sistema, un sistema que, como todo lo sólido, se va desvaneciendo en el aire poco a poco, lentamente, e incluso, en ocasiones, precipitadamente.

Ciertamente, sigo con la presentación, esta industria, muy generosamente llamada de la comunicación y entretenimiento, que es una industria como puedan serlo la automovilística o la nuclear, moviéndose económicamente con criterios no muy alejados, constituye una formidable maquinaria capaz de imponer -con ayuda de otros sectores- modelos de conducta, aspiraciones, sueños incluso, formas de ubicarse en el mundo, basados en el individualismo posesivo exacerbado y en la fragmentación social

(Entre esos sectores a los que acabo de referirme, abro un apunte por si luego se me escapa, habría que citar el sistema educativo, todo él, desde la primaria hasta la Universidad, y en sus diferentes ramas, cada día más ubicado servilmente a los pies de los intereses de las grandes corporaciones que dictan/imponen no sólo directrices generales sino incluso contenidos de algunas materias. Ejemplos que conozco directamente: «Economía e Iniciativa emprendedora», una asignatura de ciclos formativos que se quiere extender a primaria y bachilleres, y diversas materias de los ciclos de Informática donde la presencia del software privatista de Microsoft y Cisco es tan natural como el aire que exigimos trece veces por minuto. Añado, eso sí, que la lucha de clases sigue siendo el motor de la historia y que la lucha de maestras, maestros, profesoras, es esencial -y tan real ya como la infame apuesta por EuroVegas del gobierno catalán- para que los planes corporativos-gubernamentales se derrumben como castillos inconsistentes de ignominia. En eso estamos y en eso debemos seguir estando. Cierro el paréntesis educativo).

Ni que decir tiene que esos modelos existenciales a los que hacía referencia, que podemos observar y anotar en cuantas instancias deseemos analizar, tienen un sesgo de clase (y de género) que refuerza o intenta reforzar el dominio, el control ideológico, cultural, de la totalidad de las clases dominantes sobre el conjunto de la sociedad y, especialmente, de las clases subalternas. Se trata de eso, sin que ello quiera apuntar que esos mismos grupos, los que se ubican en los alrededores del ápice de la pirámide social, una pirámide cada vez más irregular y estirada, vivan ese control como algo ajeno, como un procedimiento externo que no pasa factura a su propia cosmovisión y a ese estar en el mundo del que antes hablaba.

Los grandes medios de comunicación se han transformado en estas últimas décadas, en verdaderos imperios comerciales, prosigue la presentación del taller, que aglutinan diversos intereses económicos, tecnológicos y publicitarios. No les hablo del tema pero Pascual Serrano, es uno de los periodistas críticos que mejor ha estudiado entre nosotros esa concentración de poder económico, político y cultural. Si no ando errado, sería un ejemplo de esa concentración, está a punto, muy maduro ya, un acuerdo por el que el mismo grupo empresarial va a editar el ABC y El País, antes dos opciones informativas diferenciadas, pero ahora más bien dos hermanos casi gemelos a los que podemos ver juntos paseando entristecidos y poco confiados por el jardín.

Son además esos medios de incomunicación, que diría el malogrado Carlos Castilla del Pino, un instrumento decisivo -no siempre vencedor y sin grietas en sus sólidas paredes- para intentar sofocar iniciativas populares y silenciar a personas honestas y sólidas que asumen un compromiso nada acomodaticio con sectores populares de nuestras sociedades, con la humanidad más sufriente y explotada. La selección de las informaciones, las primeras páginas de los diarios por ejemplo; la presentación lingüística, el mismo uso del lenguaje del que creo que nos hablará mañana Toni Doménech, con palabras de uso frecuente como recursos humanos, mercado laboral, mano de obra, operarios, profesionales, etc, o la propia estructuración de los mensajes a través de la creación de mitos como la ahora ya inconcebible neutralidad de los medios -o el tan cacareado pluralismo informativo, cada vez más irreal y pueril- son procedimientos usados por los grupos empresariales mediáticos para recrear una imagen falsa de lo que está sucediendo en nuestro país, en Europa y en el mundo en general y, con ello, conformar y educar a una opinión pública sometida, a veces con entusiasmo inconsciente, «a los dictados de los poderes políticos y económicos».

Un ejemplo de la situación, de esta imagen falsa que se transmite: mientras en España se «congelaban» las pensiones, se atacaba de nuevo a los trabajadores en paro, se reducía el sueldo de los funcionarios, se subía el IVA y se recortaban las prestaciones públicas en sanidad y educación, además de otros ámbitos como la ayuda a la dependencia, un informe de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha revelado que la retribución media por consejo de las compañías del Ibex 35 fue de 7,5 millones de euros, un 5% más que en 2010. La retribución, también promedio, por consejero fue de 522.000 euros (4,4% más que en 2010), ascendiendo la remuneración de los vocales ejecutivos a 2,4 millones de euros (2,2 millones en 2010) por consejero. Estas cantidades, ya lo se imaginan, no incluyen la indemnización pactada por resolución del contrato, bonus en acciones de la compañía o jubilaciones millonarias pactadas.

En cuanto al lenguaje un pequeño apunte. Tomo pie en una nota de los traductores del ensayo de Elmar Altvater, El fin del capitalismo tal como lo conocemos, al que hice referencia anteriormente.

Desde 1994, la Gesellschaft für Deutsche Sprache, la Sociedad de la lengua alemana, elige un neologismo considerado como Umwort. ¿Qué es un Umwort? Un término que falsea, confunde o manipula la realidad. En 2004, el término elegido fue Humankapital, capital humano. ¿Qué pensó el jurado del premio crítico? Que la palabra degradaba a las personas a una medida económica de forma exclusiva.

No es la única, hay muchas más que son firmes candidatas: en castellano, «recursos humanos», capitalismo como economía de mercado, el capitalismo realmente existente como economía social, son ejemplos a tener en cuenta.

Poco más sustantivo puedo a añadir a la presentación. Creo razonable, muy razonable, todo lo señalado anteriormente. No tengo ninguna tesis nueva que defender. Si se puede hablar así, las anteriores serían algunas de las afirmaciones (siempre revisables) que me parece prudente mantener en este asunto nada marginal porque es la sal abonada, cuidada y orientada que intenta apresar la consciencia de millones y millones de personas, con éxitos indudables en un gran número de casos pero, como intentaré ilustrar, con resistencias cada vez mayores.

Muchas ciudadanas y ciudadano ya no tragan. Déjenme que recuerde un poema del gran León Felipe. Donde el poeta republicano dice «hombre» ustedes traduzcan por «ser humano»:

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:

Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,

que los gritos de angustia del hombre los ahogan

con cuentos,

que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,

que los huesos del hombre los entierran con cuentos,

y que el miedo del hombre…

ha inventado todos los cuentos.

Yo no sé muchas cosas, es verdad,

pero me han dormido con todos los cuentos…

y sé todos los cuentos.

Prosigo más allá de los cuentos.

No es cierto, desde luego, que lo que no aparece en los medios de comunicación no existe. No en absoluto. Pero ocurre que, en ocasiones, sólo existe para quienes lo viven y sufren. Lo ha señalado oportunamente Pascual Serrano. Parecería que sólo les importa a ellos y no es el caso.

La realidad del muro, la violencia de los colonos, los controles, el bloqueo, los registros, las detenciones, las incursiones militares diarias, la realidad de la ocupación, las torturas las muertes y el paulatino e imparable robo de la tierra que día a día tiene lugar en los territorios palestinos, apenas ocupa espacio en los medios de comunicación usuales o mayoritarios. Su existencia es percibida débilmente, como un elemento colateral de una realidad que, para nosotros, «se define en términos de titulares que hablan de retomar las negociaciones, relanzar el proceso de paz, de la necesidad de acabar con la violencia, en el sentido de que la violencia que obstaculiza la deseada paz es la violencia palestina».

¿Mienten los medios a conciencia? No todos y no siempre. Lo que ocurre es que la propia dinámica informativa en la que nos movemos nos «lleva» a permanecer en el terreno de los discursos oficiales y ningunear aquello que ocurre día a día en el terreno de la vida. Pero informar, este es el punto, «es tratar de contar lo que pasa, buscar los hechos, no las palabras con las que se envuelven». Tomo pie de nuevo en PS. En Palestina, no sólo en Palestina, desde hace mucho tiempo, «las palabras sirven de velo que oculta la atrocidad cotidiana, la dimensión de la tragedia».

«Técnicas de manipulación en la sociedad de la información» es el título del taller. Algunas observaciones sobre el enunciado. Empiezo por la parte contratante, lo de la sociedad de la información, un concepto usado críticamente por los organizadores. Con razón: hay que tener muchas reservas ante la noción. No conozco sociedades donde la «información» no haya tenido un papel importante. La información en nuestro mundo está desigualmente repartida. Lo mismo puede decirse en el interior de nuestras comunidades. No hay que olvidar el sesgo de clase, de género y de manipulación que acompaña a muchas de esas informaciones desigualmente repartidas y, finalmente, más que de información a veces, bastantes veces, deberíamos hablar de desinformación

Una ilustración, un ejemplo de desinformación planificada, que asoma desde una de las encarnaciones del mal más conseguidas que yo conozco hasta el momento.

Se supo hace unos años, en 2004, que GSK [GlaxoSmithKline], la poderosísima multinacional farmacéutica, había ocultado una información sobre uno de sus fármacos estrella. ¿Qué información? Entre los niños y adolescentes tratados con Paxil, un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina usado para tratar la depresión (y también, de forma extendida, el trastorno de ansiedad generalizada, el obsesivo-compulsivo, el estrés postraumático (TEPT) y el trastorno disfórico premenstrual), se producía una mayor tasa de pensamientos y conductas suicidas.

Al ser descubierta, la compañía llegó a un acuerdo extrajudicial. Por este acuerdo se comprometía a publicar todos los datos de sus estudios clínicos. Por este mismo sendero abierto, tres años después, en 2007, un cambio legislativo en Estados Unidos, obligaba a las farmacéuticas a publicar todos los datos de los estudios clínicos que hicieran.

La nueva normativa permitió otro descubrimiento: GSK había ocultado también datos comprometedores de Avandia, un fármaco que se recetaba para tratar la diabetes.

La historia de esto último: GSK había iniciado en 1999 un estudio secreto para averiguar si Avandia era más seguro que un competidor, Actos, de la empresa Takeda. Los resultados fueron desastrosos para la Big Pharma británica: no solo no era más eficaz su fármaco sino que presentaba un significativo mayor riesgo de daño cardiaco.

Los resultados deberían haberse comunicado a las autoridades sanitarias. GSK debería haber informado. Pero no hizo nada de eso. Se efectuaron todo tipo de maniobras para evitar que trascendieran esos resultados. Una investigación del The New York Times reveló en 2010 correos internos entre directivos en los que se advertía de que los datos del estudio no debían ver, bajo ningún concepto, la luz del día ni siquiera las sombras de las noches. El capitalismo les ha hecho así de limpiamente informativos.

Los riesgos de Avandia fueron confirmados en un estudio independiente de un cardiólogo de Cleveland. La ciencia, se lo puedo asegurar, no es un conjunto de seres desalmados. La dignidad científica no es una quimera. Tengo para mi, eso sí, que mirado adecuadamente el capitalismo es una grave rémora para el avance de la ciencia.

GSK reconoció finalmente que conocía los riesgos de Avandia desde 2005. Menos mal dirán. No seamos ingenuos, otra mentira más. Investigaciones posteriores probaron que la multinacional ya tenía conocimiento de los efectos adversos no declarados desde antes de su comercialización, es decir, desde 1999.

En resumen: no solo permitió que se prescribiera sin ninguna advertencia sino que hizo todo lo posible por ocultarlo sabiendo como sabía que existían alternativas más seguras para los pacientes.

Todo por la pasta, desengañémonos, es eso: todo –cursiva al hablar- por la pasta.

Hablar, por tanto, de sociedad de la información es como un mal chiste, como aquellas ocurrencias de Alfredo Landa en por ejemplo, uno entre cien posibles, «¡Vente a Alemania Pepe!», una película -franquismo sociológico en estado impuro- que se ha pasado no hace mucho por TV1, un canal público con ánimo de información, diversión y formación.

«Técnicas» parece equivaler aquí, en el título, a procedimientos no muy sofisticados, a intentos más o menos orientados. Saben ustedes muy bien que no siempre es así, que muchas veces no es así. Aquí técnicas remite a tecnología, a formas de hacer que, en numerosos casos, tienen mucho saber científico detrás. Mucho. Saber científico no alejado de la soberbia o de paisajes de infamia si quieren, pero que no por ello deja de ser conocimiento positivo, muy positivo. No se va a ciegas, no se pretende ensayar ningún elogio de la ceguera. Vayan a cualquier supermercado o megamercado; mírenlo con ojos críticos, no como compradores que deseamos finalizar lo más rápido posible, y verán rápidamente como los anuncios, la publicidad, la ubicación de los productos, la forma en que se presentan algunas mercancías, no es casual, nada casual. Hay un orden-desorden y no es de la belleza precisamente la que rige en este caso.

Manipular tiene varios sentidos. Algunos de ellos pueden ser muy nobles. «Operar con las manos o con cualquier instrumento» es uno de ellos. Otros sentidos, en cambio, no tienen la nobleza por bandera. En absoluto. Esta acepción que les leo transita por la senda criticada: «Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc, con distorsión de la verdad o la justicia [la «o», obviamente, no es excluyente en este caso], y al servicio de intereses particulares». Intereses es término pertinente y «particulares» remite aquí, o puede remitir, a minorías dominantes, a élites, a clases sociales que ejercen su poder con mando y bastón en plaza. En este caso, no siempre es así desde luego, la definición de la RAE apunta donde debe apuntarse.

Sobre la manipulación mediática, como sobre tantas otros temas, mucho nos ha enseñado Noam Chomsky, A partir de su obra se elaboró una lista de las «10 estrategias de manipulación» a través de los medios. Un breve apunte sobre ellas.

(Antes de ello, entre paréntesis, déjenme que les explique una breve historia en defensa de la escuela pública que tiene que ver con Chosmky. Yo fui profesor durante dos años de teoría de la argumentación en una escuela de élite de Barcelona, Aula. El president Mas y sus hijos estudiaron en esa escuela. 800 o 900 euros mensuales, no puede confirmarlo. Los alumnos no repiten, todos los que llegan a la selectividad aprueban. Nunca ha suspendido nadie. Eso sí, los cadáveres pedagógicos se amontonan en los pasillos. El que no vale no vale.

La pública no es eso y no era eso. Mientras explicaba esos cursos de argumentación, yo era profesor de filosofía y lógica en un instituto del extrarradio barcelonés, el Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet. Cuando llegué al centro un alumno repetía 3º de BUP por cuarta vez. Estaba en nocturno. Nadie daba un duro por él, el desastre concretado. Lo tuve como alumno. Les hablé un día del infinito y sus paradojas -había escrito un librito sobre el tema- y lo enlacé, no me pregunten cómo, con el concierto para clarinete de Mozart. Le gustó la relación.

Las cosas cambiaron para él. Aprobó tercero de BUP, luego el COU, estudió filosofía, luego lingüística, se doctoró, estudió en los alrededores de Chomsky y ha sido profesor en la Universidad de Nueva York, siendo ahora un lingüista con reconocimiento internacional. La pública le ayudó; él puso lo mucho que tenía dentro en unas circunstancias sociales, familiares, que no eran nada fáciles. Cierro el paréntesis).

Vuelvo al -según los amigos de sin permiso- profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT, al universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, al autor vivo más citado, al intelectual público más destacado de nuestro tiempo, a una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial (Ahora que no nos oye nadie, me da que esta presentación lleva la firma de otro intelectual público destacado, de otra figura emblemática, del maestro de muchos de nosotros Toni Domènech).

El decálogo chomskiano, las estrategias de manipulación es el tema del que a continuación les hablo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.