Recomiendo:
0

Entrevista a Manuel Ruiz

Breve recorrido por la historia del movimiento andalucista

Fuentes: Viento Sur

Manuel Ruiz Romero es doctor en Historia Contemporánea por la UPO. Sus estudios e investigaciones se han centrado en el estudio de la Transición en Andalucía y el análisis de las instituciones de autogobierno. Dedicó su tesis doctoral al estudio de La génesis del Estatuto de Autonomía para Andalucía en el contexto de la Transición política (1975-1982). Es profesor y  activista por la memoria histórica y es considerado uno de los mejores expertos del autonomismo andaluz. Entre sus numerosas obras publicadas se encuentran: Historia de la transición en España: la dimensión internacional y otros estudios (2019),  Del franquismo a la reforma. Miguel Primo de Rivera y Urquijo; una biografía política (2019), Cara y cruz del andalucismo. ¿Qué hacemos con el nacionalismo andaluz? (2012), Blas Infante Pérez (1885-1936) (2011), Tiempos de Cambio: Andalucía Hacia la Transición Autonómica (2008), La Conquista del Estatuto de Autonomía para Andalucía (1977-1982) (2005).

Buenos días, Manuel, agradecemos enormemente tu interés y disposición a participar en este ciclo abierto de conversaciones. Si te parece bien, para empezar, podrías contarnos dónde ubicar los orígenes de eso que llamamos Andalucía.

Bueno, a mí me gusta recordar la frase de Pedro Vallina que, parafraseando a Fermín Salvochea, decía que “los andaluces éramos un pueblo que sufría ataques epilépticos” porque durante mucho tiempo parecía que nos daba igual todo hasta que llegaba un día que nos daba un síncope y empezamos a quemar iglesias o a quemar mieses por los campos. Esa frase me parece bastante significativa para explicar que nunca ha habido un hilo conductor del ser andaluz o de la esencia andaluza, como diría Blas Infante. Sí ha habido momentos a lo largo de la historia que han incidido sobre el hecho de ser andaluz. El primero de ellos, indudablemente, fue la Conquista castellana que sometió a esta tierra al yugo del feudalismo, al reparto de tierras y al latifundismo y, por otro lado, a la imposición de una forma de ser que no tenía nada que ver con lo que habíamos sido los ocho siglos anteriores. Eso significó un choque cultural y significó también una conversión de la identidad andaluza al posibilismo de unos nuevos tiempos. Esta etapa no define el hecho de ser andaluz, pero sí marca la realidad socioeconómica de Andalucía y su configuración como territorio. Después hay otros hitos puntuales que influyen en el origen de Andalucía como pueden ser el movimiento juntero o las revoluciones de Rafael Pérez del Amo en Loja, aunque el sentido de estos hechos, el tiempo biográfico donde esas realidades pasan de ser hechos individuales a intentar convertirse en movimiento, son culminadas con la propia biografía de Blas Infante desde la Constitución de Antequera de 1883 aproximadamente, que es cuando nace Blas Infante (1885). Si nos atenemos a  al aspecto jurídico, se puede decir que es con la aparición de la preautonomía andaluza cuando nace Andalucía. Antes de ese momento, Andalucía no había existido como ente, como sujeto político, a causa de las arbitrarias divisiones eclesiásticas, universitarias, militares, que realmente lo que hacían es que se tratase de ocho provincias que se relacionaban con Madrid.

Hay una tradición de autores andaluces que señala que existe una modalidad histórica de capitalismo andaluz que se ha constituido como una forma de capitalismo distinta a las que se dan en el resto de la península. ¿Es posible, en su opinión, hablar de un capitalismo andaluz? De ser así, ¿en qué momento considera que se constituye y cuáles serían las características de esta variante respecto a las formas capitalistas en otros territorios?

Hay una realidad social andaluza que viene marcada por el capitalismo como forma de explotación y que se desarrolla a caballo entre un capitalismo global, estatal, y su forma autonómica y local. En el caso andaluz la forma concreta se manifiesta en la aparición de los latifundios durante la Conquista, que será la misma forma que los señores, la aristocracia y las élites nobles castellanas después trasladarán a América. Esto va a dar lugar a un sistema latifundista, con todo lo que eso significa: un capitalismo señorial, caciquil, con una visión cortijera de lo que significan las relaciones en el ámbito agrícola. Nuestra realidad adolece de una serie de carencias, entre otras, la falta de una burguesía comprometida con esta tierra porque estaba más pendiente de lo que pasaba en Madrid. Aquí ha existido una burguesía tremendamente centralista que no ha invertido sus beneficios, sino que solo se ha dedicado a extraer ganancias de esta tierra, lo que ha favorecido la consolidación de una economía extravertida y dependiente, no solo tributariamente o en el reparto de las riquezas, sino también en cuanto a tecnología y a la profundización en la industria. Por supuesto, para sostener todo este sistema son necesarias unas relaciones de dominación y dependencia cultural. Estamos en una economía indudablemente periférica, dependiente, desarticulada, donde Andalucía pone la fuerza de trabajo a través de su naturaleza y que es sostenida por la comunicación cultural. A día de hoy, los grandes sistemas de producción en Andalucía, tanto en la agricultura como en el turismo de masas, mantienen esa lógica extractiva.

Otro de los aspectos debatidos y controvertidos tiene que ver con el momento en el que se produce un atraso de Andalucía. ¿Cómo se explica el paso de ser uno de los territorios más fecundos a uno de los más pobres?

Ese es el punto gordiano. Yo creo que para que se sostenga un atraso, además de promover una economía dependiente, también hace falta la aceptación de esa sumisión. Hace falta la dominación en el sentido más político y más cultural del término. Eso explica que Andalucía, a lo largo de su historia, haya sido un territorio que ha tenido los índices más altos de analfabetismo. En los años 30, la mitad de los andaluces no tenía ningún tipo de instrucción; saber leer y escribir era un lujo. Precisamente cuando se agrieta esa sumisión es en los momentos en los que ha desatado la locura y Andalucía intenta sacar los pies del plato. Eso fue lo que sucedió durante la Transición, aunque luego no se haya aprovechado políticamente.

¿Qué implicaciones ha tenido este atraso andaluz para las trabajadoras y los trabajadores?

La aceptación como algo normal de una realidad que es anormal a todas luces ha significado aceptar siglos de dependencia cultural, de falta de identidad y de falta de empuje. El andaluz ha tenido que pensar más en su estómago que en sus ideales. Precisamente ese es uno de los análisis que tenemos que hacer los andaluces de hoy antes de seguir adelante y establecer cuáles son las hipótesis de futuro, es decir, por qué hemos llegado hasta aquí y no estamos en otro sitio. Hay que desvelar esas claves como pautas de análisis de la realidad en una sociedad que está poco politizada.

En tus trabajos has analizado con cierta profundidad el papel que tiene el franquismo en Andalucía y cómo es un periodo que afianza, aún más, la subalternidad de Andalucía.

El franquismo hizo todo lo posible para hacer desaparecer aquellos intentos liberalizadores y democratizadores que tuvo la República. Sociológicamente, el franquismo es una vuelta a las primeras décadas de la historia de España, a la Restauración. En ese sentido, buscó convertir Andalucía en una zona terriblemente dependiente favoreciendo, como sabemos, ese triángulo típico del desarrollo País Vasco, Cataluña, Madrid y hacer de Andalucía, no ya una discoteca como ahora, sino una tierra de mano de obra barata. Para ello, el franquismo despojó de sus señas de identidad a Andalucía, haciendo que la identidad andaluza desapareciera totalmente y se conviertiera en española. Lo andaluz pasa a ser lo español.

El franquismo en Andalucía o, incluso peor, el alzamiento militar, tienen también una importancia fundamental en lo que ha venido después. Si pueden subyugar a un pueblo de esta manera y apropiarse de nuestra cultura, como lo han hecho, es porque no se dejó capacidad de respuesta. La falta de contestación se debió, entre otras cosas, a que el golpe militar arrasó con la vanguardia política que había en ese momento, que en Andalucía era bastante potente. El movimiento libertario era muy fuerte. Además, empezaba a desarrollarse un andalucismo con bases suficientemente sólidas, y acabaron con todo eso. Esto ocurrió en todo el Estado, pero no de la misma manera. A eso hay que sumar que en los años 50 se llevó a cabo un desarrollo industrial muy potente en determinadas zonas del Estado que permitió un agrupamiento de la clase trabajadora, pero que en Andalucía apenas existió. La suma del desmantelamiento de la industria y la destrucción de una cierta vanguardia política dificultó enormemente la organización de la gente, produciendo inmovilismo y ausencia de movimientos sociales o, en caso de que existieran, de forma muy débil. En ese sentido, hay un parón, un corte generacional importantísimo que da lugar a un borrado de la experiencia que en otros sitios no fue tan importante. Quizá lo más destacable sea la experiencia del emigrante pero, aparte de eso, poco más.

Siempre se dice en Memoria Histórica que el alzamiento, el golpe en Andalucía, tiene un carácter ejemplarizante para otros territorios de España. Por algo, antes de eso, se le decía a Sevilla “el Moscú sevillano” incluso, en algún barrio, se le decía “Sevilla la roja”. El nivel de movilización que existía aquí, como tú dices, no lo había en ningún lugar. Por otro lado, la propia estructura agraria de la que hablábamos antes hace que la movilización reivindicativa del movimiento jornalero sea epiléptica, como decía Vallina. Realmente, no hay una trayectoria, unos niveles de organización equivalentes a los de los obreros que están en torno a una fábrica. Sería imposible que en Andalucía se diera una huelga como la de la Canadiense en Barcelona, por ejemplo, que duró un montón de días. No. Aquí lo que hacía la gente era explotar y, cuando lo hacía, se iba al cuartel de la Guardia Civil y arrasaba con todo o pegaba fuego al cortijo o las mieses de del señorito, pero no había una estructura social que posibilitara esa resistencia, esa capacidad organizada del movimiento obrero.

A la luz de todas estas cuestiones, merece la pena conocer brevemente el recorrido que ha tenido el movimiento andalucista. En muchas de tus obras, tú sitúas los inicios del movimiento andalucista en la Constitución de Antequera.

Antes de la Constitución de Antequera hay una serie de intelectuales que se preocupan por el folclore andaluz, como es el caso del padre de Antonio Machado, que empieza a medir el cráneo de los andaluces buscando una diferenciación biológica del andaluz con respecto a otros pueblos. Sin embargo, como tal, no hay una intelectualidad que apoye el movimiento regionalista. Este es un hándicap con el que el andalucismo nace.

Desde un punto de vista simbólico, el inicio sí puede ser la Constitución de Antequera de 1883, aunque este es un documento teórico que nunca se llegó a aplicar. Es un documento que hacen los republicanos federales justo años después del golpe de estado que da fin a la Primera República. El texto es utilizado como referencia y como bandera por el movimiento andalucista por el significado que tiene. El andalucismo incipiente de aquellos años está muy unido al movimiento republicano federal y, por otro lado, este federalismo está íntimamente unido a la eclosión del movimiento anarquista en Andalucía. Esa referencia a una Andalucía soberana, una Andalucía construida de arriba abajo y de abajo arriba, donde la democracia se elige desde el pueblo, donde la mujer tiene una igualdad de derechos con el hombre, donde hay una educación gratuita hasta los 12 años, donde se reconoce el voto a la mujer, 50 años antes que lo hiciera la Constitución de la República en el 31, significó un punto teórico donde agarrarse. Simbólicamente, lo cuento como anécdota, los republicanos federales llevan a una de las asambleas autonómicas de la República ese texto para ponerlo encima de la mesa, no tanto por el texto en sí que ya estaba descontextualizado con lo que significa la Constitución del 31, sino por los valores que señalaba.

Los primeros titubeos de los centros andaluces significaron un intento por organizar orgánica y socioculturalmente a la gente en torno al andalucismo y además ofrecer un programa común. Ese programa común se articula en torno a la Constitución de la Asamblea de Ronda de 1918 y a la Asamblea de Córdoba. La Asamblea de Ronda es importante porque, a la vez que se establece un mínimo programa, aspira a fijar una serie de símbolos identificativos de ese movimiento. En 1919 se profundiza el mensaje en la Asamblea de Córdoba y allí, curiosamente, bajo esas siglas, van a coincidir en una candidatura municipal, republicana, andalucista y socialista. Estas son las características de ese año 19 que tan importante fue desde el punto de vista del trienio bolchevique. Es más, el propio Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, escribe en alguna revista andalucista sobre ello. Esto lo sabe muy poca gente. ¿Qué ocurre? Que a partir de ahí y con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera empieza a haber represión; los centros andaluces, como ámbito de difusión del andalucismo y de reflexión, se cierran. Algunos de sus líderes son mandados al exilio. Según yo sostengo, al propio Blas Infante lo mandan a Isla Cristina marginado, para sacarlo de las capitales de Sevilla o Córdoba. Y, a partir de ese momento, el andalucismo sufre unos años de languidez. Eso no significa que no exista una reflexión teórica, una conexión entre los andalucistas hasta que llega la República, pero es más débil. Con la llegada de la República se crea en Sevilla una candidatura andaluza, republicana, federal y revolucionaria, una lista electoral absolutamente heterodoxa para intentar incidir en esa Constitución que se iba a hacer en los primeros meses de la segunda República. Esto es un intento por establecer una línea rupturista respecto a todo lo que había sido el sistema caciquil de Primo de Rivera. El dato es muy importante porque Blas Infante y los andalucistas no se conforman con una transición, sino que realmente entienden que no basta con un cambio de bandera, tiene que haber también un cambio de estructuras sociales que de luz a un nuevo estado confederal. En el debate sobre convertir la República en un estado centralista, el andalucismo trata de pujar por que hubiera autogobierno en Andalucía y, de hecho, defiende llevar el federalismo a su grado máximo que es el confederalismo. Ni mucho menos pasó eso. El intento de proceso autonómico de Andalucía fue absolutamente truncado con el golpe fascista del 18 de julio.

Has señalado que el papel de la intelectualidad no es demasiado importante en los primeros momentos del andalucismo, pero también has recalcado el papel que tiene la figura de Blas Infante ¿Qué importancia le concedes al pensamiento de Infante?

En sus primeros momentos, el andalucismo abraza un discurso absolutamente cultural hasta que Blas Infante se da cuenta de que eso no es suficiente y hace falta algo más. Entonces es cuando viene la ruptura porque Infante, por decirlo de forma rápida, es demasiado de izquierdas. Todos los pensadores que veían a Andalucía como literatura, como algo romántico, algo folclórico, se distancian de él y él, a su vez, se aleja de ese mensaje. Blas Infante se distancia de los planteamientos culturalistas que existían en torno al Ateneo de Sevilla y sigue buscando hasta toparse con la economía. Intenta explicar, desde la economía, cómo el valor de la tierra viene dado por el trabajo que los hombres hacen sobre esa misma tierra, pero se da cuenta también que eso tampoco es suficiente y entonces propone un proyecto político que es un movimiento social y al mismo tiempo un movimiento de liberación. Defiende un movimiento que enlaza con todo lo que significa las reclamaciones de clase que tiene este pueblo.

La triste historia del andalucismo historiográfico es que muchas veces se ha dado importancia a señores que no tienen nada que ver y que solo se han dedicado a putear la vida de Blas Infante, y hacer todo lo posible para que ese andalucismo no fuera de izquierdas, comprometido o de clase. Precisamente, es a partir del bulo del complot de Tablada cuando se empieza a estigmatizar e insultar a Blas Infante. Se le tacha de radical, de islamista, de separatista, etc., lo que hace que durante la República esté bastante marginado. Hasta que finalmente en el año 36, en el año de la victoria del Frente Popular, en una asamblea que hay en Sevilla el 5 de julio en la Diputación, se le reconocen esos méritos y esas trayectorias y se le concede el título honorífico de presidente de honor de esa Junta gestora que iba a promocionar el Estatuto de autonomía cuando pasara el verano en septiembre del 36. Pero no hubo tiempo.

Sin embargo, en algunos trabajos de Blas Infante hay una cierta romantización del discurso sobre Andalucía. Me refiero, por ejemplo, a sus referencias a la Andalucía morisca que podrían interpretarse como un esfuerzo por recuperar y reconstruir una imagen gloriosa.

Sí, pero muchas veces ese intento por idealizar el pasado andaluz responde a un intento por explicar qué es lo que somos los andaluces. Son intentos en donde se reflexiona un poco cuáles son aquellos tiempos históricos en donde Andalucía ha estado más influida por una serie de cuestiones sociales o económicas que marcan. Sin embargo, se han usado como una forma de desprestigio de la propia doctrina de Blas Infante. Cuando Infante tiene el atrevimiento en la Segunda República de reclamar las relaciones con Marruecos para el autogobierno andaluz se muestra claramente que estamos ante una persona absolutamente heterodoxa. Se enfrenta a la Iglesia, al mundo de los toros, exige la igualdad entre hombre y mujeres. Se metía en todos los charcos. No es un intelectual que hace unos libros muy bonitos, sino una persona profundamente comprometida. De todas formas, cuando hablamos de Blas Infante, no se trata de infantilizar el mensaje del andalucismo de hoy ni de aplicar sus planteamientos mecánicamente a la Andalucía del siglo XXI. Lo que sí está claro es que el mensaje de Blas Infante sigue siendo vigente porque hay una serie de valores que están ahí, porque Andalucía realmente no ha progresado y porque ciertamente es posible reinventar y dar una nueva lectura a los textos de Blas Infante. Cuando habla de una España plural, de una sociedad integrada y multicultural, es posible pensar en el hoy.

Antes me ha parecido entender que para ti uno de los desencadenantes para la desaparición del andalucismo político fue el interclasismo y la poca definición de clase del proyecto. Hay un debate sobre si es posible que se desarrolle una propuesta andalucista de derechas.

Un andalucismo descafeinado es posible, claro que sí. De hecho, encontramos esta contradicción en alguien como Fraga, que abominó del Estado de las autonomías y gobernó una autonomía no sé cuántos años. Y Aquí Bonilla parece que juega a lo mismo, pretendiendo hacerse Feijoo o el sustituto de Fraga en el tiempo. Yo no entiendo un andalucismo sin la izquierda, aquí estamos hablando de hacer una clase obrera y una clase social comprometida con su pueblo en este territorio y no por eso significa que seamos un estado independiente y ser soberanos no significa que nosotros seamos supremacistas, ni independentistas. No, al contrario. Yo, como decía el propio Blas Infante, me siento amigo de todas las revoluciones. Ahora bien, está claro que si les dejamos ese caudal a la derecha, la derecha se va a poner esa medalla y lo va hacer precisamente recordando ese andalucismo languideciente, ese que daba más importancia a las banderas que a la calle. Pues ni una cosa ni otra.

Nos parece muy importante traducir esa conexión entre la clase y la cuestión territorial. Explicar cómo la historia de las élites económicas y políticas ha estado ligada a la historia de convertir en periferia a Andalucía.

Precisamente el desprecio que se le tiene al andalucismo es directamente proporcional al respeto que se le tiene. Y en la medida en que se le teme también se le desprecia. Ahí hay una ambivalencia. Uno de los grandes argumentos que hubo durante la transición fue el tema de la reivindicación económica en dos direcciones, primero en cuanto a la capacidad de ahorro que tenían los andaluces entonces y, en segundo lugar, en cuanto a los beneficios que la producción a todos los niveles tenía y, sin embargo, se marchaba fuera de Andalucía. La emigración de capitales es un dato que también deberíamos poner encima de la mesa en el siglo XXI porque, por ejemplo, con el tema de la turistificación estamos muy confundidos en ese sentido. Todos los grandes imperios de apartamentos turísticos, por ejemplo en Jerez, pertenecen a los fondos de inversiones buitres que vienen de donde vienen, invierten y se lo llevan ¿Qué nos queda a nosotros? Las kellys y los camareros.

Y el destrozo

Sí, el destrozo y pérdida de las ciudades.

Nos has comentado que te ilusionaste y volviste al andalucismo a partir del 15M, ¿cómo ves ahora mismo la situación del andalucismo?

Indudablemente existen otros patrones diferentes al tardofranquismo y a los primeros momentos de la Transición, pero vuelve a haber una emergencia. Como ejemplo, el otro día tuvimos una marcha por la ciudad de Jerez para reivindicar temas de convenio en el Ayuntamiento en la que íbamos cerca de 40 coches y, entre ellos, había una bandera andaluza que era la mía. Bueno, pues la prensa sacó una noticia en la que aparecía la bandera andaluza. Es una anécdota, pero ahí está. Tanto el que es de San Esteban hasta el que te pide una banderita de Andalucía porque no quiere llevar la de España muestra que hay algo. Hay una emergencia, hay una generación de jóvenes que no vivieron el 4 de diciembre ni el 28 de febrero y a la que eso le suena a historia, pero que no se resignan a que Andalucía sea un cortijo. Por otra parte, también creo que hay un cierto florecimiento cultural, no tan fuerte como en la Transición, pero sí ha vuelto una cierta preocupación por la lengua y se están viendo nuevas formas musicales y artísticas. De alguna forma esa subordinación política e intelectual que hemos tenido comienza a romperse lentamente. Probablemente, los medios que utilizamos hoy son distintos, porque las redes o internet tienen una capacidad que no se tenía durante la Transición, pero lo que está claro es que esa desactivación de esta conciencia andalucista, que ha realizado intencionadamente el PSOE, se está viniendo abajo por muchas razones.

Uno de los peligros que tenemos ahora es que frente a esa unidad del andalucismo, de la unidad de las ocho provincias, puedan surgir experiencias puntuales que en la propia historia reciente de Andalucía se han demostrado como movimientos reaccionarios, el secesionismo granadino o el Jaén sí se puede. Tú escarbas un poquito en esa ideología o en ese movimiento y piensas que aquí pueden estar desde la ultraderecha hasta la ultraizquierda. En cualquier caso, siempre es interesante tener un discurso propio. Ese discurso propio es el que estamos empezando a construir ahora, por primera vez después de mucho tiempo, lo cual es un dato importante. Creo que ahora estamos en un momento en el que nuestro pueblo está recuperando su memoria y, al decir memoria, digo futuro. Frente a la fuerza del movimiento neoliberal de alienación y de los medios de comunicación, existe una leve sensación de echarle el pulso al sistema con medios diferentes. Creo que estamos en eso o, al menos, es el gran reto que tenemos por delante: movilizarnos, tender puentes con otros pueblos de España y establecer un proceso en el que mientras desvelamos las contradicciones del sistema, podamos incorporar más gente, sobre todo gente joven, porque es urgente dar el testigo a gente joven que son las que tienen que seguir luchando.

Hay una cosa que has dicho que me parece importante. Decías “hay quien te pide la bandera andaluza para ponérsela en la muñeca porque no quiere llevar la bandera española”. Es interesante pensar el papel que puede jugar el andalucismo como dique de freno al ascenso de la extrema derecha en Andalucía. Creo que es que ahora es mucho más necesario porque cuantas más banderas andaluzas se ven, menos banderas hay de las otras.

Totalmente. El andalucismo tiene que ser una presa de contención del fascismo. Para ello, no podemos quedarnos solamente en la banderitis, que fue en lo que se quedó el Partido Andalucista los últimos años; hay que darle contenido a la bandera y a la proclama de ‘andaluces levantaos, pedid tierra y libertad’. En ese sentido, los andaluces rompemos toda la lógica de las banderas porque los símbolos están hechos a imagen y semejanza de las reivindicaciones de nuestro pueblo. Ese es el motivo por el que les da tanto miedo a los fachas que se cante el himno y por eso dicen que la bandera es un trapo, una entelequia y Blas Infante el padre de una patria que nunca existió. Les molestan y les duelen estos símbolos. Por eso quieren sustituir el 28 de febrero por el 2 de enero. Es que los símbolos están ahí. Y los símbolos, a veces, son muy importantes.

Ya que comentas la necesidad de darle contenido a la bandera andaluza, ¿qué contenidos te parecen centrales para un proyecto del siglo XXI?

Me parece que habría que recoger la experiencia del 15-M y todo lo que significó Podemos en sus mejores tiempos, porque a todos nos ilusionó y nos enfrentó a otra forma de hacer política. Esa otra forma de hacer política es un poco la bandera que nos tiene que caracterizar, al margen de cuestiones ideológicas. El papel lo soporta todo, pero el hacer día a día es lo que marca un poco la diferencia, la credibilidad entre una cosa y otra. Y aún así nos enfrentamos a poderes mediáticos que con un titular te hunden. O sea, que tenemos que ser muy conscientes de los medios tan limitados que tenemos. No descubro nada nuevo si digo que nos hace falta un mensaje andalucista, socialista, antifascista, revolucionario, e internacionalista, porque el ser andalucista no significa estar enfrentado a otras luchas que haya en otras tierras y en otros rincones del mundo, sino todo lo contrario.

Ángela Aguilera, Floren Ramírez y Vero Cala son militantes de Anticapitalistas Andalucía

Fuente: https://vientosur.info/entrevista-a-manuel-ruiz-breve-recorrido-por-la-historia-del-movimiento-andalucista/